Pocas bandas sonoras de videojuegos hay tan emblemáticas como la de Out Run (1986). No solo es que sea de una calidad indiscutible y símbolo de una época, sino que es también el perfecto acompañamiento para el legendario juego de Sega con su atmósfera despreocupada y jovial como marco perfecto para un juego que, decía su creador Yu Suzuki, no era "de carreras, sino de conducción".
La banda sonora de Hiroshi Kawaguchi recibió un trato de excepción dentro del juego ya que sus temas podían ser seleccionados por el jugador al principio, en la mítica pantalla de la radio y el salpicadero. Mezclando los sonidos de sintetizador típicos de la época y cierto aire caribeño, sus tres temas Passing Breeze, Splash Wave y Magical Sound Shower, más el Last Wave de los créditos finales, forman ahora parte de una deliciosa edición en vinilo distribuida por la gente de Mondo. Ésta incluye la banda sonora completa más tres temas extra procedentes de las versiones de 1991 de Mega Drive y de la de Nintendo 3DS de 2014. Todas remasterizadas y extraídas directamente del arcade, aunque por desgracia la limitadísima edición original con un vinilo de colores psicodélicos está agotada.
La idea, el concepto de un vinilo de Out Run (o de cualquier otra banda sonora de videojuegos de los ochenta y noventa, antes de la llegada de los soportes digitales para los juegos, y con ellos, la posibilidad de bandas sonoras orquestales) es peculiar a la vez que atractiva. La calidez del formato vinilo no está pensada para un sonido tan sintético, incluso desde su propia naturaleza; hasta un disco de experimental industrial o de Kraftwerk estaba pensado en su día para que existiera la posibilidad de reproducirlo en vinilo. La banda sonora de un videojuego no: en origen se compone, reproduce y escucha desde un circuito puramente electrónico. La transformación en sonido analógico es puro fetichismo de una época que, sencillamente, no existió nunca, lo que le da al conjunto una contradicción nostálgica deliciosamente hipnótica.