El antropólogo Iñaki Domínguez se ha convertido en nuestro particular Claude Lévi-Strauss sustituyendo los tristes trópicos por esos tópicos traperos de la canalla celtíbera contemporánea. Este autor, desde su éxito con Sociología del moderneo del año 2017, ha venido publicando un libro al año y ahora nos trae con Macarras interseculares: Una historia de Madrid a través de sus mitos callejeros un alucinado recorrido, una historia oral de los macarras madrileños de los años cincuenta a los noventa.
El testimonio de los macarras, malotes o chungos con sus “palabras de la tribu”, que diría Mallarmé sobre Edgar Poe, han supuesto para Iñaki Domínguez una fantástica fuente, un diamante sin pulir, que ha tallado uno de los mejores trabajos de historia oral publicados aquí. Con más de veinte informantes, estableciendo una cronología por barrios, el antropólogo ha tejido con Macarras interseculares una red narrativa donde resuenan los ecos de la mitología de un tiempo, de un país, donde el prestigio social todavía dependía de los puños. CANINO tuvo la oportunidad de hablar con Iñaki Domínguez en esta entrevista:
JULIO TOVAR (JT): ¿Cómo llegas a interesarte por el mundo macarra? ¿Estuviste en alguna pandilla o algo parecido?
IKAÑI DOMÍNGUEZ (ID): Pues no. Me intereso porque siempre he sido persona callejera: salir, ir de juerga, etc. Existían siempre esos mitos callejeros y en el mundo del grafiti donde estaba había macarras, malotes, y me sonaban ciertos nombres y grupos. Me pareció interesante documentarlo.
JT: Recoges, de hecho, la expresión “menudo personaje” propia del “macarreo” de finales de los 80 e inicios de los 90 en Madrid
ID: Sí, es parte de la mitología urbana: me parecía interesante ponerlo en papel y cuando he tenido la oportunidad, lo he hecho.
JT: ¿Qué es lo que te fascinó de esta “intrahistoria oral” del colectivo? ¿Las anécdotas absurdas? ¿La supervivencia de muchos de ellos?
ID: Las anécdotas absurdas o extrañas o extraordinarias me interesan mucho; me parece que dan mucho juego para la lectura. Son historias reales, algo que muchos cuestionan… Creo que las anécdotas son especialmente atractivas para el lector.
JT: Te quería preguntar, de hecho, sobre las mentiras y el carácter distorsionador de estas. Lo bien que mienten ¿Son los macarras a su modo chamanes de sus propias leyendas? En tu libro fascina cómo una tradición oral se traslada de uno a otro informante, en el estilo del libro clásico de historia oral The death of Luigi Trastulli (1991) de Alessandro Portelli sobre la muerte de un obrero italiano…
ID: De primeras, es que voy buscando unas personas concretas cuya reputación les precede.
JT: Esa gente que cita todo el mundo…
ID: Exactamente. Era gente que ya se hablaba de ellos cuando yo iba por ciertos sitios y luego, cuando vas investigando, te hablan de algunos nuevos que no conocías. Este es el caso de La Panda del Moco o los Ojos Negros, que yo no conocía de antes. Aunque la reputación les precede, no me baso en el testimonio individual de la persona que habla de sí misma, sino que también empleo los testimonios de otras personas; lo contrasto. Algunas de las historias más descabelladas estaban en los periódicos, pero también busqué a otros informantes de otras épocas u otros tiempos que sepan algo al respecto. Te confirman que lo citado, la anécdota, es real, aunque existe una distorsión que puede ser inflar más el protagonismo de uno u otro…
JT: ¿Por qué redactaste los testimonios orales? ¿Miedo a una posible denuncia? ¿Método de enlazar mejor entre capítulos? La oralidad, el argot cheli, se pierde un poco en la redacción…
ID: Porque, en este caso, decidí hacer un ensayo en el que escribo yo. Algunos testimonios eran tan buenos que decidí dejarlos, aunque resultan a veces escasos en el libro. No quise renunciar a mi propia intervención y utilicé términos antropológicos o filosóficos. Me apetecía un texto heterogéneo que tuviera cosas variadas: canciones, noticias, etc. Creo que de las historias narradas por los protagonistas no encontré ni un 1% que no fuera valioso. Todo lo que contaban era importante, increíble…te dan ganas de entrevistar a todo el mundo; realizar una comedia humana sin final…

JT: ¿Te preocupaste de comprobar la veracidad de tus fuentes? Es decir, buscar si murió de verdad un “jebi” al tirarse por un barranco luego de un tripi, como se afirma en una de las mejores partes del libro
ID: Sí, eso es muy fácil de confirmar. No lo confirmas de manera totalmente directa, pero es muy común en personas que han consumido psicodélicos lo de suicidarse tirándose por la ventana. Conozco casos de tres o cuatro personas que tras consumir LSD o setas alucinógenas se han tirado por la ventana o se han suicidado de ese modo. En ese caso concreto no verificas que sea totalmente real, pero tienes las pruebas circunstanciales de que posiblemente sea real.
JT: Tu libro, en el estilo de Por favor, mátame, es más festivo, más divertido, que tétrico… a excepción de la parte de los iraníes ¿Tan jodidos eran? ¿Por qué tu informante tiene tanto miedo de dar nombres? ¿Movía gente tan importante la heroína y los iraníes?
ID: A los iraníes les tenía miedo todo el mundo. Hay que diferenciar, también, entre los iraníes originales, que vienen exiliados desde la revolución de Ruhollah Jomeini a inicio de los ochenta, y otros posteriores.
JT: En Laberinto de pasiones de Pedro Almodóvar, de 1982, el protagonista, Riza Niro (Imanol Arias), es una parodia de esos refugiados debido al régimen teocrático de Irán…
ID: Esos primeros eran muchos miembros de mafias de venta de heroína. Luego, derivados de estos, estaban aquellos que controlaban discotecas. Hubo un famoso asesinato de un portero en una sala de Ronda de Toledo (yo iba a esa discoteca) en 1999.
JT: ¿Te llegaron a decir nombres importantes de la farándula española que estuvieran en contacto con los iraníes? Me refiero al tema de las drogas…
ID: No, no. Eran muy visibles. No es tanto ese mundo especial de lujo, sino el de la propia plaza del Dos de Mayo donde también trapicheaban en las propias calles. Luego algunos se metieron en cosas más serias y otros no.

JT: Es muy divertida la parte donde entrevistas a Dum Dum Pacheco: de gorila de Camilo Sesto a boxeador y legionario celebrado por el propio Franco ¿No merecería un filme o al menos un homenaje? ¿Qué tal ha sobrevivido a esa vida de película?
ID: Se conserva bastante bien. Está, como muchos de los exboxeadores, un poco en la pobreza. Vive en un piso de renta antigua, en Hortaleza y tiene un grupo en el bar y se toma sus cervezas Radler, aunque no es alcohólico. La taberna, incluso, tiene fotos de él. Las vecinas todavía le saludan con ese aire madrileño, con mucha gracia…
JT: Cuentas en tu libro que el gorro de la Legión, el chapiri que llevaba Dum Dum Pacheco en sus combates fue una petición de Franco ¿No?
ID: Esto es debido a que el médico de cabecera del dictador, Vicente Gil, era el presidente de la Federación de Boxeo en España. A este último le comunicaba cosas Franco y éste se las pasaba a Dum Dum Pacheco, que era muy profranquista. ¿Por qué? Este boxeador nació en una chabola donde estaba el Vicente Calderón y le dieron una casa…
JT: Esto es la obra social que realizaba Falange. El legendario letrero con el yugo y las flechas que tenían muchos edificios en barrios de reciente construcción…
ID: Franco para él era una especie de benefactor: te daba una casa y pasabas a ser su mayor defensor. Es lo mismo que el PSOE en Andalucía, que se critica ahora mucho. Es una simbiosis entre el mundo obrero y el poder.
JT: Blas Piñar, en sus memorias, recordaba cómo Lola Flores llegaba a besar la foto de Franco al entrar en su despacho. Es fácil comprar a la gente…
ID: (Risas). Antes del boxeo, Dum Dum estuvo en los Ojos Negros, que era una banda muy famosa….

JT: Esa es la parte Quadrophenia: un grupo de mods con bisoñé protegiendo a Camilo Sesto en las discotecas de los fachas. Sesto comenzó haciendo cover muy buenas de los Beatles con Los Dayson.
ID: El macarra representaba la modernidad y estaba siempre asociado al cine que venía de fuera. Juntan elementos anglosajones y este grupo de macarras admiraban mucho a Camilo Sesto. Primero, adoraban West Side Story y por ello formaron una banda. A Sesto lo idolatraban porque representaba la modernidad absoluta. Se convirtieron, así, en sus benefactores: le ayudaban a encontrar conciertos y servían como escoltas del cantante. Esto le venía genial como protección frente a la violencia que se desataba por elementos conservadores contra los modernos del tiempo…
JT: Hay un momento fascinante en el libro y es donde describes como fueron todos los Ojos Negros a ver el estreno de Jesuscristo Superstar en 1975 invitados por Camilo y en primera fila…
ID: Eso es (risas). Uno de ellos posteriormente murió asesinado por un ajuste de cuentas.
JT: El mundo rocker, las palizas entre mods y rocker, está muy trabajada. ¿Cómo llegas a esos informantes en Madrid? ¿No fue el mundo rocker mucho más intenso en Barcelona?
ID: Yo no lo sabía esto, aunque claro, conocía a Loquillo. Pero en Madrid fueron muy importantes y todavía lo siguen siendo, aunque ya no prolifera esta tribu urbana entre los jóvenes del todo. Los últimos rockers que yo conocí, en el año 1995, fueron en Malasaña siendo adolescente; los veías en la puerta del King Creole y muchos pertenecían a generaciones anteriores.
JT: Diferencias muy bien lo que eran las relaciones chico y chica en los rockers y que veían a ellas como “princesitas”. Todo muy American Graffiti y que ahora tiene un gran contraste con el mundo millennial adolescente
ID: Esto me lo contó Miguel Trillo, el fotógrafo. Se supone que los rockers idealizan el sur de EE.UU., portan la bandera confederada y de algún modo se consideran “gentleman sureños”, de ahí su relación caballerosa con las mujeres.

JT: ¿Es verdad que Cristina Cifuentes, posterior presidenta de la comunidad de Madrid, fue mod? ¿Quién te da el dato?
ID: Bueno, eso me lo dijeron en un narcopiso (risas). Era en Malasaña y varias personas me lo comentaron, aunque no pude corroborar, ni contrastar. Además, no encontré nada en Internet. Hablemos de ello como una hipótesis (risas).
JT: Serían los tiempos donde hacía derecho en la Universidad Complutense y era joven. Se educó en un colegio de Argüelles…
ID: Sí, además las franjas de edad coinciden.
JT: Existen en tu ensayo perfiles novelescos, Juan Candelas del siglo XXI, que son romanceros andantes como el supremacista blanco y rocker Stoneman -posterior contacto del KKK en España- o el Francés -líder de la Panda del Moco, que compartió colegio con Pedro Sánchez y fue campeón de full contact en 1984-. ¿Por qué no escriben sus memorias? ¿Cuál de todos estos informantes te fascinó más?
ID: Muchos de ellos. El Francés de la Panda del Moco es uno de ellos y nos hemos hecho muy colegas. Pero hay muchos personajes llamativos, ¿eh?
JT: ¿Alguno que creas que merecía más espacio en el libro?
ID: La verdad es que no. Me centro sobre todo en las personas cuyas historias me gustaría leer.
JT :¿Has llegado a investigar la muerte de Stoneman? No se aclara en el libro y no se sabe si lo asesinó el Ku Klux Klan o murió en Alemania…
ID: La mitología afirma que fue asesinado por el Ku Klux Klan, pero Juanma el Terrible, que era muy amigo suyo, afirma que murió en Alemania de neumonía. Creo más a Juanma que a la leyenda…

JT: Volviendo al tema anterior, ¿cómo llegas a interesarte por la Panda del Moco que dirigían el Francés y otros pijos canallas? En las historias orales de los barrios, de la movida, siempre se omite al pijo macarra, cuando fue fundamental en épocas afluentes como finales de los ochenta, cuando Hombres G llenaban estadios…
ID: “Canallita” no, que estamos hablando de un grupo de malotes muy serio (risas). Algunos de ellos habían tenido contacto con los Miami y esos no eran precisamente “canallitas”. El pijo malote siempre me fascinó. Para este caso entrevisté, entre otros, al típico pijo canallita, como dices, que incluso no tenía dientes creo que por fumar coca…
JT: Me encanta la estética: sudaderas de New Balance y Nike Cortez, ya en los noventa. Acababan todos en colegios–cárcel, casi como reformatorio, cerca de Plaza de Castilla.
ID: Sí, sí. Quedé fascinado con la Panda del Moco y pregunté algo en un blog. En esa bitácora me contestó directamente el Francés, que era un miembro original de la banda. El tipo habla por los codos y esa cháchara era clave en el libro: mitos que yo no conocía y que se pasan al papel.
JT: La redención del Francés, de macarra a militar francés, es fascinante. Parece un personaje de Maupassant.
ID: Sí. Es un tipo muy inteligente y es rico. No tiene que trabajar. Todavía le encantan esas movidas, ¿eh? Está en contacto con las nuevas generaciones.
JT: Una de las mejores partes sociológicas del libro es donde analizas la influencia de la base de Torrejón en crear microcosmos“americano” en Madrid en zonas como Plaza de Castilla o el propio pueblo ¿Qué queda de la influencia cultural de esa zona? ¿Fueron de verdad los americanos los que “abrieron” culturalmente la capital a las modas globales juveniles?
ID: En términos absolutos no, ya que el cine también difundía estéticas americanas.
Y quizá la influencia francesa…
ID: Esta era más artística, intelectualoide, y aquellos jóvenes de los ochenta cogían influencias de otros lados. De lo anglosajón, vaya. Pero en Torrejón había esa cultura americana, yo tenía amigos allí, y conocía ese rollo hip-hop.
Hablamos con Iñaki Domínguez, autor de MACARRAS INTERSECULARES, una historia oral de las personalidades más estrafalarias y peligrosas de los macarras madrileños desde los años cincuenta.
JT: Mencionas, también, los bares de estilo americano en Plaza de Castilla…y la cantidad de sitios de putas allí.
ID: Hay mogollón de barras americanas. Está la zona del D’Angelo, que sigue activo, e incluso también Las Colmenas. Allí quedan unos pequeños prostíbulos en el Barrio de la Concepción.
JT: ¿Está la historia del rap y el hip hop por historiar aquí? Tu trabajo respecto a los raperos de Torrejón, los primeros grafiteros, es iluminador, pero parece como su camino quedara inconcluso, como si las generaciones del trap no los conocieran…
ID: Es lamentable, pero también habría que preguntar a los jóvenes. En mi tiempo, cuando yo era adolescente, había mucha cultura retro. Creo que los traperos sí que intentan conocerlos, tienen Internet, y especialmente los cantantes famosos intentan informarse.
JT: ¿Qué está haciendo el bueno de MC Randy ahora? Uno de los pioneros del hip hop en España
ID: Trabaja, sacó dinero con su música pero se cortó su carrera…
JT: Lo veo como una especie de Vanilla Ice hispano, un poco mejor, secundario del programa de televisión La Quinta Marcha…
ID: Se reformó el piso y sigue trabajando, aunque no recuerdo en qué. No se le veía mal, tenía su BMW.
JT: ¿Fue el plumas Pedro Gómez el gran anillo único, el amuleto supremo, de todo bakala en los noventa? Se creó una mitología incluso superior a las Reebok Pump o las Air Jordan…
ID: Esta prenda de vestir demuestra que el concepto de apropiación cultural es el más estúpido de todos los tiempos. Todos los elementos que utilizamos provienen de culturas distintas. Esta prenda nos sirve para ver cómo los símbolos culturales son apropiados y no siempre de los ricos a los pobres, como se habla. Estos plumas, el Pedro Gómez, eran un símbolo de estatus entre personas adineradas. Al robar los Pedro Gómez a los ricos se acabó convirtiendo en un icono de los “bakalas” barriobajeros.

JT: La superchería de esa prenda se erige también porque dejaron de fabricarse, como cuentas en el libro
ID: Ya no podían conseguirse en la tienda. A finales de los noventa, de hecho, nadie tenía Pedro Gómez: existían los Roc Neige y alguno más. Ahí cobra un valor especial esa prenda.
JT: También, parte del objetivo inicial del Pedro Gómez era aparentar musculatura, porque los “bakalas” eran muy tirillas
ID: Sí, sí, era aparentar corpulencia. Y era muy funcional, porque el bakala siempre estaba en el parque en invierno (risas).
JT: El libro es un recorrido de Madrid, pero parece cortarse a mediados de los noventa como si el “macarra castizo” desapareciera para ser reemplazado por bandas que, probablemente, no hablarían jamás contigo como esos testimonios ¿Te planteas ampliar la obra?
ID: Sí, estoy haciendo entrevistas de hecho. Pero no creas que será cronológico y se trata de investigar más en profundidad. Como decía un lector en Twitter, que no conocía, el libro puede dejar una sensación de iceberg: sólo vemos la punta y hay mucho más debajo. Incluso, también, en la misma época. Me gusta ser heterodoxo y saltarme las cronologías.
JT: ¿Te planteas llegar al mundo Zombie Kids y el Madrid del MDMA?
ID: Pero eso es más moderneo, ¿no?
JT: Pero hubo bastante macarreo, por historias de drogas
ID: ¿Qué mundo macarra se podría analizar en los dosmil? Quizá las pandillas de Ñetas o Latin Kings.

JT: Pero, quizá, eso se opondría al propósito original: el macarra castizo
ID: Exacto. En el libro aparecen muchos inmigrantes, hijos de inmigrantes, pero son mucho más castizos. Esas bandas ni siquiera tienen su origen aquí y son demasiado extranjeras.
JT: ¿No crees que el libro funciona como una estupenda historia de la droga en la capital? Están todas, con sus camellos y sus modas asociadas. ¿El macarra elige la droga o es al revés?
ID: Pues, joder, no lo sé. Pero la droga está presente en la vida de todos ¿eh? Se han encontrado en cavernas paleolíticas, según decía Ortega y Gasset. Lo de tomar sustancias para alterar tu conciencia ha existido siempre.
JT: De hecho, tu libro documenta a mucho macarra superviviente de la drogodependencia y no se les ve tan mal como parece…
ID: Rompe la versión apocalíptica, pero ten en cuenta también que exageran ¿eh? Hay uno que dice en libro “solo un 5% se ha muerto” (risas) Es una reacción al discurso de “tomas droga y te mueres” de los medios. Salen muchas personas hablando del tema e incluso fumadores de coca desde finales de los setenta y estaban “bien”.
JT: Existe, también, una descripción propia de George A. Romero de las barranquillas y demás supermercados de la droga. ¿Consideras que el Estado cometió un “genocidio silencioso” con todos estos adictos como dice uno de tus informantes?
ID: Sí, creo que es parte de la hipocresía de la moral pública. Es decir, no podían introducir jeringuillas en las cárceles porque sería aceptar implícitamente que la gente se pinchaba allí. Se quería mantener la fachada de buenismo moral. Para mí es casi un crimen y es cuando el dogma público se impone a la realidad material. Por mantener la compostura, la fachada, murieron cientos de SIDA por mantener esa falsa moral.

JT: Hay en el libro, de hecho, una imagen divertida por esperpéntica, no sé si feliz, de los baretos y discotecas improvisadas de las barranquillas, que daban música y bocadillos a los yonkis
ID: Sí, sí, tenían casetas de marchuqui, ¡eso lo he visto yo! Alguna vez he ido, y aunque es el Pasaje del Terror, eso es verdad, existían chiringuitos de latinos con cerveza. Acompañaba a un amigo, éste se perdió por allí, y yo me quedé en ese bar tomando una cerveza. Existían incluso casos de gente que hacía fiestas. Como dice mi informante, fumaban coca, que es estimulante. Esto no me lo dice cualquiera, me lo dice un médico, que tiene nombres y apellidos. Estaba en un proyecto donde daban jeringuillas limpias a los drogodependientes.
JT: Creas una imagen de Poli Díaz a ritmo de bakalao que es literatura pura
ID: ¡Y eso es real! (risas)
JT: ¿Es cierto eso que dicen tus informantes de que la mayoría de gimnasios en la capital tienen su origen en militantes de extrema derecha? Parece como si en los 80 todo el mundo CEDADE, esos criptonazis macarras, hubieran descubierto a Yukio Mishima….
ID: Sí, eso es curioso, parece contradictorio. Estoy desarrollando, incluso, una teoría según la cual las elites protegidas por la dictadura, por el franquismo, consciente e inconscientemente se preparaban para la guerra ahora que iban a perder sus privilegios con la democracia. Muchos de ellos se ejercitaban físicamente porque iban a enfrentarse a otras clases sociales. Esto no era solo a conciencia, entrenarse con nunchakus y demás, aunque algunos lo hacían por moda. De ahí surge el culto a la pelea y las artes marciales en el mundo pijo en los años ochenta. Esto se enlaza con la moda del kung-fu, con sus películas, que venía de la década anterior.
JT: Es este franquista sociológico, cuyo mundo se derrumba, y busca otros referentes
ID: A eso me refería.
JT: Pero muchos de estos pijos, intentos de pijos, no eran precisamente de clase media y alta
ID: Lo pijo estaba de moda a finales de los ochenta y muchos malotes que parecían pijos venían de clases sociales más bajas. Si ahora los pijos van de macarras, entonces los macarras se disfrazaban de pijos.

JT: Volviendo a la fascinación por la violencia de la ultraderecha, bien reconstruida en tribus urbanas de tu libro, es conocido que Millán-Astray leyó el Bushido, el código de honor samurai, en los años veinta. De ahí viene la divisa “Viva la muerte” contra Unamuno, que habría aplaudido Jünger
ID: Sí, lo había leído. De hecho, muchos de los macarras más conservadores estaban vinculados a gente importante. Eran cultos, pero locos.
JT: De hecho, a lo largo del libro el mundo de los fachas que daban palizas supone el “gran miedo” de todo macarra que citas ¿fue tan masivo como lo cuentan tus informantes? También aparece esto en los filmes de Eloy de la Iglesia…
ID: Era como los skin de los noventa, pero con otra estética. Era básicamente juntarse varios tipos y dar palizas a negros o piojosos, como los llamaba uno de los informantes. Se les llamaban “los guarros” ya en los noventa. Era el mismo fenómeno de los skin pero en este caso eran los cachorros recién salidos del régimen anterior.
JT: Estas tribus urbanas van cambiando su estética en los noventa, se convierten en skins, y tenían su centro de reunión en sitios como la plaza de los cubos. Es el climax de El día de la Bestia
ID: Y lo fascinante es el cambio de imagen: entrevisté a un conocido skin y lo sorprendente era el cambio de imagen. Jamás sabrías que era nazi por la calle. En Malasaña te sentías protegido de esas tribus nazis porque nunca venían. A veces entraban, creo, pero nunca los vi.
JT: ¿No echas en falta en tu obra algún capítulo de desarrollo regional? Hay hilos sin conexión que duele que no desarrolles: la ruta del bakalao, los rockers en Barcelona, el mundo farlopero de Galicia…
ID: Sí, los nazis en Barcelona, había cantidad…
JT: ¡La librería Europa!
ID: ¡Sí! Y había Boixos nois también en Madrid, lo cuento en el libro, lo cual era curiosísimo. En San Sebastián de los Reyes, me contaron. Todos esos fenómenos regionales no me parecen tan problemáticos para el libro; quizá podría tratarlo en un capítulo futuro.

JT: De hecho, comentas por encima la conexión del mundo gótico de finales de los ochenta con la Ruta del Bakalao, con muy buenos referentes (el libro oral de Luis Costa)
ID: Aparece Valencia, claro. Los que robaban bancos a principios de los ochenta se iban a Valencia a gastarse el dinero. Me encantaría hacer un libro parecido con macarras en Barcelona, también.
JT: Pero allí las clases sociales están más enfrentadas, no existen esas conexiones de clase de Madrid y que son base de tu investigación
ID: En Madrid es curioso esto: varios miembros de la Panda del Moco no eran precisamente pijos. Y luego está la conexión judía. Algunos de ellos lo eran y se conocieron por solidaridad interclase debido a la religión. Al ser una minoría, tendían a sentirse fuera del resto.
JT: Tienes una imagen prodigiosa en el libro, propia del final de Pulp Fiction, en la cual miembros de este grupo quedaban en los recién inaugurados VIPS todos vestidos de New Balance con pistolas debajo de la sudadera
ID: (Risas) A veces iban con ropa deportiva Caribbean, de skater, que tuvo éxito en el mundo pijo de entre décadas.
JT: ¿Cuál será tu próximo objeto de estudio antropológico? ¿El mundo trap? ¿La generación Zombie Kids? ¿Cómo ves a los jóvenes actuales como antropólogo? ¿no son generaciones mucho más paradas y sin el toque social de antaño?
ID: Lo primero de todo es que son muchos menos (risas). Son muchos menos, demográficamente. Cuando hablamos del poder de los baby boom en la cultura es porque eran muchos más. La gente de treinta y muchos éramos más que ahora (el doble). Las nuevas tecnologías suelen ser un mundo de representaciones falsas, creo. El conocimiento de la vida real, formarte como individuo, necesita que vivas experiencias, no que te las digan. El problema de los jóvenes es que conocen el mundo a través de una pantalla, que está diseñada por otros que tienen otros intereses. El macarra antiguo no tenía ninguna mediación tecnológica, apenas la televisión, y estaba más en contacto directo con la realidad.

JT: ¿Sobrevivirá el macarra a las nuevas tecnologías?
ID: No estoy muy seguro. Ahora los macarras son simulados, de mentira, son un simulacro. He visto un skinhead que tiene tatuado “insumisión” en el labio ¡si no existe la mili! ¿Cómo va a ser un insumiso? (risas)
JT: Esa es la esencia del mundo incel: gente psicopática en las redes sociales e incapaces de ser así en vivo
ID: Claro. Tenemos esto que es un activismo simulado. Estamos de lleno en la era del simulacro. El moderneo macarra, el que se nutre de estéticas antiguas, es uno de los primeros que ya es irónico de origen. Ellos mismos se lo toman a risa. Lo que ocurría antes, con los hipsters, es que pretendían ser reales. Esto también vale para cualquier tribu urbana. Ahora hablamos de un macarra irónico…
JT: Es como esa expresión de finales de los ochenta, “de pastel”. Vivimos en un mundo “de pastel”.
ID: ¡Exacto!