In memoriam Diana Rigg: nos deja un icono inmortal

Recién fallecida a los 82 años, repasamos la carrera de una de las actrices británicas más icónicas de todos los tiempos, la glamurosa y elegante Diana Rigg, que se convirtió gracias a Los Vengadores en un icono de la moda y de la liberación de la mujer en la década de los sesenta, y que ha seguido trabajando hasta el final, como demuestran sus recientes papeles en Juego de Tronos y Doctor Who. 

Diana Rigg pasó sus primera infancia en la India. Regresó a Inglaterra a los ocho años y comenzó su formación en la Royal Academy of Dramatic Art en 1955. Su carrera profesional comenzó en la Royal Shakespeare Company, donde compartió escenario con Laurence Olivier. Su primera gran oportunidad en la televisión fue en un episodio de Sentimental Agent (1963) escrito por Brian Clemens y en el que ya mostraba su irresistible inteligencia, independencia y encanto.

El éxito le llegaría gracias a la inmarcesible serie Los Vengadores (1961-1969), en la que entró sustituyendo a Honor Blackman, que marchaba para interpretar a la Pussy Galore en Goldfinger (1964). Rigg era la nueva compañera de Steed, el otro protagonista de la serie, encarnado por el gran Patrick Macnee. Su personaje, la señorita Emma Peel, era experta en el arte del combate, culta, irreverente y elegante. Como Steed, disfrutaba de una vida llena de peligros. El glamour natural de Rigg convirtió al personaje en un icono de la moda y de los años sesenta en general. Sus monos ajustados y sus modelos (el famoso “Emma-Peeler”) se comercializaron con enorme éxito. Pese a mantener una relación de igual a igual con Steed, la señorita Peel se veía con frecuencia obligada a adoptar roles estereotipados -enfermera, dependienta- en el curso de sus investigaciones. Y es que el personaje se pensó para atraer a una audiencia masculina. No en vano su nombre era un juego de palabras de los showrunners con “M appeal” [“el atractivo para los hombres”]. Aun así, Rigg se convirtió en un modelo a seguir para las mujeres, en un icono del feminismo dentro de los estrechos márgenes que ofrecía la televisión de entonces.

La prueba es que Diana Rigg también tuvo que luchar por su derecho a ser reconocida fuera de la pantalla. Después de trabajar en sus primeros 12 episodios de Los Vengadores, descubrió que cobraba menos que los cámaras y se negó a continuar en la serie si no se mejoraban sus condiciones de salario y descanso. Por fortuna, sus jefes recapacitaron, en parte gracias a la ayuda del siempre caballeroso y ejemplar Mcnee. Tras dos espléndidas temporadas, una en blanco y negro y otra en color, Rigg abandonó la serie. La presión de la fama le resultaba excesiva. Se sentía incómoda con las entrevistas, las exigencias de la promoción y las sesiones de fotos. Recibía tal cantidad de cartas de fans que se dice que pidió a su madre que se ocupara de responderlas. Esta recomendaba habitualmente a los ardientes seguidores de su hija que se dieran duchas frías o salieran a dar una vuelta.

En los años inmediatamente posteriores a su salida de Los Vengadores, Rigg siguió interpretando papeles en el género de espías: En El club de los asesinos (1969), junto a Oliver Reed y Telly Savalas, en una curiosa miniserie de bajo presupuesto rodada en España titulada Minikillers (1969), y, sobre todo, en Al servicio secreto de Su Majestad (1970), la que para muchos es la mejor película de la saga Bond. En ella interpretaba a Tracy, la única mujer que hasta el momento ha conseguido llevar a 007 al altar (para grave perjuicio de su salud, eso sí). George Lazenby, el efímero Bond de Al servicio secreto de Su Majestad, y Rigg mantuvieron durante décadas una disputa tan banal como agria. Lazenby acusaba a la actriz de haberse hartado de comer ajo justo antes de que rodaran una escena en la que se besaban para así mantenerle a raya. Una acusación que casaba bien con la imagen publica de Rigg como mujer rebelde y libre pero que terminó revelando más bien que Lazenby era un poquito bastante imbécil.

Quizá porque pensaba que era mejor dejarlo cuando estaba en lo más alto, Rigg aprovechó el cambio de década para dar un giro en su carrera hacia papeles considerados más elevados. En la interesante Anatomía de un hospital (1971) interpretaba a una hippie con fijación por los hombres mayores, George C Scott en este caso; un personaje horriblemente escrito que Rigg casi conseguía hacer verosímil gracias a su talento. Tras aparecer en numerosas producciones teatrales y volver a sus raíces Shakesperianas, Rigg llegaría en aquellos años al culmen de su fama personal gracias a su propia serie de televisión, Diana (1973-1974),

En las décadas siguientes, Rigg apenas dejó de trabajar, ya fuera en la pantalla o sobre los escenarios. Siempre se mantuvo educadamente alejada de Los Vengadores salvo para hablar elogiosamente de su compañero Patrick Macnee. Aunque en los sesenta Emma Peel ayudó a las mujeres a ocupar un lugar de igualdad en el audiovisual, Rigg siempre consideró que el personaje era una caricatura que solo sabía dar patadas de kárate. En 2019 confesó que nunca había visto un episodio de la serie. Pero tampoco tenía demasiada buena opinión del género de espías actual. Cuando se rumoreaba que Daniel Craig ya no volvería a interpretar a James Bond, Rigg declaró que la única esperanza de renovación del personaje era que la nueva 007 fuera negra y lesbiana.

En los últimos años, Diana Rigg volvió a las pantallas en Juego de Tronos (2011-19) como Lady Olena Tyrell, un papel que la hizo merecedora de un Emmy; en Doctor Who, y en la interesante serie Detectorists (2014-2017), que coprotagonizó junto a su hija Rachael Stirling. En 2018, a la edad de 80 años, Rigg regresó a Broadway en una reposición de My Fair Lady, por la que obtuvo una nominación al premio Tony. Completaba así una vida plena e intensa hasta el último sorbo. “No quiero jubilarme”, decía. “No quiero jubilarme nunca. ¿Qué sentido tiene?”. Tristes por su desaparición pero felices porque vivió hasta el final de acuerdo con sus principios, levantemos nuestras copas de champán y brindemos por ella. Gracias por todo, Dame Diana.  

¿Te ha gustado este artículo? Puedes colaborar con Canino en nuestro Patreon. Ayúdanos a seguir creciendo.

Publicidad