Que su propio nombre aparezca a menudo convertido en adjetivo dice mucho no ya de su importancia, sino de la vigencia de su prosa clínica como manual de guía de ese futuro que sucederá en los próximos quince minutos. En CANINO ofrecemos una modesta ruta de acceso a un universo de accidentes de hormigón, playas terminales y otras imágenes apocalípticas. Lean bajo su responsabilidad.
El Ballard que anticipó Skype y YouTube
Al contrario de lo que algunos críticos pueden deducir tras leer Crash (1973) o Rascacielos (1975), Ballard se mostraba más que entusiasmado por las posibilidades del nuevo milenio, ese lugar que nos permitirá relacionarnos más allá de nuestros patéticos sentidos humanos. En el relato La Unidad de Cuidados Intensivos (1977) pequeña gema que puede encontrarse recopilada en su antología Mitos del Futuro Próximo (1982), Ballard nos presenta un futuro donde cualquier tipo de interacción se produce mediante inmensas pantallas de televisión y sistemas de audio. El contacto físico (con esas horribles cuerdas vocales, esa piel tan, tan…humana, vaya) ha quedado relegado a los placeres de las pantallas LED y HD y la textura digital imperecedera del DOLBY. Cuando el narrador del relato intenta organizar una sesión para ver por primera vez (sin tecnología de por medio) a la madre de sus hijos y esposa con la que comparte su hogar, el resultado acaba en desastre. Ante la visión de esos horribles seres de carne, sólo cabe una solución….
El Ballard que amó los suburbios
Alguien dijo una vez que una buena forma de empezar con Ballard es iniciar el camino inverso a la cronología de sus obras, empezar por sus últimas novelas para adentrarnos en el Ballard obsesionado con retratar el presente más inmediato. De la última serie de libros que el inglés ha escrito, destacamos Noches de Cocaína (1992) y Bienvenidos a Metro-Centre(2006): usando una trama detectivesca, Ballard examina los nuevos suburbios donde los ingleses se encierran para consumir y darle la vuelta a la civilización. En ambos mundos cerrados (la urbanización Estrella del Mar de Noches de Cocaína, el centro comercial de Bienvenidos a Metro-Centre) surgirán líderes que intentarán destruir (a base de ataques terroristas) el letargo arquitectónico que ha acomodado a las clases trabajadoras. Porque el peor apocalipsis, según Ballard, es aquel en donde no pasa nada.
El Ballard más conocido
Ya en su prólogo Ballard anuncia que Crash (1973) es un relato que llama a la cautela sobre las posibilidades de la tecnología y la pornografía, pero sabemos que al bueno de Ballard le gustaba explorar cómo nuestro mundo, cada vez más extraño, nos afecta y nos lleva en terribles (y fascinantes) direcciones. Otra manera de adentrarse en el Ballard amante del hormigón y las carreteras sería La Isla del cemento (1974), su experimento más borgiano, donde un hombre se queda incomunicado entre diferentes desvíos del resto del mundo. El paisaje de cemento y metal nos transforma y alcanza en Rascacielos (1975), cuya adaptación al cine ya hemos visto en Sitges y dará que hablar….
El Ballard que amó el fin
La gran materia negra del corpus narrativo Ballard, nunca reivindicada del todo. Es en su serie de libros de corte apocalíptico El Mundo Sumergido (1962), El viento de la Nada (1962), La Sequía (1964) y El mundo de Cristal (1964) donde Ballard empieza a componer sus imágenes -valga la redundancia- ballardianas, combinaciones en forma de texto entre Marx Ernst y Salvador Dalí, mundos apocalípticos producidos por cambios en la naturaleza que afectan la propia conciencia. El psicoanálisis como manera de entender el fin de todas las eras.
Mientras que Daniel Defoe nos hablaba en su Robinson Crusoe de cómo sobrevivir en un ambiente hostil, en El Mundo Sumergido Ballard nos habla casi de lo contrario: ahora que la civilización ha terminado (por fin) es quizás el momento de buscar nuevas conexiones con el mundo que nos rodea. La historia de Playa Terminal (1971) tiene también instantes bellísimos. Entendemos que Ursula K LeGuin fuera una ferviente admiradora de este Ballard, el más poético, y que no entendiera su gradual interés por los paisajes en favor de las urbanizaciones. Quizás Ursula (perdida en su querida Terramar) no entendió que la trayectoria que Ballard tenía en mente era la de no estancarse en etiquetas.
El Ballard que amó lo experimental
En la antología de relatos La exhibición de atrocidades(1970), pueden encontrarse todos los Ballard mencionados anteriores: el Ballard poético, el profético (no sin razón el cuento Por qué quiero follarme a Ronald Reagan auguraba la presidencia del actor, entonces ya apoltronado como gobernador de California), el soñador, y ante todo, el obsesionado con desgranar los símbolos de nuestra sociedad -desde Elizabeth Taylor a Marilyn Monroe-, pasando por el autor comprometido con la literatura experimental, explosiva, sin ataduras. Quizás la obra clave para desbloquear al genio que empezó como diseñador de carteles de publicidad (¡no es broma!)
El Ballard que dejó huella
El Ballard que todos conocemos no puede entenderse como una ramificación de nuestros días. Por ejemplo, la novela El club de la lucha (1996) de Chuck Palahniuk es claramente ballardiana, como así lo es La Playa (1996) de Alex Garland, novela de la que Ballard llegó a declararse claro admirador. Hablando de sus herederos, la cosa no está clara, aunque a veces Don De Lillo tiene bastantes puntos en común, asi como Ian Sinclair. Pero Ballard se adelantó a todos de ellos, tanto que tenemos que buscar a filósofos postmodernistas como Marc Augé o Jean Baudrillard para encontrar conceptos tratados al estilo de Ballard como la hiperrealidad, el simulacro, los no-lugares y la identidad.
Si volvemos la vista a la idea de la tecnología apoderándose de la normalidad, la mítica Videodrome (1981) es imposible de olvidar, así como todo el canon de Cronenberg (no por nada el canadiense ha sido el que mejor ha adaptado al inglés con su poética Crash -2004-, y puedes adentrarte en su mundo con nuestra guía para principiantes del cineasta candiense). Si nos centramos en la huella audiovisual de Ballard, no hay duda que grupos ingleses como Joy Division transmiten en la misma frecuencia que Ballard. Por otro lado, el álbum Myths of Near Future (2007) de Klaxons es toda una declaración de intenciones sobre cuál el tipo de ruido que escucharemos en ese futuro extraño y oscuro que es ahora.
El Ballard que amó este planeta (pese a todo)
Quizás sea el Ballard más desconocido, pero hay que buscar en su catálogo de cuentos distópicos El Hombre Imposible (1966). También hay que indagar en las Visiones Peligrosas (1967) que recopiló Harlan Ellison para (re)descubrir esa perla que es El reconocimiento, relato de un extraño circo que muestra seres de otro mundo a los visitantes… ¿o es al revés? También puedes leer Bilenio (1962), sobre una población que vive en escasos cuatro metros cuadrados, o Vermilion Sands (1971), casi un Noches de cocaína (1992) situado en el espacio. Quizás entonces Ballard aún no había aprendido la lección que años después él mismo afirmaría: “El único planeta real y completamente extraño es la Tierra”.
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