[Entrevista] Luis Álvaro: “En la risa no hay amiguismos”

Más o menos dos sábados al mes (una periodicidad sujeta al gusto del cómico), el madrileño Fotomatón Bar acoge el peculiar espectáculo del monologuista Luis Álvaro. Una rara avis dentro del mundo de la comedia underground -término con el cual el propio Luis Álvaro no se muestra nada de acuerdo-, conocido por ser el cómico más copiado en Twitter. FOTOS DE MARTA MALO.

Luis Álvaro (Madrid, 1979) podría definirse fácilmente como el cómico de España más copiado en twitter. Puede que hayamos escuchado sus ocurrentes one-liners sin saber siquiera que se trataba de ocurrencias con dueño. Incluso aquellos que ya conocemos su espectáculo hemos llegado a ver algún famoso meme de caligrafía millennial con alguno de sus chistes (sin citarle, claro). El humor de Luis Álvaro llega directamente al corazón por su falta de complicaciones y su potencia visual. Ahora bien, ¿cómo sobrevivir en esto de la comedia cuando todos copian tu trabajo sin decir que es tuyo? Luis Álvaro es tan bueno que pocos saben que se están riendo gracias a él. Paradójico cuanto menos.

Dejando de lado la tendencia confesional original del stand-up comedy, Luis Álvaro tampoco nos muestra su vida ni su opinión de las cosas a través de sus monólogos, sino algo incluso más personal: una representación de sus propias carencias y limitaciones, transformadas en puro espectáculo. Sus defectos y manías están a la venta en el supermercado del show bussiness, al igual que ocurría con la vida personal de Ignatius Farray o las manías de Miguel Esteban. Eso sí, en un formato pensado y construido directamente sobre una personalidad tan peculiar como atrayente: la del cómico que no quería ser cómico.

Ahora, tras varias giras por países como Argentina y Uruguay, además de actuaciones dispersas en Londres y Dublín, Luis Álvaro se deja caer dos veces al mes por la madrileña sala Fotomatón, trasladando su espectáculo a este espacio de paredes naranjas. Hablamos con él sobre sus líneas, el proceso creativo y auto-exploratorio que le condujo hacia ellas, y su particular visión de la comedia.

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Me cita Luis Álvaro en el Starbucks de Tribunal. No sé por qué, me esperaba que un chaval como él eligiera un lugar más… moderno.Qué manía con lo de parecer moderno! Yo no soy moderno, me dice, mientras se pide lo más barato que encuentra en el panel. Le pregunto si se considera parte de la comedia underground madrileña. Y, entre sus característicos tartamudeos y cambios de tema constantes, ya empieza a dar muestras de no ser el típico monologuista que cualquiera podría pensar viendo sus actuaciones…

LUIS ÁLVARO (LA): No existe la comedia underground madrileña. Existe lo underground (supongo, ¿no?) y existe la comedia overground. La gente que es muy conocida, y luego todo lo demás. Pero no son cuatro gatos, son cuatrocientos. El underground, que es lo que queda del overground, es el mainstream. El mainstream en la comedia es muy pequeño. Y hay muchas propuestas, que a lo mejor no son stand-up, y no diría que sea comedia underground.

Es que en comedia pasa una cosa, y es que, si eres bueno… sueles triunfar. En el tema de la risa no hay amiguismos. Tú te puedes acercar a quien quieras, que no por eso vas a subir. Ignatius Farray, por ejemplo, me parece el mejor de los cómicos de ese circuito underground. Y es conocido porque es el mejor.

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ELENA ROSILLO (ER): ¿eres overground?

LA: A mí me encantaría ser overground. En realidad soy overground… o todo lo que puede ser un cómico. A mí me gustaría tener tantos seguidores como Miguel Noguera, ¿sabes? Pero es otro rollo. Él se encuentra en un… ¿en marketing se dice “océano azul”? ¿Sabes cuando tienes un producto que es nuevo, que de repente no tienes competidores? En mi caso tengo de competidores a los propios cómicos.

ER: Pero no hay casi nadie que lleve tu rollo.

LA: No, no hay nadie que lleve mi rollo.

ER: Es un nicho que estaba sin explotar, tus one-liners.

LA: No, no. El tema del one-liner, básicamente, no es una decisión. Estoy sujeto a mi dicción. Mi dicción es limitada y necesito acabar pronto las frases para no trabarme. No es elegido.

ER: Entonces, ¿eres tartamudo de verdad?, ¿no te lo has inventado?

LA: No soy tartamudo, pero soy muy nervioso. No sé si por eso soy mal “hablador”, pero mi dicción no me permite… (se traba. Risas). ¿Ves? No puedo hacer discursos elaborados. Porque la gente se me pierde, ¡se me pierde! Yo te puedo contar una cosita graciosa y ya te has descolgado a los diez segundos. Por tanto, tengo que hacerlo de otro modo.

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ER: Cuando te subes al escenario, estos cambios constantes de tema, ¿es algo ensayado, o?

LA: Es mi forma de fluir. Se adapta mucho a mi forma de ser. Lo raro sería que un cómico que hablase de manera normal y corriente se dedicase a hacer chistes de una línea. No es que haya optado por una fórmula, es que he elegido el traje que mejor me sienta. Es un traje que existe, al igual que existe el traje de Seinfeld y otros muchos lo usan. Por ponerte un ejemplo. Es un camino.

ER: ¿Cómo llegaste a conocer ese camino?

LA: ¿Te refieres al ejercicio de estilo de hacer chistes cortos? Pues se lo vi a Vaquero. Pensé “qué envidia, hace chistes cortos y acaba pronto”. Y empecé a hacerlo yo. Porque no sufría. Pero claro, para hacer estos chistes, tienes que pensarlo mucho. No puedes hacer que la gente se ría cada 20 minutos, tiene que reírse cada poco. Y empecé a hacerlo, y al empezar a hacerlo, la gente que sabe de comedia me dijo “pues mira, hay más cómicos fuera que hacen esto”. Y yo dije, “bueno, si hay más gente que hace esto, no es que yo esté imitando a Vaquero. Es un género que ya existe”. Y tiré por ahí.

Independientemente de lo que se haga fuera o dentro. Es decir, es una propuesta de estilo que convive perfectamente y que se puede profundizar y explorar mucho. Yo no me lo tomo como una limitación, me lo tomo como… es que ni siquiera pienso que haga one-liners. Yo lo que hago simplemente son… elaboro mi discurso a partir de piezas cortas. Y cambio de tema como cambio de tema muchas veces durante una conversación. Hago pinceladas. De hecho, muchas veces un chiste me funciona por contraste con el anterior, con el cual no tenga nada que ver. Entonces, no es solo que haga chistes cortos, es que quiero cambiar de tema porque el hecho de cambiar de tema es un momento cómico. Es que es mucho más que todo eso.

ER: Entonces no es algo planeado. Surge en el momento.

LA: Te vas dando cuenta. Empieza a ser intuitivo. Te vas dando cuenta cuando empiezas a actuar muchas veces. Lo vas moldeando de una forma casi musical. Es como… el que decora una habitación. No se plantea que sea funcional poner la cama al lado de la mesita, simplemente lo hace porque sabe que debe ir ahí. Creo.

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ER: Es más una estructura mental.

LA: Eso para mí es la Fase 1. Luego, para mí solamente un bloque está acabado cuando… cuando siento que la canción funciona. Que lo cantas. Que lo dices y… suena bien. Tiene una melodía interna. (Empieza a tararear una melodía que podría ser la cadencia de la forma de hablar de cualquiera). Y si todo fluye… no sé, me explico fatal. (Risas).

ER: Se nota que también eres músico. Hace poco que incluyes música en tus actuaciones. ¿Cómo surgió esto?

LA: Básicamente porque mucha gente decía que una hora entera de chistes podía resultar cargante. Y yo pensando… puede resultar, o no puede resultar. Pero, por si acaso, molaría añadir algún extra que cambiase el clima de la actuación. Y pensé, ¡canciones! Después de todo, lo sé hacer.

ER: Componías de antes.

LA: Claro, tengo un grupo de música de siempre. Toco en un grupo desde los 18 años.

ER: Pensaba que no se podía comentar lo de que tienes un grupo. Siempre lo has mantenido muy en secreto.

LA: Es que la gente se llevaría a equívoco si empiezo a anunciar conciertos de mi grupo. Pensarían que se trata de algo cómico, o que van a reírse, y no es así. La idea que está tras The Pablos es graciosa, pero The Pablos no es un grupo cómico.

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ER: Cuando decías que la música es una forma de hacer menos pesado el showme ha venido a la cabeza lo que haces de recoger las opiniones negativas de los asistentes y subirlas a las redes sociales como reclamo.

LA: ¿Qué tiene que ver?

ER: No lo sé. ¿Pero funciona?

LA: Sí, de hecho algunos cómicos lo han copiado y empiezan a hacerlo ellos también. Es que yo, al principio, me enfadaba mucho con las críticas negativas, porque una cosa es que tú pinches en un bolo. Todo el mundo puede pinchar. Pero si es un bolo de puta madre y, de repente, aparece una crítica negativa de alguien muy enfadado, pienso… esta persona se ha reído, se lo ha pasado bien y, aún así… ¡no le ha gustado! Es una cosa que nunca he entendido. Yo no presumiría nunca de un pinchazo. Nunca presumiría de “fíjate, cómo he provocado, la gente se ha callado y ha estado en silencio media hora porque no entendía mis chistes”. Eso es de cobardes, la verdad. Tu oficio es hacer que el público se ría, si no se ríen… ¡fuera! A otra cosa

Este es un problema que tienen algunos cómicos de ahora, que juegan a eso para justificar su incapacidad. Es como “oh, no se ríen porque soy muy transgresor, pero en Wisconsin seguro que se reirían”. No. La idea es que se rían. La idea de utilizar las críticas negativas surge de bolos que han sido muy buenos y no entiendo por qué ha aparecido eso. Es alguien que se lo ha venido a pasar mal-bien. O bien-mal, no sé. Un amargao. Porque si encima ves a gente a tu alrededor que le gusta, y tú no lo entiendes, piensas “Joder, estos hijos de puta, ¡encima se ríen!”. Porque muchas veces esas críticas van con odio, el odio del que no entiende. No es que no entiendan los chistes, porque los chistes son muy accesibles. Yo creo que el odio viene por la propuesta estética. La forma del monólogo o la puesta en escena. La propuesta estética, eso es lo que echa para atrás.

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ER: ¿Has pensado alguna vez en cambiarla?

LA: Es indivisible de lo otro. Indivisible.

ER: Claro, si es un show hecho a tu medida, en el que te descubres tú, etc

LA: Ahí están mis limitaciones, están mis capacidades. Está todo ahí.

ER: Se supone que el stand up surge de una manera confesional, para hablar de las miserias del cómico, por simplificar.

LA: Pero es que yo llegué a la comedia de una manera accidental. Yo no quería dedicarme a la comedia. Yo no tengo esa necesidad de desnudarme ni de confesarme con la gente. Y la mayoría de los cómicos tampoco lo hacen por eso. Lo hacen por dinero. Habrá cuatro que lo usen para desahogarse. Pero cuatro. El resto es porque… les compensa. ¿Tú crees que la gente que hace chistes de andaluces y de catalanes lo hace para desahogarse? Es que me hace gracia, porque luego están los cómicos que te critican por no crear un mensaje, porque no cuentas nada. Y la mayoría de los cómicos que dicen eso, lo que cuentan es: “Los Borbones son unos vagos” y “Los del PP son corruptos”. Dime algo que no sepa, aporta algo.

ER: ¿Qué aportas tú?

LA: Diversión. Entretenimiento. Entiendo que soy muy punk en ese sentido. ¿El punk qué es? Energía, diversión y protesta, en general. El punk también es una propuesta estética. Desorden. Imperfección. Y, sobre todo, libertad. Porque puedo meter alguna pulla, pero no necesito meter pullas todo el rato. Hago lo que quiero.

ER: Mezclas mucho humor negro con humor muy blanco, muy naif. Política con chorradas

LA: El común denominador es que sea divertido.

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ER: Siempre llevas a un presentador. Al igual que con la música, ¿es para dar más variedad al show?

LA: Es porque soy un cobarde. Son fetiches. Todo son fetiches. La ropa también es un fetiche. Si me va bien, me la vuelvo a poner. Antes llevaba una chaqueta negra. De una ex pareja. Y ahora llevo una sudadera. De otra ex pareja. El tema es que me gustaría volver a pegar otro salto cualitativo. Lo hice al principio. Cuando empecé a hacer líneas era muy malo. Y cerraba los ojos porque era muy tímido. Luego empecé a abrir los ojos y empecé a tocar. Ahora me gustaría dar un giro más.

ER: ¿Tienes algo pensado?

LA: Simplemente, evolucionar. Creo que podría aportar algo de estructura a mis actuaciones. Lo interesante es tener un espectáculo. Yo creo que soy “espectacular” en el sentido o definición de que genero un espectáculo. Cuanto más bonito sea, mejor. Me gustaría ocuparme de cosas que no me ocupo. Hacer más redondo el show sin cambiar la esencia.

ER: Estuviste hace poco en Dublín, Londres, Argentina y Uruguay. ¿Sacaste ideas de allí?

LA: No estoy viendo a cómicos. No hago eso. Yo solo fui a actuar.

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ER: ¿Tampoco notaste ninguna diferencia en la recepción de tu espectáculo por parte del público?

LA: A grandes rasgos, el público argentino es un público muy aficionado a la comedia, el uruguayo fue igual que actuar en Madrid, porque ni siquiera tienen acento (casi). En Dublín gusté mucho, recuerdo que los chistes en inglés gustaron mucho, y en Londres tuve más problemas porque buscan más la empatía con el cómico que el material en sí. Esa fue mi impresión.

ER: ¿Y el cambio al inglés?

LA: Pues currándomelo. Algunos chistes funcionan y otros no. Lo que me gustó fue que algunos de los chistes que hice estaban a la altura del humor en inglés. Porque piensas, “seguro que esto se les ha ocurrido esto antes”, y no.

ER: ¿El trato a los cómicos era el mismo?

LA: No, no. Hay que tener en cuenta que somos gente privilegiada. Tú vas ahora a un open mic en Londres y te dicen que no, que tienes que haber reservado hace tres meses para poder subirte. Tú vas a un open mic ahora en Madrid y subes enseguida. En el Picnic, o donde sea. Allí es diferente porque respetan mucho al público que está ahí. Bueno, no lo sé.

ER: Cambiando totalmente de tema. Seguramente te habrán preguntado esto mil veces pero, una de las cualidades de tus líneas es parecer espontáneas.

LA: Para que queden espontáneas tienes que decirlas muchas veces. O sea, yo cuando pruebo texto, la primera vez… a veces va bien, pero por la energía que le pones, por el debut. Pero luego… mal, mal, mal. Y solamente, hasta que las rescatas del fango, cuando encuentras una forma de verbalizarlas que queda más natural, funcionan otra vez.

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ER: ¿Cuánto tiempo te lleva esto?

LA: A veces años.

ER: El bloque que tienes ahora, por ejemplo. ¿Cuánto tiempo has tardado en tenerlo así?

LA: Ahora lo que hago, generalmente, es mezclar mi bloque fijo desde hace dos años con algunas cosas más antiguas o anteriores y probar cosas nuevas.

ER: También me sorprendió tu show por el hecho de ver a familias yendo juntos a verlo.

LA: Creo que mi humor es muy visual. Creo imágenes, y eso me hace conectar mejor. Es todo lo contrario al fútbol. Es más eso que una cuestión de empatía o energía. Por eso intento compensarlo metiendo más energía en el escenario. Como sujetar una amapola con un guante de béisbol.

ER: Acabarás muy cansado.

LA: Y muy contento. Intento que sea un ejercicio físico. Muchas veces la gente piensa que la comedia es… solo chistes. Y no. Los chistes te aguantan diez minutos. Pero, para aguantar un espectáculo de dos horas, te lo tienes que tomar casi como si fuera un arte marcial. Tienes que dosificar la energía, recogerla…. crear una especie de energía con el público. Que me miren… realmente yo me muevo mucho en el escenario, no es que esté de pie o sentado. Es que me puedo llegar a tumbar, hago cualquier cosa con el cuerpo, pero de una manera natural.

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ER: ¿También por nerviosismo?

LA: No. Porque, como hablando soy un poco torpe, intento como… cantar. Las posturas que tengo son casi como de cantante. Interpreto el material. Es ese chip, y no el chip de hablar.

ER: Se te empezó a conocer de manera más masiva gracias a Buenafuente.

LA: No mucho más. A lo mejor en Twitter me subieron 4.000 seguidores, pero no. Lo bueno que tiene es que te permite que te descubra más gente. Pero hay que salir muchas veces, no vale con salir cuatro ratos. La televisión funciona cuando sales todos los días. Lo que sí me gustaba con Buenafuente, aunque no siempre salió bien, es que me dejaran hacer de mí mismo. Generalmente, cuando un cómico tiene un hueco en la televisión, le dicen que lea un pronter y que haga de pringao. Y no hace su mierda. Hace la mierda que le escriben. Yo intenté llevar lo mio. Y no siempre salió bien.

ER: Lo dejaste porque no tenías…

LA: (Me corta). Lo dejé porque no tenía energía. Tenía que madrugar, dos alquileres, actuar los fines de semana, tener una vida social… cuando estaba allí, pensaba “joder, estos guionistas son muy buenos. Son lo mejor que hay, y esto es lo mejor que pueden hacer. Yo me puedo ir si quiero. Yo tengo otra vida”. Y, al final, me dije “tengo dos opciones: trabajar para esta gente, o trabajar para mí. Esta gente es mejor que yo, pegándome a ellos puedo conseguir cosas, sí, pero es que prefiero trabajar para mí”. Y también es cierto que ya he aprendido lo que tenía que aprender.

ER: ¿Cómo te ha ido trabajando para ti?

ER: Peor, porque el año pasado todo el mundo me hacía la pelota, y este año, menos. Pero tengo curro, claro. Acepto la frustración. Este año me va bien en el sentido de que he empezado a hacer muchas cosas, pero… llevan tiempo.

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ER: Esta pregunta se la he hecho ya a todos los cómicos que he entrevistado: God Save the Comedy, Ignatius Farray, Miguel Esteban, y ahora tú. ¿Crees que la comedia goza de buena salud actualmente?

LA: No, está fatal. Tiene cáncer. Los cómicos viven peor que hace cinco años, y los cómicos que están arriba son peores que los de hace cinco años. Ahora mismo, el talento no está nada recompensado.

ER: ¿Por qué?

LA: Porque los empresarios apuestan por propuestas muy naif, están abrumando al público. La crisis ha contribuido a que se baje mucho el listón.

ER: Otra pregunta que repito siempre, ¿por qué hay tan pocas mujeres en el circuito stand up?

LA: Lo que había era pocas mujeres con vocación real de monologuistas. Hay actrices (y actores) recicladas en cómicas, pero no había mujeres con vocación de monologuistas. Pero ahora que actores y cómicos se dan la mano en el fango no tiene sentido dedicarse a esto como salvavidas y cada vez hay más cómicas auténticas que, si bien ahora no hacen suficiente ruido, lo harán. Son muy pesadas.

ER: ¿No crees que la comedia sea machista?

LA: Favorece al prototipo. Es machista en el sentido de que el prototipo de cómico es un tío blanco, campechano, que le gusta el fútbol. Y todo lo que se escapa de ahí tiene menos cabida. Un intelectual con gafitas también queda fuera de ese prototipo. Un comico gay, también. Si no te ajustas a lo que el público espera que sea un monologuista, tienes las de perder. No es una guerra entre hombres y mujeres.

ER: Antes has dicho que no querías dedicarte a la comedia.

LA: Creo que esto ya lo he contado, pero lo vuelvo a contar. Yo acabé aquí porque estaba echando currículums tras terminar la carrera, y tenía una lista de… bueno. No echaba curriculums online, echaba curriculum por la calle. Y se me acabó la lista, así que dije “cuando vea un edificio alto, entraré, miraré en recepción a ver qué hay y…” Y así llegué a Comedy Central.

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ER: Siempre he pensado que esa historia era broma.

LA: No… andaba por Serrano, vi un edificio, entré, y era Comedy Channel. Subí, dije “quiero ser guionista”, y me dijeron “aquí guionistas no queremos, pero estamos buscando cómicos”. Y dije “vale”.

ER: O sea que te has hecho” cómico.

LA: Claro. Yo cuando empecé no conocía a nadie y no había visto comedia de ningún tipo.

ER: ¿Crees que eso te ha favorecido?

LA: Totalmente. Muchas veces los peores cómicos son los más vocacionales. Lo que odio es el “entendido de comedia”. Los que lo saben todo de la comedia. Esos suelen ser muy malos.

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ER: ¿Para ser cómico hay que pasarlo mal?

LA: Hay que ser valiente. Lo único que te hace buen cómico son las horas de escenario, y lo único que te ayuda a sobrevivir a esas horas de escenario son los cojones y la autoestima. Lo único. Cuando tienes un pinchazo, hasta que no te recuperas… es como si no volvieras a ser feliz. El hecho de llegar sin tener ni idea de comedia permitió que lo fuera descubriendo a medida que lo hacía.

Por ejemplo, cuando empecé a ir al Triskel, nadie se subía con el papel. Yo sí. Y ahora ya hay más cómicos que lo hacen. Y no te hablo de la prehistoria, te hablo de 2007. Mis influencias han ido a posteriori. Porque nunca le he tenido respeto a la comedia. Es como el que quiere formar un grupo y dice “pero es que aún no toco la guitarra como mis ídolos”. La formación en comedia no tiene nada que ver con la comedia. Con cómo seas tú. En mi caso… creo que soy peculiar. Pero no es buscado. Bueno, no sé. No tengo ni idea. A veces creo que fuerzo un personaje. Pero es que, en realidad, no lo estoy forzando. No sé.

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