Joker ha causado conmoción entre crítica y público. Para bien o para mal, es la película de la que hay que hablar. ¿Pero qué hay de cierto en las acusaciones de que la película es incel? Pues como te vamos a demostrar, a la vez lo es más y menos de lo que te crees.
Toda película tiene aspiraciones de hablar sobre el presente. Sobre aquello que nos ocurre, lo que sentimos, lo que pensamos. Ahora bien, eso no significa que ese pensamiento haya de ser revolucionario; puede ser, simplemente, que mimetice las formas de pensamiento del presente para ganar público, masajeando egos y afianzando prejuicios, sin pretensión alguna de revelar ninguna verdad oculta o los apolillados agujeros de su razonamiento. No porque sea imposible hacer algo entretenido, sin más, sino precisamente porque, incluso para hacer algo entretenido, hay que conocer al público al que te diriges. Hablar su idioma e intentar hacerte entender a través de la ficción.
Joker ha demostrado que tiene problemas a la hora de articular a qué público específico se dirige. Viendo la controversia que se generó a su paso por el festival de Venecia, ganándose encendidos detractores y apasionados defensores casi por igual, el debate sobre la película no ha hecho más que avivarse con el tiempo. ¿Es una obra eminentemente incel? ¿Es nada más que el origen de un villano con el que es imposible empatizar? ¿O acaso es alguna otra cosa?
De eso es de lo que queremos hablar hoy. Pero antes de adentrarnos en ese terreno pantanoso, hagamos un breve repaso por la historia del recibimiento de Joker. Es decir, hablemos de la historia del término que más se ha repetido para definir a la película: incel.
Auge y caída (luciferina) de los incels

Si algo ha definido la recepción de la película ha sido la opinión de quienes tienen un marcado interés por las problemáticas sociales presentes en la película. Críticos como Justin Chang en Los Angeles Times, David Ehrlich en IndieWire y Owen Gleiberman en Variety, además de otros críticos que utilizaron palabras similares aunque no necesariamente el término en concreto, han querido ver en la película un retrato, voluntario o involuntario, positivo o negativo, del movimiento incel. Pero antes de avanzar sería razonable preguntarse: ¿qué es un incel? Y para eso hace falta hablar de historia antigua. Hace falta viajar hasta 1993.
El primer uso registrado del término incel se remonta, como ya hemos indicado, a 1993, cuando una estudiante universitaria identificada como Alana creó una página web denominada Alana’s Involuntary Celibacy Project («El proyecto de celibato involuntario de Alana»), donde buscaba que personas de todos los géneros compartieran sus ideas y experiencias con el hecho de no follar ni por casualidad. Su éxito provocó que en 1997 comenzara una lista de correo de nombre INVCEL, después abreviada como incel, donde cualquiera, indiferentemente de su género u orientación sexual podía compartir sus problemas a la hora de relacionarse con los demás en un espacio seguro. Algo muy lejos de lo que hoy entendemos por el término.

A fin de cuentas, lo que Alana refería por incel y lo que los críticos denominan incel para hablar de Joker son dos cosas diametralmente diferentes. Alana es una persona queer que pretendía crear un espacio seguro para que las personas con problemas de inclusividad pudieran sentirse integradas en la sociedad. Pero como es lógico, la evolución del término no fue una cosa de un día.
Primero Alana tuvo que abandonar su proyecto alrededor de 2003 para que parte de su comunidad decidiera continuar con su idea en un foro al que decidieron llamar IncelSupport. De origen feminista y fuertemente moderada para evitar cualquier intrusión misógina, era una comunidad abierta para que cualquier persona con problemas con sus relaciones amorosas o sexuales pudiera comportar sus pensamientos y ansiedades. Pero como ya hemos señalado, el espacio seguía unos marcados principios progresistas que no gustaron a todo el mundo. De ese modo, un pequeño grupo de hombres mostrarían actitudes claramente misóginas hasta acabar siendo baneados de la página, lo cual les llevaría a crear su propia comunidad incel con un enfoque diametralmente opuesto. Un espacio llamado Love Shy.
Love Shy fue una comunidad, siendo muy amables, extremadamente tóxica. Culpando a las mujeres de su incapacidad para mantener relaciones, parapetándose en el argumento de que ellas prefieren a los malotes antes que a los «buenos chicos» como ellos, la comunidad no tardó mucho tiempo en abrazar los principios de los MRA y los pick-up artist, todo con una única intención en mente: exonerarse de cualquier posible culpa personal en lo que respecta a sus fracasos sentimentales. Ellos estaban bien, eran buenas personas, hacían lo correcto, y era la sociedad, corrupta hasta la médula, la que funcionaba mal.
Esto no impidió que Love Shy tuviera una vida bastante larga para los cánones de Internet. Evolucionando hasta solaparse con /r9k/, un subforo de 4chan de misóginos lamentándose de su suerte con las mujeres, acabaría por desaparecer en 2013 tras una caída en la que se perdería todo el contenido original de la plataforma. Se firmaría así la sentencia de muerte de la mayor comunidad original de lo que hoy entendemos como incel.

Que Love Shy cerrara no implicó que los incels no tuvieran un lugar donde seguir expandiendo sus ideas. Además de los citados /r9k/ y 4chan en general, el siguiente punto de reunión importante del movimiento fue /r/incels, un subforo de la popular red social Reddit. Haciendo de aquel espacio un lugar donde promocionar la violación, el racismo y, en general, solapándose con las ideas de extrema derecha heredadas de los sectores más turbios de /b/, el subforo atemático de 4chan que se ha ido purgando sistemáticamente con los años provocando una panspermia de trolls y sociópatas por toda Internet antes contenidos en aquel lugar, al final la propia Reddit tuvo que dejar de mirar a un lado y tomar cartas en el asunto. De ese modo, el 25 de octubre de 2017 la plataforma anunció que banearía cualquier contenido que «promocione, glorifique, incite o llame a la violencia o herir físicamente a individuos o grupos de individuos«. Esta decisión provocó que /r/incels fuera baneado de la plataforma el 7 de noviembre de 2017. El subforo sumaba, en aquel momento, alrededor de 40.000 miembros.
Hasta aquí la clase de historia. Ahora, la de sociología. ¿Cuáles son las ideas concretas que esgrimen los incels? Para empezar, hay que entender que no es una comunidad con ideas coherentes aplicables al conjunto de sus miembros. Careciendo de un pensador de cabecera, moviéndose por la popularidad de ideas diferentes en cada época, su enfoque específico varía según el contexto. Pero podemos dilucidar algunos rasgos en común a todos los incel. Por ejemplo, su odio hacia las mujeres. Y para justificar su misoginia se escudan en una muy cuestionable visión de la ciencia.

Según los incels, las mujeres son entes hipergámicos. ¿Qué quiere decir esto? Que las mujeres sólo tienen sexo con hombres que consideran que tienen un estatus mínimo dentro de la sociedad, que son alfas o chads, según la terminología de cada cual, siendo ellos, los incels, personas que no cumplen con esos estándares por uno uno u otro motivo. Además, a esto cabría sumar que, de nuevo según ellos, el sexo femenino está codificado evolutivamente para buscar la mayor cantidad de parejas sexuales posibles con las que aparearse, lo cual genera una escasez artificial de posibles parejas sentimentales entre los hombres, provocando que tengan que luchar entre ellos por la atención de las mujeres, que se demuestran, de ese modo, infieles por naturaleza. Si además añadimos a lo que definen como ideología de género y las diferencias entre géneros, hace que las mujeres tengan no sólo una ventaja evolutiva, sino también social de cara a los incels, pues ellas son siempre quienes tienen las opciones abiertas para explotar a los hombres.
Obviamente, esto no es más que una fantasía misógina. Si bien se apoyan en la biología determinista y la psicología evolucionista, estas dos disciplinas han sido muy duramente criticadas desde el espacio de la ciencia. Algo que también se aplica a los grandes nombres propios del movimiento, como Jordan Peterson o Brian Gilmartin, cuya labor como psicólogos es, en el mejor de los casos, algo más cercano a la auto-ayuda y la fantasía que cualquier clase de metodología científica previamente sancionada. Pero eso no impide a los incels esgrimir sus argumentos como si fueran las tablas de la ley.

Por supuesto, debatir sus argumentos parece innecesario. Cualquier persona que arguya en el siglo XXI que el ser humano está atado por sus condicionamientos biológicos, sin racionalidad alguna dándole forma, será tratado como lo que es: un demente salida del siglo XV. Pero de esa clase de gente hablamos cuando hablamos de los incel: personas más preocupadas en tener razón y exonerarse de culpa de su fracaso social que de intentar conocer el contexto social en el que viven.
Esto no quita para que haya que hacer segmentación incluso entre los misóginos. No es lo mismo un incel que un MRA, un miembro de los movimientos para los derechos de los hombres. Si bien ambos se solapan en su odio hacia las mujeres, los primeros consideran haber tomado la pastilla negra, y no la roja, en una perversión del concepto de la pastilla roja y azul de Matrix, la película de las hermanas Wachowski: Neo puede tomar la pastilla roja para ver la realidad o la azul para seguir viviendo en una fantasía. De ese modo, quienes abogan por la pastilla roja creen que la ideología de género favorece a las mujeres de forma injusta, sin que haya necesariamente razonamientos biológicos detrás, mientras quienes abogan por la pastilla negra creen que las mujeres son en sí mismo el problema, dado que son todas monstruos hipergámicos que sólo buscan su satisfacción sin tener en consideración a los hombres. Dos formas diferentes de estar desconectados del presente vía misógina. Al final la única diferencia es que los incel llevan un paso más allá sus propuestas.

Lógicamente, esto ha llevado a que ambos grupos compartan vocabulario. Además de términos antiquísimos como forever alone, alfa male y beta male, también han creado otra serie de términos específicos para definir su particular visión del mundo. De ese modo, y sin ningún animo totalizador por nuestra parte, para ellos los hombres sexualmente activos y convencionalmente atractivos son chads, las mujeres sexualmente activas y convencionalmente atractivas son stacys, y los hombres que no son sexualmente activos y/o no son convencionalmente atractivos son incels. Algo que el Internet no misógino se apropió con los memes de chad y virgin, una parodia de la visión del mundo de los incel donde se comparaban dos cosas cualquiera donde el chad siempre era superior al pacato y relamido virgin. Algo que demuestra que, en lo que a sentido del humor se refiere, el Internet no incel gana por goleada a los misóginos.
En cualquier caso, el problema con los incels es que, más allá de ser un chiste anacrónico, son peligrosos. Su mezcla de misoginia, misantropía y narcisismo son un caldo de cultivo perfecto para la violencia extrema, como de hecho ya nos han demostrado. Dos asesinos que no nombraremos, porque si algo se merecen es que la historia se los coma y se pudran en el infierno del olvido, llevaron su ideología un paso más lejos cuando en 2014 y en 2018, en Isla Vista y en Toronto respectivamente, cometieron sendos atentados terroristas motivados por sus creencias incel: 7 personas muertas y 14 heridas en el primer caso y 10 muertes y 16 heridos en el segundo.

Esto les convertiría, cara a la comunidad incel, en santos. Es decir, harían memes con ellos, sirviendo así como un equivalente del arte religioso propio del siglo XX. Algo que les pondría a la misma altura, cara a los incels, que los perpetradores de las masacres de la Escuela Politécnica de Montreal, la de Virginia Tech o la de Collier Township, quienes afirmaron haber decidido asesinar a sus compañeros por su condición de marginados sociales y sexuales, lo cual nos demuestra que la comunidad incel es un peligro obvio e innegable para la sociedad. Pero no sólo eso. También nos muestra que es un movimiento a tener en consideración a la hora de tratar según que temas específicos en el presente.
Declaraciones, críticas y sensibilidad bajo cero
Con esta situación, que de haberse tratado de cualquier otra cosa que de hombres blancos heterosexuales se hubiera declarado como una amenaza terrorista internacional, es lógico pensar que cualquier apología de la ideología incel sea recibida con hostilidad. De ahí las críticas y alabanzas por el enfoque de Joker por aquellos que han querido ver una visión política similar a la de este grupo social. Ahora bien: ¿qué reacciones concretas ha suscitado la película a raíz de estas declaraciones de que la película es una glorificación, o como mínimo un retrato, de la comunidad incel? Pues por desgracia, argumentos que no hacen sino reafirmar esa visión de la misma.

Para empezar, es cierto que la discusión social sobre la película se originó sin que la mayor parte del público pudiera acceder a ella. Eso ha hecho que las posiciones se radicalizasen sobre los argumentos de una serie de críticos que no siempre han sido citados, o siquiera leídos, haciendo que la discusión se enfangue en un «y tú más» de difícil resolución. Al menos, hasta que todos los implicados en la película se han sentido aludidos por los ataques de cierto sector de la crítica y el público, decidiendo hacer declaraciones que, lejos de aplacar las iras de nadie, sólo han encendido más el debate.
La primera en hablar fue Warner Bros. Desde la compañía productora de la película declararon que ellos no apoyaban ninguna clase de violencia en el mundo real, algo que, lejos de aclarar nada, sólo sonaba a excusa ante las acusaciones manifiestas. Algo que animó a hacer declaraciones a los dos principales implicados en la película: Todd Phillips, el director y guionista, y Joaquin Phoenix, el actor protagonista.

Todd Phillips se ha desmarcado del discurso crítico que tacha de incel de su película de varios modos, todos ellos contradictorios entre sí. Por un lado ha afirmado que el problema es pretender ver en la película cualquier clase de posicionamiento político, ya que su película no tiene nada que ver con el mundo. Después ha afirmado, junto a Phoenix, que el problema es tratar a los espectadores como idiotas, pues deberían ser capaces de llegar a sus propias conclusiones y aceptar el mensaje de la película. Y finalmente ha afirmado que el problema es «la existencia de una woke culture» pues «ya no se puede hacer humor sobre nada», lo cual nos recuerda al pataleo de insignes artistas patrios, como Bertin Osborne o David Suarez, no precisamente conocidos por ser amigos de la progresía social, las minorías, las mujeres, el arte o el humor en cualquiera de sus formas.
El argumentario de Joaquin Phoenix, por desgracia, no es mucho mejor. Acudiendo también a que sólo es una película y que la gente radical puede extraer sus ideas de cualquier cosa —algo en lo que, en consideración a la verdad, hemos de darle la razón: que incels y MRA extraigan de Matrix, una película profundamente queer y de izquierdas, una lectura de extrema derecha es, como poco, risible—, al final acaba defendiendo la misma idea. Que independientemente de lo demás, el director no es moralmente responsable de la recepción que se hace de una película. Lo cual es cierto, pero tiene poco o nada que ver con el hecho de cómo está construida la propia película.

Pero Phoenix no parece tampoco exento de los problemas que se achacan a los incels. Recientemente, en su programa, Jimmy Kimmel entrevistó al actor, enseñándole a traición un vídeo grabado durante el rodaje de la película. En las imágenes se podía ver a Phoenix comportándose de forma lamentable con sus compañeros de reparto, gritando al director de fotografía, algo que reconoció que hizo que el staff de la película lo denominara «una diva como Cher«. De nuevo, si bien tiene razón en que difícilmente puede ser un insulto llamar a alguien Cher —añadiendo, además, la misoginia implícita en el acto—, el problema son sus declaraciones. «Eso se suponía que debía ser privado. Estoy un poco avergonzado. Lo siento por eso. Siento que hayáis tenido que ver eso, tíos«. Para Phoenix, el problema no es su actitud: es que los veamos lo demás. Algo que casa muy bien, precisamente, con el pensamiento del Joker. Alguien que, constantemente, culpa a los demás de lo que es su propio comportamiento.
En cualquier caso, aun obviando la penosa actitud de los implicados, que puede alienarnos de tal modo que no hagamos un juicio lo suficientemente justo e imparcial de este caso, hemos de tener en consideración una cosa más. Las declaraciones de la Warner no salieron de la nada en relación a la discusión en redes sociales o la crítica de las películas, sino a colación de algo mucho más grave: la petición de un grupo de afectados por la violencia incel.
En esta ocasión tenemos que remontarnos hasta el 2012. Al estreno de El caballero oscuro: La leyenda renace. En Aurora, Colorado, un asesino mató a doce personas el fin de semana del estreno de la película en uno de los pases de la película, lo que le convertiría, a su vez, en uno de los santos del movimiento incel.
¿Tenía algo que ver esta persona con la comunidad incel? En principio, no. Su atentado no pareció dirigido por ninguna causa particular. Pero también es cierto que los expertos declararon que su disparadero fue la ruptura con su novia y sus constantes pensamientos misántropos, incluida una obvia tendencia homicida. Algo que, sumado a su extrema pasión por Batman, nos llevaría al problema que hay de fondo en todo esto: fue un acto puramente caótico. Un acto de odio hacia la humanidad y de ausencia de total empatía hacia sus congéneres. Precisamente, todo aquello que el Joker de esta película afirma que es lo que le convirtió en un asesino.

Esto hizo que, razonablemente, las familias de los asesinados pidieran a Warner Bros no que no estrenaran la película, sino que apoyaran alguna clase de causa anti-armas para, al menos, desmarcarse de la violencia real que producen quienes ven en el personaje una justificación a sus actos. Y Warner Bros, como ya hemos dicho, respondieron diciendo que ellos no apoyaban ninguna clase de violencia en el mundo real. Es decir, que no pensaban apoyar tampoco ninguna causa anti-armas o condenar siquiera acto violento alguno. Porque la seguridad y paz de espíritu de la sociedad parece ser algo ajeno al arte y los negocios.
Por supuesto, las fuerzas de seguridad los Estados Unidos y las salas de cine que van a estrenar la película no tienen las mismas ideas. Para empezar, en muchos cines se han prohibido el uso de disfraces, máscaras y cualquier clase de utillería relacionado con el personaje o que pueda confundirse con armas de fuego. Por su parte, los servicios de inteligencia del país han declarado que existe una amenaza real, aun careciendo de amenazas específicas creíbles, de que haya un tiroteo al estreno de la película. Y la policía de Nueva York, para evitar posibles males mayores, ha declarado que tendrá policías de paisano en el estreno para asegurarse de que nadie decide hacer algo que no debe.

En esta situación, ¿cómo ha respondido Warner al obvio estado de paranoia social? Retirando la invitación al estreno de la película a críticos y periodistas. Demostrando así, una vez más, que para ellos esto no trata ni de arte ni de política: se trata de hacer dinero incluso a costa del dolor, y quizás la muerte, de otras personas.
La película detrás de la polémica
Hasta aquí hemos hablado de contexto, de lo que es el presente, ¿pero qué hay de la película? Toda esta reflexión quedaría en nada si la película hiciera imposible cualquier clase de lectura que la asociara con el movimiento incel. O, como declara Phoenix, si sólo pudiera hacerse pasándola por el filtro de la ideología, queriendo hacer interpretaciones hermeneuticamente incorrectas al obviar aquellos elementos que contradigan su interpretación. Y aquí vienen las buenas y las malas noticias. Joker no tiene intención de ser una fantasía incel, pero está tan mal escrita que acaba siéndolo igualmente.

En los aspectos técnicos es difícil reprocharle nada a Joker. Su dirección es impecable, su ritmo es ágil, Phoenix hace un buen trabajo con el estereotipo de un demente en nada similar a un ser humano real y, en general, tiene la estética necesaria para ser considerada «una película importante». Roba descaradamente las formas del Scorsese de El rey de la comedia y Taxi Driver hasta el punto de contratar a Robert de Niro para hacer un papel que parece paralelo al que hizo en la primera de esas dos películas. Algo que puede levantar ampollas, especialmente, cuando rascamos más allá de su agradable superficie y descubrimos que, debajo de la estructura, sólo hay unos cimientos viejos, podridos y a punto de derrumbarse.
Sin paños calientes: el guión de Joker es malo. Malo de un modo muy particular. Es una película estructuralmente bien escrita, con un gran sentido del ritmo y una consciencia impecable de donde deben encajar todos sus hitos narrativos para funcionar como un todo, que parte de unas ideas que pecan de ser excesivamente simples, extremadamente tóxicas, absurdamente anticuadas o cualquier combinación de las tres anteriores.

Donde es más obvia su toxicidad es en el retrato de las enfermedades mentales. La película se encarga de recordarnos machaconamente cómo Joker es un enfermo, que todos sus problemas derivan de estar enfermo e incluso que sus intenciones homicidas son fruto de su enfermedad. Cuando redobla las apuestas e incluso añade que otro de los personajes también es un enfermo, lo hace, obviamente, desde la criminalidad: los actos de tortura, extorsión e intento de homicidio voluntario de otro de los personajes implicados se ven desde su (hipotética) enfermedad mental, dejando claro un mensaje: los enfermos mentales son peligrosos. Y la película lo reafirma cuando el Joker acepta su enfermedad mental, declarando que toda su personalidad gira alrededor de ella —algo, por otra parte, que ningún psicólogo diría nunca; un enfermo es algo más que su enfermedad—, precisamente en el momento que acepta su condición de asesino y agente del caos.
Por supuesto, la película no se conforma con abrazar el estigma de la enfermedad mental hondeando la vieja bandera de que todos los asesinos son enfermos mentales, para nada algo fruto de una ideología o una consciencia racional. Además glorifica los actos del Joker llevándole a una disquisición política que pretende erigirle al nivel de mesías de los más desfavorecidos.
Está claro que JOKER es más que una película. Analizamos el por qué de la polémica, cómo han reaccionado sus responsables y examinamos la cuestión ‘incel’, sus implicaciones y sus peligros.
Joker es una película que no se anda con medias tintas y por eso, de forma machacona, nos muestra que la sociedad es mala. Muy mala. El personaje de Phoenix hace muecas a un niño y la madre le reprende de malas maneras. Del mismo modo, hace una broma «simpática» a una vecina y esta, lejos de corresponderle, se asusta ante su extravagancia. Y por supuesto, tres hombres blancos heteros que se comportan como chads la toman violentamente contra él porque ese es el discurso de la película: la sociedad está corrompida y crea monstruos como el Joker. Como los incels. Porque no queda empatía alguna.
Esto, de hecho, es un argumento incel. Literalmente. Entre las propuestas de los incels está el hecho de que las mujeres accedan a tener sexo con todos los hombres para así aliviar la frustración sexual de los mismos, algo que acabaría con los tiroteos, las masacres y las violaciones gracias a la empatía de las mujeres, que cuidan, sexualmente, de los hombres. Algo que, estamos seguros, Phillips no apoyaría en ningún caso, pero que no se aleja demasiado de sus propias declaraciones de lo que trata la película. A fin de cuentas, según sus propias palabras, «¿sabes lo que ocurre en las películas cuando tienes un mundo que carece de empatía y amor? Que tienes el villano que te mereces«.

Por supuesto, incidimos, no decimos que Phillips sea un incel. Ni siquiera inferimos de sus declaraciones que crea que eso se aplique fuera de la ficción. Pero dada la situación en la que vivimos, donde el terrorismo incel es una realidad, parece imprudente dar munición argumental a ese grupo. Incluso si su intención es otra.
Con esto no pretendemos argumentar que Joker deba ser censurada. Ni siquiera que no debería haberse rodado, en primer lugar. El arte puede y debe, siempre que quiera, tratar temas complejos. Pero debe hacerlo desde una sensibilidad muy particular que le permita arrojar luz sobre los hechos, enseñándonos algo nuevo. De nada sirve el arte que repite lugares comunes o ideas del pasado, incluso si sigue siendo arte. Y si bien la premisa de Joker es, potencialmente, la de una película con un mensaje relevante, la visión de Phillips es tan desastrosa que es imposible decir que este sea el caso.

A fin de cuentas, el mensaje político de la película es risible. Queriendo culpar a los millonarios de todas las desgracias del mundo, pero limitando todo su impacto a un insulto por parte de un candidato a alcalde, al final los actos revolucionarios de la película no son revolucionarios: son la venganza de un incel contra lo que cree son las afrentas que le ha arrojado la sociedad a la cara. Porque el protagonista es el Joker. Y el propio Joker, en un monólogo absolutamente explícito y sin posible subtexto, declara que él no tiene intención política alguna en sus actos (exactamente igual, además, que el asesino en serie de Aurora) y que lo ha hecho porque falta empatía en el mundo. Porque la gente le ha tratado mal. Como los incel.
Ahora bien, es de justicia señalar que, según algunas personas, la película no exonera el comportamiento del Joker. Eso es algo que es necesario tener en consideración. Pero, como no podía ser de otra manera, si analizamos su narrativa nada demuestra esa premisa.

El protagonista de Joker es el Joker y su evolución como personaje es de menos a más: pasa de ser un pobre desgraciado al símbolo de una revolución violenta contra un grupo del gente que el guión señala como malvados, corruptos y asesinos. Faltos de empatía. El Joker no es sólo el protagonista, es el héroe de la película. No hay absolutamente nada que condene sus actos o demuestre que no tiene razón. Incluso las propias declaraciones del director se alienan con el monólogo, absolutamente ridículo, que esgrime el personaje. Porque aunque no fuera la intención, el héroe de la película es el Joker. Y como tal, son sus ideas las que se sancionan como correctas.
De nuevo, esto no significa que no se pueda hacer cine con personajes problemáticos. Significa que hay que tener las cualidades para saber hacerlo. Algo que Phillips no ha demostrado por algo muy sencillo: es incapaz de entender cuál es la situación del presente.

Hacer hoy una película donde el protagonista utiliza un argumentario algo más que vagamente incel y darle la razón enfáticamente, sin ahondar en sutilidades, es llamar a la tempestad. Para solucionarlo hubiera sido tan sencillo o tan complejo como crear una contrapartida. Demostrar que la sociedad arrojada al caos del Joker no es mejor. Que otro personaje con una enfermedad mental, e igualmente maltratado, puede sobreponerse a ello y ser una buena persona enfrentándose, aun así, a las injusticias y la falta de empatía en la sociedad. O quizás, simple y llanamente, tendría que haber dejado que escribiera el guión alguien con unas ideas políticas más complejas; o lo suficientemente complejas como para que dibujara un escenario ya no creíble, sino que pareciera habitado por seres humanos y no por la idea que tendría un alienígena de lo que son los seres humanos tras leer nada más que los hilos más surrealistas de /b/.
Porque, al final, el problema de Joker es que es una película ofensiva. Maneja argumentos sobre la enfermedad mental, sobre la sociedad y la política que ya eran cuestionables en los ochenta. Por eso, porque no aporta nada al contexto, porque quiere epatar y crear mala sangre y hacer que la gente se enfade con o para ella, pero no responsabilizarse de lo que ocurra a partir de ahí, es una película que ha generado tanta bilis entre los críticos. Porque no es una obra de arte. O no buen arte. Es un producto de marketing, una película mediocre creada por un autor mediocre, dirigido a la peor parte de la humanidad, los incels y todos aquellos que les apoyan y les ríen las gracias, para que ellos y sus detractores le den la necesaria publicidad para ganar más dinero.