Las lecturas (de ciencia-ficción) de Roberto Bolaño: una guía para desesperados

A lo largo de las páginas de su última novela póstuma, que no por casualidad se titula El espíritu de la ciencia-ficción, el escritor chileno va dejando caer, para diversión y deleite del fan del género, un buen puñado de nombres de escritores y escritoras del género. Puede que hayas oído hablar de algunos de ellos, pero, por si acaso, en este glosario te contamos quienes son.

En noviembre del año pasado salió al mercado la última novela póstuma, hasta la fecha, de Roberto Bolaño. Los seguidores irredentos del escritor chileno ya conocerán de sobra su generosidad a la hora de salpicar sus narraciones de nombres de poetas y escritores, muchos de ellos latinoamericanos. También en el libro póstumo de ensayos, artículos y discursos Entre paréntesis (2004) pueden rastrearse algunas de sus lecturas favoritas: hay, por ejemplo, un hermoso texto sobre Philip K. Dick. Diría que fue a través del autor de 2666 que tuve noticia por primera vez de la existencia de Nicanor Parra, de J. Rodolfo Wilcock o de Silvina Ocampo.

Pero para lo que no estábamos del todo preparados, aunque el nada azaroso título de la novela ya lo anunciara, era para el jubiloso goteo de autores y autoras de ciencia-ficción que inunda las páginas de su libro. Desde nombres clave del género, como Ray Bradbury o Ursula K. Le Guin, a otros mucho menos conocidos por los no iniciados en el género, como Joanna Russ o Harlan Ellison. Una de sus novelas póstumas, Los sinsabores del verdadero policia (2011), ya estaba dedicada a Manuel Puig y a Philip K. Dick, y en algunos de los poemas contenidos en La universidad desconocida (2007), también póstuma, podía hallarse algún guiño a escritores como R. A. Lafferty. Pero nunca como en El espíritu de la ciencia-ficción dejó Bolaño tan patente su amor por el género y su más que probable condición de comprador empedernido de ficciones escapistas y especulativas sobre otros tiempos y otros mundos. Es curioso, hasta cierto punto, que en su obra posterior, una vez empezó a publicar regularmente, apenas queden restos de esta afición; quizá la ciencia-ficción fue un poco un amor de juventud. Al fin y al cabo, El espíritu de la ciencia-ficción es una novela de juventud.

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Como comprador empedernido de ficciones escapistas y especulativas (y de todo tipo) que soy, pensé que podía ser divertido hacer una especie de glosario de los autores que aparecen nombrados en el libro. A varios de ellos, el alter ego de Bolaño en la novela les escribe cartas, cuyo tono oscila entre lo onírico y lo alucinado; a otros, los va mencionando de pasada; el resto aparecen en un anexo en el que pueden verse hojas originales de trabajo de Bolaño, de cuando estaba planificando la novela, y en una de ellas hay una lista de posibles candidatos a ser destinatarios de las cartas. Los he listado por orden alfabético en función del apellido. Algunos están vivos e incluso tienen cuenta en Twitter (no siempre gestionadas por ellos mismos). Otros no. Los años entre paréntesis junto a los nombres de novelas suelen referirse a su fecha original de publicación, que a menudo difiere de la edición española, si la hay. A muchos de estos autores, si los queréis leer, tendréis que ir a buscarlos a las bibliotecas públicas o a las librerías de segunda mano, que supongo que es lo que hacía Bolaño. Bueno, despeguemos.

Forrest J Ackerman (1916-2008)

Forrest J Ackerman

Murió un minuto antes de la medianoche del cuatro de diciembre de 2008, con 92 años, y se podrían decir demasiadas cosas sobre Ackerman, o Forry, o Mr. Ciencia-Ficción, como prefieran. Fue, por decirlo de alguna manera, el fan por excelencia, el primero de todos. Coleccionista -en su mansión de Los Angeles conservaba más de 20.000 libros y 300.000 objetos relacionados con el cine de género-; impulsor infatigable de la ciencia-ficción; escritor y agente de autores como Ray Bradbury o Isaac Asimov; inspirador de un buen puñado de cineastas, como Joe Dante, Peter Jackson o John Landis, que luego le regalarían cameos en sus filmes. Landis le hizo aparecer en un cine, detrás de Michael Jackson, en el videoclip de Thriller (1983), pieza fundamental de la cultura pop de los ochenta (y de todos los tiempos). Su mítica revista Famous Monsters of Filmland, pionera en tomarse en serio la fantasía y la ciencia-ficción y dedicar espacio a los especialistas de efectos especiales de las películas, tuvo a mediados de los setenta una breve edición española, de la mano de la editorial Garbo.

Brian Aldiss (1925-) 

Portada de Evil Earths de Brian Aldiss

Nacido en Norfolk, Inglaterra, Aldiss se las tuvo intermitentemente durante casi veinte años con Stanley Kubrick para adaptar al cine un relato breve que había escrito en 1969, Los superjuguetes duran todo el verano, proyecto que, tras un sinfin de rodeos, terminaría germinando en A.I. Inteligencia Artificial (2001), la película de Spielberg. Brian Aldiss empezó a escribir muy joven, y brilló no solo como narrador de ciencia-ficción sino también como antologista. Sin embargo, su primera novela, The Brightfount Diaries (1955), relataba en forma de diario ficticio su experiencia como vendedor en una librería de Oxford. Admirador confeso de H. G. Wells, Aldiss fue a menudo un audaz experimentador, y prueba de ello son libros tan singulares como Invernáculo, Informe sobre probabilidad A o A cabeza descalza, esta última todo un juego de hibridación lingüística que los surrealistas habrían aplaudido. A principios de los noventa empezó a publicar poesía.

Alexander Beliaev (1884-1942)

Portada de 'La estrella Ketz' de Alejandro Beliaev

Bolaño escribe su apellido Beljaev, aunque, si os topáis con algún libro suyo lo veréis escrito como lo ponemos aquí, o incluso como Alejandro Beliaev. De niño se lastimó la columna vertebral al caer de un tejado, y durante sus periodos de convalecencia se aficionó a leer a Wells, a Verne o a Tsiolkovski -el padre de la astronáutica-, lecturas que, con el tiempo, le llevaron a la escritura. En España se han publicado novelas como Ictiandro, El ojo mágico y también pueden hallarse relatos suyos en antologías. Murió en 1942, durante el sitio de Leningrado, y su mujer e hija fueron deportadas por los nazis a Polonia. Se le considera algo así como el Julio Verne ruso.

Alfred Bester (1913-1987)

Portadas de 'Las estrellas, mi destino', de Alfred Bester

Fue en la década de los cincuenta cuando este neoyorquino publicó las dos novelas por las que más se le recuerda, dos clásicos de la ciencia-ficción: El hombre demolido (1953) y Las estrellas, mi destino (1956), también conocida como ¡Tigre, tigre! Bester escribió guiones de cómic durante los cuarenta, para series de DC como Superman o Linterna verde, y también trabajó en radio y en la televisión, que sería el escenario de otra de sus novelas, Carrera de ratas (1953), ésta fuera de la ciencia-ficción. Aunque seguiría publicando historias cortas esporádicamente, a principios de los sesenta se convirtió en editor de la revista de viajes Holiday, donde estuvo prácticamente una década. Gigamesh ha recuperado recientemente Los impostores, la última novela que Bester escribió y publicó a principios de los ochenta. Murió sin haber tenido descendencia con la actriz Rolly Bester, fallecida tres años atrás y con la que estuvo casado media vida. Se lo dejó todo a su amigo Joe Suder, camarero de un bar cercano a su casa.

Ray Bradbury (1925-2012)

Ray Bradbury

Cabe suponer que el autor de Crónicas marcianas (1950) y Fahrenheit 451 (1953), fallecido en 2012, no es un desconocido por aquí. Nació en Waukegan, Illinois, aunque su familia se estableció en Los Angeles en 1934, cuando él ya sabía que quería dedicarse a las artes. Sus paseos por Hollywood le llevaron a trabar pronto amistad con gente como Ray Harryhausen y, más adelante, a trabajar activamente escribiendo guiones para numerosas series de televisión y para películas como el Moby Dick (1956) de John Huston. Su infancia en Illinois la evocó en varias narraciones; entre otras, una novela hermosa y aterradora, El carnaval de las tinieblas, llevada al cine por Jack Clayton en 1983. Sus antologías de relatos, como El país de octubre o Remedio para melancólicos, editadas en España por Minotauro, contienen auténticas perlas, no siempre adscritas de forma estricta a los campos del terror y la ciencia-ficción.

Fredric Brown (1906-1972)

Portada de 'Marciano, vete a casa' de Fredric Brown

Si Bradbury fue un estupendo cuentista, el ingenio y el humor del autor de Universo de locos (1946) no era menos deslumbrante en el arte del relato corto: para comprobarlo, acudan a la suculenta antología cronológica que editó Gigamesh, que comprende tanto relatos como novelas, entre las que también destaca ¡Marciano, vete a casa! (1955). También escribió muchas novelas de misterio, fue corrector de galeradas para el Milwaukee Journal y escribió historias para capítulos de series de televisión como Alfred Hitchcock presenta.

Philip K. Dick (1928-1982)

Philip K. Dick

«Estas son algunas de las conclusiones a las que hemos llegado: Dick era un esquizofrénico. Dick era un paranoico. Dick es uno de los diez mejores escritores del siglo XX en Estados Unidos, que no es decir poco. Dick era una especie de Kafka pasado por el ácido lisérgico y por la rabia. Dick, en El hombre en el castillo, nos habla, como luego sería frecuente en él, de lo alterable que puede ser la realidad y de lo alterable que, por lo tanto, puede ser la historia. Dick es Thoreau más la muerte del sueño americano. Dick escribe, en ocasiones, como un prisionero porque realmente, ética y estéticamente, es un prisionero«. Aquí quien habla es el mismo Bolaño; este texto es parte de su artículo sobre Philip K. Dick recogido en el libro Entre paréntesis (2004).

Harlan Ellison (1934-) 

Harlan Ellison

Los acólitos de Harlan Ellison, en España, se ven obligados a buscar su nombre en índices de antiguas antologías, en librerías de segunda mano, porque bien poco nos ha llegado aquí de su extensa obra, quizá porque ha escrito muchos más relatos que novelas. Son célebres los tres tomos de sus Visiones peligrosas, una antología en las que, a finales de los sesenta, invitó a un puñado de autores a experimentar y a tratar temas poco explorados hasta entonces en el género. Orbis y Martínez Roca la editaron por aquí, en tres volúmenes. A Ellison le debemos, por ejemplo, la película de culto 2024: Apocalipsis nuclear (Un muchacho y su perro) (1975), que adaptaba una novela suya, o la aventura gráfica para ordenador I have no mouth and I must scream (1995), inspirada en uno de sus relatos. Su nombre aparece en los créditos de Terminator (1984): demandó a la productora de la película, acusándoles de plagiar en parte un relato suyo, y además de ver su nombre en pantalla les sacó también algo de dinero. No es la única batalla que Ellison ha librado por asuntos de derechos. En 2007 se estrenó en Sitges Dreams with sharp teeth, un muy interesante documental sobre su figura.

Philip José Farmer (1918-2009)

Portada de The Lovers de Philip José Farmer

A Farmer se le conoce sobre todo por la saga de El mundo del río, aunque la mismísima Anagrama publicó en los ochenta La imagen de la bestia y ¡Cuidado con la bestia!, dos delirios pulp bastante subidos de tono por donde asomaba, como personaje secundario, Forry Ackerman. El sexo era una constante en su obra: dejó su trabajo en una planta acerera tras ganar un premio Hugo al «escritor más prometedor» en 1953 con su primera novela, Los amantes, que narraba relaciones sexuales entre un humano y un extraterrestre. Utilizó, sin pedir permiso, el seudónimo de Kilgore Trout, escritor ficticio de ciencia-ficción que aparece a menudo en la obra de Kurt Vonnegut, para escribir la novela corta Venus en la concha; Vonnegut no se tomó muy bien el cumplido y le pidió que no escribiera más con ese nombre.

Alan Dean Foster (1946-) 

Alan Dean Foster

Aunque este graduado en Ciencias Políticas por la Universidad de California tiene en su haber varias sagas de fantasía y otras novelas, de las que bien poco ha llegado a España, su nombre suele asociarse a menudo al cine: fue el negro de George Lucas en la novelización de la primera película de Star Wars, también novelizó las tres primeras entregas de Alien y escribió, entre otros, varios libros basados en el universo de Star Trek. Figura como autor de la historia original de la primera película sobre el universo creado por Gene Roddenberry, la de Robert Wise de 1979. Tragedia en el Dark Star (1976), un libro que a menudo aparece medio sepultado en librerías y mercadillos, es su novelización del debut de John Carpenter, de quien también adaptó La cosa y Starman.

James Hauer (¿?)

Aunque aparece tanto en el libro como en las notas de trabajo de Bolaño, James Hauer es con toda probabilidad una invención del escritor chileno. El estreno de Blade Runner (1982) quizá hizo que al escritor chileno le rondara por la cabeza el apellido de Rutger Hauer y le diera por confundir al respetable incluyendo un escritor ficticio en la novela, a la manera de Lovecraft o Borges.

Joe Haldeman (1943-) 

cifi-haldeman

El autor de La guerra interminable (1974) visitó recientemente Barcelona, con motivo de la Eurocon 2016, y presentó en la Filmoteca, en flamantes 35 milímetros, Robot Jox, de Stuart Gordon, que Haldeman coescribió para la Empire de Charles Band en 1989. «Vais a ver una de las películas más estúpidas de la segunda mitad del siglo XX«, dijo Haldeman nada más arrancar la presentación de una producción accidentada que coincidió con la ruina económica de la Empire y durante la cual escritor y cineasta tuvieron serias diferencias. Joe Haldeman empezó a escribir tras ser gravemente herido por una mina en la guerra del Vietnam, por lo que no es de extrañar que el antibelicismo esté muy presente en sus novelas y relatos. Actualmente sigue publicando y enseña redacción y escritura en el MIT (Massachussets Institute of Technology).

Thea von Harbou (1888-1954)

'The Girl in the moon' de Thea von Harbou

Aunque se la conoce sobre todo por su portentosa sociedad creativa con Fritz Lang, su segundo marido, con quien alumbró películas como Las tres luces (1921), Metrópolis (1927) o M, el vampiro de Düsseldorf (1931), Von Harbou fue una escritora precoz -publicó su primera novela con diecisiete años- y una de las guionistas más reputadas del cine alemán de entreguerras, trabajando también con Murnau y con el danés Carl Theodor Dreyer. Su sociedad con Lang se rompió definitivamente tras la subida al poder de Adolf Hitler: el cineasta huyó a Francia nada más recibir la oferta de hacerse cargo de la UFA, una de las principales productoras del país, mientras que Von Harbou permaneció en Alemania y siguió trabajando en el cine, afiliándose al partido nazi al mismo tiempo que se casaba en secreto con un joven periodista indio. La historia es larga, pero si me permitís la elipsis, Von Harbou resbaló y se lastimó la cadera en una proyección de Las tres luces a la que había sido invitada en 1954, con sesenta y cinco años, y murió poco después en el hospital, muy debilitada ya en aquellos años por constantes migrañas. Unos años después, Lang dirigió El tigre de Esnapur y La tumba india, delicioso díptico de aventuras que revivía, a todo color, dos películas mudas de 1921 en cuya producción precisamente había conocido a Von Harbou décadas atrás. Todo un gesto. Gallo Nero reeditó en 2013 la novela en la que se basó Metrópolis, prácticamente lo único que puede leerse en español de la guionista y escritora bávara.

R. A. Lafferty (1914-2002)

'Aurella' de R. A. Lafferty

Puede que Raphael Aloysius Lafferty sea uno de los secretos más bien guardados de la ciencia-ficción norteamericana; también puede ser que los miembros de su selecto club de fans, entre los que se cuentan Bolaño, Michel Houellebecq, Bill Hader, Alan Moore, Neil Gaiman, el escritor español Alberto López Aroca, el actor de serie Z Toni Junyent y la gente de la editorial catalana Males Herbes, estén un poco locos. Sea como fuere, existen pocas novelas tan intrépidas, divertidas y absurdas, en el mejor sentido, como Llegada a Easterwine. Autobiografía de una máquina ktisteca (1971). Para empezar, podéis probar con Salomas del espacio (1968), la Odisea de Homero en clave de space opera, o con las manifestaciones de su humor caústico y su desencanto espiritual contenidas, en forma de relato corto, en los recopilatorios Novecientas abuelas (1970) y Los seis dedos del tiempo (1970).

Ursula K. Le Guin (1929-)

Ursula K. Le Guin

Escritora, poeta y también traductora de español y chino, Le Guin creó en sus narraciones los mundos de Ekumen y Terramar para hablar, a través de la fantasía y la ciencia-ficción, del poder, de los sexos, de ecología, en fin, de nuestro mundo, del que es y del que podría ser. Con La mano izquierda de la oscuridad (1969), su novela más celebrada, Le Guin puso sobre la mesa la cuestión de género en un momento en el que no era algo habitual. Su última novela, Lavinia (2008), revisita la Eneida de Virgilio desde el punto de vista de la esposa de Eneas, personaje de quien el poeta griego tan solo proporcionaba el nombre.

Fritz Leiber (1910-1992)

Fritz Leiber

A Leiber, que escribió tanto ciencia-ficción como terror y fantasía, se le debe la invención del término espada y brujería. De hecho, algunas de sus aportaciones a este subgénero están siendo editadas recientemente por Gigamesh. De momento, han publicado el Primer libro de Lankhmar. Experto ajedrecista, poeta ocasional y actor secundario en un buen puñado de películas de la primera mitad del siglo, de Leiber pueden hallarse en los lugares apropiados novelas tan peculiares como Los cerebros plateados (1976), Un fantasma recorre Texas (1966) o Crónicas del gran tiempo (1984), y un montón de relatos desperdigados en antologías.

George R. R. Martin (1948)

George R. R. Martin

Sabemos que le conocéis, como mínimo de vista, a través de la pantalla del ordenador, y que esperáis que termine a tiempo la saga de Juego de tronos (1996-). También ha escrito muchos relatos cortos y novelas como Muerte de la luz (1977) o Sueño del fevre (1982).

Anne McCaffrey (1926-2011)

'Los jinetes de dragones de Pern' de Anne McCaffrey

Aunque nació en Cambridge, Massachussetts, Anne McCaffrey emigró a Irlanda en 1970, nada más divorciarse, y allí murió hace algunos años dejando tras de sí un montón de novelas, la mayoría de las cuales ella consideraba de ciencia-ficción, aunque a menudo se la solía ubicar en el género de la fantasía. Su saga más célebre es la de Los jinetes de dragones de Pern (1968-), que a día de hoy cuenta con una veintena de libros, algunos de ellos escritos por el hijo de la autora. La primera novela que publicó, la aventura de abducciones extraterrestres Reconstituida (1967), rompía una lanza por los personajes femeninos fuertes e independientes, algo que por entonces no se estilaba mucho en el género.

Vonda N. McIntyre (1948) 

'Superluminal' de Vonda N. McIntyre

Como Alan Dean Foster, también Vonda N. McIntyre escribió novelas sobre Star Wars y Star Trek, y se dice que fue ella quien le dio a Sulu (George Takei; John Cho en las películas de J. J. Abrams) el nombre de pila Hikari. Su Serpiente del sueño (1978) está considerada toda una novela de culto, y lo último que publicó fue La luna y el sol (1997), una fantasía ambientada en la corte de Luis XIV, el Rey Sol, que este año tendrá versión cinematográfica: The king’s daughter, con Pierce Brosnan y William Hurt. En sus ratos libres, diseña y teje, con lana, criaturas marinas para el Crochet Coral Reef.

Joanna Russ (1937-2011)

Libros de Joanna Russ

Cinco años le llevó a Joanna Russ encontrar alguien que publicara su corrosiva El hombre hembra (1975), una de las novelas que siempre se citan cuando se habla de la irrupción del feminismo en la ciencia-ficción a principios de los setenta, junto a La mano izquierda de la oscuridad. De hecho, a Russ, que además de novelista fue una implacable crítica literaria, no le convenció demasiado la novela de Le Guin, a la que acusó de no ir lo suficientemente lejos en sus postulados. Junto a novelas como Picnic en paraiso (1968) o Ellos dos (1978), esta nativa del Bronx también escribió ensayos sobre literatura y teoría feminista como How to suppress women’s writing (1983).

Alice B. Sheldon / James Tiptree Jr. (1915-1987)

Alice B. Sheldon / James Tiptree Jr.

A la autora de En la cima del mundo (1978), Bolaño le escribe dos cartas en la novela: la primera de ellas, que además es la primera del libro, se la dirige a Sheldon; la segunda, a su seudónimo James Tiptree Jr., el nombre que la escritora usó para publicar sus novelas y relatos desde finales de los sesenta. El misterio de su identidad fue objeto de innumerables conjeturas durante los primeros setenta, hasta que la misma Sheldon desveló el enigma en 1976. Antes de ser escritora, fue ilustradora, también crítica de arte y psicóloga, como menciona Bolaño en el libro. En 1987, mató a su marido de un tiro mientras dormía y luego se suicidó. Desde 1991, el premio James Tiptree Jr. distingue anualmente obran de ciencia-ficción o fantasía que exploran temas de género.

Robert Silverberg (1935-)

Libros de Robert Silverberg

Ya que estábamos con Alice Sheldon, podemos añadir que el autor de Alas nocturnas (1968) fue uno de los que tuvo que comerse sus palabras cuando se supo que James Tiptree Jr. era una mujer, pues había escrito en un artículo que había algo ineluctablemente masculino en su escritura, descartando totalmente la posibilidad de que se tratara de una mujer. El prolífico Robert Silverberg también usó varios seudónimos para publicar sus primeras novelas, a finales de los cincuenta. En 1975 anunció que dejaba la escritura, aunque cinco años después volvió con El castillo de Lord Valentine (1980), primera entrega de lo que sería la saga de Majipur. Escribió varios relatos a cuatro manos con Isaac Asimov, e incluso la novela Anochecer (1990).

E.E. Smith (1890-1965)

Portada de Skylark DuQuesne de E.E. Smith

Además de ser considerado el padre de la space opera, E. E. Smith (o E. E. “Doc” Smith) era ingeniero químico y fabricante de donuts. Empezó a escribir en 1915, espoleado por un vecino que le sugirió que plasmara por escrito sus ideas sobre los viajes espaciales. De ahí surgió Skylark of space, primera entrega de lo que sería la saga de Skylark. Sus historias solían aparecer, serializadas, en revistas de ciencia-ficción de la época, como Amazing Stories. Los madrileños Pulp Ediciones editaron varias narraciones suyas a principios de la década pasada.

Norman Spinrad (1940) 

Portada de The Iron Dream de Norman Spinrad

A su cáustica e inclemente Incordie a Jack Barron (1969), que anticipaba con bastante acierto la decadencia del medio televisivo, le costó encontrar editor, y tres años después escribía El sueño de hierro (1972), provocadora distopía en la que las ideas de Adolf Hitler no encuentran altavoz en Alemania y emigra a Nueva York, donde escribe narraciones de ciencia-ficción, una de las cuales, El señor de la esvástica, aparece como una novela dentro de la novela. Son el tipo de cosas que escribe Norman Spinrad, el agitador de la nueva ola que Harlan Ellison contribuyó a hacer brotar mediante sus Visiones peligrosas. En 2007, al ver que nadie en Norteamérica quería editar su novela Osama the gun, Spinrad empezó a publicarla gratuitamente en Internet, hasta que la editorial Wildside Press decidió hacerse cargo de ella.

Olaf Stapledon (1886-1950)

Portada de Odd John de Olaf Stapledon

Este influente escritor inglés, admirado por gente como Borges, Stanislaw Lem o Arthur C. Clarke, fue también filósofo y activista por la paz. Condujo ambulancias en Europa durante la Primera Guerra Mundial, bajo objeción de conciencia, y después de la Segunda Guerra Mundial estuvo especialmente activo dando conferencias, uniéndose también al movimiento contra el Apartheid en Sudáfrica, en 1950. El mismo año en el que murió, sin que nadie se lo esperara, de un ataque al corazón en su casa, tras cancelar un viaje a Yugoslavia. Sus obras más representativas dentro de la ciencia-ficción son Hacedor de estrellas (1937) y Sirio (1944).

Theodore Sturgeon (1918-1985)

Theodore Sturgeon

La prosa sutil y hermosa de Sturgeon, de influencia reconocida para escritores como Bradbury o Kurt Vonnegut, sigue siendo relativamente desconocida para el gran público, aunque escribió muchas historias cortas en revistas de ciencia-ficción, recopiladas posteriormente, y originales novelas como Más que humano (1953), en la que especula sobre la evolución de la conciencia humana, o Venus más X (1960), en la que abordaba de forma pionera el asunto de las diferencias de género. Su talante inquisitivo y discrepante se resume en la llamada Ley de Sturgeon, que dice: “Nothing is always absolutely so” (Nada es exactamente de esa forma). Su otra máxima famosa es aquella que dice que “el noventa por ciento de la ciencia-ficción es basura, pero también el noventa por ciento de todo es basura”, a lo que añadía que las buenas novelas de ciencia-ficción eran tan buenas como las novelas de cualquier otro género.

John Varley (1947-) 

John Varley

Natural, como Richard Linklater, de Austin, Texas, Varley escogió para sus estudios superiores la Universidad de Michigan porque fue el centro de estudios más lejano de Texas donde le admitieron. Empezó estudiando física para pasarse al inglés y, antes de cumplir los veinte, huir a San Francisco justo a tiempo para participar, en 1967, del llamado verano del amor. Allí desempeñó varios trabajos temporales hasta que decidió apostar por la escritura: una de sus primeras novelas cortas, la melancólica e inquietante La persistencia de la visión (1970), muy bien podría la traslación literaria de su particular resaca tras habitar durante unos años en el epicentro del movimiento hippie. Su obra también cuenta, entre otras, con las novelas de la saga de Titán y algunas recopilaciones de relatos, como Blue Champagne (1986). Tras tener que reescribir seis veces el guión de la película Millennium (1989), que adaptaba uno de sus relatos, decidió que Hollywood no era para él.

Gene Wolfe (1931-)

Gene Wolfe

En uno de los primeros capítulos de El espíritu de la ciencia-ficción, Bolaño narra con detalle el argumento de una supuesta novela de este escritor neoyorquino, La sombra, que en realidad es inventada, aunque Wolfe tenga una que se titula La sombra del torturador (1980), primer volumen de la serie de novelas El libro del sol nuevo, sin ninguna similitud argumental con lo que cuenta el chileno. A esta exitosa serie le seguiría El libro del sol largo, desarrollada a lo largo de los noventa. Grijalbo editó en 1993 la recopilación de relatos Especies en peligro, y su obra como novelista incluye también títulos como Paz (1975) o Puertas (1988).

Donald A. Wollheim (1914-1990)

Edge of Time de Donald A. Wollheim

Para su segundo largometraje, tras Cronos (1993), Guillermo del Toro decidió adaptar el relato corto Mimic, de Donald A. Wollheim, escritor y ferviente entusiasta de la ciencia-ficción. Wollheim fue pionero en la publicación de antologías de este género a principios de los cuarenta, al mismo tiempo que escribía novelas, algunas bajo el seudónimo de David Grinnell. Podría decirse que fue directamente responsable de que unos cuantos de los autores que han aparecido en esta guia vieran publicadas sus historias y, lo que también es importante, llegaran al público: apostó por lo que hoy en día se conoce como libro de bolsillo. Durante veinte años fue editor jefe de la editorial especializada Ace Books (Bolaño también la menciona en el libro) y cuando ésta fue vendida a un consorcio bancario en 1968, él y su mujer fundaron su propia editorial, DAW Books, llevándose consigo a la mayoría de autores a los que llevaba años publicando. Lanzó al mercado Yonki (1953), la primera novela de William S. Burroughs; reeditó, en los sesenta, al otro Burroughs, a Edgar Rice, cuyas novelas llevaban tiempo descatalogadas; hizo debutar en bolsillo a Philip K. Dick o a Ursula K. Le Guin; contribuyó a las carreras de Leiber, Silverberg, Marion Zimmer Bradley o Roger Zelazny, entre muchos otros. Su contribución al género fue valiosa; tanto que, sin ella, probablemente El espíritu de la ciencia-ficción no existiría o no sería lo mismo. Y sin más que añadir, esta ha sido mi última transmisión desde el planeta de los monstruos.

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6 comentarios

  1. Caupolicán dice:

    Yo no sé hasta cuándo van a seguir saliendo novelas póstumas de Bolaño. Con 2666 ya era suficiente. Los detectives salvajes podría haber sido la última y no pasaba nada.
    No entiendo como puede haber lectores para este género de ciencia ficción habiendo tantas lecturas ,interesantes basadas en la realidad. Lean a Rafael Chirbes (Crematorio), por ejemplo y comprenderán mejor la realidad de este país tan estúpido y cruel como sus corridas de toros, que decía Cernuda.

  2. Fran dice:

    ¿Y por qué habría que abandonar todo un género que no es sólo fantasia sino en muchas ocasiones el vehículo para hablar de nuestra realidad más dificil? A lo mejor uno aprende más de lo egoista, consumista y estúpido que es este mundo leyendo Los desposeidos de Ursula K. Le Guin que de muchas novelas «realistas».

  3. Ijon Tichy dice:

    ¿Y Stanislaw Lem, mejor que todos ellos juntos?

  4. Miguel dice:

    Una lástima que Bolaño no mencionara a Terry Pratchett

  5. Caupolicán dice:

    Ud. puede leer lo que desee, Fran, faltaría más.
    Investigando sobre la autora que menciona, observo que ha escrito sobre infinidad de temas, no solo ciencia ficción.
    Me la anoto, lo mismo que el título que Ud. sugiere.
    Un saludo.

  6. Roberto dice:

    Virgilio era romano. Según aparece en la novela Lavinia, todo lo que el poeta contó de ella en La Eneida fue su nombre y que era «Una sola hija, madura para un hombre, en edad de contraer matrimonio, gobernaba la gran casa. Muchos desde el ancho Lacio y de toda Ausonia acudían para cortejarla». Estoy leyendo ahora la novela de Ursula Le Guin y es maravilloso el trabajo de construir un personaje a partir de ese corto fragmento y las sugerencias del poema, Aunque debo decir que me gusta casi todo lo que ella ha escrito en ciencia-ficción y fantasía, en especial «Tehanu», «Los desposeídos» y «Cuatro caminos hacia el perdón».

    «Invernáculo» / «En el lento morir de la Tierra» de Aldiss es impresionante, pero eché de menos una mención a «Heliconia».

Los comentarios están cerrados.