Heavy metal, mentiras y ritos satánicos: ‘Paradise Lost’ y los Tres de West Memphis

Tres niños asesinados, una masa enfurecida reclamando justicia, incompetencia policial, informativos de TV hablando de rituales satánicos… El crimen de Robin Hood Hills fue uno de los casos más mediáticos que se recuerdan en Estados Unidos. Un documental, Paradise Lost, se hizo eco de aquella locura que llevó a prisión a tres jóvenes inocentes.

Acogerse a la Doctrina Alford, un tipo de declaración que permite al condenado declararse inocente sin negar su culpabilidad, fue lo que permitió la puesta en libertad el 19 agosto de 2011 de Jessi Misskelley, Jr., Jason Baldwin y Damien Echols, conocidos como Los Tres de West Memphis. De esta forma, el estado de Arkansas tuvo que ceder ante la presión de las cada vez más numerosas voces que pedían justicia y la liberación de los presos, pero lo hizo sin reconocer públicamente los graves errores que se cometieron en el juicio y sin mostrar intención alguna de reabrir el caso y de encontrar a los verdaderos culpables.

En mayo de 1993, Jessi, Jason y Damien fueron detenidos por los asesinatos de Christopher Byers, Stevie Branch y Michael Moore, tres niños de West Memphis de apenas ocho años. Meses después, un jurado los declaró culpables. A Jessi y a Jason les cayó cadena perpetua. A Damien, al ser considerado el cabecilla del grupo, lo mandaron al corredor de la muerte. El presunto móvil del crimen: un ritual satánico. Aunque la opinión popular celebró la sentencia, hubo quien la consideró injusta: las pruebas de la acusación no se sostenían, solo aportaban testimonios dudosos, cuando no contradictorios, sacados de la rumorología local, e indicios que supuestamente probaban la conducta satánica de los acusados: basados en la forma de vestir de los jóvenes y en las creencias religiosas y gustos literarios y musicales de Echols, a quien creían líder de una secta ocultista.

No había pruebas verídicas que situasen a Los Tres de West Memphis en el lugar del crimen, salvo una declaración de Jessie Misskelley, Jr. en la que confesaba a la policía los asesinatos, aunque refutada por expertos en falsos testimonios y por el propio Jessie, quien luego se retractó de ella y afirmó haberla realizado bajo la presión del inspector Gary Gitchell. Por no hablar de que la deliberación corrió a cargo de un jurado popular más llevado por los deseos de venganza que por la razón, e influido claramente por el eco mediático del caso: televisión y prensa no dejaban de hablar del carácter ocultista del crimen y de la presencia de grupos satánicos en la zona.

En efecto, los asesinatos de Robin Hood Hills acapararon todos los medios de comunicación. Normal que HBO se hiciera eco del suceso y encargase filmar el caso a Joe Berlinger y Bruce Sinofsky —quienes venían de realizar Brother’s Keeper (1992), un documental que abordaba también un juicio sobre un asesinato—. El rodaje duró unos ocho meses, desde poco después del hallazgo de los cuerpos hasta la celebración de los dos juicios —a Jessi lo juzgaron aparte—, y su resultado se vio dos años después de la sentencia: Paradise Lost: Asesinato en Robin Hood Hills (1996). Mediante imágenes de informativos de la época y filmaciones de los juicios y de declaraciones de los familiares de ambas partes y de Los Tres de West Memphis, este documental muestra la incompetente actuación judicial y policial, quienes ante la presión popular necesitaban hallar un culpable rápidamente y lo encontraron en Damien Echols, el bicho raro de la zona —que fue señalado por Jerry Drive, su exagente de condicional de menores—. A partir de ahí surgieron todo tipo de rumores sobre Damien y la policía siguió la pista de testimonios cuya falsedad ha quedado demostrada, como el del pequeño Aaron Hutcheon —amigo de los niños asesinados—, descartando así otras pistas más probables, como la contradictoria declaración de Christopher Moore o la aparición de un hombre ensangrentado y cubierto de barro la noche del crimen en el restaurante Bojangles, cercano al lugar de los hechos. 

Una caza de brujas sin fundamento que recuerda a la que sufre Richie (Adrien Brody), uno de los protagonistas de Nadie está a salvo de Sam (1999), a quien unos matones necesitados de un culpable le acusan de ser el Hijo de Sam sin ningún tipo de prueba, solo por su aspecto punk. Quizá no sea casual que Spike Lee hable de esto en 1999, con el impacto que tuvo Paradise Lost, como tampoco lo parece que ese mismo año se estrenase La milla verde (1999), de Frank Darabont, una película sobre un hombre inocente condenado a muerte. Curiosamente, una adaptación de una novela de Stephen King, uno de los escritores favoritos de Damien Echols.

Sospechosos de satanismo

«¿Tiene algo de malo vestir de negro? No. ¿Tiene algo de malo el heavy metal? No. ¿El libro de las sombras tiene algo de malo? No. Pero, al apreciarlo en conjunto y al mirar dentro de Damien Echols, vemos que no tiene alma«. Así concluyó la acusación. Ya se ha comentado que esta, ante la falta de pruebas físicas, se sirvió de objetos que la policía encontró en varios registros a Damien para probar que los asesinatos formaban parte de un ritual satánico. Leyeron extractos de libros sobre brujería y magia e incluso llevaron al Dr. Dale W. Griffis, un supuesto experto en ocultismo que, entre otras lindezas, comentó que los seguidores de Satán visten de negro y que la sangre de víctimas jóvenes es la más apreciada en sus ceremonias.

También la acusación hizo leer a Damien sus propias cartas durante el juicio. En ellas había citas de Shakespeare, referencias a Aleister Crowley y un extracto del …and Justice for All de Metallica, la banda favorita de Jason y Damien. Este último, en una escena de Paradise Lost habla del tema Welcome Home (Sanitarium), uno de sus preferidos, que bien podría considerarse como el principal de la banda sonora —al que acompañan otros de la banda de San Francisco como Orion o The Call of Ktulu—. Curiosamente, Joe Berlinger y Bruce Sinofsky serían años más tarde los realizadores de Somekind of Monster (2003), un aclamado documental sobre Metallica.

Entre los libros que la acusación aportó como pruebas aparecen varios de Anton LaVey, el fundador de la Iglesia de Satán, y de Stephen King, a quien Echols considera uno de los mejores escritores de terror —según él, uno de los pocos autores de ficción que leyó estando en la cárcel—. Pero lo que más daño le hará serán un ejemplar de La historia de la brujería (1971), de Frank Donovan, y un libro sobre la religión Wicca. La acusación se centrará sobre todo en el pentagrama que aparece en la portada de este último para probar su relación con el satanismo, desconociendo por completo los planteamientos de este culto. Como bien define Pilar Pedraza, la Wicca es «brujería blanca y religión neopagana artificial» con un fin igualitario y ecologista. Lo que estos inquisidores modernos ignoraban es que a Damien le interesa todo lo que tenga que ver con la magia, lo religioso y lo místico, y de hecho, practica el budismo y se ha declarado católico —incluso quiso ser sacerdote—. En su autobiografía Vida después de la muerte (Life After Death, 2012) —publicada este año en español por Orciny Press—, Echols cuenta cómo mediante la espiritualidad pudo soportar los dieciocho años en prisión esperando a que en cualquier momento le pusieran la inyección letal.

Una película los liberó

Es innegable el tremendo impacto social y mediático que produjo el estreno de Paradise Lost, no solo por la repercusión que tuvo en el caso, pues logró que una gran parte de la opinión pública reclamase un nuevo juicio a Los Tres de West Memphis y que surgieran movimientos que lucharon por su puesta en libertad, sino también por cuanto es uno de los títulos más aclamados del true crime, indispensable para entender este género y su posterior evolución.

Echols con los realizadores del documental

Ese impacto está presente en Paradise Lost 2: Revelaciones (2000), donde se incide en la importancia que tuvo la primera entrega en cuanto que generó un debate sobre la inocencia de los condenados. En esta secuela aparece un grupo de activistas que, desde la web WM3.org, pide la libertad de Jessi, Jason y Damien; asimismo, la película muestra la odisea de los abogados de Damien por apelar su pena de muerte. También se hace hincapié en la hipótesis sobre la presunta culpabilidad de John Mark Byers, padrastro de Christopher Byers —el único familiar de las víctimas que accede a ser filmado de nuevo—, una posibilidad que ya se dejó caer en la primera entrega. Byers se convierte en uno de los personajes principales de Paradise Lost, sus apariciones rozan la locura, algunas de ellas parecen performances que van más allá del delirio, como aquella en la que prende fuego a unas cruces en el lugar de los asesinatos. Sin embargo, como se verá en Paradise Lost 3: Purgatorio (2011), las sospechas sobre Byers se basan en lo mismo que las que incriminan de Los Tres de West Memphis: un comportamiento extraño a ojos de terceros. En la última entrega, Byers no cree ya en la culpabilidad de Jessi, Jason y Damien, pero sí en la de Terry Hobbs, padrastro de Stevie Branch, de quien también sospecha su exmujer Pam Hobbs. Aparte de repasar todo el caso, Paradise Lost 3 ahonda en una serie de sospechas sobre Terry Hobbs y termina con el juicio que deja en libertad a los tres convictos.

Ya fuera del corredor de la muerte, Damien figura como productor, junto a su mujer Lorri Davis y bajo el sello de la WingNut Films de Peter Jackson y Fran Walsh, de West of Memphis (Amy Berg, 2012). Este documental resume todo el caso e indaga aún más si cabe en las contradicciones de Terry Hobbs, pero también incluye aspectos más humanos de la historia, como la boda budista de Damien y Lorri. Jackson ha sido uno de los rostros conocidos que más se implicó en el caso, tiene una gran amistad con Echols e incluso se comentó que le ofreció un pequeño papel en una de las entregas de El Hobbit.

Echols, con Lorry, Amy Berg y Jackson

Frente a la cantidad de testimonios que lo incriminan, Terry Hobbs ha respondido recientemente con una biografía titulada Boxful of Nightmares (2019), escrita por Vicky Edwards, cuya sinopsis dice que «los asesinos convictos y sus simpatizantes siguen apuntando a Terry Hobbs«.

Por su parte, Jessie y Jason participaron en la producción de Condenados (2013), una película de Atom Egoyan que adapta el libro homónimo de Mara Leveritt sobre el caso y que cuenta con un reparto encabezado por Colin Firth. El filme narra la investigación y posterior juicio de los asesinatos y da protagonismo a Pam Hobbs (Reese Witherspoon), la madre de Stevie Branch, quien tras todo lo visto en el juicio parece no tener claro que Los Tres de West Memphis sean los culpables de los asesinatos. A pesar del más que acertado reparto y del profundo conocimiento del caso, la película parece un telefilme de sobremesa. No obstante, indaga en algunos hechos que pasan más desapercibidos en los documentales.

Como se ha comentado, tras el estreno de Paradise Lost, muchas voces reclamaron un nuevo juicio y pidieron la libertad de Los Tres de West Memphis, entre ellas varios rostros famosos: Eddie Vedder —que fue a verlos a la cárcel—, Peter Jackson, Johnny Depp, Natalie Maines, Marilyn Manson, Patti Smith o Axel Rose. Algunos de ellos apoyaron económicamente la causa, otros lo hicieron a través de obras colectivas o de conciertos cuya recaudación iba destinada a la defensa de Jessie, Jason y Damien. Entre esas obras destacan los álbumes Rise Above (2002), producido por Henry Rollins y compuesto por veinticuatro versiones de los Black Flag interpretadas entre otros por Chuck D, Tom Araya, Ice T, Iggy Pop, Corey Taylor o Lemmy Kilmister, y Free the West Memphis 3 (2000), publicado por Koch Records, que incluye temas de Joe Strummer, Mark Lanegan, L7 y Killing Joke.

Los Tres de West Memphis hoy

Los Tres de West Memphis tienen una vida pública bastante activa. Desde su web siguen buscando a los verdaderos asesinos de Christopher, Michael y Stevie. Quizá Jessie esté más apartado, pero Jason y Damien han apoyado causas por la derogación de la pena capital y manifestaciones por el estado de las prisiones e incluso han participado en charlas junto a personas con casos similares al suyo, como Amanda Knox.

Pero sin duda es Damien Echols el más mediático de los tres. Su creatividad es tal que ha llegado a formar parte de un colectivo artístico —The Hand—, ha escrito canciones junto a Eddie Vedder y a Michale Graves —mientras estaba en prisión—, y ha publicados varios libros como Years of Eternity (2014), junto a su esposa Lorri, o el ya mencionado Vida después de la muerte, su autobiografía, escrita en parte mientras se encontraba en el corredor de la muerte; un desgarrador relato de todo el caso que a la vez es una crítica brutal y directa contra el sistema penitenciario y policial americanos.

Actualmente realiza conferencias sobre la Magick, cuya definición, acuñada por Aleister Crowley según sus practicantes, es la de «la Ciencia y el Arte de causar cambios en conformidad con la voluntad». Sobre este tema ha publicado recientemente el libro High Magick (2018), prologado por su gran amigo Eddie Vedder. Su figura es tan interesante y popular que podemos verlo entrevistado en revistas como Revolver Magazine o Fangoria, Echols es un declarado fanático del cine de terror, e incluso hasta ha inspirado un café: Damien Echols Tzadkiel Blend.

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