El siempre interesante (e indescifrable) Manuscrito Voynich vuelve a estar de actualidad, ahora que una editorial española ha conseguido el permiso para reproducirlo. Nosotros recordamos otros libros que han desconcertado a los eruditos con sus enigmas... y con la posibilidad de que, en último extremo, sean bromas destinadas a crear confusión, y admiración, durante siglos.
¿Uno de los mayores enigmas de la historia de la humanidad? ¿Un fraude genial, destinado a aprovecharse de un erudito demasiado curioso? Cualquiera sabe: lo único cierto sobre el Manuscrito Voynich es que lleva desconcertando a la humanidad desde 1665, cuando llegó a manos del estudioso jesuita Athanasius Kircher. Ahora, esta enciclopedia de un país imaginario, escrita en un idioma indescifrable y repleta de ilustraciones de esas en las que los ojos se pierden, ha vuelto a los titulares debido a que la editorial española Siloé ha conseguido el permiso de la Universidad de Yale para crear una reproducción. Mientras las 234 (delirantes) páginas del códice van siendo amorosamente reproducidas, nosotros recordamos estos otros textos que hechizan a los curiosos y desconciertan a los eruditos por lo misterioso de sus orígenes, por las enigmáticas intenciones de sus autores, y por la eterna posibilidad de que, en el fondo, se trate de geniales bromazos.
El Libro de Soyga
Algunas de las teorías sobre el Manuscrito Voynich (poco fundadas, es cierto) señalan como su posible creador a Edward Kelley, astrólogo, ocultista, timador y muy amiguete de John Dee, el que fuera vidente personal de Isabel I de Inglaterra. Pues bien: Dee contactó con Kelley para que le ayudase a descifrar este libro cifrado, también conocido con el precioso nombre de Aldaraia y cuya clave obra en poder del arcángel San Miguel, o eso dicen. En sí, el texto es un tratado de magia ceremonial, repleto de tablas numéricas y de grafías semejantes al hebreo, cuyas posibles desencriptaciones nunca han podido ser verificadas.
El Musaeum Clausum
Allá por 1684, el inglés Thomas Browne pergeñó un volumen que, a primera vista, es un catálogo de antigüedades… pero que, en realidad, reune una larga lista de objetos imaginarios, algunos mundanos y otros inquietantemente fantásticos. ¿Estaba convencido el autor de que dichas piezas existían en realidad? ¿Aspiraba a trollear a sus contemporáneos poniéndoles a la caza de reliquias inexistentes? Cualquiera sabe. Lo único claro es que cada pieza descrita en el Musaeum… podría ser el punto de partida de una novela.
El Codex Rohonczi
Compuesto (posiblemente…) a mediados del siglo XVIII, y donado en 1838 a la Academia de Ciencias de Hungría, este manuscrito hallado en la ciudad de Rohonc (de ahí su nombre) es otro de esos trabajos que tanta diversión, o desesperación, proporcionan a los eruditos. ¿Está escrito en hindi? ¿En sumerio, quizás? ¿Es un bromazo pergeñado por Samuél Literati Nemes, bibliófilo aficionado a esa clase de jugarretas? Dado que Nemes era de origen transilvano, los aficionados a las historias de vampiros podrían tener una mina aquí.
Los pergaminos Ripley
A Isaac Newton, eso de haber fundado la ciencia moderna le traía al pairo: si había algo por lo que se pirraba el científico y burócrata, eso era la alquimia, cuanto más rara y apocalíptica mejor. De ahí que dedicara horas incontables a estudiar estos pergaminos, que resumen la obra de un alquimista del siglo XV al que se atribuía haber hallado el secreto de la Piedra Filosofal. Sólo sobreviven 23 de estos manuscritos iluminados, el último de los cuales (hasta ahora) fue hallado en 2012 en Cambridge: con su longitud de seis metros profusamente ilustrados a base de símbolos y emblemas, podría hacerle perder la cabeza a cualquiera.
El Prodigiorum ac ostentorum crhonicon
Con un título así, cualquiera podría pensar que este volumen del siglo XVI contiene la fórmula definitiva para invocar al Gran Cthulhu. Sentimos decepcionaros, pero no es así: el francés Conrad Lycosthenes dedicó su tomazo a la recopilación de hechos raros e inexplicables, cual un Charles Fort del Renacimiento. Así, el libro combina sucesos reales (pero inexplicables por la ciencia de la época, como terremotos o eclipses) con los habituales monstruos marinos, visitaciones angélicas y presagios del fin del mundo. Ay, cuando Iker Jiménez lo pille por banda…
Los manuscritos de Nag Hammadi
¿Pensabas que los Manuscritos del Mar Muerto resultaban mosqueantes, con su visión alternativa de (lo que podría ser) el primer cristianismo? Pues eso es poca cosa: en esta colección de papiros, descubiertos en Egipto allá por 1945, se hallan algunos textos sagrados del Gnosticismo, probablemente la herejía paleocristiana más mareante y desconocida. Textos como el Evangelio de Tomás o el poema El trueno, mente perfecta (sí, lo de Current 93 viene de ahí) son capaces de despertar muchas preguntas acerca de los orígenes de la religión mayoritaria en el mundo, apuntando incluso a que Dios podría ser, en realidad, Diosa (o, al menos, hermafrodita).
El Liber Linteus
La historia de siempre: allá por el año 250 antes de Jesucristo, un señor de la Toscana decide escribir un largo volumen en lengua etrusca (un idioma por entonces casi desaparecido, y ahora prácticamente indescifrable). Vete a saber por qué, dicho volumen acaba en Egipto, donde es transcrito en papiros de lino… que, con el tiempo, alguien recortará en forma de tiras como materia prima para los vendajes de una momia. Así, la magna obra permanece oculta durante siglos… hasta que, en el siglo XIX, reaparece debido a un militar croata que compró dicha momia como souvenir durante un viaje al país del Nilo. Lo que se dice un proceso de transmisión facilito.
El Libro Rojo de Carl Gustav Jung
El discípulo bandarra (y ario, demasiado ario) de Sigmund Freud tenía con su inconsciente una relación, digamos, complicadilla. Como forma de explorar su lado oscuro, Jung trabajó durante muchos años redactando e iluminando este códice a base de tintas y pluma, cual monje medieval, custodiándolo celosamente y permitiendo su lectura sólo a sus amigos más íntimos. Titulado Liber Novus por su autor, el volumen reposa ahora en la cámara acorazada de un banco suizo, y los herederos de Jung esperaron hasta 2000 (44 años después de la muerte del sabio) para permitir su publicación.
El Codex Seraphinianus
¿Pensabas que las rarezas biblográficas como el Manuscrito Voynich eran cosa de tiempos arcanos y preindustriales? Nada más lejos de la realidad: el arquitecto italiano Luigi Serafini dedicó sus ratos libres a elaborar este volumen indescifrable, también concebido a semejanza de los manuscritos de la Edad Media y repleto de ilustraciones que desafían a la cordura. Pese a que el autor sostuvo durante toda su vida que el trabajo no tenía ningún significado oculto, y que su tipografía era un puro garabato, analistas y criptógrafos llevan partiéndose la cabeza con él desde que fue revelado al mundo en 1981.
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