[Celebramos Halloween como hacemos con todo en CANINO: sobredimensionándolo. Estiramos la noche de las brujas todo un mes: cada día, aquí, durante todo noviembre, tendrás una minireseña de una película, comic, videojuego o libro relacionados con el terror y que quizás no conozcas. Si te gusta descubrir cosas, nuestro Halloween dura un mes te va a encantar. Eso sí, ojo: algunas están muertas.]
Hace poco más de un año tuve la oportunidad de charlar con Sean S. Cunningham, conocido principalmente por haber creado la saga de Viernes 13 (1980-). Dejando de lado a Jason Vorhees, Cunningham fue también uno de los artífices de La última casa a la izquierda (1972), película de bajo presupuesto, casi de guerrilla, que cambió para siempre el cine de terror. Se encargó de producirla y de facilitar la tarea a Wes Craven. Cuando le pregunté si él y Craven fueron conscientes en su momento de que estaban reformulando el género me dijo que no, y añadió lo siguiente: “No teníamos en mente revolucionar el género del terror o algo parecido. Fue uno de esos accidentes, en este caso feliz, y no formaba parte de un plan”. Y es que el cine de horror está lleno de esos casos: La noche de los muertos vivientes (1968), El proyecto de la bruja de Blair (1999)… partiendo de la independencia más absoluta y de la falta de medios, el ingenio se agudiza, la autocensura desaparece y se prueban cosas nuevas por pura necesidad. Todo eso se puede aplicar a Dementia, rara avis del cine de género de los años cincuenta. Una época en la que reinaban monstruos marinos o extraterrestres con ganas de conquistar el mundo. Un film sin diálogos adelantado a su tiempo, que se anticipa a dos títulos que sin duda beben de ella: Repulsión (1965) y Carnival of Souls (1962).
Ideada por John Parker, un personaje misterioso del que apenas existe información, con algo de ayuda de un pequeño pope de la serie B, el actor y director Bruno VeSota (ojo con uno sus títulos, The Brain Eaters -1958-), Dementia es un mediometraje de poco más de cincuenta minutos que propone un viaje alucinado por la psicosis de su protagonista; una chica sin nombre y aspecto andrógino interpretada por Adrienne Barrett que mantiene una enfermiza relación de amor-odio con los hombres. En ningún momento sabemos si lo que pasa es real o simplemente sucede dentro de su atormentada mente. Con una imaginería visual que bebe, por igual, del fantastique de Val Lewton que del noir clásico, más toda una retahíla de guiños locos al psicoanálisis de Freud (muy de moda en los cincuenta en los Estados Unidos), la película es una muestra poderosísima de terror artie, a ratos casi experimental: la ausencia de diálogos, esa banda sonora de free-jazz compuesta por el músico avant-garde George Antheil, o la visión pesadillesca que ofrece de los entornos urbanos… El filme de Parker funciona como una sólida reformulación del relato gótico en la era post-industrial, con una torturada heroína que es la vez víctima y verdugo.
Por cierto, existen dos versiones de Dementia. La buena es la que reseñamos aquí. Luego hay otra conocida con el nombre de Daughter Of Horror con ligeros cambios que incluye la voz de un narrador.