Los superhéroes están en todas partes y es muy posible que nos sobrevivan a todos, así que si no puedes con el enemigo, empieza a leerlo. Te contamos por dónde empezar, para que tengas respuesta a todo lo que quisiste preguntar sobre los superhéroes, desde las grandes editoriales a universos ya extintos. Exhaustiva, pero ligera; informativa, pero apasionante. ¡Es la guía de iniciación a los superhéroes!
Hay un motivo por el que, a pesar de habernos tirado ya ocho meses hablando de cómics de superhéroes, la palabra cómic no aparezca en el título de esta guía y es solo este mes, el penúltimo. Porque a estas alturas es casi imposible obviar las películas y porque los videojuegos merecerían una guía por su cuenta, pero los libros de superhéroes… son otro cuento.
Definamos ya de una vez: ¿qué pertenece al género superheroico?
Cuando empecé la guía, todos teníamos más o menos claros los elementos que forman una ficción de superhéroes: traje estridente, identidad secreta, poderes; lucha contra el mal, generalmente con un malo conectado temática o hasta personalmente; y por supuesto, representación en cómic.

Doc Savage inspirará a muchos, como a Alan Moore y su Tom Strong, pero no es un superhéroe
Sin embargo, hemos visto a suficientes superhéroes como para darnos cuenta de que no siempre se cumplen todas las condiciones y, si vamos a hablar de literatura, esto plantea una duda ¿Cómo podemos distinguir entonces una ficción superheroica (sin contar novelas con protas establecidos) de una que sólo lo parece o que está inspirada, precisamente, en el pulp que inspiró a los primeros supes?
No es una cuestión baladí, porque si la única respuesta que sabemos dar es que tiene sea un medio gráfico, entonces ninguna de las novelas que presentaremos aquí, y que no están protagonizadas por el Superman o Spider-Man de turno, son de superhéroes, ya que la mayoría sólo tienen una ilustración: la de la portada.
La respuesta, creo, la podemos encontrar en cómics como, por ejemplo, el Howard el Pato de Steve Gerber.
«¿¡QUÉ!?«, preguntarás.
Sí, quédate conmigo. Vuelve a sentarte y léeme.
Si estiramos un poco la definición, Howard el Pato es un cómic de superhéroes. ¿Por qué no? No hay traje estridente sino la forma del pato, no hay identidad secreta y, si acaso, más que contra el mal, se lucha contra la depresión crónica y la aplastante sociedad que nos rodea (o se soporta). Si es un cómic de superhéroes… es sólo porque pertenece a un universo de superhéroes.
¿Qué es un universo de superhéroes?
Es un universo en el que los superhéroes son soportados y en cierta medida, espoleados, por las circunstancias y la sociedad. La sociedad, porque hay una parte (si no toda) que los apoya y busca de manera constante; las circunstancias, porque suelen tener un imán para encontrar crímenes y seres igual de estúpidos, pero en malvado, incluso en entornos en los que los delitos han bajado de manera palpable.
Repasa los anteriores capítulos de esta guía, ¿no son todos universos superheroicos? Marvel, DC, Image, Valiant, todas esas editoriales extintas y todos esos microuniversos contenidos en una única colección… en todos y cada uno de ellos, los superhéroes se mantienen vigentes sólo porque sí. Si no existieran los supes titulares, existirían otros. Incluso Kick-Ass, que pretende ser una lectura realista, acaba convirtiéndose en otro tebeo del género; más cínico y deslenguado, pero universo superheroico al fin y al cabo.
¿Eso significa que el nuestro (y sí, aquí ya pongo nuestro universo a la altura de los universos ficticios: demándame, Grant Morrison) es un universo superheroico? Después de todo, tenemos, ejem, superhéroes.
Me temo que no. Pese a la novedad y que me divirtiera seguir la carrera de alguno de ellos, los vigilantes carecen de toda relevancia y, si acaso, acaban en un telediario ante un día alarmantemente bajo de noticias. Y en España ya ni hablamos, que ya sabemos cómo está el panorama de la información nacional.
Capítulo 1: En un lugar de Kriptón…
Toda estas disquisiciones sobre qué es una ficción superheroica y qué no serán de utilidad más adelante, pero en el principio no valen: la primera novela de superhéroes como tal data de 1942, está inédita en castellano y está protagonizada por el tipo que lo empieza todo.
The Adventures of Superman, escrita por George Lowther y con ilustraciones ocasionales del mismísimo Joe Shuster, ofrece algo de orden a lo que en cómics se había ido contando poco a poco y narra la vida del personaje desde la destrucción de Kriptón hasta la mudanza de Clark Kent a Metrópolis.
Sin embargo, la novela de Superman llega en un punto que, sabemos, conduce al declive de los personajes en favor de otro tipo de cómics, como los de terror. Y más tarde, cuando las editoriales deciden autocensurarse para que no se les meta mano desde mediados de los cincuenta, las historias sufren cierto retroceso en calidad.
El clima no es muy propicio para que aparezcan más novelas, hasta que en los sesenta hay dos fenómenos relacionados con el cómic que originan las primeras novelas de superhéroes como tales en más de veinte años.
La serie de televisión de Batman, protagonizada por Adam West, da pie a dos novelas en el 66, mientras que la popularidad de Marvel origina otras dos: The Avengers Battle the Earth-Wrecker, del 67 y escrita por Otto Binder (veterano del cómic y creador de personajes como Brainiac, Kripto el superperro o Black Adam). Y The Great Gold Steal, del 68, escrita por Ted White y protagonizada por el Capitán América.
Lo de Batman se queda en mero ejercicio de mercachiflería, pero lo de Marvel iba para abrir mercado y termina como ejercicio excéntrico, olvidado por los fans e ignorado por la continuidad oficial de los cómics. Si no fuera por la introducción de Stan Lee, cualquiera diría que Marvel no quería que se le relacionara con ambos productos.
Películas, juegos de rol y un lento florecer
No será hasta finales de los años setenta que la cosa se ponga interesante. Primero, porque con el estreno de la película de Superman en 1978, el guionista Elliot S. Maggin lanza la segunda y tercera novelas con protagonismo del de los calzones por fuera: El último hijo de Kriptón y Miracle Monday.
No adaptan la película, sino que sigue la estela de cómo es el personaje antes de las Crisis en Tierras Infinitas: Clark Kent es el presentador de televisión más famoso del mundo y su alter ego tiene muchos más poderes que la invulnerabilidad o volar, como el superventriloquismo.
Ese mismo año, Marvel no se queda de brazos cruzados y publica una serie de once novelas con Pocket Books sobre los principales personajes de la casa.

Fuente: Worthpoint
Es a caballo entre los setenta y los ochenta cuando nos conviene sacar esa distinción entre novelas que son de superhéroes y las que solo lo parecen. Si no hubiéramos pasado por ello, podríamos caer en la tentación de meter en el saco novelas de ciencia-ficción sobre gente con poderes psíquicos (muy del gusto de autores como Philip K. Dick) o Hijos de la medianoche, de Salman Rushdie (aunque ésta, ojo, pudo inspirar a Warren Ellis para crear a Jenny Sparks, fundadora de The Authority), publicada en el 81 y en la que tienen poderes aquellos niños nacidos justo cuando la India se independiza.
Dejemos las pegas y volvamos a hablar de obras que sí entran en nuestro canon, porque fuera de Marvel y DC se origina uno de los universos superheroicos más destacados fuera del cómic: Wild Cards, creado en 1987 por el mismísimo George R. R. Martin (sí, leñe, el de Juego de Tronos) a raíz de una campaña de rol ideada para jugar con amigos. Hoy día sigue con casi treinta novelas a sus espaldas, adaptaciones al cómic (cómo no) y una futura serie de televisión.
Hablando de rol, no puedo dar por cerrado este apartado sin rescatar otras ocho obras que supusieron un curioso experimento narrativo. Basadas en el juego de rol de Marvel creado por TSR, se publican a finales de los ochenta unas novelas de tipo “Elige tu propia aventura” bastante fieles a los personajes. Una de ellas es el debut (y única incursión en solitario) del conocido desarrollador de videojuegos Warren Spector.
A la estela de las películas
Como pasó en su día con la película de Superman, Batman no se queda sin su novelización (ni de novelas originales o recopilaciones de relatos) a raíz del estreno del megaéxito de Tim Burton de 1989. Lo mismo ocurrirá con la secuela y con la serie animada.
En realidad, parece haber un filón muy interesante ahí. Si hay un lector de las novelas que va a ser el mismo que el de los cómics, o que el espectador de las películas, no hay por qué comerse la cabeza con historias paralelas: llega el momento de adaptarlo todo, ya que ese tipo de fan no busca tanto historias nuevas como reafirmar las que ya se sabe.
Y cuando digo de adaptar todo, me refiero también a los propios cómics, no sólo a películas o series de televisión: se novelizan eventos comiqueros como la muerte de Superman, la caída de Batman o ese cómic maravilloso de Mark Waid y Alex Ross, Kingdom Come.

El autor de la novela de Kingdom Come es un conocido reincidente: Elliot S. Maggin.
Ojo, esto sólo quiere decir que las posibilidades se amplían: siguen haciéndose novelas originales. Marvel firma en 1994 con Berkley Publishing’s Boulevard Books para la creación de toda una línea de novelas… ¡que incluso están conectadas entre sí mediante situaciones y personajes!
Fuera del mundo del cómic y el fandom de más edad, los superhéroes se van normalizando en la cultura popular. Granito a granito, las nuevas adaptaciones audiovisuales cuentan con los medios y el talento a ambos lados de la cámara como para que la presencia de un superhéroe sea continua, y las novelas de superhéroes dejan de ser una rareza para convertirse en una pieza más del engranaje. El arquetipo permea en lectores… y escritores.
Novelas riquiñas para el niño y la niña
El nuevo milenio trae consigo una explosión de novelas protagonizadas por superhéroes al margen de las grandes editoriales. Algunas, como Las asombrosas aventuras de Kavalier y Clay de Michael Chabon, juegan con la propia historia de los creadores de cómic; la mayoría, por supuesto, prefieren manipular los tropos del género.
En paralelo, el negocio de las novelas dentro de las grandes editoriales está orientado a tres tipos de lectores. El primero es el infantil y juvenil, quizás porque con el Comics Code fuera del mercado, algunos cómics de hoy son bastante más crudos y por lo tanto más difíciles de publicitar entre los niños. Las novelas para este público se plantean como puntos de entrada a la mitología básica y pueden narrar enfrentamientos contra villanos clásicos desde un punto de vista mono, como la serie Sociedad de Héroes Secreta de Derek Fridolfs, la cual sitúa a los héroes de DC como niños de colegio.
El segundo tipo de lector es el que, no contento con leer la historia en cómic o verla en cine, quiere lanzarse a su novelización por completismo, en busca de detalles sólo sugeridos en las viñetas o caídos en la sala de montaje. Puede que haya lectores que sientan menos complejo al acercarse a este material que a los cómics de toda la vida, pero creo que ese tipo de vergüenza está en extinción dentro del fandom.
El tercer grupo de lectores es el que busca material original, pese a saber que las consecuencias de un libro no se van a extender a las viñetas y que como mucho se quedarán en ese microuniverso literario. Este último grupo también puede buscar fuera de Marvel y DC, donde cada vez tiene más donde elegir.
Lo que es seguro es que tanto da si eres lector de Marvel o DC, si eres un adulto, un adolescente o un niño: estamos en la mejor época para descubrir una novela protagonizada por un superhéroe.
Brevísima historia de las novelas de superhéroes en España
Mira que esta parte de la historia de los superhéroes la he empezado prontito, en los años cuarenta, pero en España hay que esperar treinta años para catar en español una novela protagonizada por superhéroes.
En 1979, coincidiendo con el estreno de la película de Superman, Grijalbo publica El último hijo de Kripton, de Elliot S. Maggin. Menuda sorpresa se deben de dar los lectores de la época al descubrir, después de la película y la portada confeccionada con material de ésta, que la novela poco tiene que ver con ese Superman. El mismo año, Círculo de Lectores publica una nueva versión en tapa dura.
Hasta 1983, con el estreno de Superman III, el lector de novelas de superhéroes se queda a dos velas. La novelización de William Kotzwinkle, publicada por Plaza y Janés, es otro aperitivo hasta que se produzca, no una explosión, pero sí al menos una publicación continuada de novelas.
Recuerda que hasta entonces, aunque conocidos, los personajes habían tenido una presencia en España algo irregular y el lector se decantaba por el producto nacional. Es obvio que eso previene que llegue más material.

Luego vendrían otras cuatro más. Fuente: ADLO
Por suerte, en 1989 y coincidiendo con la batmanía, se ven más volúmenes. A la consabida novelización de la película de Batman por Plaza y Janés, se une la publicación, esta vez por parte de Forum (Planeta) de las ocho novelas de Marvel estilo “Elige tu propia aventura”. Más o menos, la pauta la marcan las adaptaciones (como la de Batman: La máscara del fantasma, a cargo de Ediciones B), pese a que Zinco y Forum tienen una base sólida de lectores de cómics.
Con el cambio de siglo, cuando el abanico se amplía fuera de los protagonistas de las dos grandes editoriales, empezamos a ver algo más de diversidad, con la saga Reckoners de Brandon Sanderson y traída por Ediciones B; algún rescate, como Wild Cards, gracias a Timún Más; hasta aportaciones patrias, como Mundo de dioses, de Rafael Marín (Alamut) o el blog devenido en serie de novelas Hoy me ha pasado algo muy bestia, de Daniel Estorach (Norma Editorial).
Cuando se trata de libros, el público predilecto es el infantil y juvenil. Los más pequeños tienen Super-Beige de Samuel Rybeiron o Superhéroes. Manual de instrucciones y a medida que crezcan pueden escalar a Los Superminis (Melina Pogorelsky y Ana Sanfelippo), los libros del Sociedad Secreta de Héroes o Superhéroe, de Lucas García.
Miniguía básica de novelas editadas en castellano que casualmente están narradas en primera persona
Muy pronto seré invencible de Austin Grossman
Narrada por el Doctor Imposible, un supervillano que siempre está a punto de conquistar el mundo, y por Fatale, una ciborg que descubre el mundo de los superhéroes, esta novela consiguió cierto estatus de culto, aunque parte de la culpa, más que de la novela en sí, viene de su título.
A ver, es muy entretenida y la historia tiene la dosis ideal de giros y revelaciones, pero su universo tira para lo genérico. Tiene el problema adicional de que los narradores sólo se distinguen en ciertos pasajes mediante cuñas visuales, ya que su voz es demasiado parecida, pero el esfuerzo sigue siendo notable.
Hoy me ha pasado algo muy bestia de Daniel Estorach
La primera novela de la saga, aún inconclusa, de este héroe urbano tiene una mitología propia que huye de los convencionalismos de Marvel y DC y tira más por el enfoque realista: nada de supertrajes, ni superbatallas.
Su punto fuerte está en la caracterización de sus protagonistas, los poderes y el uso que de ellos hacen las criaturas de Estorach, con lo que demuestra que bajo el brío de su narración late el corazón de un fanático del género que busca aportar, en vez de subirse al carro.
Superhéroe de Lucas García
Este libro infantil no sólo es divertido, sino que transpira auténtico amor por los superhéroes. Su protagonista es un niño, llamado Gabriel, con una imaginación desbordante, capaz de ver en su día a día los argumentos y chifladuras propios de los cómics.
Al mismo tiempo, sirve de introducción a personajes y conceptos. Ya no hace falta que expliques cosas como la Zona Fantasma a un churumbel de más de siete años: este libro lo hace por ti y puede que de forma mucho más amena.
Bibliografía
Aparte de los libros aquí mencionados, algunos de los cuales son fáciles de encontrar, considera los siguientes enlaces:
Traducción de la primera novela de Superman a cargo de Mariano Bayona, su mayor fan en España
Blog oficial de Daniel Estorach
Brandon Sanderson explica por qué es tan difícil escribir una buena novela de superhéroes
Tres problemas con las novelas de superhéroes (y por qué no son problemas)