Diego Corbalán (Murcia, 1981), más conocido como Magius, lleva años adentrándose en las entrañas del mal a través de sus cómics. Su último libro, Primavera para Madrid, publicado por Autsaider Cómics, es un contundente relato de la corrupción política en la capital de España, que ha sorprendido no solo por su contenido, sino también por su formato.
La crisis sanitaria está marcando la agenda informativa de 2020, pero no deberíamos olvidar ciertos clásicos de la información política que corren el riesgo de caer en el olvido, quizás por puro hartazgo. Afortunadamente, Primavera para Madrid ha llegado para recordarnos esta historia infame de corrupción, compra y venta de favores y desfalco de lo público que su autor, Magius, desgrana sin piedad. De todo ello hablamos con este dibujante murciano en una reciente conversación.
Gerardo Vilches (GV): Me gustaría empezar preguntándote por el dibujo de Primavera para Madrid. Aunque tus dos libros anteriores, Murcia (Entrecomics, 2015) y El método Gemini (Autsaider, 2018) me gustaron mucho, creo que aquí hay un salto a muchos niveles. ¿Cómo lo has trabajado?
Magius (M): Bueno, quería cambiar de estilo y hacerlo más realista. Con El método Gemini hice una mezcla entre caricatura y relato realista, y hubo gente que me dijo que quedaba extraño. Así que con Primavera para Madrid quise ser más realista. Al principio, me costó, y, de hecho, repetí muchas páginas. Pero acabé dando con la clave: trabajé con muchas fotografías, al ser un tema muy periodístico. Estoy contento con el resultado, porque es la primera vez que hago un cómic así.

GV: No sé si te resulta difícil emplear fotografías y que, al mismo tiempo, siga siendo un dibujo de Magius, y que quien lo vea reconozca tu estilo. ¿Te ha costado mucho?
M: Yo tengo algunas claves a la hora de dibujar las caras y las manos, una manera característica. Lo adapté a un registro más realista, pero lo controlo bien. También hice trazos más gruesos para que destacasen más las figuras. Pero creo que el cambio se nota más en la narración que en el dibujo.
GV: Sí, pero, de alguna manera, mantienes esa forma de narrar con elipsis, con muchos saltos en el tiempo, cambios de personajes… ¿cómo trabajas esto a nivel de estructura, está muy cerrada cuando te pones a dibujar, o vas cambiando cosas?
M: Yo empecé documentándome, leyendo mucha prensa. Iba guardando los textos en una carpeta del ordenador, los imprimía, los subrayaba…Y de tanto leerlos y empaparme de la historia fui haciendo una trama mental en mi cabeza. Sabía cómo empezarlo y simplemente me puse a dibujar. En la última etapa ni tenía los textos, dibujaba todo y luego los ponía, porque sabía hacia dónde iba y tenía mi esquema mental. Realmente, aunque al principio me costó, enseguida le cogí el tranquillo. Se nota que al principio de la historia las cosas fluyen más lentamente y luego se aceleran, también porque las páginas se acababan y el editor me dijo que tenía que cortar, porque llevábamos ya trescientas. La verdad es que no tengo una planificación, es todo muy caótico y voy aprendiendo sobre la marcha.
GV: En El método Gemini hiciste una historia de la mafia neoyorquina, mientras que en Murcia te acercabas a la corrupción de una élite que controlaba la economía de la zona. Iba a preguntarte de dónde te viene ese interés por la política, pero, en realidad, casi diría que es un interés por el mal, por la corrupción.
M: Supongo que tiene que ver con que yo empecé a dibujar con unos cómics sobre el black metal [Black Metal Comix (2001-2007)] y ahí trataba el mal de una forma muy salvaje y bestia, tan exagerado que daba pie a la comicidad. A partir de ahí, de hacer bromas sobre gente malvada, creo que me surgió el interés por hacer historias sobre gente mala de verdad. Porque en el mundo del black metal hay uno que es malo, pero el resto son pose, todo fachada. Sin embargo, en el mundo de la mafia hay una maldad real, que asusta. Y si te vas a la política, eso está mucho más soterrado. Llama la atención ese mundo del poder, que es realmente el mal. Y se está viendo ahora: la gente poderosa no son las bellas personas que parecen ser. Me llamaba mucho todo esto y quería reflejarlo.

GV: En el caso de la corrupción de Madrid, antes comentabas que Ata Lasalle, el editor de Autsaider, te tuvo que pedir que pararas, pero no sé si te ha pasado que hayas descartado noticias porque habrían sido tan pasadísimas de vueltas que habrían resultado inverosímiles. ¿Te ha sucedido algo parecido?
M: No; de hecho, me he dado cuenta de que me he dejado cosas fuera que podría haber metido, como una escena del rey emérito que podría haber sido muy graciosa. Cuanto más bestia es la anécdota, más la destaco. Bien metido, siempre queda bien y puede funcionar cualquier cosa. Puede que la gente piense, en un contexto tan realista, que parece inverosímil, pero creo que estamos acostumbrados a este nivel de locura y de bestialidad, de noticias que parecen mentira. Hoy en día, cuando alguien lee un cómic o cualquier otra cosa, tiene la oportunidad de buscar información en internet y ver si es verdad o es falso. Lo que sí creo es que escenas con demasiada violencia pueden llegar a insensibilizar. Igualmente, si metes mucho drama seguido al final pierde el encanto de la sorpresa, te acaba superando y no cuadra. Pero, si de repente metes una escena violenta cuando nadie se lo espera, queda bastante bien
GV: Creo que esto siempre está muy conseguido en tus cómics: la cuestión del ritmo, de cómo vas alternando diferentes tonos. Sobre todo tu humor negro, muy peculiar. Me gusta mucho cómo intercalas momentos de violencia muy bestia, catártica, con otros de más humor, o incluso escenas de sexo… ¿Cómo trabajas todo esto? ¿Es intuición?
M: Sí, creo es intuición. No tengo ningún método. Voy viendo lo que funciona y lo que no, por ejemplo cuando estoy viendo una película y hay cosas que no me cuadran. A lo mejor es muy buena, como puede ser el caso de Parásitos (2019), pero el final de la película no me cuadró. Lo mismo me pasa cuando me pongo a hacer un cómic: veo de una forma intuitiva qué funciona. No sé explicarlo; depende de cómo fluyen las cosas. Es un trabajo de pensar, sobre todo. Hay muchas cosas que se me ocurrieron paseando, por ejemplo. También trabajo mucho sobre imágenes. En este caso, con fotos. Ponía unas enfrente de las otras, viendo cómo fluía, pensando en la historia que las uniera. Ha sido una forma un poco experimental.

GV: Me resulta interesante que no veo un componente moralista en tu manera de contar este tipo de sucesos. Es como si, simplemente, expusieras unos hechos, no sé si para que cada uno juzgue, o es por el interés que tienes en los temas… ¿esto es así, o sí tienes un interés en denunciar a toda esta caterva?
M: En el fondo sí, pero, claro, si expones la historia de una forma cruda, si la cuenta alguien que está implicado, que es malvado, como el resto, le das más credibilidad. Lo va a contar según sus intereses, mostrando lo que quiere. En Primavera para Madrid el narrador es muy sincero, demasiado de hecho. Lo expone de forma muy cruda, y creo que eso muestra mucho más que lo que dice el personaje. Creo que eso funciona mejor que si se cuenta de otra forma, diciendo cómo fueron las cosas. Es como un puñetazo en la cara.
GV: Al final del libro, igual que Álvaro Pons en el texto de contracubierta, expones la idea de que este libro no deja de ser una ficción. Y, claro, lo es en alguna medida, pero me lleva a preguntarte cómo has manejado esto. Tú tienes una serie de datos, noticias e información, pero luego hay que rellenar huecos, imaginar conversaciones… ¿Cómo has hecho esto, cómo has relacionado las partes más imaginadas por ti con la información periodística?
M: Es difícil de explicar, porque fue un proceso largo y complejo. Se trataba de unir unas partes con otras, enganchar las escenas. Si en una terminan hablando de un tema, en la siguiente, aunque no tenga nada que ver, tiene que haber un elemento que se repita, para enlazar. Las conversaciones son imaginadas, pero también hay textos que están cogidos de la realidad. Al principio hay uno de una comparecencia en el Congreso sobre corrupción; lo saqué de las preguntas de un diputado. Siempre intento coger todo lo que puedo de la realidad, porque tiene un impacto muy fuerte. Cuando no se puede, tiro de imaginación. Es lo más libre y lo más divertido de todo el proceso, porque implica meterse en ese mundo e imaginar cómo piensa esa gente. También me gusta el tema de los acentos y las maneras de hablar de cada uno.

GV: Tú partes de un personaje que casi puede parecer simpático, un pícaro moderno, el pequeño Nicolás, pero acabas llegando al rey de España. Me surge la duda, aunque hayas cambiado todos los nombres, de si en algún momento te ha preocupado estar metiéndote en un jardín y poder tener problemas.
M: Bueno, no es el rey de España: no nombro la palabra “España” en todo el cómic.
GV: Cierto [risas].
M: Es un rey de un país inventado que se puede parecer a este. Es una crítica de la realidad, pero también es una ficción con personajes inventados con nombres diferentes. Creo que es una historia universal, aunque sean personajes de ahora. Y creo que aunque alguno se molestara y quisiera hacer algo, no llegaría a ningún sitio. Porque, en el cómic, ningún personaje hace una acción ilegal, realmente. No se muestran. Incluso hay una defensa del narrador hacia su propio yerno. Cada personaje se defiende a su manera y tiene sus motivos y su forma de actuar.
GV: Esto que dices es importante, porque, en la vida real, los villanos no son como los tebeos de superhéroes: estas personas no se consideran a sí mismas los villanos de la historia. Están metidas en un entramado de corrupción que han interiorizado y pensarán que las cosas simplemente son así. Incluso muchos de ellos acaban siendo víctimas de otros que están por encima. Al final, dibujas un panorama bastante desalentador, sin muchas salidas, sin un personaje positivo que en un momento dado consiga salir de ese círculo vicioso.
M: Sí, es como la realidad actual: en la política no creo que haya ningún personaje positivo, es todo bastante negativo. Has dicho que muchas veces los personajes se ven perjudicados por los de arriba, pero también por los de abajo, que quieren subir. Pero también es importante el papel de los medios de comunicación, y cómo han utilizado la política como un espectáculo, con la intención de llegar a controlar el poder. Lo que ha pasado recientemente con el rey emérito se ha debido en gran parte a los medios de comunicación, que se han atrevido a meter el dedo en la llaga, con toda la propaganda que ha habido. Pero eso no ha sido algo elegido por el pueblo, ha venido desde arriba. Yo creo que en el mundo del poder siempre hay gente que sube y gente que baja. Hay algunos muy poderosos, con mucho dinero, que saben presionar.

GV: Todo lo que tiene que ver con los medios en Primavera para Madrid me parece demoledor, porque no hay ningún tipo de ética periodística o de valores: es todo parte del mismo entramado de poder y corrupción. Es bastante desalentador, sobre todo porque dibujas a algunos personajes cuyos equivalentes reales están bien considerados, hay quien que los considera buenos periodistas que apoyan a la gente y destapan casos de corrupción. En tu cómic se ve que muchas veces destapan lo que les dejan o lo que les ordenan.
M: Sí, claro. La prensa amarilla tiene información valiosa que solo utiliza cuando le conviene. Cuando no, miente. Luego hay otros que no son prensa amarilla y, como dices, son muy respetados, pero que se rigen en realidad por temas económicos. Son conocidos porque trabajan en medios de comunicación muy poderosos que pertenecen a grandes grupos. Es un negocio, con intereses políticos. Si un gran grupo es de derechas y posee medios de comunicación considerados de izquierdas, los va a utilizar en su beneficio. No van a cambiar su orientación política; simplemente, van a funcionar como más convenga. El caso de Cristina Cifuentes es revelador: ¿quién sacó el vídeo en el que robaba una crema? Aquello no fue ético, porque esa mujer tendría una enfermedad, sería cleptómana, pero me llama la atención que nadie criticara que sacaran ese vídeo, que no tenía nada que ver con el asunto de los másteres. Por eso incluí esa historia en el cómic.
GV: Tenemos el poder económico, el poder político y una tercera pata de todo esto: el poder religioso. Aparece sobre todo en la primera y alucinante secuencia, la de la misa, pero estuvo muy presente en Murcia. Incluso llegas a mencionar el papel del Opus Dei como sostenedor de todo este entramado. Me interesa mucho saber qué piensas de este tema y cómo se relaciona con todo lo demás.
M: Está el Opus Dei, están los “Kikos”, en sitios como Murcia están las cofradías, que sirven para que se junte la gente poderosa, políticos y empresarios, gente que quiere medrar y ahí pueden hacer sus contactos. Es igual que sucedía antes con la masonería. Por ejemplo, en Italia, muchos mafiosos se metían en la masonería para contactar con políticos y empresarios, y hacer amistades que les pudiesen ayudar, no porque les interesaran los ritos masónicos ni nada de eso. Claro, aquí sucede lo mismo. La religión, muchas veces, es una fachada. Hay unas tradiciones que todo el mundo apoya, porque cosas como la Semana Santa son algo popular, pero, realmente, la mayoría de gente que está metida ahí sabe a lo que va. En Murcia hay políticos que salen sacando el trono de Semana Santa, y saben que su foto saldrá en las portadas de los periódicos. Es una forma de estar en la alta sociedad. En Primavera para Madrid puse una especie de cofradía basada en las órdenes militares, como la orden de Santiago. Me inspiré en ellas para hacer algo parecido, en lo que están metidos políticos, empresarios, lo que queda de la nobleza…

GV: ¿Qué referentes tienes a la hora de hacer este tipo de cómics? Te lo pregunto porque siempre me han parecido tus obras muy originales, me cuesta encontrar influencias. Hoy en día hay muchísimos cómics de no ficción, relacionados con la actualidad política o social, cómics periodísticos… Pero, cuando se abordan estos temas, se suele hacer como si fueran un documental, con una intención cívica, por decirlo de alguna manera. Sin embargo tú te lo llevas a un terreno muy poco habitual.
M: En cómic no tengo muchos referentes. Si acaso en el cine, por ejemplo el de Scorsese, pero poco más. En este caso concreto, al sacar la información de recortes de prensa, sí creo que me ha salido como si fuera un reportaje de La Sexta [risas]. Yo creo que se trata de romper con los géneros. A mí el thriller no me gusta, ni tampoco el cine negro. Lo que me interesaba era el poder y la maldad asociada al poder. La corrupción, la mafia… y, a partir de ahí, seguí mi camino. Pero no me fijé en ningún género del cine o del cómic. A nivel estilístico, en cambio, sí que puede haber algún referente, como Martí Riera, con quien sí me veo algún parecido. Pero en las historias creo que no.
GV: Es curioso que menciones lo del reportaje de La Sexta, porque me imagino todo lo que cuentas en Primavera para Madrid en un documental televisivo, o en una recreación ficcionada en un telefilm, contada como lo cuentas tú, y seguramente se armaría una de la leche. Quizás esa es la gracia del cómic, ¿no? Que el dibujo pone distancia y evitas el referente tan directo de la imagen audiovisual.
M: Claro, es mucho más sencillo siempre. A la hora de plantear una historia de sexo, por ejemplo, es mucho más fácil que con actores reales. En un cómic puedes hacer lo que quieras, incluso pornografía, y no pasa nada. Pero también tiene que ver con que el cómic no llega a mucha gente. No sé si es para una élite, pero sí para poca gente. Eso da mucha libertad, como la que da trabajar con una editorial independiente como Autsaider Cómics: Ata me dejaba total libertad. Me decía cosas, pero siempre tenía libertad de hacerle caso o no. Pero creo que en una editorial más potente me habrían cortado más. En una editorial como en la que estoy creo que hacen cosas más atrevidas, que van más allá de lo que hay. Y eso creo que es bueno. A veces lees cómics que, aunque estén muy bien, se parecen a lo que ha habido antes demasiado. Hay que renovar un poco las historias que se pueden reflejar.

GV: Justo te quería preguntar ahora por la labor editorial, porque es un libro muy llamativo. No sé si el diseño y el formato han sido ideas tuyas, o han sido cosa de Ata.
M: Yo le comenté que quería hacer algo diferente. Después de El método gémini, que hice en tres colores, no sabía qué hacer, pero no quería repetirme. Le comenté a Ata mis dudas y se le ocurrió hacerlo en blanco y negro, con un fondo dorado, porque nunca había visto un libro así, completamente dorado. A mí me pareció muy bien. También pensé en hacer una cubierta roja, que recordara a una Biblia, pero Ata pensó la idea de que fuera como un lingote de oro que reflejara la corrupción, algo mucho más profano. Realmente, creo que la forma del libro explica muy bien su fondo. La corrupción, el derroche…
GV: Totalmente. Además, llama muchísimo la atención en una estantería.
M: Sí, es una idea muy sencilla pero que funciona perfectamente. Me parece genial.
GV: ¿Cómo está siendo la recepción del cómic, por el momento? ¿Estás contento?
M: Sí, por lo que voy leyendo, parece que ha gustado bastante. De entrada, sorprende por el formato, pero luego cuando lo leen les gusta. Incluso hay gente que está diciendo que termina de leerlo enfadada, lo cual está muy bien. Yo buscaba eso también, pensaba que todas estas historias que he ido sacando de pequeñas noticias que han ido saliendo en los medios poco a poco, si las juntas todas y las narras como una gran historia, tiene un efecto brutal. Puede hacer que la gente se plantee que esto tiene que acabar.
GV: Sí, es como si hubieras cogido todas las piezas y montado un puzle que te da una imagen mucho más tremenda de lo que parecía con el goteo de noticias.
M: Claro, porque los medios van soltando las noticias según sus intereses, pero cuando lo ves todo de golpe… Los medios, además, critican a los políticos, pero no se critican a sí mismos. No se hacen un examen. Y hay muchos programas de televisión que tratan sobre política y dan un poco de asco. El rollo de la política convertida en espectáculo es bastante lamentable.

GV: Sí, hay como una especie de banalización, un show de variedades constante en el que la gente pelea en público porque eso es lo que da audiencia.
M: Sí, y esto lo único que está trayendo es problemas, porque así no se soluciona nada. La gente pasa de protestar, porque no sirve para nada, no hay nadie a quien protestar. Les da todo igual.
GV: La última pregunta es la más difícil: después de toda la investigación que has hecho y la realización del libro, que te ha llevado dos años, ¿qué expectativas tenemos? ¿Cómo salimos de esta y acabamos con todo lo que cuentas, si es que es posible?
M: Lo veo difícil. No es como el 15M, en el que la mitad de la población se puso de acuerdo, aunque no hubiese ninguna hoja de ruta ni un objetivo. Pero, ahora, todo el mundo está peleado con todo el mundo. Lo veo cada vez peor, la verdad. Con toda la crisis de la COVID-19 hay hasta grupos de negacionistas. La gente está muy cansada. También pienso que hay cosas estancadas, como el debate sobre monarquía o república. A lo mejor hay otra cosa en la que nadie se ha parado a pensar. También está el tema territorial, Catalunya y País Vasco, que es muy complicado. Y, por supuesto, el neoliberalismo. Es imposible de arreglar.