¿Te gusta el Monopoly pero crees que le falta algo? ¿Un poco de vogue, un poco de taconazo, bastante rollazo? Descuida, para eso estamos: este es el Gay Monopoly.
El Monopoly despierta pasiones. Especialmente negativas. No hay persona que no haya jugado más de un par de veces y que no tenga historias de enfados, broncas y quizás hasta algún apuñalamiento que acaba en investigaciones policiales a las dos de la mañana de un martes con demasiadas botellas de vino vacías. Ahora bien, sabemos quién es el culpable. Es el capitalismo. Las reglas. Toda esa competición absurda por poseer propiedades que, originalmente, el juego criticaba, y que ahora la propia Hasbro no parece entender como crítica. Y por eso os ofrecemos una alternativa: cabrearos, sí, pero siendo glamurosos con el único y patentado Monopoly Gay.
Literalmente llamado Gay Monopoly y creado por Fire Island Games en 1983, como nos explican en Dangerous Minds sigue dos máximas incontestables: ser representativa de la cultura gay de la época y respetar únicamente la regla de que los jugadores se lo pasen bien e ignoren o modifiquen todas las reglas que no les gusten. El resultado es un Monopoly como otro cualquiera, solo que aquí los personajes son zapatos de tacón, osos de peluche o esposas, las propiedades que compran están situadas la calle Castro de San Francisco o en Fort Lauderdale, no construyen hoteles sino bares y saunas y en vez de estaciones de ferrocarril se pueden adquirir discotecas. Algo que sumado a que Fire Island Games donó todos los beneficios del juego a la investigación y cura del SIDA y que, obviamente, no tenían los derechos de explotación del juego original que les permitiera hacer su versión, hace que, si bien sea hoy prácticamente imposible de encontrar, al menos a un precio razonable, sea muy difícil resistirse a la tentación de jugar a un Monopoly que acabará con nosotros discutiendo con nuestros seres queridos igualmente, pero, al menos, esta vez lo será con un telón de fondo de glamour.