Guía de iniciación a los superhéroes (VIII) – Los superhéroes en España tienen problemas cosa mala

Los superhéroes están en todas partes y es muy posible que nos sobrevivan a todos, así que si no puedes con el enemigo, empieza a leerlo. Te contamos por dónde empezar con una serie que publicaremos el primer jueves de cada mes, para que tengas respuesta a todo lo que quisiste preguntar sobre los superhéroes, desde las grandes editoriales a universos ya extintos. Exhaustiva, pero ligera; informativa, pero apasionante. ¡Es la guía de iniciación a los superhéroes!

La guía está llegando casi a su final y por eso debemos hacer una pequeña parada en nuestro país. No se trata tanto de aislar los méritos patrios en el terreno de los superhéroes, sino de resaltar sus cualidades y, por qué no decirlo, entender sus defectos.




Como hemos visto durante tantas entregas, el género de los superhéroes surge en Estados Unidos muy de la manita de circunstancias muy americanas como la cultura del espectáculo, el desarrollo del mercado y los símbolos nacionales. En España las cosas no funcionan igual, entre otras cosas porque ya tenemos nuestra propia idiosincrasia. Por no hablar, por supuesto, de que un andoba de algo más de metro y medio se proclama caudillo para no deberle nada ni a sus compañeros militares.

El eslabón perdido

Cuando Superman hace su aparición durante 1938 en los Estados Unidos, España está enfrascada en una guerra civil, así que el español medio está más preocupado en matar al vecino que en la lectura de tebeos, no te digo ya de superhéroes. Sin embargo, ya entonces, se habían dado tímidos pasos hacia el arquetipo, exactamente por las mismas influencias que vimos en nuestro primer capítulo: el folletín, con sus locos giros dramáticos y sus personajes a cada cual más estrambótico.

MackWAn

Catalogado como el primer superhéroe ibérico, Mack Wan habita desde 1930 en folletines, no en tebeos, por lo que comparte podio con Fantasmagórico, otro protosuperhombre (éste sí, con habilidades extraordinarias) nacido el mismo año de un kamishibai japonés, pero no tanto con Superman. No será hasta que acabe la guerra civil en el 39 y empiece la dictadura que el mercado editorial se reactive y hasta pueda traer algunas de las novedades de fuera.

Autárquicos perdidos

Durante los años cuarenta se produce un boom de historietas baratas, que se compran o alquilan, y que presentan aventuras de todo tipo. Pese a la escasez de papel, había mucho donde elegir, quizá porque había mucho de lo que escapar. Como hablamos en el segundo capítulo, por fin vienen Superman (como Ciclón, porque se coge de una edición italiana) y Batman (como Alas de acero, porque España). Y los creativos españoles van a la zaga.

El Hombre Araña

Nacen así justicieros enmascarados como El murciélago en 1943 (una suerte de Mandrake) o El hombre araña en el 44 (que se pegaba a las paredes porque así es África), pero cada intento se salda con la alegría inicial desvaneciéndose entre los cientos de historias que pugnan por las pesetas de la chavalada.

Al final de la década, el arquetipo coge algo de fuerza y no sólo salen superhéroes un poco más al uso, como S en el 47 o Águila Negra, Erik el enigma viviente y El capitán Sol en el 48, sino alguna copia descarada, como Robín y el murciélago, que de adaptar las tiras de Bob Kane (y otros, que ya sabemos que Kane era un pájaro), pasa a crear sus propias aventuras, caracterizadas por una violencia descocada e impropia de los personajes.

Robín y el murciélago

Vamos, que en Estados Unidos puede que los supes sean una maravilla, pero en España el concepto sufre altibajos, en un pulso dentro del inconsciente colectivo de autores y lectores.

¿A qué se debe esto? Chris Claremont, el hombre al que debemos gran parte de la mitología de los X-men y el concepto de saturar la primera página con un resumen de todo lo acontecido, formula que los superhéroes nacen como parche para un pueblo, el norteamericano, carente y ávido de mitología propia.

HazañasBélicas

Esta perspectiva confirmaría por qué el público español se decanta por el Capitán Trueno, o Jabato, o Hazañas Bélicas. ¿Por qué elegiría el lector español a dioses ajenos, cuando tenía historias que reafirmaban (a veces, en segunda lectura, lo denostaban, pero en España somos muy de leer por encima) el relato histórico y social de la época?

Franquismo sin superfranquicias

En los años cincuenta, el superhéroe languidece aún más, enterrado por una industria editorial potente y más enfocada al producto autóctono. Que hubiera por ley, desde 1955, una cuota máxima de producto extranjero, tampoco ayuda a la importación de la fuente y por tanto al arraigamiento de las ideas.

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Frente a símbolos nacionales, como Roberto Alcázar y Pedrín, poco puede hacer ese Capitán Marvel Shazam de Hacendado llamado Superhombre (con su capita ridícula y todo) o Rock-Robot, que goza de 32 entregas.

Sorprendentemente, es en los animales antropomorfizados donde el superhéroe consigue alguna victoria. El Conejito Atómico aparece por primera vez en la revista Yumbo, en 1953, y narra las aventuras de un conejo llamado Pip que obtiene poderes, a lo Capitán Marvel, al decir la palabra Harman. Pumby, por otro lado, es un gato que devendrá en una parodia de Superman a partir del 59.

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Un panorama algo desolador, hasta que en el 64 ocurre lo que tú, astuto lector, has adivinado que llegaría: la prohibición de Superman para evitar que los niños le confundan con Dios, porque todo el mundo sabe que si rezas al kriptoniano consigues que Brainiac no meta tu ciudad en una botella (ejem).

En realidad, de lo que se trata es de proteger al producto nacional, pues la editorial Novaro consigue venir a España y traerse a los héroes de DC.

Algo que resurgir

Para cuando acaban los años setenta, la situación es muy diferente a la de finales de los sesenta: el tebeo pierde ventas en favor del formato cómic publicado por Vértice (y que trae Marvel a España) y la revista de contenido adulto. El superhéroe español, en los setenta, refleja en cierto punto las tendencias de la época: una vía parodia y otra cinematográfica.

superlópez

Superlópez empieza con tiras cómicas mudas hasta que salta a aventuras más grandes. Y con él pasa algo muy curioso: si bien el arquetipo de superhéroe Marvel no cuaja entre nuestros creadores, demasiado absortos en repetir una y otra vez los modelos de Superman, Shazam y Batman, esta parodia cañí del Hombre de Acero añade costumbrismo y malditismo español al personaje… y el resultado es lo más parecido a un héroe marvelita de éxito que hemos tenido nunca. No es de extrañar que el Supergrupo esté integrado por parodias del Doctor Extraño o la Cosa…

En la parte cinematográfica, Supersonic Man (1979) se autoproclama el primer superhéroe español, obviando a toda la panoplia de personajes que llevamos hasta ahora. Sé que alguno se preguntará cómo algo tan “casposo” puede dar la campanada y originar un culto que no busca la burla de sus pobretones medios, sino ensalzar sus cualidades. Hay cómic del personaje y, como somos de aprovecharlo todo, la banda sonora lo petaba en la boîte. 

Supersonic Man

Y mira, puede que Supersonic Man surgiera para hacer caja ante una película portentosa, Superman (1978), y que tenga algunas ideas de bombero que, bien pensando, adoraríamos en un cómic por sacar punta al uso de los superpoderes, pero es digno de elogio ver lo ganado respecto a lo que se gastó.

Oportunidades ganadas y perdidas

A principios de los ochenta, después de la aparición de Supersonic Man y con la mera sugerencia de Fantastika, una secuela nunca producida, bastan para hacer volar la imaginación de productores de cine y el despegue vía Destape de El erótico enmascarado (1980) y Neumonía erótica y pasota (1981). No olvidemos la parodia de Hulk, bautizada Bulk, en Las aventuras de Zipi y Zape (1981).

En el papel, durante los ochenta, reina indiscutible Superlópez, pero otro personaje aparece: nada más y nada menos que Pafman, nuestro Batman visto con gafas de Bruguera. No puede ser de otra manera, que para algo su autor, Joaquín Cera Barrios, es el último en entrar en la editorial del gato negro.

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En esta década se hace patente que la posibilidad de crear un superhéroe patrio sin recurrir a la parodia se diluye y que los mejores momentos para hacerlo se habían ido hace mucho para nunca volver. Y es que a la producción española le sale un contendiente largo tiempo esperado: los cómics norteamericanos. Si durante años se habían visto aventuras tarde, o mal, o ambas a la vez, ahora la pugna entre Fórum y Zinco se salda con el establecimiento del superhéroe americano, que se basta y sobra para abastecer al cupo de lectores.

Por un lado, esto es positivo, pues el mercado ya tiene una provisión de superhéroes que deja a los guionistas y dibujantes españoles con otros géneros y estilos que explorar. Por el otro lado, crea cierta renuencia en el lector patrio en confiar en nuestra propia visión de los mitos.

Surtido de ibéricos

No es hasta los noventa que podemos ver uno de los abordajes más concienzudos del género de cuántos ha habido en nuestro país. El díptico formado por Iberia Inc. y Triada Vértice vienen a saldar una deuda: la completa traslación del arquetipo del superhéroe a nuestro país, más allá del chiste o la mera conversión de tropos.

Iberia-Inc.

Eso no quita para que tengan sus defectos. Iberia Inc. sufre de condensar lo que deberían haber sido años de historia en una miniserie y Triada Vértice sale dos años tarde. Quién sabe qué hubiera pasado si Planeta hubiera sacado ganas y dinero para continuar, o al menos para permitir que Triada saliera junto a Iberia, asaltando el mercado para que el impacto fuera más potente.

Al final, la aventura termina con una cancelación que huele a victoria pírrica. Los noventa, en España, fueron de Melkart, Drac de Ferro, Mihura o Estigma.  

Nuevas brasas para nuevo fuego

El presente milenio trae consigo una generación de autores que siempre ha tenido superhéroes disponibles en las librerías, que han disfrutado de material y perspectiva para aportar su propia visión. De esta generación podemos destacar el trabajo de Santiago García, traductor de cómic americano desde 1989 y autor de acercamientos como El vecino, junto a Pepo Pérez, o García!, un superpoli franquista que bebe por igual de Roberto Alcázar y Pedrín como del Capitán América más político, y que en CANINO no dejamos escapar.

El Experimento

Sin olvidar Círculo Justiciero, una serie de Pedro Angosto, Carlos A. Rodríguez y Vicente Cifuentes o a Íñigo García y sus Ibéroes, que junta en sus viñetas y sin despeinarse a un robot de Jerez o a una mujer gominola de Alicante, y que le valen el premio al autor revelación en la edición de 2010 del Expocómic. O atrevidas incursiones como El experimento de Juaco Vizuete y la Súper Puta de Manel FontdevillaAdemás, claro, de la incansable labor de Jan con Superlópez, recuperaciones afortunadas como el Pafman de Cera y hasta una resurrección en viñetas de Supersonic Man

¿Qué deparará el futuro? Es la pregunta más difícil de contestar. Hay un mercado copado por material extranjero y un tipo de lector que nunca querrá coger algo hecho aquí. Quizá los superhéroes, a pesar de todo, sea algo demasiado americano. O quizá falte esa idea capaz de sostener una colección a largo plazo… y una editorial que la proteja.

Lo que se ha demostrado es que se puede hacer. A lo mejor tú, lector que vienes a iniciarte en los superhéroes (o que estás aquí para ampliar tus conocimientos), tengas la llave. Sea como sea, aquí tendrás un lector entregado.

Miniguía básica de personajes

Águila Negra (creada por Rafael González y Miguel Ripoll, 1948)

Uno de los primeros superhéroes españoles, Águila Negra protagoniza ocho cuadernillos editados por Bruguera que son un asalto a los preceptos básicos del superhéroe: no hay identidad secreta, ni plan, sólo aventura en estado puro. Su propuesta no tendría el mismo calado de no ser por el espectacular dibujo de Miguel Ripoll, que da un recital de narrativa y manejo de la acción.

Pumby (creado por José Sanchís Grau, 1954)

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El gato creado por José Sanchís no es un superhéroe al principio y protagoniza historias infantiles, a lo Disney. Habitante de Villa Rabitos, la querencia por la aventura de su autor le lleva a dejar la humorada de una página y enfrascar a su personaje en aventuras cada vez más increíbles.

En 1959, Pumby se convierte en Súper Pumby mediante la ingesta de zumo de naranja, pero estas aventuras forman sólo una parte de la inmensa obra de Sanchís, un autor que sólo en la última década se ha reivindicado lo suficiente.

Superlópez (creado por Jan, 1973)

Superlópez2

Quizás el más popular de este artículo sea este superheroe que vino del planeta Chitón por accidente, ha protagonizado setenta álbumes y ha pasado por muchas etapas, pero el estajanovista ritmo de su autor ha conseguido que prácticamente no haya habido año sin Superlópez (sólo el 82 y el 86 son años huérfanos de álbum).

Después de una odisea, bastante brugueriana todo sea dicho, por dar el salto al cine, ha estrenado en 2018 la película homónima, con Dani Rovira como el superhéroe con el pijama sueltecillo.

Pafman (creado por Cera, 1987)

Pafman

El defensor de Logroño City, calamidad con patas, no debe su nombre a que sea el hombre Paf, sino que se llama Manuel. De un afortunado accidente consigue un traje estupendo y un compañero, Pafcat, con aspecto de gato.

De esta lista es el más torpe y menos capacitado para su trabajo, pero por el momento Logroño se tendrá que conformar hasta que encuentren a alguien mejor para el puesto. Es de los pocos que ha conseguido una segunda vida con el cambio de siglo.

Iberia Inc. (creados por Rafa Marín, Carlos Pacheco, Rafa Fontériz, 1996)

Iberia Inc Portada

Bajo la Giralda de Sevilla y gracias al sobrecoste de las obras de la Expo 92, el grupo Iberia Inc. cuenta con medios y hasta una base secreta con la que defender España. Les conocemos cuando Melkart, un dios fenicio, despierta poseído en Gibraltar. Una vez solucionado el tema con un poco de jarabe de palo, Melkart se incorpora a las filas del supergrupo.

El vecino (Santiago García y Pepo Pérez, 2004)

El vecino

José Ramón quiere estudiar oposiciones. Javier no sabe muy bien lo que quiere, más allá de vivir aventuras como el superhéroe Titán. El destino junta a ambos de la forma más sencilla posible: son vecinos.

La visión de Santiago y Pepo difiere con mucho del resto de personajes destacados en esta sección: El vecino explora la parte más costumbrista del género, primero en clave de comedia, luego como drama, hasta que lo superheroico deviene en un mero trasfondo colorido, mientras se narra las vidas de estas dos personas y el microcosmos que hay a su alrededor. Por el momento hay publicados tres volúmenes de un plan de cinco, pero el tercero y último salió nada más y nada menos que en 2009.

Bibliografía

Este capítulo no ha sido fácil de confeccionar, pero habría sido mucho más breve (y, con toda posibilidad, demasiado basado en tópicos) de no ser por la labor de Pedro Porcel.

Superhombres ibéricos

Gracias a su manera de divulgar nuestro pasado, primero mediante sus blogs del Abuelito, después con libros tan vitales como Superhombres ibéricos (2014) y Tragados por el abismo (2016), he podido indagar en estos superhéroes patrios. Y se agradece que editoriales como Dolmen o Astiberri apuesten por obras españolas de ayer y de hoy, sean de superhéroes o no, dicho sea de paso. Para estas cosas siempre viene bien recordar el pasado, no para repetirlo, sino para inspirar nuestros pasos.

No quisiera olvidar el artículo, publicado en la revista Arbor, La industria del cómic en España: radiografía de ¿un mito o una realidad? de Álvaro Pons.

Queda poco, muy poco para terminar. El próximo capítulo estará dedicado a una mutación, diríase por concepto imposible (o temeraria), del género de superhéroes. Y es que, ¿qué posibilidades hay de que salga bien una novela protagonizada por un pijamero? Ya adelanto que muchas.

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