[Entrevista] Javier Pérez Campos: “La muerte es el gran tabú del siglo XXI”

Con motivo de la presentación del libro Los Otros en la FNAC de Callao, quise citarme con su autor Javier Pérez Campos no solo para hablar de fantasmas y de periodismo de investigación, sino para conocer por fin a aquel chavalín que me quitó el sueño el día que se perdió en plena noche en los bosques que rodean la cuenca del Nalón durante una conexión en directo con Milenio 3 (2002-2015), el mítico programa de La Ser presentado y dirigido por Iker Jiménez.

Javier Pérez Campos y yo nos hemos citado en un tranquilo Starbucks del centro de Madrid. Nada más vernos nos abrazamos y me dice que todavía se acuerda del tuit que le dediqué la primera vez que salió en Cuarto Milenio (2005-). En aquel tweet yo decía que se parecía a Edward Cullen, el protagonista de la saga de Crepúsculo (2008) interpretado por Robert Pattinson. Tan desencaminada no estaría yo si el mismo Javi asegura en su tercer libro que los vampiros no dejan de ser otra manifestación de esos seres extraordinarios que viven entre nosotros. ¿Y no es acaso extraordinario que un periodista de tan solo 27 años haya recogido en esta imprescindible biblia de fantasmas un gran número de casos y testimonios, obtenidos durante diez años de investigación, que parecen demostrar que la muerte no es el final?

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Perra de Satán (PS): ¿Quiénes son “Los Otros” y dónde están?

Javier Pérez Campos (JPC): Los otros son estos visitantes sobrenaturales que vienen apareciéndose desde hace siglos y que han sido registrados a través del arte y la arqueología. Lo que pasa es que nos han vendido que esto de los fantasmas es un invento medieval que tienen su auge con la literatura gótica, y sin embargo cuando uno acude a fuentes más antiguas se da cuenta de que prácticamente desde el inicio del arte ya estaban ahí. Que hace casi 20.000 años fueron representados en pinturas rupestres de todo el mundo. Y lo que me ha alucinado de esta investigación es encontrarme con eso, que en todos los continentes, en todos los momentos de la historia, se ha hablado de ellos, y los han representado de manera similar.

PS: Entonces no están aquí, ahora, sino que siempre han estado aquí.

JPC: Claro, siempre han estado aquí. Por eso en el libro no quería que hubiera fantasmas en la portada. Me he cuidado mucho de que la palabra “fantasma” apareciera lo menos posible porque yo al hablar de los otros lo que hago es, primero, un homenaje al gran [Alejando] Amenábar, que en su película no se sabía muy bien quienes eran “los otros”, si éramos nosotros o son ellos. Y lo segundo, no solo hablo de fantasmas, sino de una realidad extraña en la que podríamos meter fantasmas, vampiros, zombies porque, yo creo, mi teoría personal es que todo eso son escisiones posteriores de una misma realidad.

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PS: ¿Quién es el verdadero protagonista de este libro: los otros, el misterio en general, o tú mismo?

JPC: Es un poco de los tres. Mi idea, al hacer un libro de investigación, siempre es que sea también un libro de aventuras, que no solo sea un libro de casos sin más. Por ejemplo, sobre el bosque de los suicidios, tú te vas a la Wikipedia y te viene toda la información. Pero, ¿qué puedo aportar yo? Que he estado allí. Lo que a mí me gustaría leer es la experiencia personal de alguien que ha estado allí y que te cuenta todo. Ya no solo cómo es visitar ese lugar sino los momentos antes, la cena previa a la mañana en la que uno va a entrar en ese lugar… Para mí fue muy impresionante sentarme en una mesa, saber que al día siguiente iba a entrar en ese bosque, y estar con una persona que prácticamente me estaba intentando echar atrás. Los otros son el motivo fundamental del libro, son la búsqueda. Quizás son la excusa para motivar una búsqueda, que en realidad es lo que a mí me apasiona, estar completamente alejado de lo cotidiano y meterte en algo que te fascina, que te obsesiona, y pasar meses persiguiendo una historia, intentado localizar a un testigo, intentado conseguir unos papeles que aporten solidez a una historia… Esto es un trabajo periodístico que me enamora porque me emociona, y al final lo que busco es esa emoción. En el fondo busco responder a esa teoría personal que yo voy montando durante los años. Cuando voy entrevistando testigos y voy recabando cada vez casos más antiguos yo voy armando mi teoría particular: ¿y si al final los vampiros no fueran sino un nombre diferente para un mismo fenómeno? Y en el fondo no deja de ser buscar respuestas para mí mismo, claro.

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Javier Pérez Campos posa junto a un letrero en El bosque de los suicidios. Imagen extraída de su libro ‘Los Otros’.

PS: ¿Cómo se desconecta de una profesión como esta, con la que te implicas tanto?

JPC: Yo no desconecto nunca. De hecho, a veces estás en el cine, ves una película, y esa película te da ideas para algo, o te da una pista porque resulta que está basada en hechos reales… o estás leyendo un libro y el propio libro te da otra idea para hacer algo… Porque yo leo cosas de todo tipo, pero creo que el misterio es tan amplio y abarca tantas cosas que cualquier detalle te puede dar una pista para empezar a descubrir una historia nueva. Ahora estoy leyendo un libro sobre Bill Murray, que me encanta. Estoy descubriendo al personaje y me parece una historia fascinante, porque es un tío que de pronto quiere hacer del mundo un lugar mejor y para eso utiliza lo que mejor se le da, que es la improvisación, y va por la calle haciendo locuras absolutas que han cambiado la vida de mucha gente. Para mí eso es increíble también. Al final se lleva en la sangre, es el entusiasmo, el querer saber, la inquietud… todo eso es lo que llevamos en la sangre los que nos dedicamos a esto.

PS: Bueno, eso debería llevarlo en la sangre todo el mundo.

JPC: Sí, de hecho yo cada vez me siento más vacío cuando estoy con alguien con quien tengo que estar por determinadas circunstancias y ves que esa persona no te aporta nada, o no se interesa por nada, me da mucha pereza al final eso.

PS: ¿Cómo llevas el fenómeno fan? ¿Cómo son los fans del misterio en España?

JPC: Son gente superentusiasta también. Yo creo que al final lo que compartimos es eso, el entusiasmo, las ganas de conocer o sobre todo también esa sensación de inconformismo, de no quedarte en la superficie de lo que nos cuentan habitualmente. Y la verdad es que yo nunca he tenido ningún problema. La televisión genera una relación muy extraña, unipersonal, porque la persona que te ve en la tele… para él eres muy familiar porque nosotros entramos en sus casas. Tenemos la sensación de pertenecer a una gran familia.

PS: ¿Te paran por la calle para contarte anécdotas o experiencias personales relacionadas con lo sobrenatural?

JPC: Sí, no me pasa habitualmente, pero a lo mejor una vez a la semana sí.

PS: Pues una vez a la semana ya es bastante habitual.

JPC: Sí, pero no tengo esa sensación de que sea algo rutinario. Sí me pasa. Por ejemplo en medio de un reportaje viene alguien que te conoce, te da un abrazo superfamiliar… esto suena como muy sectario y la gente de fuera no lo entiende, pero me parece muy interesante que la gente se acerque y te cuente historias, porque al final de muchos de esos encuentros hemos investigado y hemos sacado historias y reportajes.

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PS: ¿Cómo detecta un periodista un fraude, cómo sabes si un testigo te está engañando?

JPC: Por una parte se desarrolla una especie de sexto sentido, sobre todo en el cara a cara. Cuando te escribe alguien por correo o cuando hablas con alguien por teléfono es mucho más complicado de detectar, pero cuando estás con alguien a la cara, le miras a los ojos, te está relatando una historia… hay ciertas cosas que son imposibles de impostar. En el libro hablo de un testigo al que, al regresar al lugar de los hechos, se le pone la piel de gallina, porque es un sitio al que no había querido volver, después de un encuentro muy extraño. También recuerdo un caso en la radio de un tío que llamó inventándose una historia para hacer una especie de broma, porque tenían una coña en una página web. Pero digamos que es complicado encontrar casos de gente que se invente una historia porque sí. También te das cuenta del engaño por el propio relato: es más fácil inventarse un guión de Hollywood que un encuentro de este tipo, que suele ser algo puntual, que no aporta nada al testigo y que si te quisieras inventar algo tratarías de justificar.

PS: ¿A qué pruebas te aferras tú para mostrar la veracidad de un caso?

JPC: Lo primero que hago siempre es averiguar si hay algo en hemeroteca. Para mí la Biblioteca Nacional es un sitio clave en cualquier investigación porque ahí están los documentos de prensa, y la prensa generalmente suele traer nombres. Después hay que ir a las Páginas Blancas y empezar a preguntar por estas personas, localizarlas, también preguntar a su entorno. A veces nos hemos encontrado con que la gente no quiere volver a hablar de un caso, de hecho yo tengo un par de espinitas clavadas que cada seis o siete meses vuelvo a llamar para intentar convencer al testigo. Al final lo que hacemos es periodismo, periodismo del misterio, y eso conlleva a que necesitas mostrar la mayoría de pruebas posibles. A veces no puede ser, porque se trata de un testigo que ha vivido algo y no tiene más que su propia voz, pero para mí eso también es valioso, porque los testigos no tienen absolutamente nada que ganar apareciendo en Cuarto Milenio. Y luego hay casos como el del camping de Los Alfaques, que yo recogí una veintena de casos de gente completamente diferente, ajena, había médicos, abogados, barrenderos… que sin saber la historia de ese lugar, vieron una hilera de figuras con el rostro oscuro, como fantasmas en medio de la carretera, que en invierno aparecían con ropa de verano. Y cuando tanta gente que no se conoce entre sí te da detalles idénticos te das cuenta de que son historias que aunque no se puedan demostrar empíricamente, suceden. Que tanta gente hable de lo mismo es suficiente para tenerlo en cuenta.

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PS: ¿Crees que una persona sería capaz de crear un fantasma para no hacer frente a aquello que le atemoriza realmente?

JPC: Totalmente. De hecho hay investigaciones muy interesantes sobre niños que después de haber sido abusados sexualmente generan una especie de visión y transforman todo su dolor en un fantasma. Nosotros, ante casos de apariciones, sobre todo a niños, siempre recibimos la asesoría de algún psiquiatra que entrevista a la familia y habla con el niño.

PS: ¿Hay que ver para creer o creer para ver?

JPC: De Geraldine Chaplin, ¿no?

PS: Sí, más o menos…

JPC: Bueno, yo creo que lo más sano es tener curiosidad, y… no lo sé. Hay gente que ha visto sin creer y la aparición le ha cambiado totalmente su esquema mental. Y gente que es todo lo contrario, que cree pero nunca ve. A nosotros nos pasa la mayoría de las veces. Hay compañeros míos que después de veinte o treinta años buscando el misterio nunca se han encontrado con él, y han acabado convirtiéndose en absolutos escépticos, casi más que los ultrarradicales. Yo creo que el misterio tiene sus propias normas y se aparece cuando uno menos se lo espera, y a lo mejor te pasas toda la vida buscándolo y nunca lo encuentras, pero eso no quiere decir que no exista.

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PS: ¿Se puede llegar a perder la cordura cuando te metes tan de lleno en estos temas?

JPC: Sí, y hay ejemplos claros. (Se ríe, y sin querer, o queriendo, me río yo también)

PS: Cuéntame.

JPC: También hay que luchar contra esos fantasmas, contra el entusiasmo desmesurado. Los antiguos filósofos hablaban del hibris, esa sensación de encontrarse ebrio de entusiasmo, y que toda esa pasión te conduce a una locura inevitable, y eso está ahí, está claro. Pero al final depende de la persona, yo creo que una persona que se vuelve loca con el misterio es una persona que se volvería loca también si se dedicase a otro tipo de cosas.

PS: ¿Se le teme más a la muerte o a los muertos?

JPC: A la muerte, sin duda. Es el gran tabú del siglo XXI, cada vez hemos ido alejando la muerte mucho más, y es un proceso absolutamente drástico en los últimos años. Ya no se puede ni hablar de eso, uno ya ni se imagina lo que supone la muerte. Por eso fiestas como Halloween están triunfando: queremos que todo sea fiesta y no queremos pensar en la trascendencia, en algo que pueda condicionar nuestra forma de comportarnos. Queremos ser libres, con una mentalidad solo puesta en el vivir, pero al final la muerte está ahí, y cuando te golpea, te hace pensar en mil cosas.

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PS: ¿Por qué no hay sitio en nuestra cultura para los muertos y los fantasmas?

JPC: Conviene que vivamos en un mundo completamente materialista en el que solo importa el comprar, el tener por encima del ser, donde da igual la trascendencia, donde no hay que pensar demasiado y donde es mucho más fácil que seamos manejables si creemos que no hay nada mágico en el mundo, que todo se puede comprar y vender. Somos víctimas de una conspiración que está ahora mismo en su auge absoluto, y mi libro no deja de ser una reivindicación de nuestro patrimonio mágico. Estamos en un punto en el que a los propios investigadores, historiadores y arqueólogos le salen sarpullidos solo de nombrar leyendas locales. Yo me siento orgulloso de ir tan a contracorriente.

PS: ¿Qué nos recomiendas que hagamos si algún día nos topamos con lo inexplicable?

JPC: Lo primero que me llaméis, claro. (Volvemos a reírnos) Lo que dicen quienes se han encontrado con ellos es que lo mejor es estar absolutamente calmado y tranquilo e intentar interactuar con ello, pero claro, entiendo que es todo lo contrario a lo que haríamos cualquiera de nosotros. Yo incluido.

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Un comentario

  1. Bea dice:

    Hola, creo que en algunos de los casos que cuenta, lo que se crean no son fantasmas sino egregor.

    Slaudos,

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