George Stover, el currante de la Serie B

George Stover es un obrero del cine. Siempre ha jugado, y a mucha honra, en la tercera división de la ‘liga’ cinematográfica. Es más, con el tiempo se ha convertido en una leyenda del cine de Serie B. Pocos pueden decir que se han puesto a las órdenes de cineastas como John Waters, Fred Olen Ray o el desaparecido Don Dohler. A sus 73 años, este marylandés puede presumir de ser uno de los reyes de la interpretación en películas de ciencia-ficción y horror de culto. Hemos hablado con el actor para hacer un repaso a su peculiar carrera.

Febrero de 2012. Un sábado cualquiera en Towson, en el condado de Baltimore. George Stover regresa de una noche de fiesta y, al llegar a casa, se encuentra con la desagradable sorpresa de que alguien ha entrado en su domicilio a robar. Al abrir la puerta, ve que hay un chico en el interior de la escalera. El ladrón lleva puesta una máscara de nieve y le apunta con un arma. Sin pensarlo dos veces, roba algo de dinero y le dispara en el cuello antes de marcharse, dejándole malherido. El delincuente coge las llaves del coche de George y se introduce en él, pero no puede arrancarlo porque el vehículo tiene un cepo en el volante, así que decide escapar a pie. Podría parecer el argumento de una película de serie B, de esas cintas surrealistas y con personajes estrambóticos en las que tantas veces ha participado George, pero se trata un suceso real. 

Afortunadamente para él, todo quedó en un (gran) susto. “La herida de bala fue sólo un rasguño y yo todavía estaba consciente”, relata el intérprete. “Llamé al 911 y la policía llegó muy rápidamente. Les di una descripción del tipo, y fueron capaces de localizarlo en el barrio unas horas más tarde. Me llevaron al hospital para recibir tratamiento, y fui dado de alta en unas doce horas. El tipo está cumpliendo condena sin posibilidad de libertad condicional en este momento”.

El de Baltimore comenzó su dilatada carrera de forma bastante casual, haciendo anuncios de televisión para cadenas locales y apareciendo en las primeras películas de John Waters, mucho antes de que el director se hiciera famoso. 

Vivir desesperadamente

El actor comenta que se aficionó al cine a una edad muy temprana, pero que no tomó sus primeras clases de teatro e interpretación hasta que entró en la universidad. “Nunca he sentido ninguna pasión por un campo en particular”, apunta. “Ni siquiera participé en mi primera obra de teatro hasta que llegué a la facultad. Muchos de mis amigos a quienes les gustaba la actuación habían participado en varias obras ya durante su etapa en la escuela secundaria. Pero supongo que yo fui una flor tardía”.

Después de su graduación, Stover actuó en teatro comunitario y, poco después, debutó en el cine de la mano de Waters, con su conocida película Cosas de hembras (1974), donde interpretaría al capellán de la prisión que acompaña a la mítica Divine a la silla eléctrica. “Conocí a John Waters cuando estábamos en el aula de octavo grado en Baltimore. Creo que en ese momento él estaba haciendo espectáculos de títeres. A menudo, hablábamos sobre el episodio de La dimensión desconocida (1959-1964) que habían emitido en televisión la noche del viernes anterior”, comenta.

Cosa de hembras

Sin embargo, dejó de colaborar con él cuando vio que aquello no le iba a llevar demasiado lejos: “Después de Vivir desesperadamente (1977), sus presupuestos aumentaron y, en cambio, mis papeles se hicieron más pequeños. A partir de Polyester (1981), y después en el resto de sus películas, fue capaz de contratar a gente famosa para los papeles principales. Eso reducía mis probabilidades de conseguir un papel protagonista. Y, si bien es cierto que tuve un papel pequeño con guion en Polyester, esa escena fue eliminada. Y lo mejor que pude conseguir tanto en Hairspray (1988) como en Cry-Baby (1991) fueron papeles mudos. A pesar de que trabajé como extra en películas de gran presupuesto al comienzo de mi carrera, yo ya no quería continuar siendo un extra. Así que desaparecí de la escena”.

Pero pronto prosiguió su carrera actoral con un papel en la película de ciencia-ficción Alien Factor (1978), dirigida por Don Dohler —especialista en invasiones de monstruos variopintos—. La cinta, que se convertiría en la primera película de ciencia-ficción jamás rodada en Maryland, narraba la historia de una panda de monstruos extraterrestres que aterrorizan al pueblo de Baltimore después de que la nave espacial en que viajaban aterrice en las cercanías de la ciudad. 

Gracias a aquellos primeros trabajos, Stover comenzó a labrarse una carrera estable como actor de reparto. Haciendo honor a su fama de señor elegante y educado, no duda en señalar que guarda un grato recuerdo de ambos cineastas y destaca de ellos su profesionalidad, cortesía y también lo claro que tenían ambos las ideas a la hora de rodar una película.

Aunque muchos lo desconocen, Stover compaginó durante tres décadas su labor como actor con un puesto en el Gobierno de Maryland —“es difícil ganarse la vida en el mundo de las artes, por lo que aquello fue siempre parte de mi plan B para tener un trabajo seguro”. De esa forma, pudo gozar de la estabilidad y los beneficios de trabajar para el gobierno, a la vez que del placer que le reportaba la interpretación y esa posibilidad de meterse en la piel de personajes inusuales, interesantes y, en ocasiones, excéntricos.

Si tiene que decantarse por un género, lo tiene claro: “la ciencia-ficción y el terror son los géneros en los que más disfruto trabajando”. Sin embargo, no le hace ascos a nada y se ha embarcado en proyectos muy diferentes entre sí. Comenta, de forma divertida, que a lo largo de su carrera tan solo ha tenido “escenas de besos” en dos películas, y fue en Nacido en la noche (1982) y en Blood Massacre (1991), ambas dirigidas por Dohler. “En la primera, el personaje estaba borracho en el momento en que ella me besaba. Y en la otra, tuve una escena de besos, pero la mujer era una psicópata. Así que realmente no creo que yo esté hecho para papeles románticos tampoco”, apunta con humor.

¿Cuál ha sido su peor experiencia en un set de rodaje? “La vez que tuvimos una sesión toda la noche durante el rodaje de Blood Massacre», confiesa sin titubeos. “En una escena, tuve que colgarme boca abajo de un árbol con una gran cantidad de sangre falsa en mi cara. ¡Eso fue muy incómodo! La grabación duró toda la noche y no había ningún lugar para lavarme por la mañana. Así que me fui a casa con toda esta sangre falsa pegajosa en mi cara. Me alegro de no haber sido detenido por un agente de policía por alguna violación de tráfico, o hubiera tenido mucho que explicar”.

Blood Massacre

Eso es difícil de decir”, responde cuando se le pregunta por el número de películas en las que ha participado durante su vida. “No sé si debería siquiera contar algunas de las que aparecen en la base de datos IMDb. Algunas de ellas sólo existen en el ordenador del productor y nunca han sido estrenadas. Otras nunca fueron terminadas”.

Hoy día, Stover —que está soltero y no tiene hijos— vive tranquilo en su Towson natal, a poca distancia del cementerio de Prospect Hill, al norte de Baltimore, donde Divine está enterrado. Hace tres años vio la luz No Stopping The Stover (2016), un documental sobre la vida y carrera de Stover dirigido por Jeff Herberger y Lee Doll. “Conocí a George a mediados de los ochenta, en el set de rodaje de Blood Massacre. Yo era el cámara y editor original. Fue algo divertido porque George es un hombre educado y gentil, y tenía el papel de un asesino a sangre fría”, asegura Herberger, editor y cineasta con más de treinta años de carrera a sus espaldas.

Para llevarlo a cabo, su director grabó y adquirió veintiocho entrevistas de otros actores, productores, directores y amigos de George, y estas proporcionan la columna vertebral de la película. Además, su director logró recopilar también fragmentos «de casi cada papel» importante que el actor americano ha tenido desde la década de 1970. “ [George] Es un sueño para los directores de cine. Es educado y humilde. Algo que sigo escuchando de los actores jóvenes es lo buen profesor del oficio que es”, señala convencido. Larga vida a Stover.

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