Todo esto en una infografía apoyada en datos de imdb que igual otra cosa no, pero una base de datos de películas bien completa sí que tiene. La infografía ha salido publicada en imgur y detalla, de cada década, cuáles son los monstruos que se repiten una y otra vez en las películas. Los resultados van de lo esperable a lo muy sorprendente.
Por ejemplo, que vivimos una década saturada de zombis es algo que a estas alturas no extraña a nadie. El multitudinario éxito de la serie de televisión de The Walking Dead (Íd., 2000-) ha empapado el género de forma extraordinaria, y los efectos se notan en los números. Del mismo modo que no es nada raro que los primeros dosmiles estuvieran llenos de fantasmas. Ha pasado el tiempo y tendemos a minusvalorar su impacto, pero lo que hizo El sexto sentido (The sixth sense, 1999) por el cine de terror en general y por los fantasmas en particular fue un punto y aparte. De hecho, a veces da la impresión de que la carrera de Shyamalan es capaz de encadenar un fracaso de taquilla tras otro y una mala recepción crítica tras otra solo por el monumental éxito de su debut.
Que los noventa estuvieran plagados de vampiros tampoco es ninguna sorpresa: el impacto de Drácula de Bram Stoker (Bram Stoker’s Dracula, 1992) y Entrevista con el vampiro (Interview with a vampire, 1994), entre otras, llenó de colmillos los noventa. Un tipo de vampiros, además, muy de la época y que no tiene nada que ver, si nos permitís la disgresión, con nuestra película de vampiros favorita de la década: Vampiros (Vampires, 1998) de John Carpenter.
Más cosas esperables: los ochenta fueron del slasher. Es inevitable pensar en Viernes 13 (Friday the 13th, 1980) y Pesadilla en Elm Street (A nightmare on Elm Street, 1984) en campamentos de verano y adolescentes en calzoncillos corriendo como alma que se les lleva el diablo. Los ochenta fueron del machete, de las final girls, de las fiestas de guardar bañadas en sangre y de las máscaras folclóricas.
Los vampiros de los setenta y sesenta también tienen una explicación muy clara: la Hammer. La mítica productora de cine con colmillos inundó de camisones, rollo victoriano y ojos inyectados en sangre las pantallas de cine de medio mundo. Aunque sus mejores películas pertenecen a los sesenta e incluso los cincuenta, es en los setenta donde sus constantes se convierten en un tópico.
Los cincuenta son de las «criaturas» porque aún coleaba el impacto de la Universal unos años antes, y porque las monster-movies estaban de moda gracias al impacto del cine de ciencia-ficción de la época. De hecho, fijaos: el segundo monstruo mejor clasificado en la época son los alienígenas.
Y entramos en décadas algo más difusas: los fantasmas reinan hasta el arranque del género por una razón muy sencilla. El cine de terror aún bebía de la influencia de la literatura gótica de fantasmas, y los monstruos de la Universal no habían arramblado con el imaginario pop. El cine de terror ni siquiera lo era como tal, funcionaba más bien como dramas sobrenaturales, y hasta una criatura que hoy entendemos como muy física, el vampiro, en los tiempos de Nosferatu (Nosferatu, eine Symphonie des Grauens, 1922) era una aparición fantasmal y casi incorpórea. Una curiosa evolución a la inversa, perfectamente reflejada en esta infografía.
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