[Celebramos Halloween como hacemos con todo en CANINO: sobredimensionándolo. Estiramos la noche de las brujas todo un mes: cada día, aquí, durante todo noviembre, tendrás una minireseña de una película, comic, videojuego o libro relacionados con el terror y que quizás no conozcas. Si te gusta descubrir cosas, nuestro Halloween dura un mes te va a encantar. Eso sí, ojo: algunas están muertas.]
Mucho, mucho tiempo antes de convertirse para bien y para mal en un Peter Jackson hispano, Guillermo del Toro era una figura ascendente en el panorama latinoamericano y realizaba todavía cortos más cercanos a David Cronenberg de lo que parece. Geometría (1987), mezcla de satanismo y exámenes, era ambicioso y creativo, pero será su largo Cronos (1993) el que le encumbre como director de éxito.
Buscando en los recovecos de la historia de México, Del Toro escribió un cuento de anticuarios, de relojeros, que viaja desde los tiempos del emperador Carlos V a nuestros días. Un escarabajo, un artefacto realizado por un alquimista permite la vida eterna al coleccionista Juan Gris -un excelente Federico Luppi-. ¿El coste? Quizá el más siniestro: sangre. Este artefacto, que desafía a los dioses, muy pronto será codiciado por otros que buscarán los mismos poderes curativos… y su misma condena.
Película vampírica, con la imaginería del autor bajo control, es un trabajo medido que evita los excesos que arruinan muchas de sus obras posteriores. Además, cuenta con un reparto de excelentes actores (Ron Perlman, Daniel Giménez Cacho) que dan empaque al drama doméstico, implícito en la trama del filme.
Este modelo, entre lo social y lo fantástico, ha tenido más secuelas por parte de Del Toro (El Espinazo del Diablo de 2001, El Laberinto del Fauno para 2006…) pero ninguna es tan poderosa y perversa narrativamente como esta reflexión fantasiosa sobre la inmortalidad.