Hemos visto ‘Cult of Chucky’: charlamos con Jennifer Tilly y Fiona Dourif sobre la entrega más retorcida de la saga

Jennifer Tilly entró en la familia de Muñeco diabólico hace ya veinte años, ayudando a rejuvenecerla. Fiona Dourif es hija de Brad Dourif, la mismísima voz de Chucky, e hizo lo propio hace tres años, haciendo de la sexta entrega un reinicio fresco. Ahora llega Cult of Chucky, última y desquiciada entrega de la saga del muñeco, y hemos hablado con ambas acerca de la franquicia y su futuro.

Si hay algo bueno de seguir una saga slasher en la que, en primer lugar, el asesino es un muñeco de plástico, es que cada nueva entrega es tan maleable y flexible como la goma de la que está hecho. Es decir, en Cult of Chucky (que nos llega en DVD y BR el 1 de noviembre) nos encontramos otro supuesto retorcido, extraño y delirante a partir de unos mimbres que han sido utilizados de forma horizontal, vertical, diagonal y pino-puente.




Hablar de la saga originada con Muñeco diabólico (1988) requiere entender que ha pasado por tres fases bastante bien definidas. La primera es la trilogía en la que en la carátula de los VHS ponía Muñeco diabólico en España o Child’s Play en países anglosajones. Las tres narraban el tormento de Chucky al pequeño Andy Barclay hasta que este crecía y llegaba al ejército.

¡Está vivo! – El primer renacer de Chucky

En la siguiente fase, directamente el nombre del muñeco estaba en el título. Para qué iban a engañar a nadie, si al fin y al cabo todo el mundo las llamaba “Chucky uno” o “Chucky dos”. La novia de Chucky (1998) se pitorreaba de todo el fenómeno Scream (1996) y se convertía en la mejor muestra de los slashers que siguieron su onda. Ronny Yu creó una road movie macabra y de humor cáustico que revivió la franquicia y presentó a Tiffany, la muñeca rubia que parecía sacada de una película de John Waters. “He hecho de Tiffany como muñeca, como persona, de la propia Jeniffer Tilly siendo inseminada por Tiffany. En las nuevas películas soy el cuerpo de Jennifer Tilly poseído por Tiffany” comenta Tilly sobre su experiencia en la piel de la que estaba llamada a ser una pieza fundamental de la saga.

Aquella entrega fue muy celebrada por los fans y sería la favorita de Jennifer Tilly. “Es la más divertida. Me encanta la escena en la que Tiffany ve La novia de Frankenstein en la bañera y Chucky le tira la televisión al agua. En ella me di cuenta de que Tiffany y yo tenemos muchas cosas en común. Ambas tenemos mal gusto eligiendo chicos, es una chica fashion como yo. Ella tiene una adicción a matar y yo al póker y a las tiendas. Además ambas somos totalmente divinas, claro”. Tampoco sorprende que sea la más apreciada por Fiona Douriff, que la encuentra “tan, tan, tan divertida… verdaderamente es la primera vez que una secuela no me parecía la misma película que la anterior. Creo que también es la favorita de mi padre”.

En aquel momento de renovado interés por su criatura, Don Mancini, guionista de todas las entregas toma los mandos de la dirección y arregla una secuela para la década del renacer del cine de terror. La semilla de Chucky (2004) era una parodia familiar del cine de monstruos, con referencias al ¡Estoy vivo! (1974) de Larry Cohen. Era la más trash de todas y tenía a Jennifer Tilly como estrella total, lo que ha generado una imagen para ella de icono del cine de terror. “Quedé alucinada, con la aparición de las redes sociales, de lo icónico del personaje. A veces llego en avión a algunos países y la gente me señala y dicen ‘Chucky’. Hay una gran base de fans y son bastante apasionados, hablan constantemente de Chucky y al final, creo que Tiffany es una representación de la franquicia. Cuando hacemos una convención y aparezco se vuelven locos, me siento como si fuera Leonard Nimoy presentando la nueva Star Trek, más que icono me siento una embajadora de Chucky”.

¡Sigue vivo! – El modesto retorno del icono

La última fase, ya en los 2010, ofrece una versión más cercana, en principio, a las primeras películas. Un reinicio de presupuesto más bajo, con intenciones de estreno limitado y el mercado doméstico. Pero lejos de significar un evento embarazoso para el legado del muñeco, La maldición de Chucky (2013) tiene un acabado muy notable, con muertes generosas en hemoglobina equilibradas con buen suspense. En aquella descubríamos a Fiona Dourif como protagonista, creando un automático guiño parricida, puesto que es la hija del mítico Brad Dourif, la voz del muñeco desde la primera cinta. Sin embargo, su identidad no influyó tanto en su elección como puede parecer.

Ella entró bajo el proceso de casting habitual, tras haber recibido el guion con el papel de Nica o su hermana Bárbara vacante. “No, no estaba escrito para mí”. Lo cual no impide que la actriz se confiese fan de la saga de toda la vida. “Chucky era la mejor parte de ser mi novio en el instituto. Formó parte de mi vida: mi cumpleaños es justo antes de Halloween y esa era la única vez que mi padre hacía la voz del muñeco. En mi escuela, por supuesto era conocida por ser la verdadera semilla de Chucky. Fue una de las cosas más guays de mi vida, por lo que ser parte de la franquicia ahora es muy muy guay”.

Con ella en el proyecto llega ahora la secuela directa de la anterior. En Cult of Chucky (2017) Fiona interpreta de nuevo a Nica, ahora en un hospital mental: “Nica está escrita con bastante cuidado, es un personaje pensado y tratado con cariño, puesto que es una persona con limitaciones, pero me gusta, porque eso no es un problema para ella. Hace lo mejor en cada situación, es más una luchadora que una víctima”. El problema no le es ajeno puesto que ya se enfrentó a un papel similar en el papel pasado. También nos explica que quedó con varias personas en silla de ruedas: “Fui a un hospital y pasé un buen rato con gente, saliendo con ellos y la silla a dar una vuelta al centro comercial y a distintos sitios para tomar un pulso de cómo ve el mundo una persona con ese problema, cómo de diferente es el mundo para ellos y cómo te trata la gente. Nica ha estado así desde su nacimiento, por lo que es la única experiencia que conoce, así que no es tanto un problema para ella, no echa nada a faltar”.

En Cult of Chucky se encuentra con nuevos problemas, puesto que todos creen que ha matado a su familia: “Para ella es encontrar nuevas dificultades, pero al mismo tiempo como actriz tengo muchas más cosas que hacer, nuevos lugares para explorar la interpretación del personaje. Ha sido más divertido pero mucho más difícil y extenuante”.

Cult of Chucky, el capítulo más demente

Hablar de Cult of Chucky es casi imposible sin desvelar detalles de la trama. Su tono sigue, en general, los patrones de la anterior. El nivel de asociación de la paleta de colores y la manera, bastante reconocible, que tiene de presentar los chorretones de sangre, sugiere un complemento de la primera historia, pero mientras aquella jugaba a volver al suspense y los elementos básicos de narración, en esta a Macini le vuelve a apetecer hacer el gamberro.

Mientras que el tono es uno de los más oscuros de la saga, sigue existiendo el humor salvaje y la experimentación con el argumento, casi más propia de géneros alejados del slasher puro. Es decir, tiene un punto del subgénero de realidades alteradas en sanatorio mental a lo Shutter Island (2010), aunque el referente más claro y confeso sea también un slasher sobrenatural como Pesadilla en Elm Street 3 (1984).

De cualquier manera, la narración se va volviendo más loca y sorprendente a medida que avanza hasta, definitivamente, perder la chaveta del todo y abrazar el puro delirio de esa manera que tan bien le sale a Mancini. Una de las novedades es que de alguna manera consigue hacer confluir en la trama elementos de esa primera fase de la saga con los de la segunda. Para Tilly esto funciona gracias “al amor de Don por la franquicia. Realmente ama a sus personajes y las películas de la saga. Ha escrito todas y cada una de las entregas y no hay nadie que las conozca mejor, por lo que siempre me acaba sorprendiendo”.

No decimos ningún spoiler si mencionamos que en esta entrega reaparece un Andy Barclay, el niño de las tres primeras entregas, ya crecidito. Y quien viera el final de La maldición de Chucky puede adivinar que, de nuevo, Tiffany vuelve a tener un papel relevante. Según Tilly, “el papel en esta película está más en la sombra pero el hecho de que llegue y juegue con Fiona y le lleve un muñeco de Chucky, la hace funcionar como la instigadora, poniendo todo en movimiento. Siento que esta película es algo más diabólica, puede que mucho más malvada que en el resto de las entregas. Cuando leí el guion de las últimas películas pensé que el tono era mucho más turbio, más terrorífico, no sabía si aún había un hueco para Tiffany en esta nueva reencarnación oscura de la saga. Quizá está porque creo que Don piensa que debe ponerme en todas las entregas de la saga hasta el fin de los tiempos”.

La actriz explica que en su nueva aparición el personaje vive una vida llena de privilegios y las indicaciones para su personaje fueron diferentes. “Don me dijo que ahora Tiffany ya no era una rubia trashy, el modelo ahora era Tippi Hedren o Cate Blanchett. Imagina mi cara con todos mis vestidos explosivos en la mano. No lo podía creer, pero me explicó que ahora era una señora elegante, una trepa que ha cambiado de clase social”. Los tres personajes más importantes de la saga se juntan en un tercer acto inesperado, en una resolución que aprovecha los elementos meta de una forma no exenta de sentido del humor enfermizo, pero que encaja de forma sorprendentemente efectiva.

A estas alturas, la idea de tener más películas sobre Chucky es una por la que nadie había preguntado, desde luego, pero con capítulos como el presente se puede ver la saga como una especie de serial fuera de modas. Y que merece más la pena que un buen puñado de esas series que adaptan o extienden películas de terror con suficiente nombre como para facturar una docena de episodios sin alma y mucho relleno.

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