Los prejuicios han sido parte del maná cómico en la tradición burlesca de los Estados Unidos. Ya sean etnias, burgueses adinerados, géneros e incluso tribus urbanas, la violencia contra esos colectivos articula un humor político con gran tradición. Es, en fin, la viñeta como un método de defensa eficaz de unas ideas y como forma inequívoca de propaganda política. Casi 200 años de viñetas del odio…
“La comedia es hostilidad… ¿Qué es lo que dice un cómico cuando sus chistes funcionan? Los maté de risa…»
Jack Abel en Woody Allen, Recuerdos, 1980
El 15 de abril de 1865 el general Robert E. Lee se rinde a Ulysses S. Grant en Appomattox, en Virginia. Es el final de la guerra de secesión, la derrota de un extraño país democrático y esclavista, y el inicio de la progresiva emancipación de la minoría negra.
Un año más tarde, en 1866, un cartel electoral a las elecciones de Pensilvania, todavía el norte del país, presentaba al oponente del republicano como un radical “amigo de los negros”. Era un candidato demócrata, apoyado en una plataforma de supremacismo blanco, que demostraba cómo el camino era todavía complicado para los esclavos emancipados incluso en Estados sin tradición racista.
Un poco antes, 1865, el departamento de guerra de los Estados Unidos implantó una agencia social, Freedmen’s Bureau, con el objeto de ayudar a esos esclavos emancipados, los libertos. Esas ayudas sociales buscaban traer al negro a la ciudad y evitar que se quedara en las viejas provincias agrarias (todavía fervorosamente racistas). Esta medida fue criticada en otro pasquín del año 1866. En él se muestra un negro “ocioso” que vive a costa de los impuestos y del duro trabajo del hombre blanco.
Estas dos viñetas, estos dos carteles, son un síntoma preclaro de una sociedad todavía dividida, que distaba mucho de aceptar con normalidad la igualdad de iure entre esclavos y ciudadanos de primera hora. En ese sentido, el historiador progresista Howard Zinn llega a contabilizar entre 1867 y 1871 más de 116 actos de violencia documentados en los Archivos Nacionales. Ni la decimocuarta, ni la decimoquinta enmienda, que pretendían proteger a los emancipados, van a impedir que existan los llamados “códigos negros” ya en la década de 1860. Estos segregaban de facto a las razas en los estados del sur e impedían por todos los medios, con decenas de triquiñuelas, su acceso al voto.
Fuera de la gran historia, todo este gran desencuentro político y especialmente social fructificará en viñetas cómicas, construidas en arquetipos, que pretenden casi siempre ridiculizar a las minorías. Si bien la afroamericana, especialmente en el sur, fue la más acusada, a lo largo del tiempo desde todas las ideologías se criticará la diferencia en oposición al viejo colono anglo alemán. Idris A. Young recuerda en Illustrating War and Race: Political Cartoon and the Civil Wars que ya en la “guerra de secesión, las viñetas cómicas fueron forma importante de comentario político…” En ese sentido, las viñetas según la investigadora Rebecca Edwards, “…florecieron en aquellos años, en parte, porque las nuevas tecnologías de circulación masiva de prensa, pero también por la intensidad – a veces cruel- del debate entre los partidos”.
Una sociedad, en fin, que veía la viñeta, su marco, como una pistola ideológica con la que lanzar sus salvas de propaganda. La influencia de estas se certifica en la célebre cita del político y emprendedor William M. Tweed : “Acabad con esas viñetas. No me importa lo que los periódicos escriban sobre mí: mis votantes no pueden leer. Pero, demonios, pueden ver esas caricaturas”.
Unas caricaturas que, con la victoria de Donald J. Trump , demuestran todavía una gran fuerza en el corazón del americano medio. Éste las viralizó sin control a través de los medios de la derecha alternativa. Los mismos prejuicios, la misma miopía, esta vez traída por los nuevos canales digitales. Casi 200 años de viñetas del odio…
Una reconstrucción chapada en oro barato
La aparición de los penny papers, la prensa a un penique, permitió una gran expansión de los diarios. Las nuevas tecnologías de imprenta, alejadas de las manuales, hizo pasar de una cifra de 200 periódicos en 1800 a cerca de 3000 unos sesenta años más tarde, según el estudio de Frank Luther sobre el periodismo norteamericano. Estos diarios, tanto sensacionalistas como partisanos, no se reprimían en mostrar arquetipos marcados.
Un ejemplo estudiado, The News and Observer, fundado en 1865 por el reverendo William E. Pell. Publicado en Carolina del Norte, viejo estado esclavista, era de ideología democrática y tenía paradojas como defender el sufragio universal a la vez que pretendía eliminar del registro a los votantes negros. Este diario publicó la siguiente viñeta el 27 de septiembre de 1898:
Esta se titulaba El vampiro que flota sobre Carolina del Norte (El gobierno del negro) y estaba realizada por Norman Jennett. Representaba a un afroamericano disfrazado de vampiro que aterroriza a los blancos; evidente metáfora para la vieja inteligencia sureña del peligro de su poder en ese Estado. El supremacismo blanco fue clave en el partido demócrata en ese final de siglo y tuvo nombres como el racista tuerto y sureño Benjamin Tillman (gobernador en la Carolina del Sur de 1890 a 1894), casi un personaje del último cine de Quentin Tarantino.
En el norte, las publicaciones progresistas tampoco eran especialmente decorosas con la minoría negra. En ese sentido, la seminal Harper’s Weekly (fundada en 1857) empezó siendo un furibundo panfleto antiesclavista, con pioneras fotos de los malos tratos a los afroamericanos, para ridiculizarlos a través de su gran e influyente caricaturista Thomas Nast. Esta caricatura, llamada La gente de color gobierna en un Estado reconstruido, se publicó en marzo de 1874.
El cartoon criticaba la corrupción de los gobiernos de la reconstrucción en los estados sureños, arrasados por la guerra. En ellos los políticos anteriores a la secesión estaban vetados como candidatos electorales. Nast aprovechó este rumor, generalizado en la opinión pública del norte, para reconstruir un diálogo vehemente entre asambleístas negros, los cuales se consideraban en la viñeta lo más bajo de los “blancos”. Nadie, en fin, era inmune a la parodia, al humor satírico, que se sirviera de los rasgos culturales.
Las leyes de amnistía del sur, a lo largo de los setenta, paralizaron la emancipación afroamericana, aunque el racismo de los ya asentados a los nuevos migrantes siguió con otros arquetipos. De 1870 a 1920 la población americana nacida en suelo extranjero superó el 12%, según los registros estadísticos de Censo de Población de Estados Unidos realizados por Campbell Gibson y Kay Jung en 2006.
Esta edad hasta final de 1900, llamada “gilded age” (oro chapado barato) en homenaje a un relato de Mark Twain, fue la era de la especulación, el capitalismo sin control y la inmigración masiva. Las viñetas de este periodo, como afirmó Rebecca Edwards en Magazine of History, representan “…de manera intensa los prejuicios de la mayoría de clase media, blanca y protestante, además de las diferencias regionales y partidistas dentro de esa mayoría”.
Una de las minorías menos conflictivas, la oriental, fue sujeta a una ley firmada el 6 de mayo de 1882 que impedía su llegada a Estados Unidos. Esta se mantuvo, con ligeras revisiones, hasta 1943. Se suponía que los chinos hacían los trabajos más baratos en las ciudades americanas, especialmente en California, lo que llevó a los líderes obreros a realizar campañas en su contra. En la viñeta sobre estas líneas, publicada en 1882 en el diario Frank Leslie’s Ilustrated, muestra a un migrante esperando que la “puerta de oro de la libertad” sea abierta a todos. Con la frase, muy habitual todavía en la política estadounidense, “debemos poner la línea en algún lado”, este exiliado económico espera, mientras se permite la entrada a “comunistas, nihilistas” y demás enemigos del “espíritu americano”.
Otros inmigrantes, como los judíos askenazis, podrían entrar pero también tendrán caricaturas bastante más cargadas como la que reflejamos a continuación.
Publicada en 1899 en Chicago y recogida por la Universidad de Ohio, presenta al estereotipo clásico del judío oriental, trayendo “enfermedad”, “pobreza” y sus “extrañas” costumbres, mientras el Tío Sam se tapa la nariz. Incluye un comentario en el cual se destaca este diálogo:
– ¿Puedo entrar?
– Creo que sí, no hay ninguna ley que lo impida.
Aunque pueda parecer lo contrario, la nueva minoría más perseguida, la más estigmatizada, no será la judía sino la irlandesa. La figura literaria del “irlandés vago, vehemente y borracho”, agente del “papado y la pobreza”, se recoge en muchos dibujos racistas de estos finales de siglo. John Dos Passos realizó un gran retrato librario, benévolo y heroico de este tipo en El Paralelo 42 (1930) con Fainy McCreary. Representaba la figura del irlandés entre vagabundo y revolucionario que acababa de agitador social en México. Los contemporáneos del escritor no fueron tan comprensivos, como se ve en la siguiente caricatura de noviembre de 1881 en Puck.
Realizada por el ilustrador Frederick Opper, tan célebre como Nast en este tiempo, enuncia las principales labores de los irlandeses en suelo norteamericano: poner bombas, falsificar elecciones, asesinar terratenientes y mendigar. Una buena colección de prejuicios que ponen un buen punto final a esta era de tensión entre los naturales y los foráneos, tan bien representada en la guerra de febrero de 1875 en el condado de Mason que llevó al cine Michael Cimino con La puerta del cielo (1980).
Entre enemigos externos y tensiones sociales
La primera mitad del siglo XX en EE.UU. va a ser un tiempo marcado por guerras internacionales y la aparición de la llamada cuestión social. El primer conflicto, iniciado en 1898, será la guerra contra España.
Si bien el gobierno americano había intervenido ya en el conflicto cubano-español desde 1873, con el asunto Virginius, su asalto a la posesión celtíbera sucederá en esa fecha. W. Joseph Campbell ha estudiado bien cómo el periodismo amarillo influyó en la opinión pública a la hora de aceptar una acción externa en un país marcadamente aislacionista. De este modo, el historiador tiende a negar una “conspiración” de William Randolph Hearst (la célebre inspiración para Ciudadano Kane -1941- de Orson Welles) y ve como causas de esta guerra tanto el imperialismo económico como la propia debilidad de la metrópoli.
Esa metrópoli, una vieja monarquía representativa en medio de una complicada regencia, es representada así en el dominio de la isla en la revista ilustrada Judge para julio de 1898: un bandolero, con colmillos y su correspondiente navaja ensangrentada, al que se hace responsable del hundimiento del acorazado Maine, que fue inicio de esta guerra. La investigación, ya en la pasada década, estableció defectos en la estructura del navío como causa. Ahora, la duda sobre este suceso sirvió como excusa para declarar la guerra a España, que se pensaba en la opinión pública autora de un atentado contra intereses americanos.
Hasta la guerra de 1914 el gran conflicto será principalmente interno, entre los monopolios empresariales (los llamados Trusts) y la emergente clase obrera. Las viñetas suelen representar, así, a las clases menos favorecidas como títeres de señores con sombrero de copa e inmensamente obesos.
Es una proyección, también, de los primeros periodistas de investigación, los llamados muckrakers (Upton Sinclair, Lincoln Steffens, etc.), que con sus reportajes-escándalo cimentaron las leyes antimonopolio que se extienden a inicios de siglo. Para el investigador Lewis L. Gould, en America in the Progressive Era, las políticas adoptadas en aquel tiempo “habrían sido inconcebibles a los políticos y opinión pública” apenas veinte años antes.
Un ejemplo de caricatura de la época, sobre estas líneas, presenta a los Trusts disfrazados como piratas y tomando ese navío que representa Estados Unidos. ¿A quién lanzarán por la borda? Claro: al Tío Sam. La viñeta, tan temprana como mayo de 1899, estaba realizada por el dibujante C. Gordon Moffat y se publicó en The Verdict, un semanario demócrata.
El emergente ideario feminista se verá también como una causa polémica en este inicio de siglo. Son los años en los cuales el movimiento sufragista hace sus principales manifestaciones, especialmente en las capitales del este del país. Se opondrán las minorías más conservadoras, de origen puritano, y los estados sureños reaccionarios. Mildred Rutherford, activista racista de Georgia, declaró su oposición a este voto de esta forma en 1914 ante los diputados, tal y como recoge la historiadora Marjorie Spruill en Georgia Women: “Las mujeres que están trabajando por esta medida están debilitando el principio por el cual sus padres lucharon durante la Guerra de Secesión. El sufragio femenino viene del norte y el este y de mujeres que no creen en el derecho de los estados y que desean ver a las mujeres negras utilizando su voto”.
Era difícil, ya en el inicio del siglo XX, juntar tantos prejuicios. La postal que reproducimos a continuación, de la década de 1910 (recogida por la colección particular de Joan Iversen, de la Universidad de Nueva York), presenta a las mujeres ajenas al sufragio universal…hasta que se quedan solteras.
Es una interpretación machista, interesada, propia de esos tiempos donde la mujer era vista en una eterna minoría de edad. Los anti sufragistas solo pudieron retrasar la aplicación universal del sufragio femenino, la decimonovena enmienda, que se demoró hasta 1920. Ésta no será ratificada por algunos parlamentos sureños hasta bien entrado el siglo XX.
El huno de occidente y el de oriente: las guerras mundiales
Estados Unidos, desde su fundación, ha tenido una tendencia bastante acusada al aislacionismo, según estudiaron especialistas como Selig Adler o Justus D. Doenecke. Quizá por eso la intervención del país en la Primera Guerra Mundial se demoró hasta nada menos que abril de 1917 (1917-1922). Si bien la causa económica es fundamental porque establecieron préstamos ventajosos a los aliados, el presidente Woodrow Wilson no podía hablar de neutralidad después de la guerra total submarina y los intentos de incorporar a México a la entente. El enemigo, entonces, serán los alemanes.
La representación clásica del alemán en la prensa cómica estadounidense es una especie de bárbaro, un huno que viene de Centroeuropa a destruir naciones más civilizadas. Este cartel llamando al reclutamiento presenta a los alemanes como chimpancés violentos, con bigote y el célebre pickelhaube (casco con pincho de origen prusiano).
Está pintado por H.R. Hopps y se hizo célebre en 1917, el mismo año de entrada a la guerra. En la izquierda, una porra con la palabra “Kultur” en el sentido colectivo que lo utilizaba Bismarck. La mujer, con los senos al aire, es la iconografía clásica de la libertad y representa la república americana. Al fondo, las ruinas de Europa -provocadas por los alemanes- y el asalto que viene al territorio americano. Una pieza efectiva de propaganda en un tiempo de fuerte sentimiento anti-alemán.
Éste llevó a que incluso hubiera linchamientos y encarcelamientos a los sospechosos de ser aliados de los teutones. Es interesante como este sentimiento contrario a los tudescos llevo a viñetas tan curiosas como esta:
En los tiempos previos a la prohibición del consumo del alcohol, la liga contraria a los saloons (el bar arquetípico del western) caricaturizó a los alemanes como los principales instigadores de la melopea indiscriminada en el país. La viñeta, datada a finales de la Primera Guerra Mundial (1914-1919) presenta a los germanos como barriles de bebidas espirituosas y cuyos propósitos son directos: causar “pobreza y crimen” o estar “en contra del progreso”. Son, de nuevo, calificados de “hunos”. La Ley Seca, una de las medidas más decisivas en lo social a inicios de siglo, durará de 1919 a 1933 (enmiendas decimoctava y vigesimoprimera).
El otro gran conflicto internacional, la II Guerra Mundial (1939-1945) verá aparecer a los EE.UU tras el ataque a Pearl Harbor el 7 de diciembre de 1941. El enemigo para el humor gráfico estadounidense, mucho más que los alemanes, serán entonces los japoneses. Un ejemplo es este cartel de propaganda, datado en 1942, donde el célebre Ministro de la Guerra del Japón Hideki Tōjō es presentado con colmillos.
“Tojo velly happy” (“Tojo estal muy feliz” sería una adaptación aproximada) resulta la clásica parodia del oriental y su confusión entre la r y la l. El cartel, fuera del estereotipo racial, es tibio y solo reconoce la alegría del enemigo ante el absentismo laboral en tiempos de esfuerzos bélicos. Una viñeta más cargada de intención, realizada por el dibujante de éxito Theodor Seuss (el célebre Dr. Seuss), muestra a los japoneses asentados en California como una posible quinta columna del enemigo.
La viñeta se publicó el 13 de febrero de 1942, poco antes de las medidas restrictivas del presidente F. D. Roosevelt contra los americanos de origen japonés en la costa oeste. Muestra a cientos de japoneses recogiendo dinamita para actuar a las órdenes de sus amos como infiltrados de una posible acción subversiva. El investigador Kevin Starr, en su excelente libro sobre la California de la Segunda Guerra Mundial (Embattled Dreams), quita hierro a esa mistificación creada por la prensa y recuerda, incluso, cómo Kenji Nakauchi -cónsul japonés en Los Angeles- llegó a pedir “perdón” por el ataque a Pearl Harbor.
Del enemigo comunista a la rebelión contracultural
El fin de la guerra, en 1945, es el inicio de otro conflicto no menos vehemente: el ideológico. La América vencedora de la II Guerra Mundial se encontró por primera vez en su historia como potencia hegemónica internacional. El enemigo, claro, será el comunismo de la URSS, ya sea por sus conflictos exteriores como por la disensión ideológica en el interior. Afirmó el historiador J. L. Gaddis con tino que la última conflagración mundial había sido ganada “por una coalición cuyos principales miembros estaban ya en guerra”.
De hecho, ya en 1947, en Punch apareció la viñeta satírica sobre estas líneas, realizada por Ernest Howard Shepard. En ella se muestran dos trayectos, el capitalista y el comunista, claramente diferenciados: el primero presenta a los viajeros cómodamente establecidos, mientras el segundo ve a Stalin metiendo a presión Hungría. Una viñeta todavía suave en comparación con las que saldrían en plena fiebre anticomunista de los años cincuenta.
La edad de oro de la paranoia roja, que fue respondida por la propaganda estalinista anticapitalista en los países del este, se concretó en cientos de publicaciones. Se editaban panfletos donde se consideraba a Hollywood como “la quinta columna de los rojos” en los Estados Unidos. Las medidas de Joseph McCarthy de 1950 a 56 purgaron gran parte de la inteligencia progresista de las pantallas americanas, pero también fueron fruto de una sociedad que daba caricaturas como ésta:
Editado como inserto publicitario en The Time Record en marzo de 1950, está patrocinado por la compañía Timken Roller Bearing (sita en Ohio y que realizaba piezas de maquinaria). El panfleto, limpio de cualquier imaginería roja, define al comunista como alguien en el que no se “encontrarán diferencias físicas” y “solo leal a la Rusia soviética”. Una pieza paradigmática del tiempo que ponía en alerta al americano tipo, el clásico WASP, y que parece sacada de la mente más paranoica de un personaje de una novela como Un ojo en el cielo (1957) de Philip K. Dick.
Todavía más excesivo es el tebeo que lanzó una asociación religiosa en Saint Paul (Minnesota) y que presenta una conspiración del partido comunista para tomar el país. El tebeo recrea una posible subversión de todo el país después de una crisis agrícola. Si bien la idea no es tan distinta a la praxis del leninismo, el poder que proyecta al comunismo americano es algo cercano al delirio. Bajo estas línes mostramos una viñeta donde se representan los “hilos que mueven” los medios escritos y audiovisuales del país.
Anthony Summers, biógrafo de J. E. Hoover, azote anticomunista, ofrece una cifra de 80.000 militantes comunistas para 1944. Un número algo limitado, todavía, para un país que contaba en 1950 con más de 150 millones de habitantes según su censo nacional.
La propaganda anticomunista se filtrará en todas las tiras cómicas, Ignacio Fernández escribió un excelente texto sobre el tema, pero muy pronto la atención pública en los años sesenta y setenta virará a la lucha por los derechos civiles para las minorías y la aparición de una fuerte contracultura.
El movimiento por los derechos civiles, iniciado en al año 1954, se concretó en una serie de colectivos que pretendían luchar contra los citados “códigos negros”. Si bien tuvo éxito, una serie de leyes acabaron con la discriminación legislativa en los estados para la década de los sesenta, aunque no pudieron impedir que existiera una resistencia brutal en el sur profundo.
Jim Clark es el ejemplo de cómo todavía entrados los sesenta existía una oposición frontal a la integración en el sur profundo. Sheriff de Selma, Alabama, fue famoso por detener a activistas a favor de la integración social de los negros y desfilar a la luz pública con miembros del Ku Klux Klan. Los investigadores sobre las resistencias del periodo, Maurice Isserman y Michael Kazin, creen que este hombre era la pesadilla de “todo progresista en la zona norte”.
Un ejemplo de este magma social reaccionario es la viñeta superior, del año 57, publicada en el panfleto Sam Adams Committee for Public Safety (Illinois). En ella se muestra a un “propagandista” judío, véase la estrella de Israel en su camisa, que proyecta a través de un cartel el lema “¡judíos y negros son los mejores!”. Esta divisa es repetida a un “estúpido gentil”. Esta visión de los judíos como “agentes” de la minoría negra llegará hasta el siglo XXI, como veremos.
En ese sentido, entrados ya los años sesenta e iniciando los setenta, las minorías negras se van a empezar a armar y pasarán del pacifismo a la confrontación. Es el cambio de Luther King a Malcolm X y el surgimiento del negro militante y el llamado black power. Daniel Ausente ha realizado un libro único sobre estos belicosos media negros, Black Super Power (2013), y ofrece varias entradas en su bitácora sobre este fenómeno.
Esta actitud militante creó también su propia prensa, vinculada a la explosión de las revistas contraculturales de la década de los años setenta. Peniel E. Joseph, estudioso de este movimiento, cree que estas revueltas de “autodefensa” tenían una larga tradición histórica en el siglo pasado. En definitiva, un marco social explosivo que dio viñetas tan militantes como esta:
Se publicó en agosto de 1969, en el diario negro Pittsburgh Courier (Pensilvania), y fue creada por el dibujante Ahmed Samuel Milai. Muestra a militantes de los Panteras Negras preparando su escopeta para el nuevo curso escolar: no fue una sátira del “poder negro” realizada por blancos; era más bien la celebración de la violencia en esos años de plomo.
Pero habrá que recapitular, también, sobre el nacimiento del movimiento contracultural, antisistema, de la américa hippie: entre el viaje lisérgico feliz narrado por Tom Wolfe y la descripción tenebrista y violenta de Hunter S. Thompson. Así, los jóvenes abandonaron los ideales conservadores de los años cincuenta para abrazar las nuevas tendencias sociales. El gran aglutinador, además de la música pop, será la guerra de Vietnam, trampa de ratones en la que se metió J. F. Kennedy en los sesenta y de la que no se saldrá hasta el año 1975.
El movimiento pacifista, de gran fuerza en las capitales de las dos costas, fue interpretado por sus opositores en viñetas como la de arriba: publicada en el San Francisco Examiner en octubre de 1967, muestra a los primerizos hippies -contrarios a la guerra del Vietnam- haciendo una conga que según el autor es patrocinada por el Viet Cong. Fue dibujada por Karl Hubenthal, caricaturistas de gran prestigio y especializado en viñetas deportivas.
Una sátira todavía suave, sin duda, en comparación con la que todavía sobrevivía en los estados más reacios a las nuevas modas sociales.
Cómo las viñetas del Klan llegaron a la derecha alternativa
Una de las mejores secciones del fallido programa TV Nation, de Michael Moore, presentaba al todavía joven Louis Theroux visitando a uno de los líderes del Ku Klux Klan. Era julio del año 94, lejanos los tiempos del conflicto civil de los setenta. El líder afirmaba en ese segmento, sin pelos en la lengua, que su grupo se dedica sobre todo a la “publicidad” y niega ser una “organización de odio”. Uno de sus miembros, poco después, muestra una felicitación de cumpleaños que representa a una mujer negra saliendo de una tarta rodeada de caballeros de este grupo racista. El autor dice, después de discutir con Theroux, afirma que esos panfletos “se venden muy bien”.
Esta sección, totalmente limpia de retórica progresista (sin juzgar, en el estilo de Theroux), es una prueba de cómo sobrevivió en las zonas más conservadoras del país una prensa ultraderechista que no se cortaba en utilizar imágenes de odio.
Un ejemplo clásico, el diario Fiery Cross, estaba editado por el Klan y tenía su divisa en la frase “la vigilancia eterna es el precio de la libertad”. Surgido a mediados del siglo XX, con sede en Tuscaloosa (Alabama), fue una publicación racista sin ninguna máscara y hace del comunismo y las minorías sus principales objetivos. En ella se publicitan libros como ¡Por qué el negro es inferior!, La conspiración para un mundo único o El lavado de cara de los Panteras Negras. Este panfleto fue intervenido por las autoridades judiciales americanas despuñes de la muerte en marzo de 1981 de Michael Donald en la misma Alabama (Mobile). Portadas como la que reproducimos no dejaba lugar a dudas de la implicación de este diario en el clima que llevó al linchamiento del joven afroamericano.
La caricatura presentaba a un hombre blanco diciendo “Es terrible cómo tratan a los negros. ¡Todos los blancos deben trabajar para darles lo que merecen !”, mientras que a su derecha se muestra a un hombre de raza negra colgado. Pavorosa vigencia la de la canción Strange Fruit de Billy Holiday.
La pervivencia de esta prensa de odio a lo largo de los años ochenta repite las mismas mitologías conservadoras de los años precedentes: judíos, negros e hispanos conspiran contra la nación blanca americana.
Un nombre clave en estas viñetas del odio es Nick Bougas, A. Wyatt Mann según Buzzfeed, que ha creado dibujos célebres en su viralización por los trolls de Internet como Happy Merchant. Vinculado a la escena más extrema del pulp sureño, dirigió incluso un mondo llamado Death Scenes (1989), y se le supone miembro de la Iglesia de Satán de Anton Szandor LaVey.
La viñeta que hay sobre estas líneas, que no se ha podido datar, parece ser parte de los panfletos sureños citados antes y muestra a un judío y un negro comparados con una rata y una cucaracha. Odio disfrazado de sátira que se expandió rápidamente por Internet gracias a 4chan y su subforo de política (/pol).
Otra caricatura, que parece posterior cronológicamente, es que hay bajo estas líneas, que muestra a un niño “abducido” por la propaganda a favor del “mestizaje” en la escena rap. Una interpretación, de nuevo, interesada por parte del supremacismo blanco que incluye además un antisemitismo velado (Finklestein Label), y que llega a llamar a la televisión un “judío electrónico”.
Saliendo de los ámbitos sureños, cuyas viñetas solo han tenido difusión masiva con la llegada de Internet, se debe recordar el larvado discurso xenófobo del recientemente fallecido evangelista cristiano Jack Chick.
Gracias a un completo sitio web repleto de tiras religiosas, uno puede retroceder en el tiempo a los años cincuenta. Así se condenan casi todas las innovaciones sociales posteriores a este tiempo, como la pornografía o los juegos de rol. Lo interesante es que esta visión evangélica, surgida de los grupos de cristianos renacidos, tiene un componente fuertemente anti-católico, como se ve en esta viñeta,, que afirma que el Vaticano “controla naciones, los media y servicios de inteligencia”, además de declarar al islam como “hija prostituta” de Roma.
Lo más sorprendente en su web es una de sus historias largas, dedicada al exjesuita Alberto Rivera, donde se narran mitologías sobre la Iglesia Católica merced a una completa biografía. Ese tebeo incluye leyendas urbanas del progresismo español como el mito del siglo XIX que afirmaba que los frailes habían envenenado las fuentes públicas de Madrid (esa “leyenda urbana” provocó las matanzas de frailes del año 1834, en plena Primera Guerra Carlista).
Tampoco la izquierda americana se libra de utilizar arquetipos racistas en sus viñetas, como se muestra en este trabajo publicado ya en septiembre de 2010 por el New Yorker y pergeñado por Zachary Kanin: ante las quejas de los colectivos indígenas, protegidos por la ley americana, el empleado de la administración responde con “rápido, dadles un casino”. Recoge, así, un rasgo que ha quedado en la vida cultural americana: el nativo americano como dueño de casinos y adicto al juego:
En la última década, para finalizar, ha habido un auge de viñetas neoconservadoras. Amanda Hess, en el New York Times, recordó cómo el comentarista de radio Rush Limbaugh fue el primero en criticar los excesos de lo políticamente correcto en las universidades estadounidenses. Éstas, según recordaba la activista Camille Paglia en Spiked, han sido dominadas por un clima “censor” que se ha extendido a sectores del partido demócrata. El músico Billy Corgan, incluso, ha llamado a estos activistas en línea -los conocidos como Social Justice Warriors– “maoístas” con su “libro rojo” en la mano, según citaba a The Guardian.
Si estas dos figuras podían ser vistas como lejanas al verdadero neoconservadurismo, en esta opción política ya se ha optado por el populismo absoluto de Trump, resumido en frases como “amo a la gente sin educación” (que recuerda agudamente Hess en el texto citado). El crítico cultural Noel Ceballos ha llamado de manera perspicaz a esta alt-right, derecha alternativa, “ente mutante y prácticamente impenetrable” por su anonimato y su léxico arcano.
Lo certero, sin duda, es que se han retomadocon éxito discursos propios del siglo XIX, como hemos visto a lo largo del artículo (“la conspiración judía” o el “miedo al negro violador”), en un candidato conservador republicano. Algo que jamás, nunca, utilizaron presidentes vistos con malos ojos por la izquierda como Ronald Reagan, Richard Nixon o incluso George W. Bush.
En este marco cultural tan combativo, que en ocasiones no esconde su odio, un nombre clave es el viñetista Ben Garrison. Gracias a su difusión en sitios pro-Trump como Breitbart o las propias redes sociales, Garrison -un libertario de Montana- se ha erigido como uno de los puntales de la citada alt-right. Una viñeta tipo del dibujante puede ser la que está sobre estas líneas: Pone detrás de los llamados Social Justice Warriors, guerreros por la justicia social con su perilla y pelo teñido, a agentes capitalistas de Wall Street financiados por el multimillonario húngaro judío George Soros.
Otra viñeta muestra a Trump como un caballero rubio venciendo al dragón de lo políticamente correcto. Detrás, la damisela resulta un caricaturizado Jeb Bush que se lamenta por esa muerte llamándole “bruto”, “racista”, etc.
Estas tiras fueron un triunfo ideológico para el autor, llegaron rápidamente a las redes sociales, y usuarios de 4chan de extrema derecha las modificaron con el siempre ubicuo Happy Merchant. En la viñeta a continuación se sustituyó la deuda como Mago de Oz -una crítica al gasto social propia de un libertario- por la célebre imagen antisemita realizada por Nick Bougas. Es un ejemplo de cómo el anonimato en Internet, en definitiva, permite dar otra vuelta de tuerca a un humor ya en el límite.
Quizá no haya mejor final para este repaso, entonces, que recordar la portada del New Yorker realizada por Barry Blitt en julio del 2008. Mostraba en ella al expresidente y la primera dama como yihadista y terrorista respectivamente y pretendía parodiar el discurso de los republicanos más extremos. Barack Obama, su campaña electoral para las elecciones de ese año, no aceptó la sátira y declaró que “carecía de gusto y era ofensiva”.
Esa deferencia, esos límites entre el discurso público y privado, saltaron por los aires con la victoria de Donald Trump hace unos meses.
Genial! El repaso histórico a través de esas viñetas ha sido alucinante. Mis dieses al autor.
Relacionar viñetas abiertamente racistas con Donald Trump, que genio del periodismo amarillista, cateto, falso y simplón. Por estupidos que hacen estas artículos tan ridiculos para asociar a Trump con los peores nazis y racistas del mundo, gana Trump. Trump gana porque la gente odia cuando los pornosawas hacen estas asquerosas asociaciones. Por solidaridad se ponen de parte de Trump aunque no les guste mucho.
Planteate porqué la gente entre un payaso como Trump y payasos pseudointelectuales que escriben en magacines culturetas, elige antes al payasod e Trump. Piensa el asco que debes dar, para que a la gente le parezcas mas asqueroso que Trump.
Okay con el ¿resumen?. Sí alguien se pregunta por qué el interés en estos temas tan específico de usa es porque abundan mucho los textos en inglés sobre ellos https://www.google.com.do/amp/amp.www.complex.com/pop-culture/2012/11/50-most-racist-political-cartoons/ etc. A mi me resulta más fácil leer en español y por eso agradezco las recopilaciones/traducciones pero da un poco de vergüenza ajena que intentéis colar (jotdown style) como gran erudición algo tan burdo
Es difícil hablar de plagio, creo, con más de 10 fuentes citadas en el texto y no existiendo otro en el estilo en castellano, como mucho el de Noel que se solo abarca la última mitad de Trump.
Pero, estimado lector, no creo que vaya a modificar su opinión 🙂