Marc Almond: el caballero británico que bebió absenta en Barcelona

Marc Almond, ex vocalista de Soft Cell y uno de los talentos más irrepetibles de la música pop, acaba de recibir una distinción regia en su país. Mientras nos reponemos del soponcio, le homenajeamos repasando Mother Fist and her Five Daughtersla obra maestra que gestó hace treinta años en los rincones más turbios de las Ramblas y el Barrio Gótico.

Definitivamente, la justicia no existe en este mundo. Uno se pasa toda la vida zorreando en tugurios de mala nota, trabando amistad con los músicos más bandarras del mundo, cantando letras que sonrojarían a un personaje de Fassbinder, luciendo looks entre el punk, el crooner  y la cupletista, y ¿cómo se lo pagan? Pues haciéndole oficial de la Orden del Imperio Británico, como a Marc Almond, cuando en realidad tendrían que haberle nombrado reina de Inglaterra. 




Quejas aparte, que el ex miembro de Soft Cell reciba esta distinción regia (junto a otros sujetos de mérito, como Ringo Starr, Wylie y Hugh Laurie) ha provocado un patatús en la redacción de CANINO. No sólo por lo inconcebible que podía resultar hace unos pocos años, sino también porque el ex vocalista de Soft Cell nos inspira una devoción sobrenatural debido a muchas razones. Entre ellas, una obra en solitario que alterna con soltura el pop petardo con el ruidazo más extremo y la más absoluta elegancia. Quienes afirmen disfrutar de Pulp, Tindersticks Divine Comedy (entre muchos otros) sin conocer al Almond solista, no saben lo que se están perdiendo.

Y en dicha obra reluce cual perla venenosa un álbum titulado Mother Fist and Her Five Daughters (1986) que, para colmo, fue gestado en Barcelona. Allí recaló por entonces un Almond ya treintañero, que podía dar relativas gracias por haber llegado vivo a donde estaba. Bajito, tartamudo, asmático y con mucha pluma, Peter Mark Sinclair (su nombre en el libro de familia) había sobrevivido a la inevitable familia disfuncional en Southport, su ciudad de origen, así como a un trastorno obsesivo-compulsivo que, llegada su juventud, sirvió de cimiento para una politoxicomanía ciclópea. El éxito de Soft Cell se notó poco en su cuenta corriente, mientras que sus proyectos posteriores (el grupo Marc & the Mambas y una carrera en solitario que había dejado ya los álbumes Vermin In Ermine -1984- y Stories of Johnny -1985-) habían tenido menos rédito aún. Mientras tanto, las críticas preferían quedarse con aquello de «la Judy Garland del vertedero», pasando por alto su versatilidad como compositor, su conocimiento enciclopédico de la música popular (no sólo anglosajona) y un amor por la literatura outré que le había llevado a grabar un EP (Violent Silence -1985-) con canciones inspiradas en la obra de Georges Bataille.

Así pues, Mother Fist… es la obra de un artista tan en posesión de sus facultades como harto de todo y dispuesto a pasarse por el forro las normas de lo vendible. Y, como en este elepé se suman casi todas sus facetas creativas, usaremos sus canciones para rendirle tributo en uno de nuestros análisis temazo a temazo. Vístanse con sus mejores galas prostibularias, agarren los discos de Scott Walker Rocío Jurado y acompáñennos a la fiesta. Les aseguramos que la disfrutarán… aunque les deje cicatrices.

Mother Fist

Un gemido de dudosa procedencia, unos estertores de percusión grabados al revés y ¡hala! Ya está Almond iniciando su obra maestra con la canción titular: una oda al arte de hacerse pajas. Y una oda culta, además, porque lo de «madre Puño y sus cinco hijas» está tomado de Vueltas nocturnas, o experiencias sexuales de dos gemelos siameses, la sección final del libro Música para camaleones  (1980) de Truman Capote. Allá donde el estadounidense lamentaba el fracaso del onanismo como método contra el insomnio, nuestro héroe canta las alabanzas de esa pareja ideal que nunca se enfada, nunca se aburre y a la que no le importa que uno se ponga a aullar cual Yma Sumac durante el clímax venéreo.

Si bien el texto resulta una cerdada de aúpa, vale la pena fijarse en la música, sobre todo porque en ella se nota la interacción de Almond con Martin McCarrick (violonchelo, acordeón y un montón de cosas más) y la teclista y percusionista Annie Hogan. Ambos músicos, los dos mejores acompañantes que ha tenido el artista en su carrera, formaban por estas fechas el núcleo de The Willing Sinners, polimorfo ente capaz de dar la talla en un tema como el que nos ocupa, a medias pastiche arábigo y a medias homenaje sui generis a la rumba catalana. El título de la canción, por otra parte, sirvió para bautizar al FistBar!, garito donde se concentró parte de la vanguardia musical de Barcelona durante los ochenta y del cual Almond, nos cuentan, llegó a ser parroquiano.

There Is a Bed

Cambio de corte y cambio de registro: pasamos de la sordidez a lo confesional, con esa letra en la cual una cama puede ser tanto un espacio para el amor y el sexo como para las peleas de pareja, las noches en vela y los espasmos de la fiebre (o de la abstinencia). Y, en lugar del exotismo guarro, tenemos un homenaje con todas las letras a la chanson pasada por el filtro de Scott Walker. Algo natural si pensamos que, durante los ochenta, el ex líder de los Walker Brothers languidecía en un olvido casi total, con Almond y Julian Cope entre sus pocos discípulos. Quienes quieran profundizar en el Marc afrancesado pueden dirigirse a los álbumes Jacques (1989, con versiones de Jacques Brel) Absinthe (1993), nutrido con temas de Léo Ferré, Charles Aznavour, Barbara y otros.

Saint Judy

Dependiendo de cómo tenga el día Marc Almond, las versiones en directo de este tema pueden ser, bien una mirada al abismo, bien una descacharrante rutina de comedia negra. Y ambas cosas están justificadas: delatando su amor por Suicide con esa voz saturada de delay, nuestro héroe entrega aquí un canto a las reinas de la canción ligera, con su cara y sus muchas cruces. Judy Garland es el referente principal, claro, pero si pensamos que Almond ha reclamado para sí el manto de la diva, pues tal vez aquí estaba imaginando para sí mismo una muerte en condiciones, quedándose pajarito en medio de un batallón de chulazos y con el traje de lentejuelas hecho trizas.

Si la letra de Saint Judy está llena de pareados que siempre quedan bien en una conversación elegante, eso se debe a que su autor sabía cuatro cosas sobre los abismos de la disipación. Él mismo habla sin complejos del ataque de nervios que le sobrevino a principios de los ochenta, dejando para la historia estampas como la de un Marc hasta arriba de tripis, caballo y speed irrumpiendo en la redacción del Record Mirror para emprenderla a latigazos con un redactor. Durante los años posteriores, el artista cambió las drogas de venta en esquina por las de venta en farmacia y, si ahora asegura estar limpio, no lo achaca a ninguna revelación existencial: se trata de que el empacho tóxico con el que celebró la Nochevieja de 1999 le convenció que no estaban los tiempos como para seguir haciendo el cabra. «That’s what you call a star, boys».

The Room Below

El tema más cabaretero de Mother Fist… tiene una letra subida de humor negro: la pareja protagonista pasa demasiado tiempo follando y peleándose como para darse cuenta de que su casa se cae a pedazos. Y también una referencia a Carmen Amaya  que delata la pasión de nuestro héroe por la cosa coplera y aflamencada. Si bien esta filia de Almond lo delata como guiri vocacional, también hay que reconocer que el artista la ha vivido a fondo: desde mencionar a Conchita Piquer en L’esqualita (de This Last Night… In Sodom, el último álbum original de Soft Cell, 1984) a poner en la portada de Torment and Toreros (Marc & the Mambas, 1983) un retrato de Lola Flores, pasando por su pasión por Rocío Jurado y su afición por vestir traje de luces, los ejemplos han dado resultados muy interesantes… pero también atrocidades como Cara a cara, la canción que le escribió Manolo García en 1985. Si, ese Manolo García. Denle al play si se atreven.

Angel In Her Kiss

En contra de lo que pudiera parecer, con tanta mugre, tanto esperma y tanta boa de plumas, Mother Fist… no deja de ser un disco pop. Y, como tal, tiene unos singles que quitan el sentido, pero entre los cuales no figura esta canción. Angel In Her Kiss es un esfuerzo por marcarse un tema sixties, sofisticado y misterioso, pero acaba semejando un descarte para la BSO de una película de James Bond. ¿Comparación gratuita? Ni por asomo: en 1983, unos Soft Cell terminales (con Almond y su socio Dave Ball compitiendo por ver cuál de los dos se drogaba más) habían grabado el tema de Nancy Sinatra para Sólo se vive dos veces. En 1988, nuestro hombre se resarció de este patinazo con Only the Momentuna canción (esta vez sí) fabulosa incluida en el elepé Stars We Are. 

The Hustler

Ya faltaba una canción sobre prostitución masculina, ¿verdad? Pues aquí la tenemos: con ecos del Tennesee Williams de Dulce pájaro de juventud, Almond relata aquí el crepúsculo de un chapero, constatando que ha malgastado sus mejores años yendo de mano en mano como la falsa moneda. El patetismo del tema puede achacarse tanto a la debilidad del autor por las piltrafas del arroyo como a su experiencia personal: durante sus años como universitario en Leeds, Almond vivió en una pensión ocupada por chicas de alterne («Creía que eran enfermeras trabajando en turno de noche hasta que la patrona me lo explicó», ha comentado), para más tarde instalarse en el SoHo de Londres, donde hizo amistad con los y las currantes de los prostíbulos y peep shows locales.

Melancholy Rose

Esta vez, sí: Melancholy Rose es el primer triunfo pop que nos ofrece Mother Fist…, con una melodía casi tan genial como su estribillo, unos arreglos vertiginosos y una elegancia de la que han mamado desde Neil Hannon hasta Jarvis Cocker, Perfume Genius y otros artistas que van de finos por la vida. Cómo esta oda a una mujer de vida disoluta nunca triunfó en las listas es uno de esos misterios musicales que dan tanta rabia. Y que tal vez se explique por ese vídeo en el que Almond se pavonea en el puerto de Barcelona, acompañado de Annie Hogan y de un grupo de freaks en el que reconocemos (si los ojos no nos engañan) a Lázaro Escarceller, el abuelo Matías de Makinavaja. 

Pero el interés del tema va más allá: su edición en sencillo tuvo nada menos que tres versiones distintas. Almond había querido que Mother Fist… fuese un álbum doble, cosa que le negó la discográfica Virgin y debido a lo cual los temas paridos en las sesiones del disco fueron apareciendo en las correspondientes caras B, reuniéndose en el recopilatorio A Virgin’s Tale – Volume II (1992). Una pena que maravillas como Black Lullabye, Gyp the Blood A World Full of People nunca tuvieran acomodo en el elepé que nos ocupa, pero así es la vida.

Mr. Sad

«¿Te gustan las películas de gladiadores?»

Con aires de swing, y dándolo todo en las voces para cantar la decisión final de un suicida, Almond entrega aquí el tema más logrado de la parte patética de Mother Fist… Y, si al oyente le parece detectar una similitud con Nick Cave en Mr. Sad, no anda desencaminado, porque el demonio australiano y nuestro hombre… ¡tuvieron un grupo juntos! The Immaculate Consumptivese llamó el engendro, y en él participaron también (agárrense) Lydia Luch Jim ‘Foetus’ Thirlwell. La cosa duró tres conciertos contados, por la sencilla razón de que Almond y Cave no se tragaban: el segundo mandó al carajo el proyecto en mitad de un bolo en 1983 y, aunque nuestro hombre relata que ambos han estado a punto de recuperar su amistad más de una vez, eso nunca ha llegado a producirse.

The Sea Says

Hemos dicho ya que los Willing Sinners eran un grupazo, ¿verdad? Pues aquí tienen la prueba: con la marimba de Hogan y el acordeón de Martin McCarrick a todo trapo, más una voz sublime y una trompeta muy oportuna, The Sea Says es una oda oceánica que no tiene nada que ver con marineros ataviados a lo Querelle, sino con la infancia de nuestro héroe. Porque llamar «disfuncionales» a los primeros años de Marc Almond es quedarse muy corto: criado bajo los golpes de su padre, un ex militar con más de un punto sociópata, el artista y su hermana encontraban refugio en la casa de sus abuelos, aficionados a la música y a los paseos por la playa. «Me gustaría poder mirar una foto mía de cuando tenía cinco años y pensar ‘He hecho cosas malas, pero no te he abandonado del todo», dejó caer Almond hace no mucho en una entrevista.

Champ

De Jack London y su Por un bistec hasta Fat City (1972), el boxeador sonado ha sido siempre un icono para los amantes de lo sórdido. Así pues, es natural que Marc Almond se fijase en dicho arquetipo para este baladón, con referencia a Toro salvaje (1980) incluida en la letra. El interés de Champ sube enteros por dos anécdotas: la primera, que Almond ha practicado el boxeo y, según dicen, en su juventud no se le daba mal defenderse con los puños si lo pedía la ocasión; la segunda, que nuestro héroe se llevó el susto de su vida en 2004, cuando un accidente de moto le dejó un mes en coma y le provocó daños cerebrales que pusieron muy cuesta arriba la continuidad de su carrera. Pese a ello, aunque componer le cueste horrores desde entonces y siempre tenga un atril con las letras en el escenario, por si las moscas, no ha dejado de grabar discos (el último, Shadows and Reflections, de 2017), de involucrarse en proyectos artísticos y de dar conciertos en los que sigue portándose como un jabato. Si antes les hemos dicho que admiramos mucho a este señor es también por su férrea voluntad de seguir en pie hasta el último asalto.

Ruby Red

En el subconsciente de Marc Almond, como en el de tantos artistas geniales, debe de anidar una irresistible voluntad de cagarla a lo grande. Si no es así, uno no se explica la historia de esta canción. Como el corte más pegadizo y arriesgado a la vez de Mother Fist… (¿cuántas joyas pop conocen que tengan como instrumentos principales el violonchelo y el salterio chino?), Ruby Red lo tenía casi todo para arrasar entre el público. Pero Almond y su compinche Peter ‘Sleazy’ Christopherson (el genio maligno de Throbbing Gristle Coil, amén de director de clips con mucho tronío) decidieron presentar la pieza con un vídeo que era todo él un homenaje a Kenneth Anger, Derek Jarman y al cine underground más diabólico, explícito y plumífero. ¿El resultado? Pues que la BBC y la MTV no quisieron tocar aquello ni con un palo, mandando las posibilidades comerciales del tema al traste.

En cuanto a la edición en sencillo de Ruby Red (subtitulada Stained EP), incluye también una generosa porción de inéditos, por aquello del álbum doble que nunca fue. Y, aunque todos ellos son estupendos, hay uno que estaca especialmente: su título es Anarcoma y, efectivamente, es un homenaje al detective travestí creado por NazarioPorque, durante sus años barceloneses, Almond alternó con el genio del cómic, dedicando a su personaje más conocido un himno cuya escucha da enormes ganas de darse una ducha y una rociada bien fuerte de loción contra las ladillas. Es decir, que le hace plena justicia.

The River

Toca despedirse a lo grande. Y, en el vocabulario de Marc Almond, eso equivale a decir adiós con una torch song, ese subgénero de la balada que canta a un amor no correspondido o a una relación que se viene abajo. Durante su carrera, Almond ha cultivado esta especialidad con donosura, generalmente dándole un giro cruel (Say Hello Wave Goodbye, Tenderness Is A Weaknesso llevando sus postulados al extremo (My Hand Over My Heart), y aquí le da un subidón de energía a base de ritmo acelerado y guitarras acústicas que, oigan, tampoco andan tan lejos de Cockney Rebel, Associates o incluso los Pale Fountains. La letra, eso sí, es un puro desparrame gótico, con candelabros y todo.

Con las torch songs, precisamente, llegamos a uno de los últimos capítulos de Marc Almond… y a uno de los más interesantes. Porque, en los últimos años, nuestro héroe ha llevado a cabo trabajos como locutor para esa BBC que antes censuraba sus vídeos, y la última de ellas hasta ahora es Torch Song Trilogy, una serie de tres documentales radiofónicos en los que relata la historia de la canción sentimental desde la invención del gramófono hasta la actualidad. La escucha de estos programas es una delicia, y la recomendamos encarecidamente. Ojalá Almond tenga tiempo y ganas de profundizar en su faceta de historiador de la música pop: nosotros siempre estaremos deseando escucharle.

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2 comentarios

  1. Marc dice:

    El disco salió en 1987.Buen artículo.

  2. Jizhe dice:

    Fantástico artículo para un fantástico álbum. Referente al vídeo de Melancholy Rose, efectivamente es Llàtzer Escarceller. Y también sale Víctor Israel actor catalán ya fallecido. Y enlazando con la referencia que hacéis de su influencia en el vídeo de Ruby Red, Jarman grabó el vídeo de Tenderness is a weakness, de su primer álbum en solitario, Vermin in ermine

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