De best sellers daneses a una de las apuestas episódicas de cine negro moderno más interesantes del panorama europeo. Hoy se estrena la tercera entrega de Los casos del Departamento Q. Se titula Redención y es la película más arriesgada de la saga. En CANINO te contamos porqué deberías seguir al tanto de todo lo que suene a thriller nórdico. Algo más que una moda.
Desde que la trilogía Millennium (2009-2011) abandonase nuestras salas y agotase, más o menos, su tirón comercial, el neo-noir en Europa ha buscado un sucesor digno. Cierto es que la saga aún está viva y coleando con su cuarta aventura con Lo que no te mata te hace más fuerte (David Lagercrantz, 2015), ya sin Stieg Larsson tras el escrito y sin adaptación al cine ni a la TV a la vista. Se podría decir que el thriller nórdico ha sufrido una ligera crisis de entidad.
En mitad de la crisis y bajo la protectora ala del fenómeno Millennium se gestó una obra que hoy se nos revela como una de las sagas del género más importantes del momento. Hablamos de Los Casos del departamento Q, una serie de libros concebidos como episodios que han dado como resultado una adaptación a la gran pantalla igual de episódica y autoconclusiva, pero también igual de interesante. Las novelas de Jussi Adler-Olsen han dado como resultado tres sorprendentes películas dispuestas a entonar un do de pecho sin prejuicios en un género tan versátil y ágil a la hora de mutar como el cine negro.
Con Redención, la saga presenta su tercera aventura y se revela para con sus precedentes como uno de los casos más interesantes de “fenómeno surgido de fenómeno” que ha tenido a bien presentarnos el cine estos últimos años. Aquí no encontraremos un subproducto comercial sin más objetivo que el de aprovechar la cresta de una ola de operación de marketing. Lo que tenemos entre manos es un interesantísimo caso de lo que puede ofrecer el género a día de hoy. O mejor dicho tres casos: Misericordia, Profanación y Redención.
Antecedentes criminales: Jussi Adler-Olsen y los culpables del Departamento Q
Las novelas de Jussi Adler-Olsen, que en nuestro país han sido editadas por Maeva, llevan vendidos más de un millón de ejemplares, y sus Casos del Departamento Q circulan por librerías de treinta países en otros tantos idiomas por todo el globo. De profesión periodista, Adler-Olsen ha triunfado por haber conseguido lo que muy pocos: que lo nuevo y lo de siempre casen bien. Que las nuevas generaciones de lectores de thriller nórdico y las curtidas entre volúmenes de Henning Mankell y el binomio de Maj Sjöwall y Per Wahlöö se conozcan y se entiendan. Diferentes corrientes convergen.
Sus novelas son una equilibrada fusión de todo lo que gusta del thriller nórdico moderno, marcado por novelistas como Camilla Läckberg, Jo Nesbø, Lars Kepler o Åsa Larsson, a la vez que combinan todo aquello de lo que éstas intentaban renegar, con un renacimiento de las características propias de las clásicas historias de detectives maduros posteriores al boom del gansterismo. Una herencia polvorienta marcada por personajes rudos, protagonistas masculinos (y machistas en su mayoría) y valores obtusos y retrógrados que Adler-Olsen no tiene ningún reparo en utilizar a su favor.
No es de extrañar que, puestos a saltar a la gran pantalla, los responsables comerciales de la adaptación pensasen en nombres que hubiesen estado implicados en las adaptaciones suecas de Millennium. Así nacieron una serie de películas de las que, según afirmaba a su paso por el festival BCNegra, él renegaba.
El propio Adler-Olsen las calificaba de películas “llenas de clichés”, aunque justo la reformulación de estos clichés es lo que hace interesante a la saga de Los casos del Departamento Q cinematográfica. Una adaptación que lleva al espectáculo de la gran pantalla lo que han hecho en televisión series tan notables como Forbrydelsen (2007-2009) o Bron/Broen (2011) -tal vez las dos series más influentes del neo-noir contemporáneo-.
Misericordia (Mikkel Nørgaard, 2013): una saga entre dos mundos
En 2010 llegaba a España la novela La mujer que arañaba las paredes (2010) el primer caso del Departamento Q, una subsección de la policía danesa creada para investigar casos que fueron archivados años atrás. Al frente de ella se instala Carl Mørck, una suerte de Sam Spade danés que en la película sería interpretado por Nikolaj Lie Kaas, el eterno Jeppe de Los Idiotas de Lars von Trier (1998). Al guión, Nikolaj Arcel, el responsable del libreto original de Los hombres que no amaban las mujeres (2009). Detrás de la cámara, Mikkel Nørgaard, que ya había demostrado solvencia de sobra en la House of Cards danesa: Borgen (2010). La trama: una joven promesa política desaparece durante un viaje en ferry y la policía, sin encontrar cadáver alguno, decide archivar el caso como un suicidio más. Pero eso está por ver.
El resultado es una de las películas más desprejuiciadamente negras que un servidor ha visto en cines en los últimos años. Una película de constantes claroscuros y nieblas perpetuas de marcadas influencia americana en su concepción de la puesta en escena y desarrollo. Y una pareja de protagonistas que encarnan al arquetipo más puramente clásico del noir: el poli bueno y el poli malo. Con chica en apuros incluida. Los detectives Carl Mørck y Assad (interpretado por un más que solvente Fares Fares) son el ying y el yang de una tortuosa amistad tocada por un humor negro y una confianza en sus actores que cuesta encontrar hoy. Siendo como es la primera entrega de la serie, Misericordia sienta las bases de la relación de amistad entre ambos, basada en su opuesta visión del mundo, y el modus operandi con el que Los casos del Departamento Q se nos presentarán en el futuro. Apenas un año después.
Profanación (Mikkel Nørgaard, 2014): los casos dan un paso adelante
Para adaptar la novela Los chicos que cayeron en la trampa (2011) repetían detrás de la cámara y con el guión los responsables de la primera entrega. Aunque en su segunda aventura había que dar un paso más. El sentido del avance es claro y decidido: sobre las bases del thriller clásico de desaparición, adaptar nuevas formas de desarrollo y expresión.
Allí donde Misericordia era un cúmulo de tópicos revestidos con una confianza y un buen hacer contundentes, aquí hay la cosa se complica. Esta vez, un doble asesinato archivado abre la puerta a lo que podría ser un asesino en serie cuyas últimas claves se encuentran en uno de los colegios privados más importantes del país.
Por lo pronto, Profanación es el primer resultado realmente exitoso a nivel cinematográfico del concepto que series tan dignas como Caso abierto (2003-2010) intentaban poner en pie: la dignificación del flashback como parte esencial y estructural de la narrativa negra. Flashbacks a los que separan años argumentalmente y cuyos personajes en la ficción están interpretados por actores diferentes cuyo envejecimiento parece de lo más razonable gracias a un hábil uso del montaje.
Sumemos a esto que Profanación responde a una estructura mucho más moderna y acorde con los preceptos del thriller nórdico moderno: desde la crítica a pecho descubierto de las altas esferas de la sociedad hasta la escenificación de la corrupción moral y política como engranaje sobre la que se edifican Dinamarca y sus instituciones. Ahí es nada.
Redención (Hans Petter Moland, 2015): la revolución interior de la saga
Y casi sin darnos cuenta ha pasado otro año. Ahora, en lugar de un paso hacia adelante, Los casos del Departamento Q deciden virar bruscamente de rumbo: nada de contención, nada de jugarse el pan sobre una base argumental enrevesada, es el momento de pasar a la acción. Detrás de la cámara, nos encontramos a Hans Petter Moland, director de la excelente comedia negra Uno tras otro (2014) y sobre el guion repite el guionista ya oficial de la saga: Nikolaj Arcel.
En esta ocasión los detectives Carl Mørck y Assad se nos presentan desengañados y cansados. Uno sufre una profunda depresión, el otro no encuentra ningún caso que le estimule. De repente un mensaje en una botella destapa a un pederasta que lleva años secuestrando y matando a niños a lo largo y ancho de toda Dinamarca.
Entran en juego la religión y las digresiones filosóficas sobre la fe y la carencia de ésta, con conversaciones de coche al más puro estilo True Detective (2014). Pero la cosa no se queda ahí: Los casos del Departamento Q evoluciona hasta el thriller de persecución sin abandonar la puesta en escena nebulosa, el ambiente lúgubre y el contexto neo-noir detectivesco marcado por la utilización de las nuevas tecnologías.
Redención resulta ser la película más espectacular de la saga por su juego con la acción de formato estadounidense y sus set pieces de persecución por tierra, mar y aire. También es una apuesta clara por la subversión de las normas de encasillamiento clásico de las tramas episódicas y una estilizada forma de abordar temáticas clásicas en torno a sectas religiosas, ritos y desapariciones. O lo que es lo mismo: otra entrega que confirma el poder de una saga que no hace más que reinventarse caso tras caso sin abandonar nada de lo que la hace grande. Una dualidad de formas y juegos de tópicos con las últimas oleadas de creatividad criminal que nos llegan de vientos nórdicos. Y si la tónica es esta, para un servidor quedan casos del Departamento Q para rato. Sería una pena que lo dejásemos aquí, con lo bien que estamos.
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