La Mecanocrítica: la muerte del crítico de cine

La crítica cinematográfica vive un momento extraño de auge y depresión. Ante la eclosión de redes sociales y medios en los que todo el mundo escribe y opina coincide con la paulatina desaparición de la figura del crítico cinematográfico estrella. Pero todo ha llegado a su fin: la Mecanocrítica ha nacido. (Ilustración de cabecera de María Simó). 

La Mecanocrítica es un invento genial: escribes el nombre de una película y le añades un número de estrellitas. Luego pinchas y, de repente, la Mecanocrítica te genera una crítica de cine que podría haber escrito cualquiera. Y, lo que es peor, que cualquier medio te podría publicar. No es broma: lo podéis comprobar aquí. Venga, probad que engancha.

Esto nos pasa porque somos humanos y los humanos no hacen nada más que copiar lo que ven y lo que hacen otros humanos. O los gatos, de los que también se aprende un montón. El ctrl+c y el ctrl+v de la naturaleza está en nuestro ADN, aunque sólo haga dos años desde que la R.A.E aceptó copipegar como un neologismo válido. Copipegamos de todo lo que vemos, leemos, escuchamos u oímos. A veces incluso inconscientemente. Aunque bueno, no conozco a nadie que diga copipegar.

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La cuestión es que a la crítica de cualquier arte, en este caso la de cine, se le pegan taras y lugares comunes que la llevan a acomodarse en cierta posición. Y corre el peligro de convertir una crítica en la copia de otra crítica que es la copia de otra crítica. Aunque una hable sobre la última película descubierta de Segundo de Chomón, la otra de la nueva peli de Jia Zhangke y la otra sobre Warcraft: el origen (2016). Son como los días de insomnio de Edward Norton en El club de la lucha (1999). Da igual, porque nos encontraremos ciertas frases comodín que puedan ser utilizadas para hablar de cualquier película. Somos animales perezosos. ¿Pero dónde nace la pereza del crítico? Nace de la rutina profesional que le obliga a escribir tres críticas al día, y cuya reflexión no tiene tiempo ni puede permitirse asimilar. Nace, también, de lo que le pide el lector que reduce el trabajo crítico a saber qué tiene que ver ese fin de semana en el cine. La filosofía del “dime las estrellitas que yo ya me apaño”. Todas son reacciones a ese momento tan fascinante que vive la crítica cinematográfica: está muriendo a la vez que es más popular que nunca.

La Mecanocrítica: ¿una broma o algo más?

La Mecanocrítica es un invento de Faustino Sánchez realizado para Détour que surgió, hace años, de las páginas de un libro de poesía. Juan Jiménez García, editor en Détour, había leído un libro llamado Cien mil millones de poemas de Raymond Queneau. Un libro cortado sobre versos de distintos poemas que uno podía combinar a voluntad. García le dijo a Sánchez que no habría nada más irónico para una revista de cine que hacer una máquina que generara críticas y éste recogió el guante.

La idea era que la máquina te escribiese una crítica en base a un título y una puntuación”, nos cuenta su creador.  “Tú escribes eso y la máquina hace llamadas a IMDB y a Rottentomatoes y coge todos los datos que necesita: el año, el género, el director, los actores, la nota de la crítica en Rottentomatoes y el voto del público en IMDB”, explica como si fuera lo más fácil del mundo. “A partir de estos datos selecciona un patrón base de crítica y ciertas frases que cambian según la época, el género etcétera. A esto le añade palabras que se cambian aleatoriamente por sinónimos”, y , dicho y hecho, la Mecanocrítica te escribe una crítica de cine decente y publicable.

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Cierto que si juegas con ella un rato puedes romperla: prueben a ponerle dos estrellas a El tercer hombre (1949) y a El caballero oscuro (2008). Las críticas resultantes son exactamente iguales. “Tiene cierta variación dentro de un marco reducido. Pero si le metieras más inteligencia se podrían hacer cosas increíbles”, nos cuenta Sánchez, que dedicó sus ratos libres de apenas un par de semanas a crear el invento que nos ocupa. Se le da bien esto, no en vano su interesantísima Tesis Doctoral, que podéis consultar aquí, lleva por nombre Modelado de sistemas multimedia para personalización y recomendación híbrida a partir del consumo audiovisual de los usuarios. Un estudio sobre códigos y algoritmos para crear un recomendador de películas online efectivo y real.

Vemos que, con sus limitaciones, existen iniciativas que pueden sustituir textos críticos con solo extraer datos de la web. No necesitamos críticos, realmente. “Para hacer un proyecto serio podrías coger un repositorio enorme de críticas, un procesado de lenguaje natural automático, es decir que la máquina vaya aprendiendo, y de esa forma podrías crear críticas de cine automáticamente y todas diferentes entre ellas” cuenta Sánchez. “Se podría hacer una mecanocrítica de dimensiones considerables y daría el pego. Igual que esto da el pego si pruebas pocas veces. Se trata de dedicarle un tiempo y llenarlo de contenido. Pero con la tecnología actual es posible. Es muy turbio si lo piensas”, dice con una sonrisa. La Mecanocrítica es algo así como el Black Mirror (2011-) de la crítica de cine.

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Es turbio pero a esto hemos llegado tras acomodarnos. Si uno se para a pensar, casi resulta inevitable. “La intención es que fuera algo paródico. Cogí cosas hipertrofiadas que vienen de lugares comunes de la crítica. Muchas veces lees una crítica y piensas: esto lo podría decir de esta película y de cualquier otra. Esto es algo escrito con el piloto automático y para eso no necesito un crítico. Si al final este te aporta una serie de datos objetivos y de lugares comunes ligados a esos datos, eso lo puede hacer una máquina”, explica el creador de la Mecanocrítica.

Rottentomatoes, Filmaffinity y… ¿la democratización?

Uno ve el potencial que subyace detrás de un concepto tan genial como el de la Mecanocrítica y puede ver que realmente no se trata únicamente de realizar un ejercicio irónico sobre la profesión. También es un espejo al que el lector debería mirarse. “Muchas veces es el lector el que busca eso: la puntuación en estrellitas, si ha gustado o no y los cuatro adjetivos hiperbólicos. A veces no quiere una crítica que vaya más allá, no busca que le ayude a descubrir nuevas cosas o a comprender”, opina Faustino Sánchez.

Al boom de los blogs y los foros le ha seguido el surgimiento de vastas redes en las que se comparten e intercambian opiniones sobre cine. Rottentomatoes, Metacritic, Filmaffinity o IMDB, asimilando todas las diferencias que tienen entre ellas, han favorecido una innegable democratización de la figura del crítico. Aunque ésta no ha ido acompañada de un mayor conocimiento del medio que genere análisis y conciencia per se. Es decir: ahora todo el mundo publica sus críticas sobre el cine que consume, pero no todo el mundo critica necesariamente mejor el cine que consume.

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Para el crítico Daniel de Partearroyo “estas páginas resultan contraproducentes en el momento en que reducen y simplifican la recepción de una película a una nota numérica, una cantidad de estrellas o algo más limitado aún como las categorías «fresco» o «podrido» de Rottentomatoes”. André Bazin decía que todas las películas nacen libres e iguales, pero si una película está podrida en Rottentomatoes antes de estrenarse, realmente no va a llegar ni libre ni igual al cine de tu barrio. Tanto más cuando este tipo de páginas puede llevar aparejada una paulatina homogeneización crítica que ejerza presión sobre el espectador y, por ende, sobre la taquilla.

Muchos se han preocupado por comprobar como las puntuaciones globales de estas páginas, comparativamente, se parecen bastante. Hay quien incluso se ha preocupado por ver como  las valoraciones de las películas en esas webs tienen un retorno en el box office global. “Sitios como estos ofrecen consenso como un sustituto para el análisis”, decía Armond White, azote de la crítica que también defendía que Michael Bay es un auténtico visionario que hacía que Ridley y Tony Scott parecieran trogloditas. Aunque ese es otro tema. Lo cierto es que el consenso se traduce en lo comestible que resulta una película según el grado de frescura o podredumbre que refleje tu porcentaje en Rottentomatoes. “Eso ha impulsado un creciente maniqueísmo; al leer determinadas opiniones, parece que las películas sólo pueden ser prácticamente obras maestras o basura”, opina Partearroyo.

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Un fenónemo que está creando corrientes de opinión realmente espectaculares. “El delirio llega cuando esas puntuaciones o porcentajes de frescura llegan a ser utilizados como armas arrojadizas por los defensores o detractores de ciertas películas; el caso Warner/DC vs. Disney/Marvel está siendo una locura”, explica el crítico de Cinemanía.

Un posible renacer: la crítica como género literario

Si uno reduce la función del crítico cinematográfico a lo que debe recomendar para ver el finde siguiente está claro que el crítico ha muerto. Esta es una exageración de la que me tendré que disculpar tarde o temprano. Pero parémonos a pensar: el crítico de cine no es un recomendador de películas. Porque para recomendar películas ya están las máquinas y los códigos que estudia Faustino Sánchez: algoritmos que apunten tus votaciones de las películas que has visto en Netflix y te haga recomendaciones según tus gustos y manías.

Antes de su llegada a España, la misma Netflix hizo un concurso público en el que donaba un millón de dólares al equipo de programadores que hiciesen el mejor algoritmo recomendador de films del mercado. Lo hicieron, aunque por aquel entonces se trataba de una mole analizadora de bases de datos que se demoraba tres días en ofrecerle a cada cliente unas recomendaciones personalizadas.

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El de Filmaffinity, por poner otro ejemplo, usa un filtrado colaborativo: recomienda a un usuario aquello que le gusta mediante las “Almas gemelas” y hace un algoritmo de distancia calculando los más cercanos a ti. Y a partir de ahí, analiza las películas que más gustan a los demás para recomendártelas con pequeños sesgos. No interviene el ser humano. Se trata de comparaciones valorativas de gente de tu entorno que te puede recomendar qué ver en cualquier momento. Y gratis. Entonces… ¿para qué quiero a un crítico de cine?

La crítica cinematográfica debería funcionar como género literario propio e independiente en base al que extraer un debate público sobre un arte, el séptimo lo llaman. Tal vez el crítico deba aspirar a algo más que puntuar con estrellas su película o a recomendar lo que le haya gustado para que el espectador vaya tranquilo al cine. Aunque bien mirado, si no esperas sorpresas de una sala de cine igual el que estás muerto eres tú.

Vaya, otra exageración por la que pedir perdón.

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2 comentarios

  1. E. Martín dice:

    ¡Qué escándalo! ¡Qué oprobio! ¡Qué diferencia con la crítica de cine DETODALAVIDA que NO consistía en controlar cuatro frases, colar un par de "pulso narrativo"! ¡Es que ahora puede ser crítico de cíne CUALQUIERA, incluso sin tener que invitar a coca al director de un periódico! Es más, seguro que esa máquina generadora no incluye parámetros de amiguetes a los que tienes que poner bien sí o sí. Yo a este paso es que no sé a dónde vamos a llegar ¿eh?

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