La nueva revolución digital: el auge de los youtubers virtuales

Los youtubers virtuales están de moda. Desde que Kizuna Ai ha tomado Youtube, la proliferación de personajes 2D que no existen en la realidad física ha sido imparable. Pero, ¿a qué se debe esto? Hoy hablamos de las razones del auge de los youtubers virtuales.

Youtube tiene un defecto esencial en su ADN: requiere exponerse al juicio ajeno. Y dado que al grueso de la humanidad aún se le escapa el por qué juzgar abiertamente el aspecto de los demás es algo necesariamente negativo, para un grueso importante de la gente comunicarse a través de vídeos es una imposibilidad. Son demasiado jóvenes, demasiado viejos, demasiado gordos, demasiado flacos. Tienen algún pequeño defecto físico, del habla, de autoestima. Peor aún, son mujeres, extranjeros, tienen un acento menos que perfecto. O ni siquiera es nada de eso. Tal vez sólo les aterra lo obvio: en tiempos de exposición total, se nos exige ser virtuosos para poder seguir siendo considerados personas. Cuando «virtuoso» sólo se es a ojos de quienes tenemos más cerca.




Hay mil motivos para no querer asomarse a ese abismo donde cualquier acto de resilencia es insuficiente. Lo cual puede explicar, también, el actual auge de los youtubers virtuales. Es decir, personajes 2D o 3D que no existen en el mundo físico, pero cuyo comportamiento es equivalente al de cualquier otro youtuber con una presencia privada fuera de Internet.

De eso hemos venido a hablar. De la poco conocida historia de cómo han evolucionado los avatares hasta convertirse, por sí mismos, en individuos sujetos a las cuitas de la fama, de forma independiente a la vida de sus creadores. Es decir, cómo los avatares se han convertido, por sí mismos, en identidades reales.

La historia de los youtubers virtuales es más extensa de lo que podría parecer. Y ni siquiera empieza por Youtube. Si queremos ser justos, el primer paso en esa dirección la dio un personaje virtual hace ya más de diez años: Hatsune Miku. Nacida el 31 de agosto de 2007, desarrollada por Crypton Future Media y con la voz prestada de Saki Fujita, su éxito fue casi inmediato. Aunque en principio sólo tenía que ser un paquete de voz, un software con el cual producir una voz japonesa que sonara lo suficientemente natural como para poder integrarla en un contexto musical, la imagen de marca acabó pesando tanto o más que el propio software. De hecho, la segunda versión del sintetizador de voz VOCALOID nunca fue pensado para ser desarrollado más allá de sus características vocales. Pero Internet no pensaba del mismo modo.

Todo se fue de madre a causa de Nico Nico Douga. Allí, en un espacio similar a Youtube pero con un especial énfasis en la subcultura otaku, las canciones producidas con el sintetizador de voz Hatsune Miku pronto se hicieron populares. Pero cuando su popularidad estalló de verdad fue cuando un usuario hizo una versión de Ievan Polkka, de Loituma Girl, con una versión super-deformed de Hatsune Miku. A partir de entonces, el fanart, las canciones y, por supuesto, el merchandising y las colaboraciones con otros medios acabaron convirtiéndola en la celebridad que es hoy. Un personaje virtual que tiene una fama equivalente a la de cualquier cantante de carne y hueso, donde sus productores no son más que agentes en la sombra y cuya popularidad depende, en cada momento, de lo que ocurra entre bambalinas y entre quienes producen sus canciones. Es decir, exactamente igual que cualquier cantante de carne y hueso.

Esa fama, claro, hizo que Crypton replanteara su estrategia. Produjeron otros muchos personajes de Vocaloid, entre los que destacan Rin, Len y Luka, y un programa que permite manipular fácilmente un diseño 3D del personaje para producir vídeos, MikuMikuDance. Al dar las herramientas a los usuarios para jugar con ella, lo que han conseguido es que Hatsune Miku se convierta en un ente independiente. Una artista que nunca decepciona, porque atesora toda la calidad que es capaz de imaginar quienes están implicados en su creación.

Es difícil negar que todo youtuber virtual que se precie ha de tener a Hatsune Miku por su santa patrona. Pero eso no significa que todo youtuber virtual esté cortada por su patrón. Irónicamente, si bien ella es el referente, ha habido otros precedentes.

Primeros pasos del youtuber virtual

Si tuviéramos que elegir a la primera youtuber virtual de la historia, ese título recaería seguramente sobre Ami Yamato. Danzando por la plataforma desde el 18 de mayo de 2011, sin un tema específico, con un diseño 3D elaborado y, en general, representando a la versión más vieja del youtuber, aquel que simplemente se ponía ante una cámara y hablaba de aquello que se le pasara por la cabeza o estuviera de moda, sus vídeos son una encantadora mezcla de miscelánea y rants. Algo que le ha llevado, a día de hoy, a tener más de 140.000 suscriptores y 6.6 millones de visitas totales en algo más de 70 vídeos. Buenos números, aunque no impresionantes.

En el mismo estilo, temática y formas tendríamos otro personaje que podría considerarse la santa patrona de los youtuber virtuales occidentales: Barbie. Comenzando sus andanzas el 19 de junio de 2015 y con algo más de ocho millones de visualizaciones en 93 vídeos, los intentos de Mattel por llevar la marca a un nuevo contexto se han encontrado de cara con las problemáticas básicas de Youtube. En esencia, que cualquier intento de triunfar en el ecosistema está abocado al fracaso si no se cede ante la especialidad de Hatsune Miku: el remix, la colaboración y el dejar a un lado las formas más restrictivas de copyright. Una flexibilidad prácticamente imposible cuando hablamos de corporaciones y grandes empresas.

Precisamente en esa flexibilidad en todo lo que implica el copyright es donde se ha podido ver el auge de otras formas de comunicarse a través de Internet. Por ejemplo, no poca gente ha querido ver en los animoji de Apple, básicamente emojis que reflejan los movimientos de tu cara si tienes el dinero que cuesta un iPhone X, un primer paso para democratizar una tecnología que ya lleva años de nosotros. A fin de cuentas, no hay nada de novedoso en el reconocimiento facial y la captura de movimientos, salvo que estén a la mano del usuario y no sólo de las grandes empresas.

También porque ni siquiera hace falta gastarse cuatro cifras en equipo para poder llevarlo adelante. Software como FaceRig o, en otro nivel, MikuMikuDance, permite crear su propia identidad virtual a cualquiera que tenga interés suficiente en hacerlo. Por extensión, lo que falta no son posibilidades, sino cultura de youtubers virtuales. El hecho de que existan en cantidad suficiente y que, al hacerse conocidos, más gente decida seguir su estela.

La piedra de toque: Kizuna AI

Es por eso que hablar de youtubers virtuales es hablar de quien ha conseguido abrir la brecha. Del personaje que, como lo hizo en su día Hatsune Miku, ha conseguido hacer posible concebir otra forma de crear contenido. Y esa no es otra que Kizuna AI. Nacida el 1 de diciembre de 2016, al menos en lo que respecta a la primera vez que subió un vídeo, Kizuna AI es una chica de estética anime que viste de blanco y rosa, lleva un lazo en la cabeza al que llama «pyoko-pyoko» y que dice ser una IA con intención de aprender qué significa ser humano. Algo que ha acabado resultando en vídeos de retos, colaboraciones y streamings de videojuegos. Es decir que, en cierto modo, ya ha entendido a la perfección las motivaciones esenciales de la humanidad.

Entonces, ¿cuál es el motivo de su éxito? Como el de cualquier otro youtuber, una mezcla de carisma, conocer perfectamente a su público y saber cómo viralizar sus contenidos. Con solo 582 vídeos en su cuenta principal, cerca de dos millones y medio de suscriptores y casi 200 millones de visualizaciones, sin contar su canal secundario dedicado a videojuegos, además de vídeos resubidos y reeditados con sus mejores momentos ascendiendo a cantidades mayores de las que es posible cuantificar, es todo un fenómeno de Youtube. Pero también fuera de él.

Porque, hoy en día, incluso las youtubers virtuales pueden dar el salto a la realidad. Dando conciertos, haciendo encuentros con los fans, apariciones en televisión e incluso siendo la actual imagen publicitaria del ramen Nissin y habiendo puesto voz, que no imagen, a un personaje del anime Mahou Shoujo Site, Kizuna AI ya tiene tanto o más recorrido profesional fuera de Youtube que la mayoría de youtubers famosos de carne y hueso.

En cualquier caso, el mundo de las youtubers virtuales no empieza y acaba en Kizuna AU. Tras su éxito, los youtubers virtuales se han convertido en Japón en un negocio tremendamente rentable. Extendiéndose cada vez más en el campo del anime, llamando la atención de las operadoras de teléfono, las compañías enteramente dedicadas a la producción de contenidos de esta clase están empezando a proliferar. Y con ello, también más youtubers populares.

Una de las más populares, ya rivalizando con Kizuna AI, es Kaguya Luna. Conocida amistosamente como Cocaine-chan debido a su comportamiento histérico y errático, muchas veces colindante con lo completamente desquiciado, su diseño sugerente y su tendencia a decir barbaridades y obscenidades le han valido para hacerse rápidamente con el afecto del público. Del mismo modo, en el otro lado de la balanza, tendríamos a Mirai Akari, que siendo más enérgica que histérica, funcionaría como contrapartida más sosegada y adorable de Kaguya. De todos modos, ambas no dejarían de enfocarse a la misma clase de contenidos: gameplays, retos y ocasionales coqueteos con la publicidad y la música. Algo que las convierte, a fin de cuentas, en un remiendo de lo que hace la propia Kizuna.

Por otra parte, también podríamos destacar algunas youtubers virtuales en el espectro opuesto del entusiasmo. Nekomiya Hinata, además de dedicarse casi exclusivamente a los gameplays, especialmente de FPS y juegos retro, tiene una voz calmada, casi adormilada, con (comparativamente) pocos comentarios y una edición de vídeo mucho más ligera. Algo mucho más disfrutable para todos aquellos que no están acostumbrados al estilo hiper-histérico del grueso de youtubers famosos. Irónicamente, ni Kaguya ni Mirai han tenido las polémicas asociadas que ha tenido que sufrir Nekomiya. Y es así porque, estando ellas en el espectro del espectáculo y el jugar -con toda posibilidad intencionalmente mal- no han tenido que enfrentarse a la comunidad gamer.

Nekomiya no es sólo especialista en FPS, sino que además es muy buena jugadora. Algo que a una parte de la comunidad gamer le parece inaceptable. ¿Cómo es posible que una chica, o una persona que se visibiliza con un avatar femenino, sea buena jugadora? Algo que le ha valido críticas constantes, acusándola de hacer trampas, usando algún tipo de asistente para parecer mejor de lo que es en sus vídeos. Lo cual nos demuestra que, cuando se trata de la misoginia de los gamers, ni siquiera una identidad virtual libra a las personas visibilizadas como mujeres de sufrir acoso.

La diversificación de temas y el fenómeno de los grupos

Dejando a un lado la parte más amarga de las redes sociales, cabría señalar que no sólo de personajes individuales vive la esfera de los youtubers virtuales. También se asocian entre sí, creando complejos círculos de colaboraciones. Valga de ejemplo el grupo Nijisanji, un extenso grupo de youtubers virtuales que está a su vez compuestos de varios subgrupos, entre los cuales destacan JK Gumi, un grupo de tres chicas de instituto de las cuales la más singular es Tsukino Mito, quien suele hablar de películas de serie B, kusoges —es decir, juegos intencionalmente malos— y graba desde dentro de una lavadora. Otro grupo similar, aunque menos extenso, sería Game Club Project y, tirando más del lado idol que tanto apasiona en Japón, Hacka Doll, un grupo que se dieron a conocer con su propia serie de anime.

Ahora bien, ¿a qué se debe esta proliferación de grupos, colaboraciones y cameos? A que es un método rápido y efectivo de aumentar la popularidad de los implicados. Al juntarse y aparecer en los vídeos de los otros, cada uno arrastra a sus fans a otros canales, lo cual les sirve para hacerse publicidad y trascender su esfera de influencia. Demostrando así que, por más que le duela al capital, la competitividad y el pisar el cuello del prójimo no te hace más rico: te hace menos conocido.

De todos modos, fuera de la esfera de influencia de chicas moe y grupos gestionados por grandes empresas, también hay un mundo a descubrir. Cabría destacar aquí a youtubers virtuales como Hatoba Tsugu, quien con una estética minimalista de colores apagados crea cortos singulares combinando lo virtual y lo físico. Luego del lado, digamos, más kusoge tenemos a Baacharu, una especie de youtuber al estilo clásico, pero que es un señor en traje con cabeza de caballo. Y para rizar el rizo del todo, ¿por qué no conocer a Obaachan? Una clásica abuelita adorable… Que tiene voz de señor de mediana edad, juega a videojuegos violentos y no tiene problema alguno en soltar cuantas barbaridades le vienen a la mente sobre cual sea el tema polémico del momento. Y la lista continúa. Podríamos seguir, pero también sería absurdo: los youtubers virtuales son muchos, muy relevantes y prácticamente cada día nace uno nuevo. La exhaustividad es imposible, e incluso si nos guiamos por la relevancia o la calidad, no es posible abordarlo todo.

Pero, ¿a qué viene un éxito tan contundente? A que los youtubers virtuales nos prometen un universo idealizado. No atados a los límites de la carne, viviendo dentro del propio Youtube, pudiendo extenderse en remezclas, contenidos que vayan más allá del vídeo y sin tener que acarrear con la fama una vez hacen log out. Tienen una vida envidiable. Pueden saborear las mieles de la fama mientras aún tienen acceso a las bondades del anonimato. Pueden ser famosos sin dejar de ser humanos.

Por eso son populares. Porque permiten integrar esa doble barrera: ser famoso sin exponerse brutalmente. Algo que en tiempos de Internet, cuando hemos aprendido por las malas lo que implica estar expuestos 24/7 en nuestra intimidad e imagen pública, suena como un auténtico sueño al que es difícil negarse.

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