Guía para principiantes: K-pop

Te acercamos el mundo del k-pop en dosis regulables para no acabar atragantado de aegyo antes de que puedas tener un ship con tu bias. Y si no has entendido nada de la frase anterior descuida: al acabar el artículo podrás entenderla.

Si somos tan torpes para aprender idiomas cuando alcanzamos la edad adulta es porque tenemos miedo de quedar como inútiles, no nos adentramos en el aprendizaje como lo hacíamos de niños: sin temor a equivocarnos, probando con un sutil juego de ensayo y error. Partiendo del concepto de que cualquier forma cultural desarrolla una lengua particular, que constituye un juego del lenguaje, adentrarse en un género tan vasto y (sólo en principio) ignoto, como es el k-pop, puede parecer una tarea ardua e intimidante. Pero la realidad es bien diferente. Situémonos en el 2012, momento en el que todo el planeta descubrió la existencia del género: PSY arrasó con Gangnam Style, que tu madre conoce como «el baile del caballo» y de hecho es una parodia del k-pop —ya que, como sabrán quienes traigan los deberes hechos de casa, Gangnam es el barrio chic por excelencia de Seúl—, casi al mismo tiempo que BIGBANG estrenaban Fantastic Baby, canción que sólo es posible no haber oído, aunque sea indirectamente, siendo un anacoreta desde hace al menos cuatro años.

En realidad estamos bastante familiarizados con el k-pop. En parte, porque ha tenido algunos éxitos masivos que han llegado hasta nosotros por fuerza y, por otra parte, porque está inspirado en las corrientes musicales populares en Occidente. A lo que más se parece un grupo de k-pop es a cualquier artista de pop salido de la industria musical americana. Siguiendo el paralelismo con el que empezamos, descubrimos que estamos ante un lenguaje que comparte raíces básicas con uno que ya hablamos con fluidez: no sólo conocemos de entrada más de lo que pensábamos, sino que además todo lo que ya conocíamos sobre otro idioma que dominamos, el pop contemporáneo —incluso sí, como nos pasa a muchos, lo conocemos en contra de nuestra propia voluntad—, nos ayuda a comprender el que intentamos aprender. Ningún hombre es una isla, como no lo es ningún acontecimiento cultural. Y partiendo de esa premisa, nos adentramos en el fascinante mundo del pop coreano.

1. No son músicos, son idols.

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Dado que la industria del entretenimiento coreana es un vasto conglomerado que aúna cine, televisión, música y moda en un constante trasvase de medios —donde, en la medida de lo posible, se intenta que sus artistas lo sean totales: no sólo actores, cantantes o modelos, sino todo ello al mismo tiempo—, es lógico que se busquen perfiles lo más abiertos posibles. Alguien que sea buen cantante difícilmente pasará el corte de ninguna agencia de representantes si consideran que no tiene buena percha o que no sabe actuar de forma razonablemente adecuada delante de una cámara. De hecho, lo más probable es que lo primero en que se fijen es si es lo suficientemente guapo, o como mínimo atractivo, para interesar al público. En el k-pop no encontramos músicos, sino idols. Ídolos. Personas que puedan ser adoradas en tanto su virtuosismo alcanza todos los aspectos de su vida. Cantan, bailan, presentan programas, actúan en doramas, copan portadas y, además, son insoportablemente guapos. Ya no vale con ser bueno en un único aspecto, es necesario ser un figurante en todos los aspectos de tu vida las veinticuatro horas.

Eso nos lleva al terror inherente a toda forma de sobrexposición. Si bien estar atentos de la salida de singles, discos y videoclips es suficiente para el común de los mortales, para no perderse ni un sólo evento de tu bias o banda favorita es necesario dedicar cantidades ingentes de tiempo. Entre especiales de televisión, programas de variedades, realities, películas, series y trabajos de modelaje, un idol no especialmente popular puede tener tanto trabajo como para que cualquiera de sus fans, no necesariamente sólo los sasaeng —que están un peldaño por encima del stalker común—, carezca de tiempo para nada que no sea su ídolo. Al fin y al cabo, estamos hablando de adoración (cuasi-)religiosa: uno no piensa en dios sólo cuando le conviene, sino en cada instante de su vida. Y eso es lo que intenta lograr la industria coreana con bastante éxito.

2. Dominación mundial a golpe de poder blando.

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En ese sentido, más que de k-pop deberíamos hablar de korean wave, el nombre que se le ha dado al poder blando coreano. El poder blando, en términos de relaciones internacionales, es la capacidad de actores políticos determinados para intervenir en los intereses de terceros valiéndose de medios culturales o ideológicos. ¿Por qué querría fomentar la cultura un gobierno? Porque es un método efectivo para influir políticamente en terceros países. No es sólo que Nickelodeon emita Make It Pop , una sitcom musical donde tres jóvenes asiático-americanas en edad escolar montan un grupo de k-pop —con singles como Party Tonight, es que el ministerio de cultura coreano tiene un departamento propio dedicado al k-pop. Al igual que EEUU lo tiene para la industria del automóvil o la banca. Eso no es algo que haya surgido de la nada. En 1997 el presidente Kim Dae-Jung decidió que Corea no debía ser un país manufacturero, sino un país centrado en el entretenimiento; con esa intención creó la KCCA (Korea Creative Contents Agency), una agencia gubernamental para estudiar cómo incentivar la creación y exportación de la cultura coreana al resto del mundo. Y de allí surgió no sólo el k-pop, sino toda la korean wave.

No sólo hablamos de cultura, hablamos de política cultural. Detrás del k-pop está el gobierno coreano incentivando su producción y exportación, además de facilitando un tejido industrial nacional, con el que es posible generar influencia a nivel internacional a través de la cultura. En cualquier caso, no es algo exclusivo de Corea. Japón hace algo similar bajo el paraguas de cool japan, políticas gubernamentales encaminadas a convertir el j-pop, el manga, el anime, la moda, el cine y, por raro que parezca, las cosas monas en general, en la cara que Japón proyecta hacia el exterior; del mismo modo, Inglaterra sigue explotando la marca cool britannia, como demostró en los juegos olímpicos de 2012, para reivindicar su importancia cultural, especialmente dado el extraordinario apogeo musical que vivió durante los años noventa. Aunque no haya vuelto a levantar cabeza desde entonces.

3. Sólo no puedes, con amigos sí. Y cuantos más mejor.

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Entrando ya en lo estrictamente musical, lo primero que llama la atención de los grupos coreanos son sus dimensiones. Aunque el concepto boyband/girlband no nos es desconocido en Occidente, no después de las Spice Girls -miembros de honor de la cool britannia-, lo que sí resulta excepcional es que la cantidad de integrantes en ocasiones pueda superar con amplitud la media docena. El ejemplo más famoso es el grupo EXO con doce integrantes entre sus filas —lo cual, en cualquier caso, ni se acerca al caso paradigmático japonés: su grupo más popular son las AKB48, con 48 integrantes divididas a su vez en tres subgrupos diferentes—, al menos hasta que se dividieron en dos grupos: EXO-K que cantan en coreano y EXO-M que cantan en mandarín. De ellos son canciones tan populares como Overdose o Growl. Las chicas tampoco se quedan atrás en dimensiones. En Girls’ Generation, uno de los grupos más populares de Corea y ganadoras del Youtube Award a vídeo del año por I Got A Boy, militan actualmente ocho chicas. De ellas cabrían destacar Gee, el primer videoclip de un grupo de k-pop en superar los cien millones de visionados y, ya de paso, un favorito personal: Oh!.

4. Aunque de vez en cuando tampoco está mal estar solo.

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Aunque los grupos son más comunes que los solistas, estos tampoco son desconocidos. Bien es cierto que un debut en solitario es más probable que tenga éxito si se procede de un grupo relevante, como fue el caso de G-Dragon con This Love o de T.O.P con Doom Dada, ambos procedentes de BIGBANG o el de SoYul con Y-Shirtque pertenece a las Crayon Pop, sobre las cuales volveremos más adelante. Pero tampoco es condición necesaria para que ocurra. Por sólo destacar un puñado, podríamos nombrar a la rapera Kisum, con temas à la Nujabes como You & Me, el más próximo al rock Jung Joon Young, con baladas como Spotless Mind, o el prácticamente cantautor con su pop intimista Hong Dae Kwang, capaz de enamorarnos con temas como No Answer. Llegados este punto, es fácil comprobar que, aunque existen los solistas, rara vez tienen tanta popularidad como los grupos. Eso también permite que exista mayor variedad, propiciando que en sus carreras en solitario puedan desarrollar, si no un estilo más personal —ya que es dudoso que la mayoría de ellos compongan sus propias canciones, aunque existan excepciones—, al menos sí hacer algo que se pueda salirse de los cauces habituales. Al fin y al cabo, también es necesario diversificar para poder captar otros nichos de mercado.

¿Significa eso que sea imposible el éxito individual en el mundo del k-pop? En absoluto. Además del ya mentado PSY, Rain fue quien dio el pistoletazo de salida a la expansión internacional del k-pop al ser el primero de sus artistas en actuar en el Tokyo Dome. En cualquier caso, es innegable que el mundo del k-pop está dominado, de forma predominante, por un puñado de grupos como f(x), 2NE1, Super Junior o los ya nombrados BIGBANG, EXO y Girls’ Generation. Sólo por decir los más importantes. Salvo una solitaria excepción femenina: Hyuna, cuyo tema más popular, Bubble Pop!, está entre los vídeos con más de cien millones de visitas en Youtube.

5. Especialmente si te llamas G-Dragon.

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A pesar de la insistencia que hemos puesto en afirmar que todo está dominado por los grupos, eso no es del todo cierto. Si existe actualmente un hombre fuerte en el k-pop, algo similar al embajador musical de Corea en el extranjero, ese es G-Dragon. Líder de BIGBANG, con una extensa carrera tanto en solitario como aunando fuerzas con su amigo de la infancia y hoobae T.O.P., lleva ya bastante tiempo haciéndose fuerte en la escena internacional. Por ejemplo, apareciendo en Dirty Vibe de Skrillex junto con Diplo y CL de las 2NE1. Debió ir bien con Diplo, ya que tanto él como Baauer colaboraron en el último disco en solitario del coreano, Coup D’etat. También cabría señalar que el paso del grupo al estilo en solitario puede ser bastante radical, como es el caso de G-Dragon. Mientras que en BIGBANG sus canciones suelen tratar temas amorosos, con algún despunte ocasional como utilizar el alcoholismo como metáfora amorosa en Sober, en solitario no es sólo que sus letras tengan un marcado acento introspectivo, sino que su música en general adquiere un tinte más oscuro y personal. Sirva como referencia el videoclip de su último single, de nombre homónimo al del disco, Coup D’etat.

6. Más que videoclips hacen películas en miniatura.

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Hablando de videoclips, se hace patente que una razón por la cual el k-pop es inmensamente popular es el cuidado que ponen en sus vídeos. Si bien muchos de ellos no pasan de ser los clásicos ejemplos del grupo cantando y bailando —e incluso entonces, para ser justos, superan con holgura la media de calidad occidental, como nos han demostrado Super Junior en Mr. Simple— , existen casos bastante más elaborados en los cuales se busca crear una narrativa personal desde unos claros códigos estéticos preestablecidos: colores pastel, ambiente onírico, movimiento constante, simbolismo cargado. Valga de ejemplo, además del grueso de los vídeos (de grupos, no de solistas) que se han ido dejando caer hasta el momento, el psiquiátrico como metáfora amorosa en la brillante Bbiribbom Bbaeribom de Co-Ed School, uno de los escasos ejemplos actuales de grupos mixtos. En el caso de los solistas, esa estética se difumina para caer en otra narrativa dominante, tipo chico conoce chica y superan, o no, los problemas que ello conlleva. De todos los ejemplos posibles que podríamos escoger al respecto nos quedamos con Don’t Go Home de G-Dragon & T.O.P. por aunar ambas corrientes estéticas en un esplendoroso ejemplo de metanarrativa romántica en colores pastel.

En cualquier caso, la fórmula no se agota en las formas más evidentes. Tan férreos son los preceptos de su estética que incluso cuando intentan darle un aspecto más urbano, cuando no directamente apocalíptico, siguen al pie de la letra las claves estéticas del género, como nos demuestran tanto Fantastic Baby, el vídeo k-pop más visto de la historia de Youtube —al menos, si pasamos por alto a PSY—, como Monster de BIGBANG, o f(x) en su también muy urbano Red Light. Por eso y por la íntima relación existente entre las diferentes capas de la industria cultural coreana, no debería extrañarnos que un director tan reputado como Park Chan-wook dirigiera V, videoclip del último single de Lee Jung Hyun, siguiendo esos principios estéticos paso por paso.

7. De hecho, la estética lo es todo.

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La obsesión de que todas sus producciones tengan una férrea coherencia estética va bastante más allá de sus cuidados videoclips. Resulta evidente que en el k-pop existe una amplia diversidad de músicos y grupos, desde los más mainstream hasta auténticas joyas que no pasarían del underground más subterráneo en casi cualquier otro país del mundo, pero en el fondo existe una uniformidad mínima, unos patrones básicos que deben cumplir todos sin excepción. Un peaje a pagar por ser parte de la korean wave. Sin entrar en la infinidad de detalles que podríamos encontrar como constituyentes en cada uno de los medios culturales que la componen, podríamos resumir la estética de la korean wave en tres rasgos esenciales: imitación de estructuras funcionales de otros países con mayor tradición cultural, introducción de variaciones locales en esas estructuras y, siempre que sea posible, presencia de gente guapa.[pullquote align=»right» cite=»» link=»» color=»» class=»» size=»»]Hay un peaje a pagar por ser parte de la korean wave.[/pullquote]

Aunque los prestamos culturales más evidentes son los americanos, en lo musical si hablamos de chicos y en la vestimenta si hablamos de chicas, tampoco cabe olvidar que la fuente de la que más beben es Japón. En más de un sentido. El sistema industrial que ha asumido la cultura coreana está heredado de Japón, donde el sistema de idols y la interconexión con la publicidad, la moda y la televisión ya lleva varias décadas funcionando. Por ejemplo, japonesa es la consciencia de que si un idol puede mover una cantidad x de personas, entonces un grupos de seis idols pueden ser capaces de mover una cantidad 6x veces superior de fans, si es que no más si existen buenas sinergias entre ellos, justificando así la predominancia del grupo sobre el artista. En el ámbito netamente musical, partiendo de que el sonido coreano es mucho más occidental que el japonés, también han intentado ocupar el nicho del pop al estilo japonés con las Crayon Pop, como se hizo particularmente patente con su último single, FM, que podría pasar perfectamente por un homenaje japonés al tokusatsu disfrazado de canción de amor.

Ese interés por la estética carecería de razón de ser si se agotara en el ámbito artístico. Al menos cuando todo gira alrededor de la imagen. Otra de las características clave de la estética coreana es que todos sus artistas, sin excepción posible, deben de ser guapos. Por supuesto, aquí entra la ley de la diversidad de nicho. Aunque la mayoría de hombres revisten una androginia bastante infantil, mientras que las mujeres siguen un patrón netamente occidental, existen excepciones. Si ponemos juntos a Hong Dae Kwang, Lee Seung Chul y Jung Joon-young podemos encontrar en los tres un aire común, un estilo marcadamente coreano, pero son tres perfiles diferentes de hombre. No porque les preocupe especialmente la diversidad, sino porque es necesario poder interpelar a la mayor cantidad posible de consumidores diferentes.

8. Ser idol y tener una vida es harto complicado.

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Ser idol puede ser un sueño para muchos, pero también conlleva una cantidad ingente de responsabilidades. Ya que son vendidos como auténticos objetos de adoración, deben asumir las consecuencias de su culto: tienen una agenda tan apretada que difícilmente pueden tener vida social fuera del trabajo, su vida privada es prácticamente nula, el acoso es habitual y, además, es común que en sus contratos tengan una clausula por la cual se les prohíbe tener pareja. Todo ello con el fin de parecer más accesible a sus fans, que todo lo que hacen está dedicado especialmente a ellos. A cada uno de ellos en específico. No debería extrañarnos entonces la existencia de los sasaeng, fan obsesivos que se cuelan en sus casas, les persiguen allá donde van o, en los casos más extremos, intentan secuestrarles. Todo con conocimiento de las autoridades, quienes rara vez hacen algo excusándose en que la mayor parte de esos crímenes son perpetrados por menores de edad. ¿Qué consecuencias tienen esa clase de comportamientos? Que G-Dragon haya tenido que pedir a sus fans vía Twitter que no acampen en la puerta de su casa para no asustar a sus familiares y que EXO hayan decidido que la mejor manera de que no les espíen cuando tienen que ir al baño en un lugar público es bloquear la puerta mientras lo estén usando. Sólo por señalar dos casos de los menos graves.

9. En resumen, el k-pop tiene y es un lenguaje propio.

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Al final siempre volvemos al lenguaje. No sólo de sasaengs vive la terminología nacida a la luz del k-pop. Poner ojos de cachorro o morros de pato, hacer el signo de la paz, mohínes o imitar los gestos de un gato, se considera aegyo o, en otras palabras, mono. Esa es otra diferencia clave en la concepción estética de Corea con respecto de Occidente. Mientras que nosotros consideramos que lo mono es campo exclusivo de mujeres y niños, allí no lo es: los hombres que hacen cosas monas también son considerados adorables, pero sólo si les sale de forma natural. Siguiendo con la terminología, si pertenecemos a un grupo entonces tenemos que denominar a nuestros mayores como sunbae, del mismo modo que nuestros menores son hoobae. ¿Y si sólo somos fans? Entonces es probable que tengamos un ship, un interés romántico, por nuestro bias, el idol número uno en nuestro corazón, y queramos tener skinship, contacto físico, con él. Lo cual, por otra parte, nos dejará en una posición cercana a un sasaeng.

Hasta ese grado de obsesión llega el k-pop. No se conforman con crear una estética propia, sino que sus fanáticos buscan también estandarizar un lenguaje propio a través del cual comunicarse. Lo cual está bien. En el lenguaje radica cómo interactuamos con el mundo, por lo cual si queremos intimar de forma más profunda con una cultura determinada, primero debemos dominar sus principios lingüisticos, los juegos del lenguaje que le son propios. Si el k-pop es tan fascinante es porque ha convertido la cultura en un arma política de dimensiones mesiánicas. Antes las naciones ejercían su poder blando a través del colonialismo religioso, ahora Corea ha decidido que es el momento de dominar el mundo siendo aegyo.

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