La reciente antología animada de Netflix Love, Death & Robots ha puesto en evidencia uno de los mayores conflictos que ha acechado siempre al mundo sci-fi, pues ha malentendido una vez más el concepto de “adulto” y convertido la práctica totalidad de sus capítulos en relatos misóginos cargados de sangre y tópicos. Repasamos los errores y aciertos de esta serie, que reflejan dos conflictivos tópicos asociados al género.
Love, Death & Robots se nos había vendido como la versión animada de Black Mirror (2011-), una antología seriada de ciencia-ficción que giraría, como su título indica, alrededor del amor, la muerte y los robots. En realidad, no es del todo así. Prácticamente el único amor que encontramos es hacia la violencia y no todos los episodios se engloban dentro de la sci-fi. Solo la muerte es una constante en sus capítulos. La muerte, el gore y la misoginia.
Vale, no es del todo cierto. También hay humor, destreza técnica y hasta cierta reflexión. Pero sus aspectos negativos pesan demasiado desde el comienzo, haciendo evidente los problemas que rodean a esta ficción, los mismos que han adolecido al género desde sus inicios. Por eso, en CANINO repasamos brevemente algunos de estos conflictivos tropos que todavía persisten.
La sangre es cosa de adultos…
Producida por David Fincher, Joshua Donen, Jennifer Miller y Tim Miller, la antología siempre ha tenido claro que iba a venderse como un producto adulto. Por eso, desde su tráiler, ha hecho especial énfasis en la violencia. Porque todo el mundo sabe que la sangre es cosa de adultos. Ese es el motivo de que algunas películas y videojuegos obtengan esa etiqueta, la de mayores de dieciocho. Y ese es el elemento principal que la antología de Netflix ha querido destacar, quizá para distanciarse de la (errónea) concepción que todavía se tiene de la animación y evitar así ser etiquetada como infantil.
¿El resultado es una serie adulta? Sí, en el sentido de que seguramente no sea recomendable que los niños vean tanta violencia gratuita en pantalla. Lo que algunos confunden son los conceptos “adulto” y “maduro”. De lo segundo, Love, Death & Robots tiene más bien poco. En sus relatos abundan los clichés de género, los hombres agresivos y las vísceras a borbotones, que llegan acompañadas de historias con poco desarrollo y alta virtuosidad técnica en la que la madurez brilla por su ausencia.
Cuando pensamos en violencia, la guerra es uno de los primeros conceptos que nos viene a la mente. En ellas abundan la destrucción y las vísceras, como el cine y los videojuegos se han encargado de recordar e idealizar a lo largo del tiempo, al igual que la ciencia-ficción. Es lo que sucede en Afortunados 13 (1×13), la historia CGI de una piloto de guerra interpretada por Samira Wiley. El episodio narra su relación con una nave maldita, que sale ilesa de todas las batallas. Pero no vemos contra quienes luchan, ni por qué. No importa el contexto, nunca se nos explica nada, al igual que en Punto ciego (1×15), donde un grupo de ciborgs intentan robar un furgón blindado en 8 minutos de acción pura que no cuenta nada más allá de eso. Y esta sensación anecdótica que empapa muchos de sus capítulos es otro de los elementos que le acaba pasando factura a la serie.
Algo similar ocurre en Metamorfosis (1×10), en el que seguimos a dos marines con habilidades especiales en Afganistán. Una norteamericanada llena de hipermasculinidad mostrada a través de hombres-lobo, chistes sexuales que desprecian a las mujeres y, sobre todo, violencia como eje central, un punto en común que comparte con videojuegos y películas. Volviendo a la serie y continuando en este marco bélico, La guerra secreta (1×18) cierra la antología con un grupo del Ejército Rojo que, en plena Segunda Guerra Mundial, debe luchar contra unas peligrosas bestias y… ya. Todo parece la conclusión o el comienzo de algo más, fragmentos de una historia mayor que nos estamos perdiendo. Aunque este inconveniente suele ser habitual en los cortometrajes o relatos breves, no es algo necesariamente malo, pero en el caso que nos ocupa resulta insatisfactorio debido a que las historias por sí mismas no generan interés suficiente como para sostener los episodios.
…y las mujeres meros objetos
Más allá de la violencia explícita y constante, hay otro factor que define Love, Death & Robots: el rampante machismo que se palpa en la práctica totalidad de sus capítulos. No en los dieciocho, es cierto. Pero sí en demasiados, lo que hace realmente desagradable e incómodo el visionado. Ya de entrada nos topamos con La ventaja de Sonnie (1×01), que nos pone sobre aviso acerca de lo que encontraremos en el resto de la antología.
En este primer capítulo aparecen desnudos femeninos gratuitos, una pseudo relación lésbica pensada para excitar al espectador masculino hetero, agresiones a una mujer y una trama que juega a la sorpresa pero que carece de verdadero encanto, aunque intenta camuflar sus carencias con impactantes imágenes. En resumen, una fantasía pajillera que parece la cinemática de un videojuego al más puro estilo Dead Island: Riptide o Death or Alive -en los que ellas se ven reducidas a decoraciones de fondo– o a cualquiera de los anuncios pop-ups que te saltan si no cuentas con un buen antivirus. Como no podía ser de otra manera, el sexo heterosexual explícito está presente en otros de los cortos, como en Más allá de Aquila (1×07) o Historias alternativas (1×17).
Además de la violencia directa contra los personajes femeninos, hay una constante cosificación de los mismos, algo que viene sucediendo en el cine sci-fi desde sus orígenes y ya habíamos visto en películas antiguas como Metropolis (1927), Planeta Prohibido (1956) o Barbarella (1975), y más recientes como es el caso de Blade Runner 2049 (2017) o Ready Player One (2018). De esta forma, se siguen perpetuando los roles de género y una visión heteronormativa del mundo. Y es que las mujeres en los trabajos del género han aparecido con demasiada frecuencia como máquinas sexuales, muchas veces en sentido estricto a través de las ginoides –Almas de metal (1973), Terminator Woman (1991) o Serenity (2005)-, aunque cada vez más se critica este retrato pasivo, como sucede en Ex Machina (2015) y la serie Westworld (2016-).
Los videojuegos también han sexualizado a sus protagonistas -Samus Aran en Metroid (1986), las guerreras semidesnudas de World of Warcraft– y adoptado este tropo, como es el caso de Detroit: Become Human o Mass Effect, donde hay mujeres voluptuosas adaptadas a los gustos heteronormativos masculinos incluso cuando se tratan de alienígenas o androides; pero también se dan casos más extremos que mezclan esto con la violencia directa. Dichos tropos no son exclusivos del audiovisual, pues se heredan de los clásicos escritos de ciencia- ficción y el sexismo que se da en muchas de sus obras más famosas, en esas novelas tradicionales que se incluyen en todas las listas de los mejores libros y autores (masculinos) de sci-fi, que tampoco han tratado con el respeto que merecen a sus personajes femeninos.
En la serie, un claro ejemplo es Buena caza (1×08), una historia de fantasía steampunk con un mensaje que se echa a perder cuando, para criticar el trato que recibe la protagonista, se la sexualiza en cada una de sus secuencias. Incluso cuando no hay mujeres presentes, aparecen representadas como meros receptores del deseo masculino, como vemos al comienzo de El vertedero (1×09). O con desnudos innecesarios como los de La testigo (1×03) o la parodia a Femen de El yogurt que conquistó el mundo (1×06).
Por último, en muchos de estos trabajos ellas tienen un papel secundario, irrelevante y estereotipado hasta cuando son co-protagonistas, algo que muestra claramente Trajes (1×04), donde los hombres -y una anciana hiper-masculinizada, otro de los estereotipos femeninos sci-fi más comunes- defienden su hogar mientras las mujeres quedan al cuidado de los hijos.
Comedia, fantasía y otras excepciones
Por suerte, en Love, Death & Robots también encontramos pequeños oasis que se alejan de estos estereotipos. Curiosamente, tienden a coincidir con aquellos que se alejan de la ciencia-ficción para adentrarse en la fantasía y el humor. Es el caso del onírico Noche de criaturas marinas (1×12), el interesante La edad de hielo (1×16) -el único corto que mezcla animación con imagen real- y Devorador de almas (1×05), aunque este último sí incluye grandes dosis de sangre.
En general, los trabajos que más brillan se engloban en el ámbito de la comedia. Ocurre lo mismo en el terreno de la ciencia-ficción, donde Tres robots (1×02) supone una refrescante bocanada de aire limpio y humor negro en un mundo postapocalíptico. Alejándonos de este tono, también hay capítulos que se alejan con acierto de los tópicos ya vistos, como Mano amiga (1×11) -la versión resumida y mucho más angustiosa de Gravity (2013)- o el fascinante Zima Blue (1×14), el único relato que de verdad plantea preguntas típicas del género, reflexionando sobre el arte y la conciencia en un episodio de animación estilizada que en tan solo 10 minutos consigue cautivar.
Los problemas tienen soluciones
Está claro que tanto la serie como la ciencia-ficción en general tienen un dilema con la concepción de lo adulto y el trato que proporcionan a la mujer. Masculinidad tóxica asociada a la violencia -y en muchos casos al ejército-, argumentos que buscan la sorpresa en base a impactantes secuencias repletas de sangre y sexo gratuitos… El problema salta a la vista. Pero ¿y qué sucede con las soluciones?
Una de ellas pasa, lógicamente, por contratar mujeres. Aunque pueda parecer obvio, es algo que se le escapa a los implicados en Love, Death & Robots, ya que ha contado con un equipo mayoritariamente masculino. Es más, entre las únicas mujeres implicadas de manera directa solo encontramos a Jennifer Miller en la producción, Janis Robertson como guionista de El yogurt que conquistó el mundo y una apabullante cifra de… cero directoras. De hecho, es Philip Gelatt quien guioniza el grueso de la serie, con excepción de La testigo (Alberto Mielgo) y Punto ciego (Vitaliy Shushko). La diferencia de tonos viene fundamentalmente de las fuentes de inspiración, pues todos los cortos son adaptaciones de relatos previos. Pero, de nuevo, en esta selección, el porcentaje de mujeres es claramente inferior: Devorador de almas se basa en una historia de Kirsten Cross y Mano amiga en una de Claudine Griggs. Los demás son todo de hombres, aunque al menos, si tenemos en cuenta todo el equipo de la ficción, hay cierta variedad de procedencias y nacionalidades.
Por supuesto, contratar mujeres no implica una mejoría directa. Pero, sin duda, contar con la visión de directoras y guionistas puede ayudar a reducir la sexualización de los personajes femeninos y a otorgarles tramas con mayor importancia y complejidad. La discriminación de género dentro del sci-fi -y de todo ámbito considerado friki– es algo que siempre ha estado ahí, a pesar de que las mujeres han formado parte esencial del mismo desde sus inicios. Ya está bien de ser cosificadas e invisibilizadas. Para conseguirlo, necesitamos nuevas voces, entre las que lógicamente deben encontrarse las de creadoras.
En resumen, el punto de partida de Love, Death & Robots es mucho más interesante que el resultado edgy que se escuda en lo “tradicional” para justificar su olor a rancio. Por mucho que sus distintos estilos de animación impresionan, la excelencia técnica no es suficiente para perdonar sus múltiples problemas, desde las historias superficiales que carecen de gancho hasta su terrible machismo. Aunque sea un producto decepcionante, también es un gran ejemplo de los errores que se han cometido al malinterpretar el concepto de lo adulto y de los tropos sexistas que todavía arrastra la ciencia-ficción. Por eso, la serie supone también una oportunidad de reflexionar acerca de estas cuestiones y de cómo podemos cambiarlas. Porque, afortunadamente, ya no vale todo. Los mensajes importan y muchos espectadores ya no está dispuestos a conformarse con un envoltorio bonito.