Las cifras de libros vendidos han aumentado en los últimos años, especialmente en literatura infantil, juvenil y young adult. Paradójicamente, estos lectores son los peor tratados. ¿Se renovará el sector editorial adaptándose a la era de Internet? ¿O persistirá en la industria la creencia generalizada de que los millennials no leen, en lugar de tomarse la molestia de escuchar a este nuevo público?
“Los jóvenes no leen”. Es una frase que llevo escuchando toda la vida. Pero, ¿está justificada esta afirmación? Año tras año las estadísticas de crecimiento de la literatura infantil y juvenil (LIJ) se encargan de desmentir este mito, como mencionaba Ana Campoy en esta misma web. Siempre habrá gente que diga que la juventud es un desastre y que todo tiempo pasado fue mejor pero las cifras no están de acuerdo.
Los datos ofrecidos en la pasada Feria Internacional del Libro y los publicados por el Observatorio del Libro (Ministerio de Educación, Ciencia y Deporte) desmontan esa suposición de que los jóvenes no leen. Estas estadísticas reflejan que 2016 fue un año de crecimiento en el sector editorial en castellano, siguiendo el camino de 2015:
-El sector editorial creció un 2,7% (en 2015 lo hizo un 2,8%), facturando 2.317,20 millones de euros.
-Se publicaron un total de 157,23 millones de ejemplares (aumento del 1,2%).
-De estos ejemplares, 81.496 fueron títulos nuevos o reimpresiones (aumento del 1,6%)
-La tirada media es de 2.749 ejemplares por título (descenso del 2,1%).
-La exportación de títulos aumentó un 3,5%.
-La venta de libros electrónicos en castellano creció un 6,7%, y solamente en España un 11,3%.
-La literatura infantil y juvenil aumentó sus ventas en 18,38 millones de euros (un crecimiento del 7,1% respecto al año anterior).
Estos son los datos más recientes disponibles hasta el momento, ya que todavía no se han hecho públicas las cifras de ventas de 2017 de Librerías CEGAL (Confederación Española de Gremios y Asociaciones de Libreros) y el informe que la Federación de Gremios de Editores de España publicará a mitad de este año. Estos estudios no especifican si en prensa y revistas se incluyen publicaciones digitales, ya que los datos son recogidos principalmente por librerías independientes y por el gremio de editores.
Primeras impresiones: más títulos en las librerías y aumento de jóvenes lectores
Al ver estas cifras, nuestra primera reacción puede ser una mezcla de esperanza y pesimismo. Por un lado, el sector sigue creciendo, pero a un ritmo menor que en otros países. España es el cuarto productor de libros de Europa, detrás de Reino Unido, Alemania y Francia. En cuanto a ventas, España está en el puesto número 9 del mundo. Uno de los grandes enemigos del aumento de ventas editoriales es la piratería, que provoca enormes pérdidas en todos los sectores culturales y sólo el literario se calcula que pierde 200 millones de euros anuales. Otro punto clave es que se haya estado aplicando un 21% de IVA al libro electrónico frente al 4% aplicado al libro en papel, y aunque el Parlamento Europeo aprobó que se redujera esta gran diferencia, esta reducción no deja de ser una opción y no una norma.
Se venden menos copias de cada título pero hay muchos más títulos que antes, así que aunque la tirada sea menor, las ventas en general han aumentado. Las diferencias entre escritores que venden mucho y escritores que venden poco se han reducido. Sin embargo, los escritores jóvenes y los que acaban de empezar a publicar siguen sin poder vivir de escribir (como nos cuentan en este reportaje de Página 2).
Es algo positivo que el pastel esté mejor repartido, aunque este reparto siempre resultará injusto para algunos. Pero, siendo objetivos, la oferta literaria es más amplia y la demanda más específica porque el público sabe lo que quiere. Los lectores de ahora tienen gustos muy definidos y los productos literarios que antes vendían mucho solían estar muy vagamente definidos por un amplio género literario. Actualmente, lo que vende es la mezcla y la ruptura de los géneros y esto es positivo para la creatividad de los escritores, que no tienen por qué limitarse a un género o a una forma de escribir.
La era de la hiperlectura y de los lectores audiovisuales
Hace no muchos años, un inspector de educación que estuviera visitando un colegio español no se preocupaba por cosas como el informe PISA ni por cuánto leen en el resto de Europa. El trabajo del inspector era preguntarle a los maestros si los niños sabían leer y escribir y asegurarse de que no salieran de la escuela niños analfabetos. Hoy en día, lejos de ser analfabetos, somos hiperlectores con más acceso a lecturas que tiempo para asimilarlas. Ahora leemos en más soportes y formatos que nunca y a todas horas. Encuentro muy difícil medir la calidad de lo que leemos en tan diferentes formas y para diferentes públicos, porque quizás la calidad se encuentra en la reflexión de cada lector y no siempre en la obra que se lee, pero los datos confirman que la cantidad ha aumentado considerablemente.
Pero, ¿leemos buena literatura? ¿Qué entendemos por literatura de calidad? ¿Quién lo decide? Cuando estás ante buena literatura, lo sabes y lo sientes. Dicen que Cervantes leía de todo, hasta los papeles que se encontraba tirados por el suelo, porque uno nunca sabe dónde va a toparse con buena literatura. El buen gusto puede educarse, sin duda, pero es compatible disfrutar leyendo Moby Dick y el best-seller veraniego de turno. No hay libro tan malo que no contenga al menos una frase que merezca ser leída pero el tiempo que tenemos es limitado y seleccionamos lo que leemos. ¿Le otorgamos más valor literario a unos libros que a otros? Más aún: ¿por qué le otorgamos más valor literario a unos libros que a otros? El clasismo literario nos dice que tendríamos que leer En busca del tiempo perdido de Proust en lugar de la última novela de John Green y quizás esto sea un tremendo error porque nos estamos haciendo la pregunta equivocada. Habría más bien que preguntarse con qué disfrutamos leyendo. Y este es el problema de difundir afirmaciones como “Los jóvenes ya no leen buena literatura” cuando tendríamos que celebrar que se lea más que nunca, sobre todo literatura infantil y juvenil y para jóvenes adultos (young adult).
No soy quien para decidir si un formato es mejor que otro o si tiene mejor calidad, sólo sé con lo que yo disfruto más como lectora. Como muchos lectores jóvenes, adoro los libros en papel y el olor a papel viejo, pero no puedo acumular tantos libros físicos como me gustaría. Los libros electrónicos son una solución práctica y a menudo más económica, lo cual rompe barreras sociales que antes eran infranqueables. El acceso online a muchas lecturas gratuitas o por muy poco dinero abre puertas al conocimiento que antes eran impensables y aún nos queda por ver el alcance que esto tendrá en las siguientes generaciones. Los editores que no entienden esto no entenderán nunca lo significa Internet y se quedarán esperando mirando al techo a ver si se pasa esta moda de ignorantes millennials. Incluso si eres un precario millennial, si aprecias la literatura y la ilustración es muy probable que hayas comprado libros ilustrados, que ahora están viviendo un renacimiento tanto para lectores adultos como pequeños que se inician a leer clásicos, y cuyas últimas publicaciones sorprenden más que nunca por su creatividad.

Fuente: Tom Gauld, The New Yorker.
La literatura suele asociarse a la letra impresa, mientras que el resto de formatos que nos cuentan historias a menudo pasan a un segundo plano (cómics, ebooks, obras digitales autopublicadas). Pero podemos encontrar literatura en una película, en un blog o en un cómic, de la misma manera que podemos leer a escritores que saben utilizar el lenguaje cinematográfico en una novela. Un escritor de ficción y un director de cine se enfrentan a la misma pregunta: ¿dónde pongo la cámara? ¿Como elegir el punto de vista que enseñará al espectador o al lector lo que quiero contar? Lo audiovisual aporta, no resta. Hay quien puede pensar que nos dejamos el seso en series y videojuegos pero a menudo nos enriquecen como lectores. Y hay que tener en cuenta a aquellos que no pueden leer por una cuestión física o cognitiva y que también pueden disfrutar de la literatura en otros formatos. En este mundo de inteligencias múltiples, hay muchos niños que aprenden primero con música y con imágenes, y cada vez hay más aprendices visuales (por ejemplo, niños con TEA). A ellos también hay que encontrar una manera de contarles la Ilíada, Los tres mosqueteros y La isla del tesoro.
Lo malo de ser hiperlectores y de vivir en esta era de información inmediata y de actualización constante es que no tenemos tiempo de reflexionar sobre lo que hemos leído. Para cuando estás comprendiendo la profundidad de lo último que has leído y las ideas de quien lo haya escrito, ya estás haciendo clic en otros enlaces para leer lo siguiente que crees que necesitas leer. Párate un momento. Deja de mirar a la pantalla, mira por la ventana. Sal a dar un paseo. Escúchate, observa tus propias ideas y saca tus conclusiones. Entra en una librería y coge un libro.