‘¿Me estás escuchando?’ – Tillie Walden, jóvenes talentos y piruetas por las carreteras de Texas

Tillie Walden tiene apenas veinticuatro años y saltó a la fama internacionalmente hace tres con su novela gráfica autobiográfica Piruetas (2017). En muy poco tiempo, ya se ha hecho con otro premio Eisner a mejor obra del año pasado con su último ¿Me estás escuchando? Revisamos la carrera de esta mujer texana y lo que supone a día de hoy para el mercado del cómic independiente estadounidense. 

Aunque Tillie Walden parece tener bastante claro ahora mismo que lo suyo es el mundo del cómic, desde hace ya un tiempo se ha convertido de forma meteórica en un exponente clarísimo del talento joven que subyace en esta esfera. Lo cierto es que gran parte de su vida hasta ahora se ha visto marcada por un mundo bastante distinto: el del patinaje sobre hielo competitivo. Un mundo bastante feroz dentro de la lógica estadounidense, que además supuso la imposición de uno de los cambios que más radicalmente marcarían su infancia: mudarse de su natal Texas a Nueva Jersey. 

Marcada por un taller de dos días de duración sobre la creación de cómic llevado a cabo de la mano de Scott McCloud, Walden decide que quiere centrar todo su esfuerzo en este arte, cada vez más desencantada con muchos otros. Hasta ese momento, gran parte de la cultura del medio que ha consumido viene –como le pasa a tantas otras jóvenes lectoras de su edad y generación– del manga, que marcarán su estilo de dibujo y narración para siempre. Por ejemplo, le lleva a centrar su fuerza más en el trazo y en la línea desnuda que en el color naturalista. Haciendo especial énfasis en las influencias de los trabajos del Estudio Ghibli y del autor de manga Yoshihiro Togashi (Hunter x Hunter), arrastrará esta tradición incluso en la actualidad, donde su estilo se ha occidentalizado quizás, pero su forma de narrar y construir la página sigue picando un poco de todos lados. 

Los primeros pasos hasta llegar a las auténticas piruetas

Con su tercera novela gráfica, A city inside –sin publicar en nuestro país-, Tillie Walden ya llega a ganar algún que otro premio, comenzando poco a poco a labrarse un nombre. 

Aunque el lanzamiento y el recibimiento de Piruetas es lo que realmente la coloca definitivamente en el candelero, en realidad podríamos decir que desde sus primeros pasos como autora completa, Walden ya deja claro su estilo e influencias, así como la aparición de todas las características definitorias que más tarde la diferenciarán del resto. En The end of summer, en 2015, vemos la aparición de un universo con tintes fantásticos que parece remitir tanto al cuento de hadas como al imaginario mitológico de las películas de Hayao Miyazaki. Y también el uso de un trazo fino, rápido pero detallado que recuerda a las obras más conocidas de Alison Bechdel

A esta primera incursión le seguirán en esta etapa iniciática otras dos más: I love this part y A city inside. En la primera ya aparece un romance homosexual entre dos chicas jóvenes, en la que se mezcla lo puramente ficcionado con los tintes autobiográficos. El rol de la mujer joven y homosexual en el cerrado ambiente estadounidense es uno de los elementos más repetidos dentro de la obra de Walden, aunque tarda en aparecer regularmente en sus trabajos hasta que ella misma –en sus propias palabras– se siente segura de expresarse públicamente como mujer lesbiana. En esta representación de los recuerdos de la propia vida, de las propias experiencias, es donde aparece por fin Piruetas

Con Piruetas, Tillie Walden aprovecha todo su conocimiento y experiencia en el mundo del patinaje competitivo para ofrecernos un inusual coming-of-age autobiográfico. 

En Piruetas no hay personajes que tapen a la realidad, aunque la ficción que leemos sea solamente un reflejo reducido de lo que realmente pasase. Tillie se convierte en la protagonista de forma literal en esta autobiografía en formato de cómic de más de cuatrocientas páginas, que nos lleva directamente al duro mundo del patinaje sobre hielo competitivo. Desde la mudanza a marchas forzadas hasta el desencanto cada vez más patente con la disciplina, Walden nos presenta aquí un coming-of-age con todos los elementos del subgénero. 

Aunque empezó siendo un proyecto mucho más breve, rápidamente la idea se extendía en todas direcciones, tocando muchos elementos de su vida pasada y entrecruzándose con otras tantas historias, lo que acaba convirtiendo definitivamente a Piruetas en la compleja narración que acaba siendo. No siempre todo lo que se cuenta es estrictamente necesario para la sucesión de los hechos, y muchas veces se pierde la relación de causa y efecto, pues se nos cuenta lo que pasó como si lo contara alguien conocido, saltando de un lugar a otro, omitiendo detalles y a veces volviendo hacia ellos según se va acordando. 

La pista de patinaje se convierte en escenario de creatividad y ambición, pero también terreno asfixiante y desolador. 

El ambiente texano está ahí, incluso en el cambio de localización de la familia a Nueva Jersey. De alguna forma, se trata de un elemento identitario fundamental para comprender la obra de Walden. Hablando de ese tema, la cuestión de la identidad lesbiana en la mujer adolescente también aparece aquí de nuevo, esta vez personificada en la propia Tillie. Su primer romance con otra chica que hace patinaje artístico como ella sirve de alguna forma de cimiento romántico de todo lo que se nos está contando, y aunque no escapa del tono trágico, consigue llevar un mensaje esperanzador y de cierta nostalgia inmediata por la juventud tan recientemente pasada. 

Piruetas es a ratos una obra dura, que no tiene miedo de profundizar en algunos temores y en sombras especialmente oscuras del universo que está contando. Aunque Tillie ha mencionado en más de una ocasión que hay varias cosas que no cuenta, que no es una muestra exacta de la realidad y que ciertas cosas prefiere dejarlas para sí misma, eso no hace menos escalofriante o doloroso el relato de una agresión sexual que sufre Walden a mano de uno de sus monitores. La narración en viñetas de estos momentos y de cómo se cuenta entre los personajes consigue conmover y concienciar sin resultar escabroso, quizás algo que resume perfectamente el tono que maneja Walden en esta obra… y aquello que la hace tan única. 

‘¿Me estás escuchando?’ – Bea & Lou, corazones salvajes 

La carretera como elemento de ensoñación, búsqueda y desafío es una constante en la forma de contar historias, y especialmente en la de ambientarlas en Estados Unidos. La construcción de carreteras que comunicasen todo el país fue una revolución sin igual, que además dejó a la vista –si es que todavía no quedaba claro de sobra– todas las desigualdades y diferencias que poblaban el país. No es de extrañar, por tanto, que muchos autores norteamericanos se acerquen en algún momento dado al subgénero de la road story, aquel por el cual unos personajes se lanzan a un viaje del que saldrán cambiados. Es una constante por ejemplo en el trabajo de David Lynch, desde su Corazón salvaje (1990) hasta los últimos compases de la última temporada de Twin Peaks (2017), donde la aparición de la serpenteante carretera, constantemente observada de forma frontal hacia el infinito, se reinserta en el imaginario como una promesa eterna de cambio y también de perdición. 

Bea tiene 18 años, y está huyendo de casa sin ningún medio más allá de su entereza y sus dos piernas. Lou tiene 27 años, es una mecánica que va en su coche a visitar a su tía abuela y, luego… lo que sea que pase. Ambas se conocen, se suenan, saben de la existencia de la otra, aunque no hayan compartido mucho más. Sus caminos se cruzan rápidamente, y deciden en el acto unir fuerzas para llegar a su destino. Pero las carreteras se mueven solas, desaparecen, y los mapas hablan de ciudades que no están en ningún sitio pero que a la vez siempre han existido en ese lugar. La aparición de lo fantástico, de lo inusual, de aquello que parece más una ensoñación que nuestra realidad, irrumpe como una amenaza para las dos. 

Cuando ambas se encuentran con un gato que parece venido del Más Allá tienen claro que deben llevarlo hasta la dirección que marca en su placa, aunque todo parece indicar que a ese lugar no se puede acceder mediante los métodos tradicionales. La persecución de unos extraños señores más reminiscentes a sombras tenebrosas que a otra cosa no harán sino incrementar la sensación de malestar y agobio permanente en nuestras protagonistas, que no tendrán más remedio que continuar su huida hacia delante sin pensar en las consecuencias inmediatas. La Oficina de Asistencia en Carretera no da ninguna confianza, y no encuentran otro apoyo más que ellas mismas en el entramado de la Texas moderna. 

De nuevo, se tratan dos temas recurrentes en la obra de Tillie: la homosexualidad en la juventud –y más concretamente, la juventud nacida en la Texas rural-, y la sanación de un trauma a través de compartirlo con la persona cercana. Ambos van apareciendo puntualmente a lo largo de la historia hasta llegar a relucir totalmente en el momento climático que da nombre a la propia historia. 

Tillie Walden está harta de que siempre que se hable de ella salga a relucir su edad antes de ninguna de las otras cosas que ha hecho, y lo cierto es que sus trabajos serían impresionantes y remarcables se hubiesen realizado con la madurez que se hubiesen realizado. ¿Me estás escuchando?, como muchas otras obras anteriores –y esperemos que posteriores– de Walden, muestra el interesante submundo que se está formando en estos momentos en el cómic independiente estadounidense. 

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