Nunca decepciona: DocumentaMadrid en la Cineteca de Matadero es uno de los mejores festivales de la capital y cada año abre una ventana a distintos mundos a través de ensayos audiovisuales de todo tipo. Entre los celebrados documentales sociales y de rarezas, entre los propios y las últimas tendencias internacionales, entre la ficción y la no ficción, este certamen ofrece distintas visiones para contentar a un amplio abanico de espectadores.
Además, en su inauguración y clausura contó con dos nombres consagrados como son Michael Moore y Werner Herzog. Los trabajos presentados, Where to invade next? (2015) y Lo and behold reveries of the connected world (2016), estaban fuera de concurso y son piezas en cierto sentido menores en la filmografía de estos realizadores. El primero se centra en una ficticia “invasión” de los sistemas de asistencia extranjeros en Estados Unidos y el segundo ofrece un repaso con los mayores cerebros de las redes digitales de los noventa hasta ahora.
Los premiados, por otra parte, fueron el documental de denuncia When two worlds collide (Heidi Brandenburg, Mathew Orzel, 2016) en la sección internacional -del jurado- y la curiosa película -premiada por el público- que es Sonita (Rokhsareh Ghaem Maghami, 2015), sobre una refugiada afgana que sueña con ser Madonna. En la sección cortos, My Aleppo (Melissa Langer, 2015) sobre los refugiados sirios ganó el principal galardón y la sección Panorama de documental español ofreció premios tanto al documental sobre los sueños futbolísticos The other kids (Pablo de la Chica, 2015) como a la innovadora La mayor locura (Adolfo Dufour, 2015).

Michael Moore en’Where to invade next?’
En CANINO hemos realizado una selección de los diez mejores documentales que hemos podido ver en esta muestra. Hemos combinado todas las secciones, a excepción de los cortos por su brevedad, y ofrecemos un muestrario amplio de la creación audiovisual en este género ensayístico.
Esperemos que sea posible podáis verlos ya sea gracias a la distribución en cine, plataformas digitales o formatos ópticos.
Socotra: Isla de los genios (Jordi Esteva, 2015)
Este trabajo de Jordi Esteva, más que un documental es un estilizado trabajo etnográfico sobre las tribus que habitan la isla de Socotra. Este islote, entre el cuerno de África y Arabia, ofrece un territorio virgen que Esteva utiliza para filmar a los habitantes contando sus historias y leyendas sobre mujeres, serpientes y diversos mitos a cada cual más fascinante. Poco discursiva, deja que el espectador se fascine por una densa capa sonora en un idioma irreconocible acompañando los tapices plateados de su trabajada fotografía en blanco y negro. Puede que resulte abstracta para el lego, pero como pieza audiovisual es sumamente recomendable y honesta.
The babushkas of Chernobyl (Holly Morris y Anne Bogart, 2015)
La mayoría de documentales sobre la tragedia de Chernóbil, cuyo aniversario se conmemoró el mes pasado, se esfuerzan en presentar un drama en el estilo de Mad Max, forzando un sentimiento trágico que tiene a veces más de imaginación que de realidad. La aproximación de Holly Morris y Anne Bogart es opuesta y buscan entrevistar nada menos que a las parlanchinas abuelas, Babushkas, que viven en la zona de exclusión bajo el permiso del gobierno ucraniano. Con niveles radiactivos propios de la peor distopía futurista, estas alegres comadres cantan canciones tradicionales, pescan peces fosforescentes y preparan guisos mutantes bajo la perplejidad del espectador. Un triunfo heterodoxo, que quizá habría sido mejor de reconstruir con mayor agudeza la vida anterior y posterior al incidente.
35 y soltera (Paula Schargorodsky, 2016)
La emancipación femenina, siempre vista con lupa por los sectores más conservadores, orienta este honesto documental de Paula Schargorodsky donde rememora sus relaciones pasadas y por qué fracasaron. Esta premisa, a medio camino entre Truffaut y Bridget Jones, tiene mucho de egocéntrica, pero funciona bien gracias a las horas y hora de material grabado y también por los niveles de autoconfesión que alcanza la directora en la cinta. Así, Schargorodsky llega a montar escenas como su padre lanzando un discurso no poco retrógrado o filmar a su ex más querido con un hijo de otra relación. Su final místico para encontrarse a sí misma, que incluye el socorrido gurú y el viaje a la India, acaba con una infección estomacal que la deja días en cama. Una confesión brutal, en definitiva, que subvierte una premisa un tanto pagada de sí misma para dar testimonio de un caso real y común en tiempos modernos.
When two worlds collide (Heidi Brandenburg y Mathew Orzel, 2016)

Los indígenas de la región Amazona del Perú en pie de guerra
Con mucha diferencia el documental más discursivo de la muestra, este discutible ganador presenta la pugna entre el gobierno conservador de Alan García y los indígenas del norte del Perú, dirigidos por Alberto Pizango. Parte del mérito del documental es la intención de sus instigadores, Heidi Brandenburg y Mathew Orzel, de dar voz a todos los protagonistas de los hechos de 2008. Si bien pesa más la versión indígena, con contrapicados glorificadores del líder Pizango, no dejan de aparecer fuentes del otro bando, donde acusan a este líder de ser un oportunista. El documental, por otra parte, decide jugar una carta más poderosa al final: la fraternidad de los peruanos. La que no jugó, precisamente, Alan García al legislar fraudulentamente la liberalización de los terrenos amazónicos en el congreso del Perú.
Sexo, maracas y chihuahuas (Diego Mas Trelles, 2016)
Se puede ver la vida del catalán y cubano de adopción Xavier Cugat como una versión camp, divertidamente pop, de la existencia de Pau Casals. Dos artistas líricos separados por el reconocimiento; el primero fue apenas conocido aquí, mientras el segundo se le consideró luz de la oposición a la dictadura. Cugat, más preocupado por perseguir mulatas en minifalda, se nos presenta en un documental burbujeante, muy feliz y que reivindica el papel del catalán de mayor éxito en Hollywood. Se celebran sus amores, los choques con la mafia y todo ese mundo centelleante de orquestas y cumbias que alegrarían al espíritu más mustio. Un excelente trabajo de Diego Mas Trelles que trae del pasado una figura imprescindible en la música popular latina ¡Cha-cha boom!
Credit for murder (Vladi Antonevicz, 2015)
https://www.youtube.com/watch?v=lwZTSjnPZFM
El creador de este documental, Vladi Antonevicz, es un hombre de riesgo: nada menos que un judío que sale de su Israel natal para infiltrarse en los grupúsculos neonazis rusos. ¿El pretexto? La autoría de un vídeo de YouTube donde dos extremistas asesinan a un musulmán cerca de Moscú. Este tenebroso recorrido por toda la extrema derecha eslava, muy deudor del excelente libro Limónov de Carrère, deja un sabor agridulce, ya que las culpas no parecen claras y la mano tenebrosa del estado-leviatán ruso parece inspirar todos los hechos. El realizador dirige el filme como una novela de serie negra, lo que sobrepasa en ocasiones discutiblemente la no-ficción, pero da ritmo y fascinación a una enrevesada trama. De hecho, llega a grabar cómo le dan varios tiros en un chaleco antibalas un grupo de nenonazis rusos gracias a una cámara oculta. Esta escena, de un poder visual brutal, no desentonaría en un filme como American History X (1998).
A good american (Friedrich Moser, 2015)
Uno de los pocos consensos respecto a la seguridad de EE.UU. es aquel que afirma, sin ningún tipo de dudas, que no estaba preparada para los ataques del 11S. El documentalista austriaco Friedrich Moser recupera así el testimonio del criptógrafo William Binney y de cómo los errores de varias administraciones norteamericanas dieron al traste con el programa pionero de análisis de los metadata llamado ThinThread. Un documental con tintes de thriller, no muy lejano del territorio de Michael Mann, que narra con eficacia y claridad la prehistoria del llamado BigData. Aunque es discutible que se hubiera impedido el atentado con este programa, resulta escalofriante oír a internos de la CIA que “ningún” empleado allí tenía correo electrónico a mediados de los noventa. Difícil defender, entonces, cualquier teoría conspiratoria sobre los atentados: nadie los pudo predecir.
Plaza de la Soledad (Maya Goded, 2016)

Una de las meretrices realizando un baile sensual en el filme
– Si bien otro documental como La tempestad (Tatiana Huezo, 2016) recoge bien el ya manido y quemado México de Roberto Bolaño, aquel de los secuestros y sicarios, es más probable que el alma del país quede mejor representada en la polifonía de un grupo de prostitutas de México D.F. Maya Goded, la directora, tiene la virtud de darles voz sin juzgar en ningún momento sus circunstancias, ni articular un discurso social o político. Este testimonio en bruto, con fuentes más diversas de lo que parece, muestra una visión de México surreal, entre limpiabotas y lesbianas, con madres primerizas e inmensos relicarios propios de la más bruta fantasía barroca. A caballo entre Buñuel y Jodorowsky, sin elegir por el Indio Fernández o Almodóvar, esta es una obra fascinante que emociona en cada fotograma, y que cuenta con el mejor inicio posible: todas las meretrices llorando ante la canción Amor de cabaret de Sonora Santanera.
Holy Hell (Will Allen, 2016)
https://youtu.be/FSM9KqAzp4g
Las sectas religiosas en EE.UU., una ventana abierta a esa “credulidad” de la América WASP, han producido muchos documentales de éxito como Jesus Camp (Heidi Ewing, Rachel Grady, 2006). La premisa de este filme es todavía más loca: un exactor porno gay acaba instituyendo una secta en los ochenta donde prohíbe el sexo y promueve el culturismo y las obras benéficas. Con una estética propia de la basura californiana más refinada, llena de vigoréxicos y tangas fosforescentes, el gurú llega a emerger de las aguas con un bañador Speedo rodeado de dos musculitos. Uno de ellos, Will Allen, grabará en vídeo todos los eventos del culto, con un imaginario que se mueve entre el anuncio de compresas y el filme hindú más psicotrónico. Jared Leto ha producido un montaje con los testimonios de los supervivientes a la secta y las horas y horas de metraje grabado y editado por Allen. El giro que lleva a la destrucción de este culto es, en cierto sentido, evidente, pero no lo es tanto cómo más de cien personas pudieron vivir explotadas por un farsante que parece sacado de un videoclip de Bananarama.
Under the sun (Vitaly Mansky, 2015)
Los filósofos franceses de los años setenta lo explicitaron bien claro: los sistemas políticos son sobre todo articulaciones de ficciones. Inmensos teatros, a decir de los pensadores barrocos, que dependen de la credulidad de los sometidos por una clase dominante. Es en las dictaduras donde este teatro es más evidente y el militante trabajo anticomunista de Vitaly Mansky ha sabido gritar que todo es falso sin que la república de Corea del Norte se diera cuenta. ¿Cómo ha sido posible? Primero, grabando en perfecto orden simétrico muchos planos del filme, como si fuera un filme de terror de Stanley Kubrick, que sugieren en su forma la opresión de este régimen con sus ciudadanos. Si ya las autoridades deberían haber comprendido que esta elección ofrece un discurso contra el régimen, lo que ya es inentendible es que no se dieran cuenta que Mansky rodaba entre tomas. Y ahí es donde se ven los ensayos de un filme de propaganda: los figurantes, la niña y sus padres, están obligados a forzar más y más la felicidad toma a toma. El documental ha llegado a provocar una crisis diplomática entre Corea del Norte y Rusia, pero es un triunfo artístico y cuenta con el final más devastadoramente triste y orwelliano jamás filmado.