‘La era de Apocalipsis’ cumple 25 años: la distopía que iluminó la etapa más oscura del cómic de superhéroes

Polémico antes de la generalización de internet, recordado a pesar de que se llegó a ver como mediocre, la influencia de la Era de Apocalipsis se ha notado en eventos editoriales posteriores. En la Marvel de los noventa supuso un soplo de aire fresco: de repente, en alguna parte, pasaban cosas.

La era de Apocalipsis (1995) paralizó el subuniverso mutante de los cómics Marvel en 1995, cuando la franquicia era la más rentable de todas las propiedades de la Casa de las Ideas frente a su irrelevancia en años anteriores. En los oscuros noventa, cuando la industria estaba falta de ideas, de dinero y de valentía, ubicada entre algunos de los cómics más mediocres que se recuerdan en una larga genealogía de cómics de superhéroes mediocres, una saga que pretendía reflejar la peor pesadilla posible de los mutantes fue, irónicamente, un rayo de esperanza creativa. Y esa excepcionalidad en parte involuntaria es la que hace que, a pesar de sus muchas carencias, siga siendo recordada un cuarto de siglo después.

Es posible que el titular de este artículo se pase de entusiasta. Los noventa son una etapa considerada comúnmente como mediocre en el cómic mainstream norteamericano -que ya es restringir mucho el espectro- pero tuvo sus series memorables, tanto en Marvel como en DC e incluso en Image. Pero La era de Apocalipsis, que está lejos de ser la mejor historia de superhéroes o de X-Men escrita jamás, debe gran parte de su éxito a posteriori a sus particularidades editoriales -paralizó la publicación de todas las series, de tal manera que durante seis meses no quedaba más remedio que seguirla o no leer nada de la franquicia- como a la sorprendente libertad y experimentación creativa que se permitió a unos autores que vivían encorsetados por la falta de riesgo de la industria de la época.

Cíclope tuerto, macarra y supremacista

La premisa de la historia es un clásico What If…? ese formato común para los aficionados del género que pronto se verá bendecido para el gran público con una serie de animación -vamos, que seguirá siendo de nicho-. El Profesor Xavier muere antes de tiempo, Magneto funda los X-Men y el cambio en los hechos históricos provoca que Apocalipsis ataque antes de lo previsto y conquiste el mundo. “El mundo”, como suele ser habitual, significa solo EEUU, pero deja el resto del planeta lo suficientemente maltrecho para que no pueda contraatacar. 

Es la inversión de una las historias clásicas de los X-Men, Días del futuro pasado, el particular Terminator de los mutantes, en el que los Centinelas han exterminado a los héroes y dominan un futuro moribundo. La variante es que sucede “en el presente”, sustituyendo a la línea temporal canónica y que en este caso la victoria no es de los racistas antimutantes sino del otro enemigo principal de los ideales de Xavier -al menos en aquella época-: el supremacismo mutante. Todo salpicado con fanservice antes de que se generalizase el término: Pícara y Magneto son pareja, Cíclope está tuerto y Lobezno manco porque pelearon por Jean y ganó el segundo… Los X-Men no dejan de ser un culebrón ni ante el fin de todo lo que existe.

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En la tierra de Harras, el tuerto es el rey

Apocalipsis, villano central de la saga, es un personaje de trayectoria editorial variable y contradictoria. Su versión más habitual del villano es la vista en X-Men: Apocalipsis (2016), de Bryan Singer: un malo de opereta, sobreescrito y grandilocuente, con motivaciones pintorescas y un plan que, aunque lo explica con carcajadas antes de pulsar el rayo de la muerte, no suele tener mucho sentido. Y lo peor es que esta caracterización era involuntaria. Lo creó una veterana del Vietnam de la Marvel de los ochenta, Louise Simonson, en las páginas del Factor-X (1986-1991) original, aunque sería Chris Claremont, como siempre, el que le añadiría drama y solera.

Muy apegado a las interpretaciones bíblicas de su nombre, Apocalipsis suele autootorgarse una gran relevancia histórica y hablar en shakespeariano. Siempre se acompaña de cuatro jinetes, que además suele reclutar, para mayor drama, entre los propios X-Men. En su momento el guionista Fabián Nicieza intentó usarlo para homenajear a Los Inmortales (1986), de Rusell Mulcahy. El británico Peter Milligan en su breve etapa a cargo de la cabecera X-Men en 2005-2006 directamente decidió tomarse a cachondeo cuando los editores le ordenaron resucitar al personaje, lo cual no se entendió muy bien pero seguramente era la única opción sensata.

Jajajajá, los mataré a todos, jajajá, me parto el ojete yo solo.

En la etapa de X-Men que va entre la salida de Claremont (1991) y la llegada de Grant Morrison (2001) -irónicamente con la primera X-Men (2000) de Bryan Singer abriendo la renovación de la franquicia-, con el editor Bob Harras a los mandos, Apocalipsis como villano supremo con un plan maestro y misterioso nunca concretado representaba mucho de lo que fallaba a nivel creativo en el cómic gringo. 

Marvel viviría la década de los noventa saltando de una debacle económica a otra hasta que fuese precisamente el cine el que le salvaría los muebles en los dosmiles. En ese periodo Harras se dedicaría, como escribió una vez un crítico español, a “harrasar” las series mutantes como años después haría en los Nuevos 52 de DC. Los equipos creativos estaban sujetos a la máxima de no tocar nada. No hay más que leer las declaraciones de escritores como el mencionado Nicieza, o sus trabajos posteriores sin la correa tan corta, para imaginarse el amor que profesaban por aquel trabajo. 

Sí, es demagogia barata, pero es que ni esto dejaban dibujar entonces

Mark Waid, aún no un autor estrella, acabaría saliendo escopetado de la franquicia en pocos meses y tuvo con los especiales X-Men: Alfa (1995) y X-Men: Omega (1995) de este crossover su primer contacto con la misma. En el mismo 1996 de resaca de este desbarajuste publicaría junto a Álex Ross su Kingdom Come, en el que el villano es, básicamente, Cable, el personaje de la familia mutante considerado quintaesencia de lo peorcito de la herencia Image y los violentos y tontorrones tebeos de la época. Dentro de las viñetas Cable es el peor enemigo de Apocalipsis. En aquella época al menos, ambos personajes iban de la manita.

Tanto Waid como Nicieza acabaron por aquella época hasta las narices de un tipo al que a nivel personal dicen no tener tanta manía pero al que en el profesional no soportaban: el guionista estrella del estilo Harras, Scott Lobdell. Poco podemos aportar en cuanto a críticas a este señor, al que si en su etapa en Marvel no le cayeron pocos guantazos, luego participó activamente en los mencionados Nuevos 52.

Lobdell teniendo gracia por la vía de reírse de su propia estupidez. Quizás sin querer

Ruptura e influencia

Pero es que resulta que en La Era de Apocalipsis Lobdell era bueno, o al menos entretenido y capaz de sacar conceptos que parecían nuevos, algo que se acabaría notando en su Generación-X (1994-2001) que prácticamente empezaba aquí. Y Apocalipsis, aunque siguiese siendo un malo de opereta que se carcajea a mandíbula batiente cuando encuentra la guarida del bueno -y esto se escribía, de nuevo, completamente en serio-, al menos da miedo, al contrario que en todas sus apariciones anteriores.

Por otra parte, el concepto central de la saga conseguía, en la época en la que la colección principal era casi un slice of life con gente azul -como un Strangers in Paradise (1993-2007) de Terry Moore un poquito más inverosímil-, que la Patrulla-X fuese más Patrulla-X que nunca. Los X-Men de Magneto en ese presente distópico lo tienen todo: grupo antisistema que debe combatir cada día por su propia supervivencia, escuela de jóvenes mutantes que intenta mantenerlos a salvo de un mundo hostil y búsqueda de la convivencia entre diferentes pese a tener todo en contra. Si mitad del crossover los hubiesen confinado podríamos hablar de que Lobdell, Nicieza y compañía previeron la vida de un errejonista en 2020. 

Chris Bachalo desatado

Aunque probablemente más que a nivel de guión la saga merezca ser recordada por el dibujo, en el que se diseña un mundo mezcla del cyberpunk reinante en el imaginario del momento con los apocalipsis más clásicos tipo Mad Max (1979). Los hermanos Kubert, Andy y Adam, ya eran artistas maduros que dan todo lo que pueden con el material del que disponen. Chris Bachalo tuvo barra libre para dar rienda suelta a su estilo. E incluso se lucieron autores como Joe Madureira, estrellita del amerimanga que nunca dejó de recibir críticas de los fans más clásicos -Lobdell & Madureira, el Dream Team, vaya-. También tuvo su primer contacto con la franquicia, aunque fuese de rebote, Carlos Pacheco, dibujando un número y medio de Universo-X (1995).

La influencia posterior estuvo presente en los argumentos de la “vuelta a normalidad” de los cómics de los X-Men y ha tenido series, miniseries y revivals varios. También se prolonga hasta dos de los crossovers más conocidos de un autor en las antípodas de todo este circo: Brian Bendis. Dinastía de M (2006) y La era de Ultrón (2013) son herederas directas de La era de Apocalipsis, aunque, sobre todo la última, escritas con un ánimo de deconstrucción de la propia idea del apocalipsis superheroico que no acabó de funcionar.

Matar a los malos aplastándolos con bidones de ayuda humanitaria, el sueño de Errejón

En los mismos cómics de la muy desnortada franquicia X-Men la saga ha tenido dos homenajes explícitos: La era de X (2011), escrita por Mike Carey, y la mucho más reciente Era de X-Man (2019). Esta última está presentada además como un evento espejo, en el que se cambia distopía por utopía con varias miniseries que desarrollan el mundo presentado. El personaje central, X-Man, es uno nacido en La era de Apocalipsis, un Cable sin partes metálicas ni pistolones de tamaño familiar. 

Creced y multiplicaos

La Era de X-Man tuvo la novedad del tono usado, y la gracia de que los héroes se rebelan contra el control mental del “villano” enrollándose entre ellos de forma aleatoria. El líder de la resistencia es el mismo Apocalipsis disfrazado de hippie y predicando el amor libre. Había cierto comentario metalingüístico irónico en el argumento general que propusieron Zac Thompson y Lonnie Nadler, escritores poco habituales del género superheroico hasta ese momento. Pero no acabó de cuajar, sobre todo cualquier propuesta que pudiese salir de ahí fue borrada por la inminencia del relanzamiento de la franquicia a manos de Jonathan Hickman con Casa de X (2019) y Potencias de X (2019).

Precisamente ahora Hickman se encuentra inmerso en otra de sus grandes historias-río en la que Marvel le deja control total sobre una de sus franquicias. Si algo le gusta a Hickman casi tanto como los diagramas explicativos y la ciencia-ficción loca son los villanos grandilocuentes, aunque está por ver dónde acaban sus planes para Apocalipsis, cuyo papel se intuye central. Por cierto, que Hickman sí ha recogido de La Era de X-Man lo de meter a los héroes en un poliamor, pero de eso mejor hablamos otro día. 

Hickman dejando a Morrison por mojigato

Hay que recordar que la motivación del villano es abstracta pero con un buen eslogan: la supervivencia del más apto. Considera que los mutantes son superiores a los humanos y no solo deben dominarlos sino exterminarlos, lo cual se traducía en los campos de refugiados que se veían en La era de Apocalipsis. Al contrario que Magneto, al que se supone alguien con objetivos más o menos nobles pero métodos equivocados -en el imaginario simbólico mutante Magneto es Israel, y tanto Claremont como ahora Hickman lo subrayan cada vez que pueden-, Apocalipsis sobre el papel no debería tener redención. Es un nazi que va muy a tope con la maquinaria. 

Por eso también es curioso que en la actual etapa de los X-Men, donde por enésima vez fundan su propia nación mutante apartada del mundo y deciden actuar con superioridad manifiesta sobre la “vieja” Humanidad, Apocalipsis por primera vez esté “de parte de los buenos”. En la etapa en la que el nacionalismo más caduco y decimonónico parece apoderarse en la vida real de países perfectamente civilizados, viviendo en un Armageddon de andar por casa constante, los X-Men, que dentro del imaginario Marvel son la minoría eternamente perseguida, se convierten en unos pequeños nazis de sí mismos.

Queda por ver a dónde lleva Hickman su historia, ya que el de Carolina del Sur suele jugar sus bazas a muy largo plazo. Pero, ¿no estaremos viviendo, sin querer ni darnos cuenta, nuestra propia ‘era de Apocalipsis’?

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