‘Fleabag’ o la inutilidad de la familia en momentos de crisis

Un fotograma de la serie 'Fleabag'

Fleabag, la serie de Phoebe Waller-Bridge de la que nos está a punto de llegar la segunda temporada, muestra cómo las comedias televisivas tradicionales nos han engañado. Ser parte de una familia disfuncional nunca puede salir bien y sin daños psicológicos.

«Oh, honey». Así suena la mágica expresión con la que nuestras familias disfuncionales favoritas de la televisión arreglan sus problemas y refuerzan la unión entre sus miembros. Hasta en las casas más desquiciadas, la armonía y el amor consigue reinar en escenas melodramáticamente perfectas que hacen que los personajes se olviden de los rencores familiares. Son una institución, menos en Fleabag (2016-). La serie creada, guionizada y protagonizada por Phoebe Waller-Bridge, también creadora de Killing Eve (2018), es una demostración sin complejos de que la familia, por muy anormal que sea, tiene mucho menos que ofrecer de lo que nos habían hecho creer otras ficciones.

Tengo la horrible sensación de que soy avara, pervertida, egoísta, apática, cínica, depravada… Una mujer moralmente en bancarrota que ni siquiera se puede llamar feminista”. Así se define Fleabag a sí misma en un momento de melancolía nocturna a la entrada de la casa en la que se crió. Quien escucha al otro lado del marco de la puerta es su padre, un señor que, como también expresa la protagonista, es incapaz de estar en la misma habitación con su hija. Es verdad que nunca, nadie, va a dar con las palabras exactas que nos hagan tragar nuestra ansiedad y sentirnos capaz de respirar de nuevo. Lo difícil es aceptar lo que esa norma social no escrita nos dice: no hay palabras que puedan reconfortarte. Ese peso seguirá viajando contigo de copiloto en el taxi de vuelta a casa. Las crisis no están hechas para resolverlas en familia.

Con una segunda temporada que se estrenará el 17 de mayo en Amazon Prime Video, donde se puede ver la serie en España, Fleabag gira en torno a la vida de una mujer, del mismo nombre que la serie, que dirige una cafetería tematizada, con motivos de cobayas por todas partes, y que la va a llevar a la ruina. En su día a día intenta superar la muerte accidentada de su mejor amiga Boo y recurre al sexo mientras pasa el tiempo justo y necesario con su familia. Su padre es un señor que no sabe gestionar la relación con sus hijas desde que se murió su madre; su madrastra, a quien da piel una excéntrica Olivia Colman, es una artista  que hace “sexposiciones” colgando un modelo en escayola del pene de su pareja en un mural; su hermana, Claire, una mujer reprimida en formas y en personalidad, con demasiado miedo para hacer algo que se salga de su hoja de ruta predefinida; y su cuñado, un tío que sólo hace comentarios y gestos sexualmente inapropiados.

Así, Fleabag se ha erigido entre los espectadores y espectadoras como esa serie que echa por tierra las teorías familiares de comedias de enredo como Modern Family (2009) o Arrested Development (2003), que se basan en que, al final, por muy personajes que sean tus familiares, todo irá como la seda y podrás contar con ellos. Incluso en ficciones tan surrealistas como las «dramedias» de Gossip Girl (2007) o Pequeñas mentirosas (2010), que mezclan puntos cómicos con tramas intensísimas, se mantiene este supuesto de que la familia es un pilar sagrado, sin importar las mentiras, traumas, fraudes u otros desplantes que haya habido por medio.

Una terapia conjunta

Un fotograma de la serie 'Fleabag'

El cambio de paradigma familiar en Fleabag supone gran parte de su encanto y de nuestro alivio. Es una especie de terapia conjunta. Por fin alguien nos dice que la familia, como institución, es un fracaso, y un mito el que la solución para lidiar con nuestras crisis vitales pase siempre por el juicio de aquellas personas con las que compartimos ADN. La ficción mezcla drama y risas en un espejo bastante fiel a la realidad, porque nuestras miserias personales bien lucirían con una cámara y alguien desternillándose al otro lado de la pantalla. Fleabag lo tiene claro y por eso la cuarta pared en la serie de Phoebe Waller-Bridge no existe. De tan real, su vida merece ser seguida de cerca como si de un docureality se tratase, algo que la creadora muestra en la trama a base de gestos y frases de complicidad con el público. Un ejemplo: “Visitar a papá es un infierno para Claire. Yo lo veo más como un deporte”. Todo para decirnos que, a la víspera de una cena horrible en memoria de su madre fallecida, no somos los únicos que estamos convencidos de que no tenemos nada que ver con nuestra familia.

Es más fácil tragar con ello desde la ironía y en eso Waller-Bridge es una maestra. Cada frase cómica de Fleabag da en el clavo del patetismo personal, el de un personaje que está pidiendo a gritos ocupar el diván de una consulta, y del espanto de las estampas familiares. No extraña que con el perfilado sentido del humor que la actriz, productora y guionista ha demostrado en esta serie y en Killing Eve la hayan llamado para ajustar a medida el traje y los alivios cómicos de otra institución (británica esta vez): el agente 007. Los perfiles oficiales en redes de Bond 25 (2020) confirmaban en abril de este año, 2019, que Waller-Bridge iba a figurar como co-guionista en el proyecto, después de que la noticia saltara en algunos medios internacionales, que apuntaban a que iba a ser la guionista encargada de perfeccionar el guión y los chistes de la vigésimo quinta película de James Bond.

¿Cuál es la novedad de este hogar roto?

Una fotografía promocional de la serie 'Fleabag'

Estamos hartos de ver familias rotas y disfuncionales en la pequeña pantalla. Lo que de verdad mola es que nos arrojen a la cara una verdad tan ácida como la de que la familia es un conjunto de personas egoístas y muy jodidas por dentro, que hacen prácticamente imposible una mínima unión y comunicación. Eso es en lo que Fleabag se desmarca como obra maestra, con personajes que están tan tocados y desequilibrados por dentro que sus acciones la mayoría de veces son absurdas y dan vergüenza ajena; tan venidos a menos que están comidos por sus propias frustraciones….

Y en esas condiciones desarrolla otra de las magistrales conclusiones que podemos sacar de la ficción: es odiosa la obligación social de tener sí o sí relación (y buena) con la familia. Una imposición que en la serie machaca aún más a los personajes. Las hermanas de esta ficción, encarnadas por la propia Waller-Bridge y Sian Clifford, intentan sobrevivir como pueden a una relación anodina con su padre. Todo contacto más allá de las infantiles preguntas de “¿Estáis bien? ¿estáis sanas?” murió cuando lo hizo su madre. La relación del padre y las hijas habla muy bien de cómo puede costarnos a los hijos, cuando nos hacemos mayores, amueblar nuestras cabezas para ver a los progenitores más allá del papel de guardianes de nuestro bienestar y crecimiento. Tras una rabieta de Fleabag ante los desplantes de la madrastra interpretada por Colman, hay una escena que viene a representar muy bien ese conflicto con su padre. “Jesús, ¿por qué las hijas dicen que están jodidas por culpa de sus padres cuando casi siempre es al revés?”, explica Bill Paterson en su rol de hombre “castigado” por la paternidad mientras reclama sollozando su derecho a rehacer su vida.

FLEABAG, la negrísima comedia sobre por qué la familia está lejos de ser la célula de la sociedad moderna, está a punto de volver a nuestras pantallas. Estos son los tronchantes hallazgos de la creación de Phoebe Waller-Bridge

Tuitea esto

Por su parte, Fleabag deja de reclamar atención para su niña interior y se refugia de nuevo en su orfandad. Una de las frases que dice la protagonista en el monólogo final de la serie también conecta con ese destierro emocional en el que están instalados los personajes: “O todo el mundo se siente un poco así y no habla de eso, o estoy completamente sola”. Otro acierto del guión que hace referencia a la incomunicación dentro del seno familiar y, por ende, el desamparo “hogareño” en momentos de crisis. ¿Quién dijo que bienaventurada la familia porque nadie será juzgado o juzgada por sus problemas mentales y no se producirán momentos incómodos? Efectivamente, no es que en las familias cuezan habas, es que aquí tenemos la prueba, en vivo y en directo, de que son un colectivo rarísimo.

La relación entre Claire y Fleabag

Un fotograma de la serie 'Fleabag'

Mucho más interesante que los personajes de Bill Paterson y Olivia Colman, aún siendo representaciones de la excentricidad familiar, es la relación entre Fleabag y su hermana Claire. Hay un momento en la secuencia de presentación del personaje en que, después de un intento inesperado y ridículo de abrazo entre ellas, ambas se mueven espantadas por lo que acaba de pasar, algo que también indica otra teoría familiar diferencial que la serie expone frente a otras ficciones: ese pensamiento que hemos tenido todos alguna vez que nos dice que nuestros familiares son personas impredecibles e insoportables.

¿Por qué coño has hecho eso? Ha sido aterrador. ¡No lo hagas nunca más!”. Fleabag lo gestiona con el singular sentido del humor que caracteriza al personaje, mientras que el comportamiento de Claire es producto de un debate interior. En un personaje con una personalidad tan cuadriculada, hay un choque entre la obligación que se impone personalmente de ser “alguien normal que socializa con su familia” y la cierta toxicidad que percibe cuando está con ellos. Algo horrible debe de estar a punto de hacer, deja caer Claire refiriéndose a su padre antes de esa cena en conmemoración de su madre. “No, es sólo el Día de la Madre”, responde Fleabag.

Un fotograma de la serie 'Fleabag'

El miedo de Claire se transparenta en esa línea de diálogo, que viene a destapar su inseguridad cada vez que está con su familia, quienes pueden llegar a sacar lo peor de ella. Ya hemos visto personajes televisivos anteriormente que ven mermados su energía por culpa de relacionarse con sus parientes. Por ejemplo, el personaje de Pamela Adlon en Better Things (2016) sabe bastante de ello. Sam Fox, esa actriz que intenta no dejar de trabajar en Hollywood, también tiene esa sensación de no tener margen para el error y no tener espacio para sí misma. Su trama está muy marcada por la maternidad y la adolescencia de sus hijas, y también por una madre estrambótica que no sabe dónde están los límites, por lo que las crisis de la protagonista son igual de agridulces y disfrutables. La diferencia en Better Things es que la acción está muy motivada y dirigida hacia los momentos de “reconciliación” y confesiones familiares, dada la confianza entre los personajes. En Fleablag también se dan escenas parecidas entre las hermanas, pero son muy diferentes.

La confianza da asco

Y llegamos a un sentimiento clave que en en la serie escasea, especialmente entre Fleabag y Claire. Tras el desenlace de la primera temporada, quedó claro que Claire no confiaba en Fleabag y veía en ella más acciones propias de una mala persona que de una fiable. Claire ya había hecho una revelación importante en un episodio anterior cuando explica, perdiendo los nervios, que no podría hacer lo que quiere porque se tiene que encargar de su “destrozada” hermana. El razonamiento de Claire al final muestra una perspectiva muy válida por la que solemos culparnos. Y la explicación es la siguiente: uno ya tiene demasiados problemas por su cuenta como para tener que asumir además los de nuestros familiares más directos cuando éstos ya son mayorcitos.

También se podría hacer otra lectura del desenlace de trama entre las hermanas en la temporada 1 desde un punto de vista relacionado con la violencia machista, al estar el punto de ruptura entre ellas motivado por el comportamiento de ese cuñado, Martin (Brett Gelman), que es quien tiene un comportamiento inapropiado. Fleabag es desacreditada por su hermana en base a su pasado y la conducta agresora de Martin queda, a priori, deslegitimada. Con ello, nuestra heroína ve una vez más socavada su autoestima y esa definición que en el primer capítulo le hace a su hermana (“perfecta, estirada, rica y probablemente anoréxica”) vuelve a resonar en el interior del personaje para recordarle que nunca será tan buena como Claire y que pasar tiempo con ella duele porque sabe que nunca estará a su altura.

Un último apunte. El sello de identidad de Phoebe Waller-Bridge pasa por cómo consigue ironizar en sus guiones con las emociones y los errores de sus personajes, sin que ello le impida humanizarlos a base de un humor muy cafre. De hecho, en Fleabag, a través de un flashback, la protagonista tiene muy claro que en todas las esferas de su vida tiene problemas que afectan a su salud mental. Entonces recurre a la carta de cantarle las cuarenta a Boo como si fuese ella misma y le espeta: “Tienes que acercarte a tu familia”, entre otras frases lapidarias. Pero a esas alturas el público ya sabe que a la familia no se puede recurrir en momentos de crisis.

¿Es aquí cuando van las risas enlatadas?

¿Te ha gustado este artículo? Puedes colaborar con Canino en nuestro Patreon. Ayúdanos a seguir creciendo.

Publicidad