Vísceras, sexo, surrealismo. Aunque podríamos definir con esas tres palabras las constantes propias de la obra de Shintaro Kago, el maestro del ero guro —aunque no sea del todo exacto denominarlo así, como veremos después—, estaríamos quedándonos demasiado cortos si lo hiciéramos. Con una obra extensa, relativamente bien representada en España y bastantes aristas, excepciones y singularidades, para conocer la obra de uno de los mangakas más sugestivos de la actualidad es necesario ahondar en algunas de las claves principales de su obra.
1. Ero guro (nonsetsu).
Si existe una constante prácticamente universal en su bibliografía ese es el ero guro, un género multidisciplinar que mezcla representaciones gráficas de violencia con ciertos tintes eróticos cuyas raíces podemos encontrar en el Japón de los años treinta del pasado siglo, especialmente en escritores como Edogawa Ranpo, muy influenciados por las teorías sobre la sexualidad de su tiempo. A partir de entonces el género siguió creciendo a mediados de siglo con las aportaciones del pinku eiga, cine erótico japonés desarrollado principalmente por dos compañías rivales, Toei y Nikkatsu, y del manga después, donde destacarían especialmente Suehiro Maruo y Kauzichi Hanawa entre otros autores de la revista Garo. Con tal legado no es de extrañar que Shintaro Kago haya generado la mayor parte de su obra a espaldas del circuito oficial, teniendo que ceñirse prácticamente en su totalidad a fanzines, publicaciones underground o revistas pornográficas. Moviéndose constantemente entre cierto erotismo naïf y toda clase de perversiones sexuales, su obra se ve impregnada de esa sensación constante de estar más allá de los límites. No tanto por lo extremo de la propuesta, que los hay que lo llevan mucho más allá —entre los mangakas en activo, aunque por lo demás muy por debajo en calidad, Jun Hayami sería bastante más salvaje—, sino por lo particular de las mismas.
De todos modos, maticemos. Cuando hablamos de ero guro no estamos siendo del todo exactos, ya que en realidad estamos usando la contracción del término ero guro nonsetsu: «erotismo grotesco sin sentido», en su traducción literal. Si bien es cierto que la mezcla de erotismo y violencia no es precisamente nueva, con infinidad de precedentes en el pasado, en el género es necesario que haya también un claro principio de surrealismo, o cuando menos de fantasía, que aúne ambos conceptos. No todo vale en el ero guro. Debe existir siempre algo malsano, grotesco, que nos haga preguntarnos si no estaremos soñando todo lo que está ocurriendo; en otras palabras, mientras la violencia en el erotismo normalmente ha buscado la representación explícita del mismo, el ero guro busca tener un componente onírico, fantasioso, dentro de la misma. De ahí que uno de los clásicos del género sea Tokyo Red Hood, una reinterpretación de Caperucita Roja.
Existen infinitas maneras de lograr esa extrañeza que entrecruza erotismo y violencia, aunque en el caso que nos ocupa es particularmente sui generis cómo Kago logra acceder hasta ella. Ya sea porque se pone de moda entre las chicas rajarse el vientre como en Hara-Kiri o porque un médico se obsesiona con la belleza que existe en el cuerpo humano cuando se observa desde un corte transversal en Discos, en todas sus obras existe siempre espacio suficiente para que la parte final que suele elidirse en el nombre del género, nonsetsu, florezca con intensidad a través de una serie de rasgos que podríamos considerar como propios de Kago.
2. Humor escatológico.
Con los ejemplos ha debido quedar ya claro: Kago tiene un retorcido sentido del humor. La mayor parte de su producción tiene una escabrosa vis cómica con la cual no suele ser difícil comulgar, aunque sólo sea por lo increíblemente bestia que puede llegar a ser. Valga de ejemplo Novia ante la estación, historia recopilada en el volumen del mismo nombre, donde tenemos un ejemplo perfecto de la clase de humor que maneja: una mujer obsesionada con casarse secuestra a cuantas personas necesita para celebrar la boda hasta que conoce al hombre de su vida, un hombre obsesionado con cortar dedos ajenos para poder romper el hilo rojo invisible que une a las personas enamoradas desde el nacimiento. Como es de imaginar, la cosa no acaba demasiado bien. Con desmembramientos, falsos cupidos con ballesta, muertes accidentales, asesinatos y personas presas para poder hacer de invitados en una boda, esta historia breve es un buen ejemplo de qué clase de elementos maneja para hacer humor un artista de ero guro. Salvo porque todavía nos faltaría un elemento en la ecuación: en Novia ante la estación no hay ni una brizna de mierda.
Al hablar de «humor escatológico» no lo hacemos sólo porque en ocasiones en sus historias intervengan divinidades o el destino más común de sus personajes sea la muerte. La mierda tiene un lugar predominante en su obra, ya que siempre ha sido una petición común entre las revistas pornográficas; aunque el propio Kago ha admitido que no es un tema por el que sienta particular interés personal, la mierda ha acabado siendo una de sus señas de identidad. No es de extrañar que las heces tengan un peso predominante en la primera obra que se publicó del autor en España, Reproducción por mitosis, especialmente en una de sus historias breves: Atasco. Con un estilo bastante más explícito del que es habitual en él, seguimos la historia de una chica con tal caso de estreñimiento que tendrá que acabar acudiendo a prácticas extremas para acabar con el mismo. Aunque lejos de ser la faceta más conocida o aclamada del autor, sus historias sobre mierda, incluyendo coprofagia para los gourmets del tema, también entran dentro de sus cánones, incluso si les pesa a aquellos que no están personalmente interesados en los usos y disfrutes de la materia fecal.
3. Crítica político-científica.
Si de facetas poco conocidas del autor hablamos, entonces su vena política suele ser incluso más ignorada que su reiterativo acercamiento hacia las deposiciones. Por supuesto la crítica social à la Kago poco tiene que ver con las disertaciones profundas sobre las contradicciones inherentes al sistema y sí mucho con gente desmembrada o violada de forma completamente inmisericorde en un contexto completamente desquiciado, pero eso no le resta ni pizca de potencia. El ejemplo más contundente de cuanto tenemos publicado en España lo podemos encontrar en el breve Visita guiada, one shot contenido en Reproducción por mitosis, donde la encargada de una zona de derechos extraterritoriales —o lo que es lo mismo, una zona sin adscripción a estado alguno— nos enseña las bondades de su trabajo. Allí se suceden toda clase de actos de violencia, drogadicción o mero sinsentido, pero también un curioso modo de trabajo: atraer actos de violencia hacia los empleados para, al ser una zona libre de estado en el interior de Japón, denunciar esos actos en Japón y lograr con ello indemnizaciones para independizarse. Ocho páginas de parodia más efectivas que muchos manuales de teoría política.
También suele guardarse espacio para experimentos científicos extraños, un pequeño espacio para la Nueva Carne con ecos de crítica sociopolítica. En Super-conductive Brains Parataxis, obra inédita en nuestro país, científicos utilizan el ADN de una antigua especie de gigantes para crear toda clase de vehículos y maquinaria semibiológica, haciendo uso de partes de su cuerpo; siguiendo varias historias diferentes se irán desatando diferentes consecuencias que, por lo demás, no nos corresponde destripar en este mundo. Sólo decir que el uso de gigantes como maquinaria orgánica es una constante dentro de su obra, como nos demuestra el recientemente publicado La formidable invasión mongola.
4. Historia.
No sólo de fantasía desquiciada y tecnofuturismo cárnico vive el hombre. A veces Koga observa hacia el pasado, especialmente el medievo japonés, llevando sus ideas hacia un nuevo escenario: campesinos, monjes, samuráis, e incluso ninjas sufren las consecuencias de vivir en un manga de las formas más brutales posibles, teniendo que plegarse ante los caprichosos poderes que dominan sobre sus vidas, ya sea una princesa egoísta, dioses desnortados o el más cruel de todos los individuos: el propio autor. Aquí destacarían los dos volúmenes de Cuadernos de masacre, ambos publicados en España, recopilando diferentes historias con cierta continuidad laxa en la cual se recrea mostando algunas de las mayores barbaridades de su carrera, además de representar algunas de sus obsesiones más particulares —haciendo hincapié en las máquinas de bola, esas donde por una moneda se obtiene una bola de plástico con un muñeco; no por casualidad, el propio Kago ha generado su propio merchandising, no apto para menores, que se vende en esta clase de máquinas—.
Tampoco sería justo quedarnos sólo en la Edad Media. Ha tocado toda clase de periodos temporales, no sólo japoneses, aunque siempre ha tenido una particular predilección por la historia japonesa. En cualquier caso, entre sus mejores obras deberíamos destacar un manga que podríamos considerar de época, Dance! Kremlin Palace, una reimaginación de la Rusia soviética a través de diferentes relatos vagamente relacionados. Sólo con la idea base de la primera ya podremos hacernos una idea bastante cercana de qué clase de obra estamos hablando: una campesina paupérrima decide apuntarse al torneo nacional de ruleta rusa por la enorme suerte que posee. Y no acaba bien.
5. Misterio.
A estas alturas sobra decir que Kago es un autor completamente capaz de producir mangas fuera del ero guro, o al menos lo suficiente como para encandilar al público más general. Cuando elige esas coordenadas, lo hace con intención de adentrarse en el thriller. En Fraction, un bellísimo canto de amor al misterio donde Kago demuestra un profundo conocimiento de las técnicas del género, nos encontramos con dos historias que transcurren en paralelo: la historia del rebanador, un asesino en serie que corta por la mitad a sus víctimas, y la historia del propio Shintaro Kago, que habla con su editora sobre dejar el ero guro para adentrarse en el género del misterio. Con una soltura exquisita, llevando ambas historias hasta el extremo, entrecruzándolas en el momento que desea convertir la historia en, como no podía ser de otra forma, ero guro, podría considerarse tanto un manual de como escribir buenas historias de misterio, ya sea en cómic o cualquier otro medio, a la vez que un estupendo manga de misterio, ero guro y, para redondear la obra, clásico humor desconcertarte del autor.
Siguiendo esa línea que podríamos considerar heredada del decano del género, Edogawa Ranpo —decano del ero guro, pero también de las novelas de misterio japonesas; no accidentalmente su pseudónimo es una transliteración al japonés del nombre Edgar Allan Poe—, dentro del género de misterio Kago también se permite, en ocasiones, abrazar lo que consideraríamos estrictamente como terror. En El retornado, one shot que aparece también recopilado en Fraction, nos cuenta una historia de venganza sobrenatural en el contexto de una guerra en la cual, como era de esperar, se utilizan máquinas a partir de los cuerpos de gigantes.
6. Experimentación.
Pese a todo lo expuesto, si existe un rasgo por el cuál es famoso Shintaro Kago es por su vena experimental. Es en Reproducción por mitosis donde se puede observar de forma más evidente, ya que allí utiliza las viñetas como herramientas narrativas de una forma novedosa —ya sea mostrándonos lo que ocultan los espacios entre viñetas, haciendo que se reproduzcan por mitosis o provocando que las viñetas anteriores de cada personaje se queden pegadas a su cuerpo en una sucesión infinita—, cosa que tendría continuidad con las explicaciones del propio autor en Fraction, donde -si bien el contexto es menos experimental en apariencia- explica cuales son los límites del medio con una selección de ejemplos absurdos marcas de la casa. Eso mientras Shintaro Kago se dibuja a sí mismo en el manga siendo consciente de ser un personaje de manga, estar dibujándose a sí mismo y, por extensión, poder utilizar todos los trucos narrativos de los cuales dispone un narrador en tercera persona.
Kago no da puntada sin hilo, de ahí que todos sus experimentos tengan continuidad en diferentes historias. Ya sea que los gigantes/máquinas de guerra aparecen en diferentes momentos de la historia, que los laberintos conforman el subtexto de todas sus historias o que en cualquier momento las viñetas pueden desplazarse para mostrarnos tener consciencia —ya sea de mano del autor, un personaje o por sí mismos—, la originalidad de Shintaro Kago no radica sólo en su forma de buscar constantemente nuevos rasgos con los que explotar la singularidad del manga, sino también llevarlos hasta sus últimas consecuencias; cuando creemos que dominamos las coordenadas principales de su obra, entonces nos descubre otra faceta todavía más profunda: todas sus creaciones están, de uno u otro modo, interrelacionadas. Ha creado un microcosmos completamente coherente, con sus propias reglas internas, donde cada experimento, cada juego, cada truco estilístico o narrativo tiene razón de ser, remitiendo siempre a otro anterior (o la posibilidad de uno posterior) con el cual se relaciona, conectando así toda su obra en un juego de metareferencias constantes.
Experimentación hasta el punto de que toda su obra es, en sí misma, un experimento. Es la experiencia Shintaro Kago. Ningún otro autor puede copiar lo que ha hecho, porque ha creado algo tan particularmente propio, tan inviolablemente personal, que cualquier intento de apoderarse de él es imposible; de ahí que nos fascine, incluso con sus excesos. Larga vida al rey Kago, soberano de un mundo ero guro que no se ha olvidado del nonsetsu.
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