Los 10 documentales de DocumentaMadrid 2019

El festival de documentales en la capital, ya en su decimosexta edición, vuelve en primavera con nuevas propuestas y un éxito moderado de público. Con 123 obras presentadas, entre largometrajes y cortos, es una cita indispensable para cualquier aficionado al audiovisual. Además, supone una ventana a otras realidades, a otros mundos, en un lugar tan alejado del centro de Madrid como Legazpi.

Del 9 al 19 de mayo se celebró la edición número 18 de DocumentaMadrid, que tiene su sede en el espacio cultural Matadero, el antiguo centro industrial de carne en Madrid reconvertido en lugar cultural. Esta edición del festival homenajeó a la cineasta austriaca Ruth Beckermann en una ventana paralela, además de reivindicar el live cinema realizado por Carlos Casas, que también tuvo una retrospectiva.

Con un intento de llevar el cine documental más allá de su sede en Matadero, donde su director Gonzalo de Pedro recordó su “trabajo en red”, la organización también realizó proyecciones en la filmoteca, centros barriales, museos e institutos de idiomas. Los directores del festival, David Varela y Andrea Guzmán, afirmaron en el evento de presentación que el propósito del festival es desmontar “los sistemas de poder audiovisual convertidos en una forma casi única de lenguaje visual y sonoro”.

Ruth Beckermann recibiendo el galardón a toda su carrera.

Para esto cuentan con la heterodoxa sección Fugas, donde suelen centrar los documentales más iconoclastas, que acompañan las secciones competitivas tanto internacional como nacional. Los premiados, en cada sección, fueron la autobiográfica Madame en internacional, la surreal El cuarto reino en nacional y la marcadamente artística Mitra para Fugas.

El premiado Stéphane Riethauser por su biográfica Madame

CANINO asistió al festival y destaca estos diez documentales como los más clarividentes, testimoniales, de una edición dominada por el drama de la inmigración.

By the Name of Tania (Benedicte Lienard y Mary Jiménez, 2019)

Este documental sigue los pasos de una joven peruana captada por un proxeneta con engaños. Contrapone, incluso, esos testimonios desgarradores con las plácidas y pintorescas imágenes del Perú más rural. Las realizadoras crean un relato intenso, muy poderoso en la narración de una joven peruana, con los diversos relatos orales de decenas de niñas que son captadas por la trata allí. Aunque el testimonio roza la ficción por esa mezcla, las experiencias son verídicas y quizá solo pierden fuerza al utilizar imágenes con apenas conexión a lo que se cuenta. Algunas de ellas son muy vistosas…pero equivocadas para narrar un relato dominado por el feísmo y la absoluta inmoralidad.

Idrissa – Crònica d’una mort qualsevol (Xavier Artigas, Xapo Ortega, Jorge León, 2018)

Los documentalistas de la crítica Ciutat Morta, uno de los mejores retratos de la Barcelona reciente, vuelven con este filme que pretende esclarecer la muerte de un migrante alegal en un centro de internamiento de Barcelona. Este, de nombre Idrissa Diallo, falleció en 2012 y no se tienen pruebas sobre qué causó su muerte. Esta falta de testimonios, en lo que podría ser un incisivo alegato no solo contra España sino contra todo el sistema de recogida en la Unión Europea, reduce el impacto de la obra. Así, los realizadores, que deben haber intentado por todos los medios conseguir testimonios sobre Idrissa sin éxito (recordemos la minuciosidad de Ciutat…), acaban simplemente narrando el emotivo y grave regreso del cadáver a Guinea. Un intento fallido, sí, pero un intento fallido que provoca fascinación.

Charleroi, le Pays aux 60 Montagnes (Guy-Marc Hinant, 2018)

La ciudad como protagonista: ese es el tema del curioso y a veces divertido trabajo sobre la ciudad valona de Charleroi, al sur de Bélgica. A través de pequeños temas, el idioma valón o el poderoso movimiento obrero allí, el realizador Guy-Marc Hinant hila un tapiz muy valioso, con verdadera pericia visual, de todos los elementos que constituyen esta ciudad industrial. Más aún, consigue filmar con belleza una urbe denostada por los belgas al norte por su carácter obrero y también ausencia de elementos medievales, tan propios de la parte flamenca del país. Un trabajo curioso, magníficamente montado, que puede dar pie a realizar obras en este estilo sobre cualquier ciudad reciente.

Una corriente salvaje (Nuria Ibáñez, 2018)

Sin duda el documental más poderoso visualmente de todos los mostrados, con algunas imágenes destinadas a quedarse en la retina años, y que describe una triste e improvisada amistad de dos pescadores mexicanos. Un tanto ficcionalizado por muchos planos de forma subjetiva, a pesar de ello el sentimiento que desvela resulta real, ya que estos extraños iniciales, muy pronto amigos, comparten entre sus confidencias y cuchicheos no pocos silencios tristes. Casi todos ellos tapan ausencias, en una pieza que tiene momentos del mejor cine de John Huston en su relación fraternal. Así, este festín de imágenes de excelente factura y no poca profundidad ganó el mayor premio en el prestigioso Festival Internacional de Cine de Morelia en México.

Die bauliche Maßnahme (The Border Fence) (Nikolaus Geyrhalter, 2018)

Desde el ascenso de partidos ultraconservadores en Austria a mediados de los 2000s (BZÖ o FPÖ), el populismo es ya una fuerza de batalla en la opinión pública allí. Un hecho magnificado, la inmigración ilegal en Brenner (región del Tirol), induce a una medida polémica como es la implantación de controles en carretera y que debería finalizar con la propuesta nebulosa sobre una valla que dividiera el territorio. Geyrhalter, que es ya un realizador con una trayectoria consolidada, intenta así dar voz a todos los implicados locales en esta decisión no poco polémica. Lo divertido de los testimonios, que son filmados con cierto humor malévolo, es que apenas ninguno ha visto inmigrantes en la zona, la cual está dominada por los naturales de Alemania o Italia (es una región disputada por los dos países). De esa manera, poco a poco, se demuestra la mentira de los populismos, que a través de una ficción allí como la inmigración masiva pueden sobrevivir en la arena política. La valla, por cierto, sigue sin ponerse.

El cuarto reino (Alex Lora, Adán Aliaga, 2019)

Es difícil hablar de esta pieza inmensamente teatralizada, muy inspirada en los retablos surrealistas y paupérrimos de Buñuel o más bien Jodorowsky, como un documental. Esto hace complicado, así, no ver a todos estos habitantes de un centro de reciclaje de Nueva York, donde se desarrolla el filme, como personajes de un teatro imaginado. En principio la obra recuerda a las piezas polifónicas americanas de Wayne Wang o Jim Jarmusch para ir derivando, con el pasar de los minutos, en una narración donde lo real se confunde con el ensueño. El surrealismo como verdad o mentira, al gusto del espectador, dominan este documental que mereció el premio al mejor largometraje nacional.

Teatro de guerra (Lola Arias, 2018)

Un encuentro entre veteranos de guerra británicos y argentinos de las Malvinas, aquella guerra de “dos calvos por un peine” según definición exacta del escritor Jorge Luis Borges, sirve a la realizadora para crear “actos teatrales”. En ellos busca un tipo de verdad emocional y poco a poco logra que esas voces calladas, reprimidas por el recuerdo doliente del conflicto, puedan testimoniar escena a escena el dolor. Experimental y a veces cargante, en el estilo abstracto de la sección Fugas, Arias es astuta al ver la guerra como un teatro de la violencia. Esa idea, que fundamentó la tenebrosa The Act of Killing en actos mucho más brutales, da aquí empaque a una pieza curiosa y a ratos fascinante.

Madame (Stéphane Riethauser, 2019)

A través de una epístola audiovisual a su abuela construida en torno a su voz en off, el realizador y activista Stéphane Riethauser filma un trabajo biográfico sobre el descubrimiento y aceptación de su homosexualidad. La idea, con todo, resulta mucho más poderosa ya que compara clarividentemente la emancipación de su pariente en los años de plomo con su descubrimiento sexual. Un retrato entre divertido e intenso sobre la “armarización”, editado con agudeza, y que concluye como visión confesional sobre la dificultad en la divergencia sexual en entornos conservadores. Riethauser sufrió por su sexualidad años y estas cartas emotivas, sobre todo al final, son apoyadas por muchas grabaciones del tiempo. Un justo ganador a la sección internacional del festival.

Selfie (Agostino Ferrente, 2019)

Los documentales sociales del lumpen siempre están corroídos por un paternalismo asfixiante; cristianismo fílmico para espantar y epatar burgueses con mala conciencia. Por eso es tan brillante esta Selfie, donde el documentalista Agostino Ferrente deja la cámara a dos macarrillas llamados Ale y Pietro de los suburbios de Nápoles. Hay, claro, drama social, pero existe también épica -¡esos canis motorizados con pistolas al aire!- y no poca comedia en una plasmación fidedigna de la adolescencia de clase obrera. Porque detrás de todo ese sufrimiento, detrás del asesinato de uno de sus amigos por la policía (crimen entre social y político), hay un deseo indomable por vivir. Los monólogos entre cachondos y existencialistas de Alessandro a la cámara, que certifican aquello de Orson Welles de los italianos como “actores natos”, dicen más sobre qué es vivir en una barriada conflictiva que filmografías enteras de directores sociales.

Midnight Traveler (Hassan Fazili, 2019)

En esta edición con una selección de piezas muy estilizada, planificadas de manera muy consciente por sus autores, es siempre notable encontrar un documental construido con grabaciones amateur ¡Y qué vídeos! Este es, probablemente, el mejor documento reciente sobre el drama de los refugiados ¿La razón? Ha sido grabado por uno de ellos a través de varios teléfonos móviles que inmortalizan un periplo que va desde Afganistán a Hungría. La sorpresa, en comparación con otros documentales sobre refugiados, es evidente: la inmigración es literalmente una “road movie” en la cual las situaciones dolorosas se mezclan con las alegres.

La edición de 2019 del ya consolidadísimo DOCUMENTAMADRID se salda con una inmensa mayoría de premiados y proyecciones centradas en el drama de los refugiados. Revisamos las mejores piezas.

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El inicio ya es totalmente cautivador como drama: el realizador afgano Hassan Fazili debe huir de su país natal por mantener un café laico (¡cuyo único pecado era permitir la entrada de hombres y mujeres a la vez!), a la vez que también es perseguido por los radicales religiosos debido a su polémico trabajo en Peace in Afghanistan. Los vídeos que graba de su caminata, así, son perspicaces y muestran sin retórica todo lo que debe pasar una familia de ilegales: la persecución de minorías racistas, los centros de internamiento como “cárceles legales”, el hambre intermitente y la constante huida a edificios o lugares abandonados para evitar a la policía. Un trabajo espléndido, aderezado siempre con comedia -el realizador ve su huida como una aventura, algo que llegan a creer sus hijas-, y que fue sin lugar a dudas el mejor documental en esta edición de DocumentaMadrid.

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