[Celebramos Halloween como hacemos con todo en CANINO: sobredimensionándolo. Estiramos la noche de las brujas todo un mes: cada día, aquí, durante todo noviembre, tendrás una minireseña de una película, comic, videojuego o libro relacionados con el terror y que quizás no conozcas. Si te gusta descubrir cosas, nuestro Halloween dura un mes te va a encantar. Eso sí, ojo: algunas están muertas.]
El director de Wicked Lake, Zach Passero, es el montador habitual de Lucky McKee -al que conocerás por May (2002), The Woman (2011) o su reciente participación en la antología Cuentos de Halloween (2015)-, pero más que en la influencia de este último, quizás deberías fijarte en la carrera de los guionistas de la película para saber si lo que ofrece puede interesarte (ve anotando las #palabrasclave): por un lado tenemos a Chris Sivertson, quien precisamente escribió y dirigió junto a McKee el festival de #chicasmalas y #brujería All Cheerleaders Die (tanto la original de 2001 como el remake de 2013), y por el otro a Adam Rockoff, autor del guión de la versión de 2010 del clásico de #violaciónyvenganza I Spit on Your Grave, a la que logró dotar de sentido convirtiendo su segunda mitad en una clase magistral de #pornodetorturas.
Ahí lo tienes.
Si eres fan de esas películas, o te interesan las ficciones asociadas a esa nube de etiquetas, Wicked Lake te puede resultar disfrutable siempre que consigas sobreponerte a una falta de presupuesto tan dolorosa como los tormentos a los que son sometidos sus personajes, y a un elenco masculino que casi merecería padecerlos de verdad en sus carnes, por las penosas interpretaciones con que nos castigan (excepción hecha del veterano Frank Birney, el sacerdote interrumpido por un conejo de Pascua en Critters 2 -1988-).
Y sin embargo… también puede ocurrir que conectes de manera instantánea con su mezcla de subgéneros y su excelente banda sonora, compilada por Al Jourgensen de Ministry, y que termines aprendiéndote de memoria algunos de sus diálogos («We don’t fly around on broomsticks; actually, we drive muscle cars», o el que culmina la escena más netamente terrorífica de la película con un «No, you’re just a torso»), o incluyendo a las cuatro protagonistas y sus colgantes pentagonales en tu panteón particular de iconos del género, o hasta encontrando ecos de Jean Rollin en sus bailecicos y sus baños en el lago.
Créeme, se han dado casos.