Internet Archive nos trae la emulación de un puñado de maquinitas

Has jugado con ellas. En el peor de los casos, las has visto hechas fostatina en un mercadillo o el cajón de un armario de tu casa. Hablamos de las máquinas portátiles, videojuegos simples hechos con una pantalla, dos botones y gráficos más simples que un chupete. Suficiente para asegurarnos horas de diversión, que ahora puedes jugar emuladas gracias a Internet Archive.

Internet Archive llevan ya cuatro años ofreciendo emulación vía navegador y parece que por fin han decidido ir un paso más allá. Ya no sólo atienden a las consolas que generalmente han sido consideradas como tal, sino que han centrado su atención en las grandes olvidadas. En las famosas maquinitas. Esa cacharrería portatil de entre los setenta y los noventa que, con pantallas LCD y plástico barato, nos ofrecían experiencias edulcoradas de cosas vagamente similares a las que podíamos encontrar en los arcades. Porque antes de Game Boy y Neo Geo, ya existían videoconsolas portátiles.




Con una notable selección de estas máquinas entre las cuales podemos encontrar ports dignos de sacarse los ojos (Contra, Sonic The Hedgehog), conversiones relativamente dignas (Donkey Kong, Pac Man) y versiones que sólo se parecen en nombre (Battletoads), lo más interesante son las pequeñas rarezas. Cosas como Tron, Frisky Tom, Ultraman o clásicos que tendríamos problemas incluso en poner en el mismo saco que el resto, como Simon y Tamagotchi. Máquinas efímeras, hoy prácticamente imposibles de encontrar en su mayoría, que vuelven a estar a nuestro alcance gracias a la desinteresada labor de Internet Archive. Incluso aunque echemos de menos algunas míticas, como las Game&Watch de Nintendo.

En cualquier caso, todo esto hace que nos preguntemos por nuestra relación con la tecnología. En cómo los videojuegos han estado siempre presentes en nuestras vidas y cómo actualmente las compañías están dejando morir sus propias obras como el cine hizo durante más de medio siglo hasta darse cuenta de la importancia de preservar la historia. A fin de cuentas, ¿quién se ha parado a pensar nunca en la necesidad de conservar algo tan prosaico como los primeros Tamagotchi?

Pero mientras lo hacemos, siempre podemos dedicarle unas partidas a estas ingeniosas antiguallas.

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