[Celebramos Halloween como hacemos con todo en CANINO: sobredimensionándolo. Estiramos la noche de las brujas todo un mes: cada día, aquí, durante todo noviembre, tendrás una minireseña de una película, comic, videojuego o libro relacionados con el terror y que quizás no conozcas. Si te gusta descubrir cosas, nuestro Halloween dura un mes te va a encantar. Eso sí, ojo: algunas están muertas.]
1987 queda lejísimos, pero por entonces el universo Stephen King ya había vivido un buen puñado de momentos cinematográficos, alguno incluso realmente notable. Carrie, Creepshow, La zona muerta, Cujo, Christine, Los chicos del maíz, Ojos de fuego, Miedo azul, Cuenta conmigo… y Salem’s Lot, miniserie que causó estragos en nuestros videoclubs en versión remontada bajo el abominable título de Phantasma II, suponemos que para intentar engañar a los pobres despistados que esperaban encontrar una nueva aventura de el hombre alto que en realidad llegaría un año más tarde y al que habría que añadir ese regreso para no confundirla con la otra “falsa secuela” del mercado español de un año antes. Como veis, nuestra distribución ya era exactamente igual que ahora: una locura con malos títulos y bastante morro. Por cierto, la miniserie original acaba de ser editada en nuestro país por Warner en alta definición y han vuelto a utilizar el título “español”, con lo que todo sigue igual.
Por entonces Larry Cohen ya tenía canas en las pelotas después de titulazos (de culto) como Estoy vivo, Demon, La serpiente voladora o The Stuff, un bagaje extraordinario, personal y macarra incluso sin mencionar sus títulos de blaxploitation.
El éxito de Estoy vivo (1974) dejó buenos dólares en Warner, que quiso recompensar a Cohen con el encargo de la adaptación de la mítica novela de vampiros de King publicada en 1975, pero el guión de Cohen no encajaba con la idea de la major, que terminó aprobando el guión de Paul Monash que rodaría Tobe Hooper en formato miniserie. Lo único que quedó de Cohen en ese guión fue la idea del vampiro nosferatizado.
Años más tarde la compañía ofreció a Cohen la posibilidad de una segunda parte de Estoy vivo, a lo que Cohen respondió con un “ok” y con un “y también la secuela de aquella peli de vampiros que no me disteis entonces”. Y así fue como pudo sacarse la espinita del pueblo vampirizado sin tener que depender de la novela original.
Además, a Cohen aún le quedaba un cartucho por detonar. Pero no un cartucho normal, no, un auténtico cartucho de dinamita: Sam Fuller sería el particular Van Helsing de su Salem’s Lot. Además, su inseparable Michael Moriarty, con quien trabajaría en varias ocasiones, era otro valor seguro a la hora de aportar a las interpretaciones el clásico pasotismo de su director y guionista, ayudado en este caso por otro colaborador habitual, su productor y ayudante a las letras James Dixon.
Fuller solía aparecer en películas de otros directores (Wim Wenders, Claude Chabrol o Steven Spielberg, eh) y demostró tener más energía que los actores jóvenes en un rodaje nocturno que en más de una ocasión estuvo a punto de paralizarse ante las condiciones de rodaje. A pesar de causar algún estrago al equipo de sonido con los puros que llevaba guardados en celofán y que sonaban durante el rodaje, entablaría una relación muy buena con Larry Cohen. Vaya dos.
¿Y la peli qué tal?
Pues una deliciosa desfachatez que arranca muy arriba, con Moriarty como antropólogo con cámara en medio de un sacrificio ritual en una selvaca hasta donde llegan noticias confusas de su hijo. El caso es que todo es una alarmante medio mentira que terminará con su chaval rebelde en la vieja casucha que nuestro (anti)héroe ha heredado en pleno centro de Jerusalem’s Lot. A partir de ahí se sucederán una cantidad infame de barrabasadas que incluyen bodas entre niños, asociaciones de vecinos peculiares y el ya clásico plan para someter a la humanidad y llenar el planeta de chupasangres.
Lejos, muy lejos del escalofrío original, Regreso a Salem’s Lot se sostiene a través de viejas máscaras de bazar y personajes exagerados hasta la parodia. Exactamente lo que uno espera en una película de Larry Cohen, ¿verdad?