El próximo estreno de la nueva adaptación de It de Stephen King ha creado un auténtico polvorín en redes de esperanzas, gifs, memes, y discusiones online como no se recordaba en el género del terror desde hacía mucho tiempo. Discutimos, a través de todo lo que sabemos de la producción, acerca del fenómeno de la nueva llegada de Pennywise y si las ilusiones puestas en el proyecto, que tiene la peligrosa tarea de adaptar un libro extremadamente difícil de llevar a la pantalla, son irreales o justificadas.
El ansia por una adaptación de IT (1986) no es difícil de entender. Al fin y al cabo, aunque Stephen King pueda tener mejores obras, por su épica, es considerada la gran novela de terror americana. Nos guste más o menos la primera visión en movimiento, la que se hizo en los noventa, la obra no ha tenido una película estrenada en el cine a la altura de su nombre. Eso por si sólo explicaría cierto interés, pero la respuesta está siendo tan masiva que parece un fenómeno fan, normalmente reservado a algunas series. No debería extrañarnos tanto en unos tiempos en los que los protagonistas de The Walking Dead (2010-) tienen cientos de cuentas de clubs de seguidores que llenan la gran vía de Madrid para conseguir un autógrafo. El problema con IT es que las ganas traspasan el velo del puro hype y da la impresión de que se espera la película de terror más grande de todos los tiempos.
Los diferentes avances, tráilers, clips para televisión y fotos de Pennywise de todos los colores y sabores alimentan y alimentan la bola y generan esa especie de consciencia colectiva que hace que cualquier nuevo póster promocional sea recibido con entusiasmo y miles de retuits. Por supuesto, el pasto de expectativas irreales es ancho y seguramente haya debates encarnizados tras el estreno. No sería justo emitir un juicio de valor sobre el resultado sin haberla visto, pero el terreno por el que se mueve la producción nos permite predecir hasta cierto punto las posibles limitaciones que encorsetan a una cinta de estudio que pretende ilustrar en imágenes el difícil texto de King. Sin buscar emitir un juicio de valor, quizá es necesario repasar lo que sabemos de la misma, las quimeras con las que se encuentra el propio concepto, para entender el fenómeno y poder resituar lo que podemos esperar de ella sin hacernos daño el día ocho de septiembre.
Los problemitas de producción, la versión de Fukunaga
La adaptación de un libro como IT trae parejos una serie de problemas inherentes que, dada la estructura industrial en la que estamos inmersos sólo podrían ser resueltos con la propuesta de una serie en condiciones, de unos diez episodios, con la ambición de prestigio que puede aportar, por ejemplo, HBO. Pero esa es una idea utópica que, cuando se empezó a hablar de una adaptación, dejó de pesar cuando apareció relacionado el nombre de Cary Fukunaga. Al parecer, el director de la primera temporada de True Detective (2014-) habría estado trabajando años en la adaptación. Cuando este abandonó, el mundo lo tomó como un gran gatillazo.
Aunque Warner seguía adelante con el proyecto, la sensación era que se perdía el único nexo con la “calidad” que le quedaba a la adaptación. Algo que se hizo más amenazante cuando el director reveló que el estudio le habría desplazado por no aceptar su visión de un terror menos convencional. Y claro, en seguida se asumió que la nueva IT iba a ser un producto genérico y sin los elementos que hacían la novela especial. Por supuesto, esa sensación general no se corresponde con otras verdades ocultas sobre la producción y las exigencias de Fukunaga. Su versión del guion no incluía la infame escena de orgía preadolescente, pero sí zoofilia, pedofilia, incesto y eyaculaciones sobre tartas de cumpleaños. Lo típico para rodar con actores de doce años. Por ese motivo los padres de los niños se plantaron y eso, al director, que quería hacer una cinta de “terror elevado” (sic), no le pareció bien.
El nuevo director y su equipo
Lo cierto es que la versión del guion de Fukunaga sigue siendo la base sobre la que se apoya la nueva, pero se han cambiado o añadido ciertos aspectos. Entra en escena Andrés Muschietti, protegido de Guillermo del Toro con sólo una película en su haber, Mamá (2013). Quizás él es el recambio dócil y maleable de última hora para lograr el terror convencional que necesitaba Warner. O quizá un enamorado de la novela con capacidad para hacer algo más acorde con el cine de terror de nuestros días. En su equipo, el guionista Gary Dauberman, de la terrible Annabelle (2014), se encarga de acercar los primeros borradores a la visión del nuevo director. Dauberman es algo así como uno de los miembros de la filial de terror de Warner y probablemente su función fuera, sobre todo, ajustar las secuencias a las restricciones de presupuesto.
Todo esto suena apocalíptico. Cambios de guion, director, prisas y temas de presupuesto que no habían salido hasta el momento. Para tranquilizar un poco, eso sí, aparecen las primeras críticas al guion de Fukunaga que se filtró, curiosamente, el día que se colgó el primer tráiler. Muchas desviaciones y libertades sobre la novela, un Pennywise que apenas toma formas o un final definido como desastroso serían aspectos que Muschietti habría peleado por cambiar. De nuevo, sin ver el resultado no podemos comparar. Lo que sí que se puede hacer es repasar la ópera prima del argentino, Mamá, una película de terror adulto que alterna algunos sustos baratos con un tono dramático y amargo. No cayó bien entre muchos aficionados, aunque tenga bastantes elementos interesantes como para dar un voto de confianza a su director.
Sin embargo, el equipo que acompaña al argentino ha ayudado a aumentar el estado general de buenas vibraciones: la participación de Chung-hoon Chung, director de fotografía habitual de Park Chan-wook; el compositor Benjamin Wallfisch, que viene de firmar la gran partitura de la tremenda La cura del bienestar (2017); y el grupo de niños actores encargados de dar vida al club de los perdedores, el alma de la novela, que tiene garantías como Finn Wolfhard, Sophia Lillis y, sobre todo Jaeden Lieberher, el niño de la reivindicable Midnight Special (2016) como un adecuado Bill Denbrought. De nuevo, puede que sea o no una gran película de terror, pero parece que el material humano detrás es el adecuado y no huele, al menos, a que vayamos a tener un desastre como el que parece que ha acabado siendo La torre oscura (2017).
La anterior versión, el efecto Pennywise y la violencia
El tema de los precedentes siempre es un arma de dos filos: tan pronto se genera una ola de nostalgia infecciosa, tan pronto sale una patrulla armada para tratar de bajarla del pedestal. La miniserie de los noventa es la superviviente de una idea inicial que sonaba idílica: a dirigir por George Romero, con ocho episodios dedicados a cada uno de los miembros del club de los perdedores más un interludio. Aunque lo que acabó emitiéndose fuera un esquejo de lo que pudo haber sido, fue importante para toda una generación y el Pennywise de Tim Curry se convirtió en un icono de culto casi a la altura de Freddy Krueger. Para bien o para mal, esta nueva versión también tiene la limitación del minutaje, aunque el tiempo dedicado a la primera parte contará con 45 minutos más de lo que tenía la de televisión.
Junto a esa pequeña ventaja, tenemos una mirada fresca a Pennywise, un intento de acercarse más al de la novela apostando por un diseño rompedor que ha triunfado como avatar para redes sociales entre aficionados en la misma medida que ha recibido bilis y caras enfurruñadas. Lo cierto es que mejor o peor representado, el verdadero “efecto Pennywise” es el de haber conseguido crear un estandarte comercial para la película. Todos sabemos que un payaso diabólico asesino de niños es perfecto material de marketing. Pero sobre todas estas ideas se sobrepone el hecho de que por fin, a diferencia de la visión de Tommy Lee Wallace, hay un tratamiento R para la novela, es decir, hay sangre, violencia y referencias sexuales que no podían incluirse en la televisión de 1990. Una buena noticia, sí, pero también habría que matizar que esa R se queda corta para algunas de los cruentos pasajes de la novela, por lo que pase lo que pase es difícil que esta sea la versión definitiva. También, siendo justos, hay que reconocer que es improbable que lleguemos a verla algún día.
El estado del cine de terror
El anhelo de una adaptación totalmente fideligna es tan quijotesco como esperar de esta versión la mejor película de terror del siglo. Exigir una traslación literal de forma inflexible, con los exabruptos de cocaína y alcohol de King incluidos, resulta no ya ingenuo, sino irreal y fundamentalista. Y es que otro de los avatares con los que se enfrenta una adaptación de un original mamotrético es la imposibilidad de trasladar el material con el tono que recordamos al haberlo leído. Ya no solo porque será la interpretación de ésta de un solo director, tal y como él la percibe, sino por el hecho de que está adscrita a un periodo del género muy concreto y tamizado por la coyuntura de los propios productos de terror de New Line y Warner Bros.
Es decir, una visión neogótica del terror como espectáculo sigue la estela de universo surgido a partir de Expediente Warren (2012) que es, en realidad, una versión con más presupuesto de los temas y formas que trataba la saga Insidious (2010). Es, en cualquier caso, una visión del terror atmosférica, estilizada y relativamente segura para el espectador la que ha marcado la década de los 2010 y como tal, parece que IT recoge el testigo. Cierta escena de los tráilers, con una sala de muñecos de payasos podría estar sacada, perfectamente, de cualquier pesadilla del James Wan más enchufado a Mario Bava. Otro de los hándicaps de este estilo es la dependencia, en ocasiones, de los temidos golpes de efecto. Esos sustos a base de volumen de los que los tráilers están llenos pero que, por el contrario, la hermana del director Barbara Muschietti, y productora de la película, ha declarado que han intentado evitar.
Todo esto, a priori, no es necesariamente malo, pero que ese ángulo case con lo que sugiere el texto original es otro cantar. Con todo, el hecho de que la adaptación rime con lo esperable de una producción de su tiempo puede resultar un escollo para la fidelidad o para ser una obra independiente, que cree una brecha de algún tipo en el género. Lo que nos lleva a hacernos la pregunta de «¿Por qué ahora?». El momento en el que aparece responde a un revival ochentero, a una reivindicación de Lo Goonie, que coincide con el éxito masivo de otra producción de niños contra monstruos que también bebe de la novela de King, como es Stranger Things (2016-). Además, se estrena en un año que se cumplen tres décadas de películas de culto de niños contra monstruos influenciadas por la novela de King como La puerta (1987) o, sobre todo, Una pandilla alucinante (1987), por lo que el contexto pertenece a los cineastas que veían esas películas retoman ahora lo que han mamado, tal y como hicieron en su día, por ejemplo, Spielberg, Dante o Lucas.
También influyen las propias ganas de una adaptación con medios de la novela y el resurgimiento del payaso como monstruo, en menor medida, como se puede comprobar ya, por ejemplo, viendo las promos de American Horror Story: Cult (2017). Pero puede que lo que marque con más intensidad la fiebre es el resurgimiento de la figura de King. El autor es un superviviente de otra era y el tiempo ha dado una perspectiva a su cuerpo de trabajo como algo rico, aún por explotar. Por ello, hoy estamos envueltos en más y más adaptaciones que nunca, tanto series como futuras películas. No es de extrañar que uno de los desencadenantes del hype desproporcionado tenga que ver con el tweet del propio King en el que se mostraba muy satisfecho por el resultado y, además, apoyado por los comentarios de su hijo, Joe Hill, que la pone junto a El exorcista (1974) Tiburón (1975) o La Cosa (1982) como una de las películas que más miedo le han dado. Claro que hay conflicto de intereses, pero con declaraciones así, es difícil no crear máxima expectación.
Conclusiones: eso
Los límites de lo que se puede esperar o no de una película de estudio nunca deberían venir señalados por los prejuicios. Esperar una obra de terror rupturista de IT es errar el tiro. Si por algo nos gusta Stephen King es por su manera de abrazar el terror sin pedir perdón. Desde sus elementos de atmósfera y los monstruos a las tripas y detalles sanguinolentos. Eso sí, su alternancia entre lo radical y la belleza de una historia de iniciación tiene dificultades inherentes para llevarse bien con la universalidad no excluyente del cine con menos mordiente. De cualquier manera, la expectación es, en sí misma, su peor enemiga. ¿Estamos ya, por tanto, condenados a una adaptación fallida, con el lastre de no poder contentar del todo a nadie? Puede ser. Por otra parte, muchos de los que hoy consideramos clásicos del género fueron parte de la estructura industrial en su momento y resultaron igual de cuestionados y alabados en el momento de su estreno. Incluso muchos de ellos tuvieron un considerable hype y aparato publicitario detrás.
De momento no hay reseñas online, las críticas están embargadas hasta unos días antes del estreno, pero algunas filtraciones de los test screenings en ignotos subforos de internet hablan de una película notable, con buenas escenas de terror e incluso satisfactoria como adaptación. Se alaba la interpretación “traumática” (sic) de Bill Skarsgård como Pennywise, y se destaca el uso de efectos especiales prácticos sobre la postproducción. También hay comentarios sobre un nuevo final que sustituye al muy criticado de las versiones previas de Fukunaga. Pero, por supuesto, toda esta especulación parte de la base de la asimilación de la nueva película como un estreno más de terror en la línea de lo que estamos viviendo. Quizá una de las mejores adaptaciones del de Maine, La niebla (2007) de Frank Darabont, pueda ser un índice para comparar los límites y posibilidades que ofrece esta. Puede que todos seamos marionetas de una campaña publicitaria bien orquestada y que los resultados sean predecibles, pero la realidad es que aquí todo depende de si Muschietti ha sabido trasladar el corazón esencial de la obra.
De cualquier modo, estamos hablando de la primera parte de una película concebida para ser visionada como un todo. Sí, se corresponde con la parte que más nos gusta y la que mejor representa el alma de la novela: los flashbacks de los siete personajes, condensados aquí en una sola narración, pero todo puede captar un nuevo sentido cuando se comunique con una segunda parte que desarrolle la fase adulta del club de los perdedores. Una sección más difícil pero que puede resultar más satisfactoria si logra dar sentido a la historia infantil. No hay que olvidar que si no se le da luz verde a esa segunda parte (algo improbable, puesto que el guion está en marcha) esta nueva IT sería tremendamente inútil. Solo podrá juzgarse en su totalidad cuando las dos obras de Muschietti se vean como una sola, con lo que tendríamos una versión de aproximadamente cuatro horas y media del libro, lo que la convertiría en la película de terror más larga y épica hecha hasta el momento.
Algo por lo que quizá si se vería justificado tanto hype desorbitado.
Pienso que sera un éxito de crítica y taquilla ya que sólo por los efectos supera a la querida aunque muy mal envejecida versión de tv ,como lector habitual de Stephen King creo que quedará a deber , imposible trasladar el libro fielmente .