No sabemos si será cierto aquello de que el humor negro es como el cáncer: se tiene o no se tiene. Lo que está claro es que a la dibujante Irene Márquez tiene por un tubo. Me refiero al humor, no a la metástasis. Charlamos con ella sobre sátira, corrección política y poscensura.
Supe de la existencia de Irene Márquez hace algo más de tres años, cuando un amigo en común, El Gafas, me sugirió que sería ideal para ilustrar una suerte de híbrido entre libro y fanzine, de tirada corta y estilo disidente, que firmamos conjuntamente. Empecé a seguirla en redes sociales y, desde entonces, he sido testigo de su evolución y merecido salto a la primera plana del humor patrio. Y digo merecido porque sus viñetas son un ejemplo de agudeza y libertad creativa sin complejos. Se ríe necesariamente de todo y de todos. Sin piedad.
MANU COLLADO (MC): Te dedicas profesionalmente a la ilustración y la creación de tiras cómicas en un país donde cada vez es más difícil obtener remuneración por una labor creativa, sobre todo si se es joven. ¿Qué fue lo que te impulsó a ello?
Irene Márquez (IM): Me gustaba dibujar y se me ocurrían chistes. Empecé a hacerlo por diversión y para ver qué pasaba. Al principio no me planteaba si se podía vivir de esto o no, simplemente lo hacía por gusto.
MC: Hace ya un par de años desde que debutaste con la revista satírica más conocida de nuestro país, El Jueves. ¿Cómo fue este salto a la primera liga de la viñeta nacional?
IM: Pues yo llevaba un año haciendo humor gráfico por mi cuenta que subía a redes sociales y, como he dicho antes, lo hacía por diversión. Cuando me quise dar cuenta, ya tenía una cantidad aceptable de material y les envié una breve selección. Les gustó y me encargaron mis primeras viñetas. Supongo que también tuve mucha suerte.

MC: Empezaste con resúmenes ácidos de hechos de candente actualidad en los que percibías actitudes hipócritas en la sociedad y ahora tienes una tira permanente de corte surrealista y humor escatológico. ¿Qué te hace disfrutar más, colocarnos un espejo esperpéntico delante o hacernos soltar una risotada incómoda acompañada de un “te has pasado”?
IM: Lo que más me gusta es tener la opción de hacer ambas cosas. Me gusta explorar todo tipo de humor. En el caso de la sátira, mola porque ridiculizando cosas que todos conocemos tienes poder de influencia (cierto poder de influencia, tampoco hay que flipar). Puedes además transmitir una opinión personal de una forma mucho más fina y más ágil. Si te interesan los temas sobre política, actualidad, sociedad… pues está guay. En mis tiras de humor negro he tenido la oportunidad de aprender a hacer un chiste. Es la mejor escuela que podría haber tenido. Siempre me ha gustado el humor cruel, es mi favorito, pero al margen de la envoltura ácida y macabra, no deja de ser un chiste con un mecanismo que debe funcionar. Si no funciona, por muchas burradas que le pongas encima, es un mal chiste.
MC: Hace unos días tus redes ardieron a causa de una viñeta en la que ironizabas sobre la activista Greta Thunberg. Contestaste con otra tira en la que las mandabas, literalmente, a tomar por culo. ¿Son malos tiempos para el humor?
IM: Bueno, lo que creo es que ahora tenemos la opción de darle nuestra opinión al autor con un clic. Dices cualquier cosa, viene una horda de opinadores, se suman algunos nuevos, se crea una bola de nieve y parece que pasa algo; pero no pasa NADA. Sales a la calle y nadie te quiere matar. La gente que te sigue lo hace porque le gusta tu contenido, y muchas veces quien se ofende no conoce tu trabajo. Es esta mierda de costumbre de creernos más listos por poner más parrafadas en redes sociales. Luego está la otra represión, la que te manda a los tribunales y te hace pagar multas o perder tu puesto de trabajo. Esa es peor.

MC: Algunos de tus detractores te echaron en cara que la caricaturización ha de ser siempre de abajo hacia arriba porque si no es opresión. ¿Crees que el humor debe tener algún tipo de límite?
IM: Puf, ¿en serio? Por favor… Lo que creo es que un chiste si funciona, FUNCIONA. Es decir, puede ser buenísimo un chiste de humor blanco sobre costumbrismo y gatitos, como también puede ser buenísimo un chiste sobre violaciones en grupo. El chiste -al menos para mí- funciona como un mecanismo. Es como un mechero: hay unas piezas que tienen que cumplir su función para que salga la chispa. Si el chiste el bueno, hay chispa, pero claro, puede que denote unas ideas racistas, machistas, tránsfobas, gordófobas, etc., pero eso NO LO HACE PEOR, sino sólo portador de ideas que no compartimos o que incluso despreciamos. A veces ni siquiera un chiste es una apología de nada. Simplemente ese tipo de ideas forman parte del ‘decorado’, no sé si me explico… O sea que no necesito que venga nadie que no ha pensado en esto ni cinco minutos a decirme cómo hacer que un chiste tenga gracia o a imponerme sus límites. Prefiero que dejen de seguirme, gano en libertad.
MC: ¿Alguna vez has tenido alguna idea que al final no has desarrollado por miedo a un linchamiento en redes sociales?
IM: No, aunque una vez se me ocurrió una tira para El Jueves que al final no hice. La tira estaba influida por un caso de actualidad muy muy mediático que además era muy duro. No sé… Preferí no hacerlo porque lo que se me había ocurrido me parecía incluso miserable. No fue por miedo, sino por mis propios principios. Eso sí, en privado se lo pasé a todos mis amigos y nos partimos el culo diciendo »esto no puede salir de aquí».
MC: Y en cuanto a la censura de siempre, a la institucional, ¿crees que España es realmente un estado que respeta la libertad de expresión?
IM: No estoy demasiado informada, pero no creo que España sea un país más represor que otros países occidentales. Pero es que no tengo ni idea, la verdad.

MC: Tan sonadas como hilarantes fueron tus viñetas sobre el líder de Vox, Santiago Abascal. Más allá de que ser una fuente inagotable para el cachondeo, ¿qué opinión te merece la política nacional?
IM: Pues me parece una desidia y una angustia, la verdad. Vivimos en el Día de la Marmota.
MC: Cambiando de tercio y de cara al futuro, ¿tienes pensado expandirte hacia proyectos de mayor envergadura como una novela gráfica o una serie cómic personal?
(IM): Me encantaría. Es algo en lo que he pensado mucho y sobre lo que he trabajado, pero la realidad es que siempre lo he tenido que aparcar porque hace falta un tiempo libre que no poseo. De momento, tengo mucho material para recopilar.
MC: Para terminar, ¿qué historietista o ilustrador dirías que es tu mayor referente, a quién te gustaría parecerte?
IM: Paco Alcázar, que era dibujante en El Jueves y ahora hace cosas para Mongolia. Me encanta su humor negro, bizarro, surrealista… Es un gran referente. Fuera de España, uno de mis favoritos es Simon Hanselman. Me gusta por su humor, obviamente, pero también por su visión de nuestra generación deprimida, consumidora de drogas, parada crónica… Es un retrato chungo pero a la vez no paras de reír. Es una pasada. Y lo que siempre menciono: South Park. Grandísimo referente para hacer humor de actualidad. Sus creadores tocan toda clase de temas sin miedo a las ampollas que puedan levantar. Son lúcidos, descojonantes y narrativamente brillantes. De lo mejor que hay.