Eugenio Mira: «Mi carrera tiene un carácter suicida»

Hablamos con Eugenio Mira, director y compositor de algunas de las películas de culto más importante de nuestro cine reciente. Hijo de la ¿última? edad de oro del cortometraje español, debutó con The Birthday, una de esas películas malditas que pelean por ser redescubiertas a diario y que, quién sabe, tal vez se encuentre ahora más cerca de renacer de lo que estuvo en su momento.

“Trabajar con Eugenio es muy agradecido por el talento que tiene y por lo intensas que suelen ser las cosas a su lado. Una vez, mientras contaba cosas sobre una escena de Agnosia, se subió a la mesa de un restaurante. Eugenio Mira: la leyenda”
Antonio Trashorras

“The Birthday es un milagro dentro de otro milagro.
El cine siempre es un milagro aunque hagas una puta mierda de peli”

Eugenio Mira

Ahora que las nuevas generaciones de espectadores empiezan a descubrir todas las gemas más o menos ocultas del cine con una facilidad que muchos de la mía jamás habrían imaginado, no está de más recordar que uno de nuestros directores más ambiciosos y hábiles con una cámara cerró en 2013 una trilogía inicial inmaculada. Un cortometraje, tres largometrajes a cuál más apasionante y las segundas unidades de algunas de las películas más aparatosas y populares de la última década, amén de alguna que otra banda sonora, hacen de la figura de Eugenio Mira, eterno olvidado por el gran público (pese a ponerlo realmente fácil) un enigma cautivador y un talento en bruto que nunca se ha dejado domar y que huye de la autoría. Siete años han pasado desde su último largometraje, la impactante Grand Piano, demasiados para un cineasta con tanto por decir y tanto talento a la hora de mover la cámara.

En el punto de Eugenio Mira

Hace dos décadas, en aquel feliz año 2000, que al final llegó sin efecto ni nada, un jovencísimo cineasta en ciernes llamaba la atención de buena parte de la industria mundial con un cortometraje en 35mm titulado Fade. En aquel trabajo, que muchos de nosotros conservamos en el primer volumen de la antología Los Mejores Cortos De Terror y Suspense de Fnac, Eugenio Mira demostraba que, a pesar de ser hijo de una época, su inaudito clímax situaba toda aquella movida en otra onda más próxima a lo que estaba por llegar. Incluso contiene alguno de los TM que luego iría perfeccionando a lo largo de una carrera tan inmaculada como poco reconocida. 

Tras un par de años tonteando con el género y depurando la técnica en trabajos como Rancor, segmento de la antología Diminutos del calvario, llegaba la hora de enfrentarse a la realidad junto a su compañero del alma Mikel Alvariño. Juntos, de la mano, sentaron las bases de lo que sería su primer y ambicioso largometraje, un inclasificable título condenado al culto desde el mismo día de su gestación.

The Birthday, territorio Lovecraft

Su total entrega al género, al que llega casi desde el slapstick, de Blake Edwards a David Lynch, hacen que la película mejore, o mejor dicho, se engrandezca, con el paso de los años. The Birthday es un elemento muy importante y olvidado de nuestro cine. Una apuesta ambiciosa pero llena de humildad al mismo tiempo, donde dos jóvenes apasionados por el fantástico y cada uno de sus tentáculos, idearon con la ilusión de un niño en navidad. Con el paso de los años, la dificultad de encontrar una copia, legal o no, y la creciente confirmación de su estatus de culto, incrementan de algún modo el interés del cinéfilo ávido de nuevas experiencias o clásicos perdidos.

EUGENIO MIRA (EM): Si el público objetivo de esa película son 12.314 personas en la tierra, me da mucha rabia que no la puedan ver. 

KIKO VEGA (KV): En realidad, The Birthday fue vista por 43.639, la mitad que Agnosia (94.337) y Grand Piano (94.415). Algo raro pasa con nuestro cine si dos títulos de su colega y contemporáneo Nacho Vigalondo suma los mismos espectadores que The Birthday con dos de sus trabajos más interesantes, Extraterrestre (26.140) y Colossal (20.310), probablemente la mejor película de su filmografía.

EM: Te entiendo. Sé lo que te gusta. The Birthday está hecha por gente que conoce todo eso, y eso es exactamente lo que queríamos dar nosotros. Mikel Alvariño y yo la escribimos como una carta a los Reyes Magos: “nos gustaría ver esta peli”. Suena cursi pero tuvimos la gran suerte de conseguir financiación, y fuimos fieles a lo que pusimos sobre el papel y a mis ideas en la dirección. Y eso es muy raro, tío, eso no volverá a pasar. Además éramos unos niños, teníamos 26 años y a esa edad te vienes arriba queriendo hacer cosas que te crees que vas a seguir haciendo después de la misma manera.

MIKEL ALVARIÑO (MA): Eugenio y yo estudiamos juntos dirección y conectamos enseguida. Éramos muy flipados también, ¿por qué íbamos a hacer más cortos pudiendo hacer un largometraje? Estábamos siempre muy a tope, y nos hizo tener un impulso lo suficientemente fuerte como para arrastrar a más gente. Todo fue más fácil gracias al impacto de Fade, más entre gente del gremio que con el público. Ibon Cormenzana, otro demente, fue uno de ellos y se metió de lleno en la producción de la película.

KV: En 2004, una película española con reparto internacional no era algo precisamente el día a día para un debutante, pero Eugenio Mira estaba convencido de que su protagonista tenía que ser Corey Feldman, el inolvidable “Bocazas” de Los Goonies.

MA: Y mira que entonces ya nos preocupaba si estábamos siendo unos brasas con la nostalgia de los ochenta, ojo.

EM: Durante la pre-producción de The Birthday en Barcelona, en 2003, yo decía que lo de Corey Feldman era como lo de Quentin Tarantino con John Travolta. Traer a alguien que para ti es importante sin que tengas en cuenta lo que pueda pensar la gente era un lujo más. Corey Feldman se convirtió en un familiar y a día de hoy siguen pasando cosas rarísimas en mi relación con él. Le quiero un montón y los dos estamos de acuerdo en esto: Corey se quedó tocado con la peli. Cuando la vio le hizo comprender cosas de su vida que hasta entonces tal vez no tenía del todo claras.

KV: La idea original y primer montaje de The Birthday, versión que pudimos ver en algún festival de la época, abarcaba los 117 minutos reales de alucinante peripecia vivida por su protagonista, Norman Forrester (brillante Corey Feldman), alrededor de los extraños pasillos del hotel donde tiene lugar la celebración del cumpleaños de su suegro en potencia, un viejo hombre de éxito llamado Ron Fulton y a quien da vida el gran Jack Taylor, una figura indispensable en el cine de Mira, además de histórica en el cine fantástico internacional. Poco antes de su estreno definitivo, Mira decidió recortar unos veinte minutos, rompiendo así la sensación de «directo» que tenía en sus orígenes la película. Y es que a pesar de seguir a rajatabla los códigos que Mira y Alvariño se habían propuesto, es más fácil traicionarse sobre la marcha que no hacerlo.

MA: A Ibon le preocupaba más la cantidad de páginas del guión que el contenido en sí. Llegamos a tener un guión de 400 páginas. Escribimos a tumba abierta. Lo poníamos todo. Teníamos muchas subtramas entre los personajes de la fiesta, y esas cosas se cayeron. Aprendí mucho en ese rodaje. Empecé a ver a Eugenio traicionando algunas cosas del guión. Al tener que incluir a Norman en todos los planos, estábamos muy condicionados. Un pequeño escorzo, su mano, lo que fuera. Había cosas que yo pensaba que podrían entenderse menos si lo hacíamos así. Era algo puntual y lo discutíamos. En guión Eugenio me dejaba meter cosas de dirección, y a veces las tenía en cuenta. Estaba abierto a todo. Pero a la hora de dirigir yo ya estaba muy mal acostumbrado, y todo culminó con una bronca bestial en medio del set por unas instrucciones cruzadas con Corey Feldman. Los dos estábamos muy quemados, agotados, y se armó la de dios. Pero Eugenio es mi mejor amigo, es mi hermano. Es el cuarto Alvariño. No pasa nada. Aprendí muchísimo de ese rodaje, y me di cuenta de que la estaba cagando yo en ese momento. Al final se hizo lo que decía Eugenio, claro. Cuando yo empecé a dirigir mis propios guiones descubrí que yo mismo los traicionaba en el rodaje.

EM: Las dos elipsis del montaje final las metí yo, nadie me obligó, y estoy orgulloso de ellas.

KV: Este equipo de descerebrados, entre los que estaba también Javier Alvariño, uno de los diseñadores de producción más trabajadores de nuestro cine, se juntó en el momento adecuado y en el momento oportuno. No parece que un experimento como su ópera prima pueda ser factible ahora mismo. Ni siquiera con las plataformas de streaming que dominan nuestras pantallas. A pesar de ser una ensalada de referentes donde se dan la mano todos los aspectos y ramificaciones del género, también tuvo, a su manera, los pies en el suelo.

MA: Hicimos un pase con Guillermo Del Toro. Creo que Santiago Segura también estaba por ahí. El caso es que Del Toro quedó encantado con la película. Dio la enhorabuena al director y el pésame al productor. Nos ofreció poner de su bolsillo un añadido tentacular en post-producción. ¡Guillermo Del Toro nos ofreció hacerla más lovecraftiana! Pero Eugenio tenía claro lo que quería, y eso no entraba en sus planes.

KV: The Birthday, como todas las películas de Eugenio Mira, se abre con un plano elaborado, trabajado y lleno de sentido. En este caso, el ascensor del viejo hotel al fondo de un pasillo completamente oscuro.

EM: Lo hicimos con una combinación de luz y postpro. Luce tan potente porque la película no tiene ningún efecto digital. Los negros son de oscuridad real. No tuve control de ese plano, no pude supervisarlo, pero respiré aliviado cuando vi que habían rotocospiado bien los pies de Corey Feldman, y que en el fade in había muy pocos frames de conflicto. Realmente funcionó como yo quería y el mérito no fue mío, solo tuve la suerte de que no me lo jodieran.

KV: Ya no vemos The Birthday de la misma manera que hace quince años. Vamos madurando como espectadores, nos profesionalizamos en el medio, dentro y fuera, detrás y delante de la cámara, de la pantalla. En 2004 la hostia que te pega una peli así es brutal. De esas que te deja el oído pitando un buen rato, y en realidad eso lo hace también hoy, porque además lo hace de manera literal. Solo así, volviendo a ella, es posible apreciar la extraordinaria entrega de Corey Feldman.

EM: The Birthday es un milagro dentro de otro milagro. El cine siempre es un milagro aunque hagas una puta mierda de peli. Pero es que realmente, aunque no le hubiera gustado a nadie, no doy crédito de cómo quedó la peli, de que el resultado fuera una materialización tan fiel a la idea suicida original. Cada vez que pienso en ella me vuelvo loco: tiempo real, Corey Feldman todo el rato… me flipa. Pero como cineasta lo que sucedió me sorprendió y me asustó. Me asustó con el tiempo, sinceramente. Tengo la sensación de que ahí pasó algo. La osadía de un chaval que se trae a Corey Feldman a Barcelona para recrear el Baltimore de 1987, todas esas referencias que manejamos, el idioma… Ahí acabó pasando algo que trascendió. No sé si mejor o peor, ahí no me meto, pero sé que lo que pasó ahí no volverá a pasar. Y si pasa pues tendré que rezar. No me pondría otra vez a ese nivel de exposición.

Agnosia, la crisálida

KV: Pasaron seis años hasta la siguiente película de Eugenio Mira. Agnosia, que algunos descubrimos en Sitges, no era lo que los seguidores más acérrimos de The Birthday estaban esperando. Tal vez por esa misma razón sea tan placentero regresar a su película, la más aparatosa, hermosa y, con total seguridad, más triste de su carrera. Tal vez eso también hiciera mella en el ánimo del espectador.

EM: Agnosia es la muerte. La aceptación de un futuro que nadie querría. Tengo la suerte de tener hasta ahora tres finales en los que creo a muerte y que cierran mis pelis de la mejor manera posible. Me gusta que The Birthday vaya a terminar con alguien que no va a matar a su novia: es su ex-novia, sabe que ahí ya no queda nada, solo salvar el mundo.

KV: Coescrita junto a Antonio Trashorras, Agnosia es una cinta de época mastodóntica que, como sucedía con su anterior película, contaba con unos valores de producción y puesta en escena completamente alejados de nuestro cine en ese momento. En cualquier momento. Lo que había era un cineasta seguro de sí mismo al que no le temblaba el pulso a la hora de poner en imágenes semejante armatoste. El miedo al “qué cojones estoy haciendo” había desaparecido.

EM: Ese miedo en Agnosia no está. Agnosia es un exorcismo. Un distanciamiento máximo respecto a la anterior película. Rodar en castellano, que era algo que no me gustaba nada, Visconti, Bertolucci, cine de época, todo el rollo de la percepción, un golpe maestro… todo eso era salir de mi patio. Me daba miedo pensar la gente me viese como un autor. Mi vocación es de director. La idea de que la gente me relacionase con títulos como Fade o The Birthday me daba miedo. Quería hacer más cosas. Me flipa John McTiernan y me flipa John Cassavetes. Me mola trabajar en proyectos con dinero para poder gastarlo bien y me gusta trabajar con muy poco dinero y poder estar filmando con un teleobjetivo a una actriz llorando durante una hora, porque me flipa el cine y tengo cosas que decir en cada disciplina, en cada género.

KV: El cineasta sabe lo que hace y lo que dice. Alguien con esa imaginería en la cabeza, con ese nivel de precisión técnica y de referentes, sabe que no puede volverse loco y lanzarse a la piscina con cada proyecto. Y es que The Birthday solo hay uno.

EM: Tengo un par de proyectos en la onda de The Birthday, y cuando se los cuento a alguien la gente me dice “tienes que hacerlo”. Sí, claro, como Shane Carruth o como Richard Kelly. Kelly es un director como la copa de un pino, pero no puede hacer lo que hace Rian Johnson. Para mí Johnson es el titán que ha conseguido hacer Star Wars y ser un autor al mismo tiempo. No hay más.

KV: Aquí es donde me atrevo a contradecir, aunque sea un poquito, a Eugenio Mira. Creo que muy pocos cineastas nacionales (y si me apuras, internacionales), son capaces de moverse en un equilibrio perfecto entre director y autor. Sus tres largometrajes son tres películas 100% Eugenio Mira. A lo mejor incluso desde Fade.

EM: Joder, gracias. Mira, Richard Donner: Superman, La profecía, la saga de Arma Letal… pero es que Arma Letal parece Billy Wilder. Joder, mira Maverick, que uno piensa que puede ser un telefilm y la pones y flipas. En el futuro creo que habrá películas más personales, más extremas, como las de Jonathan Glazer. Cuando salí del cine de ver Birth llamé a cuatro amigos cercanos por teléfono para decirles que al día siguiente irían conmigo a ver la película. Eso ya casi no pasa. La última vez que sentí eso fue con First Reformed, de Paul Schrader. Esa peli podrá o no gustarte, pero para mí es la tentación de volver a The Birthday, de decir “es que va de esto”. Hacer algo que, si te llega, te destroza.

Grand Piano, la cinquette de la muerte

KV: La isla del tesoro, una (¡otra!) de atracos, un thriller al 11 todo el rato, un entretenimiento de la vieja escuela y una conjunción de astros que durante 75 minutos refuerzan el bestial talento puro de Eugenio Mira como narrador con una cámara. Una película planificada de tal modo que ningún otro cineasta habría sido capaz de poner en imágenes el guión de, atención, un jovencísimo Damien Chazelle. Un espectacular clímax de principio a fin que enlaza con su primera segunda unidad como director: la de Lo imposible, la exitosa película de J.A. Bayona. Eugenio Mira cierra con este extraordinario juguete su particular “trilogía de Jack Taylor” colocando al mítico actor también en la memoria sagrada de sus personajes.

EM: Joder, Jack. Ese rostro siempre en nuestras cabezas durante toda la vida. Yo quería un actor americano nativo para el Fulton de The Birthday, y ahí lo tuve clarísimo. Me reuní con él y fue un flechazo mutuo. Incluso le gustó mi corto. Quedé abrumado por su carisma. Aún nos vemos de vez en cuando. Trabajar con él es una maravilla. Es un tío acojonante, y creo que se cierra una etapa precisamente también por él. Está muy lúcido, pero ya no voy a molestarle.

KV: Grand Piano, protagonizada por un Elijah Wood rodeado por nombres de actores tan carismáticos como John Cusack o Alex Winter, fue un encargo, pero también un juguete. Producida por Adrián Guerra y Rodrigo Cortés, cayó en las manos de un Mira que tardó en convencerse de tirar con el proyecto.

EM: La rechacé dos veces antes de hacerla. Qué cojones voy a hacer con esto, pensaba entonces. Pero luego dices, “hostia, espera, espera”. Vi que lo que yo quería hacer estaba en la misma onda que el guión de Damien Chazelle. Había un concepto que no podía traicionarse. No podía ser cínica, porque entonces no habría película. Todas las estructuras de personajes que me interesan son las de aquellos que están expuestos a una revelación sobre sí mismos y el mundo que conocían (hey, Norman Forrester) y que aceptan lo que está pasando. Aunque luches, aunque venzas, no tendrás recompensa, solo desencanto. Creo que es un signo de madurez y no de cinismo comprender que no haya finales felices. O que los finales felices en realidad no te cambian por dentro. El talento y la repercusión. Una de las obsesiones de Damien es que cree que en la sociedad hay una recompensa para cierto tipo de talento.

KV: Pero las revelaciones de su trabajo e implicación en la película no se quedan ahí. Atiende a esto.

EM: Escribí un prólogo para Grand Piano que a Damien le gustó mucho. Iba sobre negro, con unas manos tocando un piano. En off la voz de Taylor diciendo “Vas mal de tempo. Vuelve otra vez”. “Demasiado rápido”. “Vuelve otra vez”. A Rodrigo le gustó mucho y a Damien también. Había un prólogo raro, muy Don Siegel, donde veíamos a Cusack (sin verlo) limpiando la escopeta y tal, pero le gustaba más nuestra propuesta. Y además con Jack Taylor reflejado en el piano. En la mansión del inicio. Eran dos páginas y media. Ahí estaba el tema sobre acelerar, no ir lento, sobre pensar en acabar. Era mucho más majo y tierno que Whiplash, claro. Y cuando Damien hizo el corto de Whiplash, me lo envió. Y me encantó. Tengo muy buena relación con él, pero el tío está en plena movida angelina. Es un experto en Hollywood. Me siento ridículo teniendo buena relación con gente con tanto talento.

KV: Grand Piano es un prodigio narrativo que cuenta con la inestimable colaboración de su montador de confianza, José Luis Romeu, editor detrás de Los cronocrímenes y que también ha formado parte de la edición de la última película de Rodrigo Cortés, Blackwood.

EM: Mi trabajo con Romeu empieza en la preproducción. Le cuento lo que vamos a hacer y me vigila todo el tiempo. Y montamos sobre la marcha, que es algo habitual ahora pero no entonces. 

KV: Mira tiene tanta confianza en sí mismo que reconoce que llega a Grand Piano con la película prácticamente ensamblada en su cabeza. Como si fuera una película casera de una toma con la cámara estática. Obviamente, debo preguntar al director si soy yo o qué, pero que técnicamente me parece la propuesta más osada y compleja de su filmografía.

EM: A ver, a nivel de retos, técnicamente hablando, es la más difícil, sin duda. Pero esa es también la razón por la que la hice. Mis dudas eran con el thriller en sí mismo. Si no hubiera encontrado ese tema final y personal del protagonista… joder, eso me salvó la vida. Estar en la situación del plano final, decidido a terminarlo. Mucha gente piensa que necesita saber qué hay dentro, pero lo que quiere ese tío es terminar de tocar esa puta obra.

KV: Con ese plano, además, Eugenio Mira nos deja para el recuerdo lo más cercano que el cine patrio estará nunca de un clásico del calibre de El fantasma de la ópera. Finiquitada la obra para piano, Eugenio Mira se prepara para un nuevo reto: la paternidad. Su nueva realidad y la dedicación a proyectos que no terminan de cuajar hacen que se desenvuelva a las mil maravillas en las segundas unidades de Proyecto Lázaro, de Mateo Gil, y las dos siguientes películas de Bayona, Un monstruo viene a verme y Jurassic World: El reino caído. También se encarga de la música de Verónica, la estupenda película de Paco Plaza, con su seudónimo Chucky Namanera.

EM: Esos trabajos son una bendición que te permiten hacer y pensar otras cosas. Tras la segunda unidad de Lo imposible hasta Jurassic World estuve con siete historias a la vez, y hubo un par que estuvieron muy cerca de salir. Tengo mucha suerte, he hecho tres de las cuatro pelis de Bayona. Con esos trabajos también pude hacer bandas sonoras y escribir mucho. Así que cuando vuelves a lo tuyo, que es lo que sigo intentando, vuelves más cachas. Hacer esas unidades ha justificado financieramente el no hacer pelis en las que no creía.

KV: Ahora, más en forma que nunca, necesitamos que nuestro cine vuelva a abrir los brazos de un cineasta visionario, un talento en bruto que mueve la cámara con garra y con brío. Da un poco de vértigo pensar en la oportunidad que el fantástico nacional ha dejado escapar con Mira. Pero bueno, tampoco es que tengamos mucho género por aquí.

EM: Nosotros nacimos en un primer mundo que se apuntaba a todo. Hemos vivido el Amstrad, los arcades, las chupas de Top Gun… somos muy viejos en ese sentido, estamos muy mal acostumbrados. Leímos a Gaiman y a Moore en tiendas de cómics mainstream llenas de Mortadelos. Cuidado con aquella España, que en La 2 podías ver un ciclo de Werner Herzog o de David Lynch un martes por la noche. Ahora ya no. Por eso es normal que de repente, si aparece una bestia como Ari Aster, todo el mundo diga “pero qué cojones es esto”, pero es que necesitamos doce tíos así al año. Esa corriente que dice que no hay gente con ese talento no me gusta nada. Creo que hay más gente acobardada, sobre todo en Estados Unidos, que una verdadera falta de talento. El problema es que ha cambiado el hábito.

KV: Es posible que antes de que termine 2020 tengamos nuevas noticias sobre el nuevo proyecto de Eugenio, pero eso, si hay suerte, ya nos lo contará él cuando llegue el momento. Otra estupenda noticia que podríamos recibir en cualquier momento es la ansiada restauración de su ópera prima, algo que Alvariño y Mira están poniendo en marcha desde hace meses y que, por primera vez en más de quince años, pinta bien.

EM: Tengo 42 años y he hecho tres películas. Podría haber hecho alguna más, pero la ambición me puede y me meto en sitios que son complicados, aunque no pierdo la esperanza. Son proyectos que no cuento tanto con hacerlos como en averiguarlos, en conocerlos. He descubierto que lo que más me llena no es rodar o seducir a los actores o salir de farra. Lo que me gusta es averiguar qué es una peli y qué no lo es. Y eso solo me pasa con material ajeno, porque si es mío estoy haciendo trampa. Si lo escribo yo, cuando llegue a dirigirlo estará muy condicionado. Hay algo ahí que en papel muere. No necesito rodarlo porque ya sé cómo va a ser.

El carácter suicida de mi carrera hace que yo nunca haya pensado en hacer algo que pueda llegar a un mayor número de gente. Simplemente sé que alguien habrá que vaya a conectar con la historia. En ese sentido soy muy de los noventa, cuando se puntuaba que algo fuese distinto. No bueno o malo, pero algo que tenía coherencia e integridad con las reglas del juego, y eso es muy complicado. Ahora sale mucha gente de muchos sitios y uno no llega a saber realmente quién coño es toda esa gente. Hoy conozco al máximo mis limitaciones, y me apetece darlo todo injustificadamente con un guión ajeno. Quiero hacer pelis de noventa minutos. Más que nunca pero esto va de seguir trabajando. Como dice mi padre, “mientras te dejen hacer otra…”.

¿Te ha gustado este artículo? Puedes colaborar con Canino en nuestro Patreon. Ayúdanos a seguir creciendo.

Publicidad