Netflix, HBO, Amazon Prime Video, AMC, Hulu… la industria del entretenimiento, que cada vez busca más captar y satisfacer a nuevas audiencias, se ve forzada a representar en la pantalla los cambios que revolucionan la sociedad. Entre ellos, que a la sexualidad femenina le queda cada vez menos tiempo como tema tabú. ¿En qué series las mujeres hablan alto y claro sobre sexo?
Para dar cuenta de cómo la mujer ha conquistado su propia sexualidad —o, al menos, cómo se está dando este proceso—, la investigadora Iris Brey ha analizado en el libro Sexo y series (Héroes de Papel, 2018) a qué cambios nos estamos asomando en los últimos años como espectadores. Y no sólo desde el prisma formal o narrativo, sino sobre todo desde el punto de vista del diseño de los personajes, concretamente los femeninos. Porque estos son cada vez más relevantes: ya es totalmente normal encontrar series cuyas protagonistas principales sean mujeres, como Cómo defender a un asesino (2014-2019) o Unbreakable Kimmy Schmidt (2015-2019), o aquellas que directamente están protagonizadas casi en su totalidad por mujeres, como Orange is The New Black (2013-2019), Girls (2012-2018) o las algo más antiguas Sexo en Nueva York (1998-2004) o Mujeres desesperadas (2004-2012).
El subtítulo de la obra es Las sexualidades femeninas. Una revolución televisiva y dicha revolución, en palabras de la autora, no habría sido posible sin la llegada de guionistas, productoras y directoras que deconstruyen los estándares de representación y están dispuestas a cambiar las normas del juego. A ellas les debemos que cada vez haya más protagonistas diversas, independientes, empoderadas, que viven su sexualidad con naturalidad. Y, aun con todo, queda mucho por hacer.
El tabú de la sexualidad femenina comienza, y se retroalimenta, con el silencio o las perífrasis. ¿En cuántas series hemos oído hablar sin tapujos a una mujer de su cuerpo y sus deseos? El orgasmo femenino es otro de los grandes temas silenciados y habitualmente se ha preferido tratarlo con metáforas —principalmente imágenes que evoquen la explosión de ese goce—. Sigue faltando explicitación para algo que, a diferencia de la versión masculina, no deja indicios visuales. Y si ya es complicado que un personaje femenino hable abiertamente de masturbación —en uno masculino es de lo más común—, ellos tienen expresiones de lo más variado («pajearse», «tocarse», «cascársela»…), mientras que ellas tienen que tomarlas prestadas, ya que los genitales femeninos no son visibles.
Al ‘onanismo’ le dedica Brey un epígrafe entero, incluyendo capítulos de series como la generacional Friends (1994-2004), Mad Men (2007-2015) o Dime que me quieres (2007). Esto, apunta la autora, significa que con nuestro propio lenguaje creamos barreras para hablar de masturbación, y pone como ejemplo este enlace: en francés hay hasta 43 expresiones para los hombres, y tan sólo se recogen 6 para las mujeres. Recordemos que la autora, especialista en representación de género en el cine y las series, vive y trabaja entre Estados Unidos y Francia, su país natal.
En las antípodas de la invisibilización y el silencio está la brillante y reciente Sex Education (2019): Otis Milburn (Asa Butterfield), el hijo de la sexóloga Jean Milburn (Gillian Anderson), monta un pequeño consultorio sexual particular en el instituto junto con su amiga Maeve Wiley (Emma Mackey). Brey sostiene que no demasiadas series se atreven con personajes que asumen plenamente la decisión de abortar y se suele aceptar un embarazo no deseado, pero ésta es una de esas excepciones. En la misma línea estarían Scandal (2012-2019) o Anatomía de Grey (2005-2019), por ejemplo.
Es complicado hablar de sexo —importante subrayar esto— si organismos estatales como la FCC (Comisión Federal de las Comunicaciones en Estados Unidos) vigila este tipo de productos de entretenimiento, y decide que palabras como «clítoris» o «vagina» son indecorosas. El misterio de la anatomía femenina queda inmortalizado a la perfección en un capítulo de OITNB titulado A Whole Other Hole (‘El otro agujero’), en el que un grupo de reclusas se entera de que la orina sale por la apertura uretral.

Sophie, interpretada por Laverne Cox
Otros dos grandes ejes temáticos del libro son, por una parte, la violencia sexual que sufren los personajes femeninos en las series —violación en Jessica Jones (2015-2017); incesto en Roma (2005-2007); Los Tudor (2010-2014); Borgia (2011-2014); o Juego de Tronos (2011-2019)—. Y por otra, la diversidad LGTB, cuyas sexualidades, anota Brey, revientan la burbuja de la cultura heterocéntrica. Mención aparte merece el veto a que se someten las protagonistas embarazadas, las menopáusicas y las madres: son pocas las series que se atreven a yuxtaponer el papel de la maternidad o la madurez con el de sexualización del personaje. Si en Grace and Frankie (2015-2019) dos septuagenarias pueden hablar de la “vagicadabra”, un remedio contra la sequedad vaginal, en la divertidísima Better Things (2017-2019) una madre soltera que dobla películas porno lidia con su propia madre y sus tres hijas en edades difíciles mientras intenta guiar su propia vida.
El caso español
Y si en Sexo y series se repasan más de cincuenta títulos británicos, norteamericanos y franceses, podemos centrarnos en producciones propias para establecer una comparativa: en España hay escasos pero visibles ejemplos que no debemos dejar pasar por alto. La exitosa y recién concluida Vis a vis (2015-2019) aterrizó bajo la apariencia de un calco de OITNB para demostrar en poco tiempo que se trataba de una propuesta completamente sui generis. Sexo hetero y homosexual, maternidades deseadas, no deseadas y abortadas conviven en un clima de drogadicción, extorsión y violencia —también violencia sexual; mucha— en el que la sororidad frente a la dominación burocrática, casi exclusivamente masculina, acaba por imponerse. Un puñado de actrices heterogéneas, racializadas y diversas, incluida la actriz trans Abril Zamora, completan cuatro temporadas de un producto audiovisual que ha recibido numerosos galardones y ya ha saltado a más de 65 países en todo el mundo.
El embarcadero (2019), de los creadores de La casa de papel (2017-2018), presenta a dos mujeres con un nexo común: un hombre. Alejandra, la esposa perfecta, y Verónica, la amante exótica, han vivido vidas paralelas hasta la muerte del tipo al que ambas querían. El cambio que se opera en Alejandra es visible: pronto se descubre demandando sexo explícitamente y conduciéndose hacia un cunnilingus —práctica cuya puesta en escena, sostiene Brey, sigue siendo revolucionaria— con un desconocido en los baños de un bar. La escena del dildo encima de la cama es tan elocuente como la de ambas mujeres teniendo sexo en la cama donde probablemente Óscar engendró a su hija extramatrimonial.
Para terminar de sazonar la primera trama, Katia, la amiga y compañera de trabajo de Alejandra —madre soltera que «zorrea con hombres casados» (sic) y se acuesta con el jefe de ambas (por descontado, también casado)—, descubre que su hija adolescente vende fotografías dedicadas de su «vagina» (sic) para costearse un viaje para dos a Nueva York con su profesora de instituto, una mujer a la sazón también comprometida. Con la excusa de esclarecer la muerte del protagonista se revelan varias sexualidades femeninas de interesante recorrido, aunque es una lástima enorme, por cierto, que a estas alturas se sigan confundiendo vagina y vulva (la doctora Milburn frunciría el ceño).
Por último, pero no menos importante, en este sentido es especialmente relevante el primer proyecto del director, actor y productor Paco León, Arde Madrid (2018-), la serie más vista de la historia de Movistar+ protagonizada por una espléndida Debi Harris en el papel de Ava Gardner. Con la excusa de seguir los pasos de la actriz durante su residencia en el Madrid franquista, nos asomamos a pequeñas intrahistorias, como la del matrimonio postizo de Manolo (Paco León) y Ana Mari (Inma Cuesta): en apariencia dos trabajadores domésticos que, bajo las directrices de la Falange, vigilan de cerca la vida de la estrella de Hollywood. Rodada en blanco y negro, otros temas de la época como la represión de la mujer y la moralidad, la exclusión de colectivos sociales como gitanos o discapacitados o la tutela eclesiástica de los bebés no deseados son partes de la trama.