Estudiando el ‘Ángulo muerto’: Ocho mangakas que han revolucionado el terror

¿Qué sabes de manga de terror más allá de Junji Ito? Si tu respuesta es "poco", gracias la antología de manga de terror Ángulo muerto, recién publicada por ECC en España, podrás conocer más. Te vamos a destripar uno a uno cada uno de sus autores y relatos, para que tengas un panorama de lo que se cuece en el terror nipón.

Aunque nunca hemos estado mal nutridos de mangas de terror, con Junji Ito, Suehiro Maruo y Hideshi Hino llenando nuestras estanterías, tenemos un conocimiento muy escaso de lo que se cuece en el terror japonés. Y es una pena, porque a ese respecto, el manga es tan diverso como cabría esperar. Por eso se agradece la publicación de antologías como Ángulo muerto, una selección de obras cortas de un grupo muy diverso de autores que no necesariamente tienen por costumbre hacer obras de terror.

De eso vamos a hablar. De la selección, de qué hace tan especial a cada uno de estos autores y qué nos dice cada uno de ellos sobre el terror. Y, con un poco de suerte, descubrir un puñado de mangakas a los que sería interesante seguir leyendo en el futuro.

Junji Ito

Junji Ito es de esa extraña clase de autores que han creado su propio nicho dentro del nicho. No sólo hace terror, sino que hace un terror propio de Junji Ito. Por eso incluso cuando se aleja del género, como en la excelente comedia costumbrista El diario gatuno de Junji Ito, sigue siendo itiano. Es decir, tiene un estilo limpio, sobrecargado de líneas, repleto de planos de reacción y anteponiendo el desarrollo al impacto inmediato.

Así funciona también en su relato para esta antalogía, una adaptación del clásico Blancanieves. Sin enanitos, con una reina celosa, un espejo bocazas y una princesa tan preciosa como taimada, Ito coge el relato clásico y lo lleva a sus coordenadas: aquí Blancanieves no escapa, sino que se deja torturar hasta más allá de la muerte, para desgracia de su progenitora y para beneficio de una narrativa perfectamente medida.

Situado en algún punto entre el cuento original y su opera prima, Tomie, este relato de muerte y obsesión acerca de por qué es imposible destruir la belleza demuestra, una vez más, por qué Junji Ito es el maestro del terror contemporáneo. O porqué nadie puede escapar del influjo de lo itiano.

Yousuke Takahashi

A la hora de hacer terror la inspiración no ha de venir necesariamente de la sensación de terror, y ese parece ser el caso de Yōsuke Takahashi. De línea gruesa, expresiva, poniendo un gran énfasis en las diferencias entre los bloques de blancos y negros, su escaso uso de tramas y el tono cartoon de sus personajes, su dibujo nos remite más a Mike Mignola y a Rumiko Takahashi que a cualquiera de los autores clásicos del género.

Eso se hace notar en sus dos historias de la antología, Un cuento que finaliza en el prólogo y He empezado el tejón, de tono humorístico, despreocupado y con el terror procedente de los diseños y un tono macarra. Algo que se puede ver también en una de sus más interesantes obras largas: Mononoke-zoushi.

Kanako Inuki

Aunque parezca extraño, el manga de terror en Japón ha sido históricamente cosa de chicas. Autores como Kazuo Umezu y Hideshi Hino, abuelos del género, y el propio Junji Ito, aún hoy, han cultivado gran parte de su carrera en revistas shōjo. Por eso no debería extrañarnos que la que se considera reina del terror sea alguien que creciera leyendo shōjo y que, de hecho, lo haga notar de forma notable en sus obras.




Kanako Inuki nos muestra las variaciones de su estilo en dos historias para la antología, Medicina espiritual y Mujeres en la oscuridad, que no podrían ser más distintas entre sí. La primera, más lisérgica, de dibujo más sobrio y composición de página más contundente, es de un terror más metafísico, cercano a la obra de Hideshi Hino. Por contraposición, la segunda tiene un dibujo más liberado, con líneas más expresivas pero diseños menos inspirados, donde se ajusta a una idea del terror más clásica y occidental.

Ambas facetas las desarrollará también en el resto de su obra, como en el caso de Present, una recopilación de historias cortas que publicó en su día MangaLine, y School Zone, una historia de fantasmas en un colegio claramente inspirada por el maestro Umezu.

Amagappa Shoujogun

A veces el terror puede proceder de sitios inesperados. Puede existir terror a plena luz, en medio de un lugar público, incluso donde parece no haber nada más que una bonita historia de amor. Para ello sólo hace falta que la revelación sea cruel. Que lo que en verdad sea terrorífico siempre haya estado entre bambalinas, sin que siquiera nos demos cuenta.

Si hemos de elegir una historia como la mejor historia de terror clásico de toda la antología esa ha de ser El ratón de biblioteca de Amagappa Shoujogun. Línea clara, estupendos diseños, disposición de planos y página indiscutible y un pulso narrativo envidiable hacen de ésta una historia que consigue lo que parecía imposible: que los jumpscares funcionen en un formato donde es posible adelantarse al susto. Todo ello gracias a una estupenda aplicación del montaje y el hecho de que lo más tenebroso del propio susto no es lo aterrador que nos espera tras pasar la página.

El único problema de Shoujogun es que lo terrorífico no acaba entre sus páginas. Como autor de terror sólo nos ha dado este one shot, dado que su ocupación primera y por la que es reconocido es por hacer hentai lolicon, pornografía representando a personajes menores de edad, con un marcado interés por las relaciones incestuosas entre padres e hijas (muy) menores de edad. Algo que hace que, incluso siendo éste un relato excelente, nos haga sentir también algo de miedo hacia el propio Shoujogun. Y no necesariamente en la dirección que él mismo buscaba.

Hideshi Hino

En occidente tendemos a agrupar de forma radical estética y género. El terror ha de ser tenebroso, la ciencia-ficción ha de estar repleta de datos, la fantasía ha de ser medieval. Eso es algo que en Japón no tienen interiorizado del mismo modo y, por esa razón, existe gente como Hideshi Hino. Personas que abrazan el gore, el terror y lo grotesco sin por ello dejar de dibujar de la forma más adorable y blandita que nos podemos echar a la cara.

La historia que aparece en esta antología, Una leyenda del circo, es parte de El circo de los horrores, una recopilación de historias cortas que transcurre en un circo de criaturas de la noche abandonadas a su suerte en un mundo de humanos al que no pueden revelarse. De ese modo, la historia demarca todas las obsesiones particulares de Hino: finales melancólicos, transformaciones grotescas y malentendidos que llevan al abandono o la muerte, todo ello dibujado con una preciosa línea gruesa, de gran expresividad, que pone todo su énfasis en unos diseños que no se privan de ningún detalle monstruoso.

Porque Hideshi Hino no entiende que el terror haya de cumplir determinadas nociones ideológicas o estéticas. Lo mismo te dirige dos películas de la saga Guinea Pig (Flower of Flesh and Blood y Mermaid in a Manhole), una hiperrealista y otra fantástica, que te cuenta la historia de una madre y su hijo unidos al nacer y cómo el verdadero terror reside en que incluso el amor más profundo puede ser el que nos acabe matando.

Michiru Noroi

Dentro del terror siempre ha existido una corriente onírica que centra todos sus esfuerzos en lo repulsivo y lo desconcertante. Esta corriente, irónicamente, tiene su mayor representante en un autor que ni siquiera hace terror: David Lynch. Y dentro de esa lógica, donde el terror no es exactamente terrorífico, sino algo más bien inquietante por todo lo que no debería ser, pero es, podríamos inscribir a Michiru Noroi, que en Un libro de ilustraciones repulsivas nos narra una historia que transcurre en algún lugar indeterminado entre la realidad, las pesadillas y la pura esquizofrenia.

Ese tono más onírico es algo que se ve favorecido por el propio estilo de Noroi. Haciendo un gran uso de negros sólidos, lo cual puede recordarnos a otros autores adeptos de la tinta como Atsushi Kaneko y Charles Burns, además de una composición de página cercana a la de Suehiro Maruo, lo único que cabe lamentar es que Noroi no se prodigue más allá de historias cortas en numerosas antologías de manga de terror.

Not Osada

El terror viene en todas las formas. A fin de cuentas, es una emoción, no un género. Puede haber terror en un drama, en un romance o en una comedia. O como en el caso de Osada Nato, en un melodrama romántico, de ecos à la Maruo y la revista Garo con unas evidentes influencias del yaoi.

El pájaro enjaulado no deja de ser una historia de amor gótico, trágico, con personajes sintiendo de forma desaforada y acabando de la peor forma posible, todo ello favorecido por un dibujo etéreo y vaporoso, que favorece los primeros planos y las ilustraciones hasta el punto de parecer más un relato ilustrado que un manga. Pero ese es el estilo de Noto. Algo que también podemos apreciar en Notpia, un recopilatorio de historias yaoi melodramáticas y terroríficas donde la obsesión con los cuerpos se transforma en algo más siniestro de lo que cabría esperar.

Pero es algo lógico. El terror es una emoción, no un género. Y como tal, pueden existir tantas formas de terror como formas de sentirlo y plasmarlo en una página se les puedan ocurrir a los mangakas.

 

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