Durante muchos años el fanfiction ha sido motivo de burla fuera del mundillo pero en la actualidad son muchas las voces empeñadas en defender el género ya sea por motivos económicos o artísticos. ¿Cuál es la situación de la literatura fan? ¿Cómo puede hacerse dinero con personajes protegidos por copyright? ¿Hay algún sistema que contente a los escritores fans y a los autores originales? Hoy, en CANINO, exploramos el universo de las letras fandom.
Para los no aficionados, fanfic sigue siendo una palabra relacionada con la adolescencia. Literatura de baja calidad -llena de faltas de ortografía- que retuerce un mundo ajeno para conseguir una historia que, en ocasiones, llega a resultar grotesca. Historias basadas en otras historias; vulgares y faltas de originalidad, un producto prescindible al que el tratamiento más respetuoso nos lleva directamente a ignorar.
La culpa de esta percepción, que ahora más que nunca es errónea, se debe al paso del género desde el underground que ocupaba durante los sesenta, setenta y ochenta a la cultura pop cuasi masiva durante las dos siguientes décadas. Durante veinte años la literatura por y para fans ha sido ridiculizada desde muchos frentes, que preferían quedarse con la anécdota divertida antes que indagar para descubrir por qué las webs dedicadas al fanfiction crecían tan rápidamente ajenas a todo tipo de crítica. Cuentas de Twitter, como fanfics_txt son un recopilatorio bastante divertido del surrealismo imperante en el algunas secciones del fandom que, sin embargo, no es representativo de la mayoría de trabajos que se produce en el género, como muchos se empeñan en creer.
Debido a esa disonancia entre lo que el fanfic verdaderamente es y lo que la mayoría del público espera, en los últimos años ha cobrado fuerza una corriente reivindicativa, no sólo del fanfiction, sino del fenómeno fan en general. Intrínsecamente unido a Tumblr, este movimiento ha llegado también a varias webs culturales notables en las que a los artículos defendiendo el género le seguían “salidas del armario” de muchos redactores que admitían haber escrito o seguir escribiendo historias para fans.
El mercado no tardó en asimilar este ligero cambio de percepción respecto al fanwork y en idear maneras de rentabilizarlo. Muchas webs en la que el fanfic es el género mayoritario ofrecen la opción de conseguir visibilidad en la portada a cambio de un pago por obra que puede oscilar entre los 50 céntimos y el euro. Este sistema, que roza la ilegalidad -los autores no cobran pero la web sí se lucra de la explotación de personajes protegidos por copyright– parece ser demasiado problemático como para convertirse en algo extendido. Desde 2013, es la plataforma de Amazon Kindle Worlds la que se empeña en legitimizar el fanfiction con un sistema que pretende contentar a todos.
Kindle Worlds: dinero para todos
Es más que posible que al entrar en la sección See All Worlds (ver todos los mundos) de la página principal, muchos no consigan encontrar su fandom favorito. Hay carencias y son llamativas: desde series como Supernatural (2005-) a sagas literarias como Harry Potter (1997-2007), son bastantes los universos de ficción que no tienen su hueco en la plataforma ideada por Amazon. Y es que, a diferencia de lo que sucede en otras webs como Wattpad, que pueden ser consideradas territorios sin ley, aquí hay unos límites muy claros que se controlan constantemente.
Desde Amazon se aseguran en primer lugar de firmar un acuerdo con los poseedores de los derechos de explotación de la obra, ya sean autores o editores, que recibirán a cambio un pequeño porcentaje de las ganancias que las historias puedan ocasionar. Además de esto, los beneficiarios del copyright adquirirán también los derechos sobre el uso del fanfic en cuestión, esto es, que si los guionistas de, digamos, Los 100 (2014-), encuentran un arco interesante entre las historias creadas por los aficionados, tendrán todo el derecho a usarlo sin darle ningún crédito al autor fan original.
A cambio de esto, los escritores de fanfiction no sólo conseguirán promoción sino que podrán monetizar de forma legal su obra, poniéndola a la venta por un precio que oscila entre los 0.99 y los 3.99 dólares, del que recibirán unos royalities del 35% como máximo, siempre que el trabajo respete las directrices de la plataforma.

‘Crónicas vampiricas’ (2009-) es la serie que genera más contenido en Kindle Worlds
Y es que no todos los subgéneros del fanfic están permitidos en Kindle Worlds. Los crossovers, esto es, la mezcla de personajes de diferentes universos, están terminantemente prohibidos, así como la incursión de elementos ajenos al copyright que se está explotando. La violencia extrema, las escenas eróticas y la pornografía son otros de los elementos sobre los que Amazon se guarda el derecho para expulsarte de la plataforma.
Esta rigidez es lo que hace que, a pesar de su evidente ansia por la innovación, Kindle Worlds no termine de cuajar entre la mayoría de escritores de fanfiction, que prefieren un ambiente más amateur, que no ponga ningún tipo de trabas a su imaginación.
La posición de los autores originales
Ya desde su nacimiento el fanfiction dividió a los autores en tres grandes grupos: los que se mostraban entusiasmados y alentaban la creación de obras en torno a su universo, los que preferían no posicionarse y los que condenan todo tipo de fanwork.
En el primer grupo destacan históricamente escritores como C.S. Lewis, que muchas veces en sus cartas animó a jóvenes fans a rellenar el mapa de leyendas de Narnia con historias de su invención, o Sir Arthur Conan Doyle, que admitió públicamente disfrutar leyendo historias de Sherlock Holmes tan ingeniosas como las suyas propias.

C.S Lewis solía alentar la creación de fanfictions en sus cartas
Entre los contemporáneos favorables al fancfition encontramos a Stephen King, que confiesa en su libro Mientras escribo (2000) que novelizar sus shows favoritos de niño le ayudó a crecer como escritor; Patrick Rothfuss, que dice entender la escritura de los fans como una terapia ante la espera para un nuevo libro; o el director y guionista Josh Whedon que varias veces ha hecho referencias a fanfictions de Buffy Cazavampiros (1997-2003) en sus presentaciones de la ComicCon.
Por supuesto, son varios los autores que confiesan escribir o leer fanfiction. Entre los lectores de literatura fan encontramos a Andy Weir (El Marciano -2011-), Meg Cabot (Saga de El diario de la princesa -2000-2009-) o Stephenie Meyer (Saga Crepúsculo -2005.2008-), autores que además no se cortan en compartir algunos de estos relatos en su web personal.
Entre los escritores de fanfic destacan Neil Gaiman (American Gods -2001-), que nos deja ver en su web algunos Mitos de Cthulhu de su propia invención, Cassandra Clare (Cazadores de sombras -2007-2014-), E.L James, cuya obra Cincuenta sombras de Grey nació como un fanfiction inspirado en Crepúsculo llamado Master del universo, o S.E Hinton, la pionera del young Adult que ha confesado en Twitter que, a sus 68 años, disfruta escribiendo historias basadas en Supernatural, la que lleva siendo muchos años su serie favorita.

El fanfiction ha hecho rica a E.L James, autora de ‘Cincuentas sombras de Grey’
Aunque no se oponen de forma directa a las historias del fandom y, desde luego, no van a perseguirlas con amenazas de una demanda inminente, algunos escritores como J.K Rowling sí que han confesado sentirse violentos ante ciertos subgéneros que, en muchas ocasiones, suele tener un componente marcadamente sexual. El Rapefic es, sin duda, el género más polémico ya que, como puede deducirse por su nombre, tiene una trama centrada en la violación de un personaje. Bajo la etiqueta Lemon (más explícita) o Lime (más erótica) también se comparten historias en donde el sexo suele ser el protagonista principal. Cierta polémica generan también los subgéneros Slash (centrado en la relación amorososa entre dos hombres) o Femslash (centrado en las relaciones lésbicas) ya que, aunque no tienen por qué tener un componente explícito, sí es bastante común encontrar varias escenas sexuales en su trama.
Dejando a un lado el sexo, la etiqueta Dark fic también suele ser cuestionada. Creada para compartir historias “más maduras” con un público adulto, y centrada en la oscuridad de los personajes, algunos textos dentro del Dark fic suelen abusar de temas polémicos como el suicidio, las enfermedades terminales o los trastornos mentales.

Anne Rice es conocida en el fandom por su agresiva oposición al fanfic
En el grupo de autores que se posiciona de forma clara en contra del fanfiction encontramos a personalidades tan conocidas como J.D Salinger, al que no le gustaba que la gente escribiera con la voz de Holden Caulfield, Anne Rice, que ha interpuesto varias demandas contra algunos de los fans que han osado escribir sobre el mismo universo en que se desarrollan sus historias, la gran escritora de ciencia ficción Úrsula K. LeGuin o Diana Gabaldon cuya obra principal, Forastera (1991-2009), es la base de la serie de televisión Outlander (2014-).
Más curiosa es la oposición al fanfic que hacen algunos autores tras haber cultivado el género en su juventud. George R.R. Martin ha pedido a sus lectores que creen su propios personajes y que se alejen de los habitantes de Westeros, a la vez que reconoce haber escrito algunas tiras cómicas basadas en otras obras, que, por si fuera poco, se pusieron a la venta en la época álgida de los fanzines de fotocopias. El controvertido Orson Scott Card, responsable de la Saga de Ender (1985-2008), también ataca con inquina la literatura fanática a pesar de que él ha sido autor de varias novelas que reescribían algunos de los dramas más conocidos de Shakespeare, añadiéndoles el tono misógino y homófobo que parece ser la firma habitual del autor.

Robin Hobb es la autora de uno de los textos más famosos en contra del fenómeno fanfiction: ‘The Fanfiction Rant’
La mayoría de las razones que usan los escritores originales para rechazar el fanfiction -más allá de la económica, que podría solventarse con plataformas como la de Kindle Worlds- fueron recopiladas por la autora Robin Hobb (Aprendiz de asesino -1995-1997-) en un famoso texto, ahora desaparecido, publicado en su propio blog bajo el título The Fan Fiction Rant (‘La diatriba contra el Fan Fiction’). En el texto, Hobb desprecia el trabajo de los fans al entender que “modifica su mundo o sus ideas” y lo define como “una fantasía personal masturbatoria”. La autora, además, no entiende cómo alguien puede querer leer un fanfiction cuando ha disfrutado de la obra original, ya que eso es como comer un “pastel de sobre” siendo un gourmet.
Evidentemente, muchos autores de fics salieron a defender su afición (de ahí que la autora se decidiera a borrar el texto) en lo que se convirtió en una de las primeras defensas masivas hacia la literatura fan.
La postura de los fans
Los textos reivindicativos sobre el fanfiction suelen contener una idea común. Detrás de esas historias, de las buenas y de las malas, lo único que se esconde es una inmensa pasión, amor y admiración por la obra original. La decisión de dedicarle numerosas horas de esfuerzo y la valentía de atreverse a compartir el resultado sólo está pagado en la mayoría de los casos con el reconocimiento de unos pocos aficionados y las risas o la incomprensión de los demás.
Pero el mensaje ha ido calando. La edición del año pasado de la WonderCon tuvo que cancelar un panel programado con la intención de hacer humor a costa del fanfic después de que muchos tuiteros se indignaran ante la idea. No obstante, el mejor ejemplo del cambio de perspectiva respecto al fanfiction es el hecho de que las editoriales sean ahora las que permanecen alerta ante cualquier trabajo que comience a volverse viral.
El éxito de sagas como la de Cincuenta sombras o After (2013-2015) demostraron que lo que pega en internet -tras ser sometido a los cambios necesarios para que no supongan un objeto de demanda por motivos de copyright- puede funcionar igual o incluso mejor fuera de él. Sin embargo, son muchos los sectores críticos dentro del fandom, que consideran que hacer dinero del fanfic va en contra de lo que este representa: historias por y para fans que deben compartirse desde el respeto al autor.
Por esto de rentabilizar el trabajo es por lo que muchos autores de fanfiction rechazan proyectos como el propuesto por Kindle Worlds. Otras de las razones pasan por lo que ellos consideran una censura de temas y la imposibilidad de practicar muchos de los estilos que están de moda entre el fandom como la escritura de historias imitando conversaciones en WhatsApp u otras redes sociales -lo que se conoce como chatnoir-, el gender swap (que consiste en cambiar el género de personajes) o la practica del Imagina, que trata de escribir escenas fantaseando sobre qué pasaría entre el lector, que suele ser el protagonista, y algún personaje de ficción, de enfrentarse a las situaciones más descabelladas.

Fanfiction protagonizado por ‘el lector’ y ElRubius que se desarrolla a través de Instragram
Bajo las condiciones de la plataforma de Amazon tampoco se podrían compartir historias en las que los personajes estuvieran inspirados en personas reales. Con la página de populares de Wattpad destacando historias con Justin Bieber, ElRubius o Zayn Malik como protagonistas, parece evidente que una gran parte de los aficionados seguirán, al menos durante un tiempo, buscando sus lecturas en páginas más tradicionales.
El último ejercicio en la reivindicación del género quiere que nos planteemos qué es fanfiction y dónde está el límite entre la literatura fan y el uso por parte un autor de lo que él considera referencias.
La borrosa línea entre el fanfiction y la referencia
Parece evidente que una historia en la que Sherlock Holmes se dedica a resolver casos, si no está escrita por Conan Doyle, es un fanfiction, ¿no es cierto? El caso es que no siempre es así. La serie de televisión Sherlock (2010-) usa personajes preexistentes para crear un universo que ahora nos parece original y se puede decir lo mismo de otras ficciones como Érase una vez (2011-) o Abierto hasta el amanecer (2014-).
Uno de los primeros libros de Stephen King, El misterio de Salem Lot es una reimaginación de Drácula (1897) de Bram Stoker, novela que también ha servido de inspiración a Joe Hill que, en Hijos de Abraham –uno de sus relatos recopilados en Fantasmas (2008)- imagina qué habría sido de los descendientes de Van Helsing muchos años después de los acontecimientos de la novela original. No se debe olvidar tampoco la moda que, hace ya unos años, intentaba reescribir historias clásicas con la adición de ciertos elementos fantásticos como podrían ser los zombies o las invasiones alienígenas. Orgullo, prejuicio y zombis (2009), por poner un ejemplo, consiguió su propia adaptación cinematográfica en la que Jane Austen compartía créditos con su fan, Seth Grahame-Smith.
Ante esto ¿qué es lo que se puede considerar fanfiction?, ¿dónde se pone la línea entre “trabajo de fan” y “material original”? Todo autor evidencia de una forma u otra sus referencias, el trabajo que ha bebido para llegar a dónde está. ¿Es el dinero entonces lo que da legitimidad a una obra? Si es así puede que Amazon y su Kindle Worlds sea la solución perfecta para los problemas del género, pero antes debe ganarse a los fans relajando un poco sus condiciones de uso. Nosotros, como lectores, sólo podemos observar.
«lo único que se esconde es una inmensa pasión, amor y admiración por la obra original»
Y este es el argumento más perfecto en contra del fanfiction que se puede exponer. Tener una «pasión» tan «inmensa» por una _obra de ficción_, por la realidad virtual de otra persona, como para hundirse en ella una y otra y otra vez no es una relación sana con la ficción.
De verdad, recuerden lo que dijo Miyazaki: «nadie debería ver mis películas más de una vez».
¿Y qué piensan de la novela de Verne «La Esfinge de los hielos»? Es una continuación realista de las «Aventuras de Arthur Gordon Pym» de Edgar Allan Poe, con referencias a la novela incluidas («el señor Poe escribió una novela sobre lo que sucedió con mi hermano»), a lo Quijote.