Metal Punk Satánico: el subgénero musical que No Debe Ser Nombrado

Hace casi cuatro décadas, las huestes metaleras de inspiración luciferina empezaron a canalizar la energía del punk en sus invocaciones, iniciando una rebelión que tras todos estos años disfruta de mejor salud que nunca. Es lo que tienen los pactos con el Diablo.

El metal es una fantasía de poder. El punk es una fantasía de lucha contra el poder. Podría decir alguien. Dos vías de escape irreconciliables, cuando tienes la cabeza demasiado metida en el culo de alguna de ellas, pero que como hijas bastardas del rocanrol siempre han corrido paralelas en su búsqueda del desfogue voceril y la perfecta resaca con pitido de oídos. Dos locomotoras que con frecuencia colisionaban (que se lo pregunten a los más viejos del lugar), pero condenadas a fundirse en una única máquina con los ojos llameantes y una cresta de pinchos.




En el principio fue Motörhead: ninguna banda antes había sido abrazada de manera tan unánime por los seguidores del punk y el metal. Mientras los unos se reconocían en la velocidad y la furia (y en la ausencia de alardes vocales y de mallas de colores), los otros se veían reflejados en la pesadez de su sonido y en unas portadas, obra en su mayoría del artista Joe Petagno, que encajaban perfectamente entre sus colecciones de Iron Maiden y Judas Priest. Y todos juntos aplaudían los remoquetes de un cantante más vivido que la mayoría de sus ídolos. El bombardero de Lemmy Kilmister inspiraría por tanto a grupos de ambos estilos, a punks que radicalizaron su discurso al mismo tiempo que su sonido (como los a su vez muy influyentes Discharge), y a heavies que reconstruirían piedra a piedra la muralla de sonido de Overkill para montar sus maquetas 1:1 del infierno en la tierra. Así se levantaría la primera ola del black metal.

O tal vez sería más adecuado decir “piedra a cartón piedra”, porque pocos o ninguno de esos melenudos militaban de verdad en el satanismo o se tomaban demasiado en serio la cuestión mefistofélica: Venom lo hacían por el espectáculo, Bathory para machacar al cristianismo. Y aunque tampoco puede decirse que nadie heredara de Kilmister la simpatía por el diablo (“escupo en el ojo de Satán y escupiré en el vuestro”, les cantaba en Bad Religion a los “nazis evangelizadores”), valga el siguiente vídeo de Orgasmatron como muestra de lo netamente heavies y oscuros que Motörhead podían llegar a ser, incluyendo en sus primeros minutos a un Lemmy maquillado al más puro estilo corpse paint. Si Venom y Bathory son primera ola del black metal, Motörhead son ola cero.

El black metal seguiría evolucionando y lo que hoy día solemos identificar con ese nombre es el sonido de la segunda ola, independientemente de su imagen y sus letras (como vimos cuando hablamos de la popularización del género), pero aquella encarnación primigenia, fundamentada en la mezcla de punk y metal a lo Motörhead con satanasas y oscuridades, ha seguido viva hasta nuestros días a través de una legión de bandas. A ellas está dedicada la siguiente selección de temas, un pequeño recorrido por un estilo sin nombre claro, seguramente por cuestiones de seguridad demonológica básica (aquello que no es nombrado no puede ser controlado).

En efecto, la denominación que le hemos dado en el título son falsas noticias, y podrás encontrar a estas bandas bajo un variado cúmulo de etiquetas: black metal a secas, por asociación con la primera ola del movimiento; speed metal, aunque este suela derivar hacia unos gorgoritos y un kung-fu de escalas muy alejados del espíritu Motörhead; black ‘n’ roll, cuando se deja poseer muy fuerte, como a menudo lo hiciera Lemmy, por los fantasmas de Little Richard y Chuck Berry… Y como todo viene de lo mismo, tampoco te extrañe verlas rompiendo sellos que son patrimonio del punk, como D-beat o crust, por mucho que los militantes más cejijuntos de esos estilos observen con desprecio sus letras sobre emborracharse de tinieblas o fornicar con ángeles caídos. El hardcore más agitador no se lleva nada bien con el sataniquismo recreativo, pero haya paz: siempre podrán encontrarse en sus sueños sobre quemar iglesias.

Venom – Black Metal (Black Metal, 1982)

Aunque también grabaron uno titulado Metal Punk, fue el tema título de su segundo disco el que acabaría dándole nombre a todo un estilo. Eso habla por sí solo del reconocimiento que han conseguido, pero desde sus inicios tuvieron que sufrir el desprecio de la facción más técnica del metal por su falta de virtuosismo, y las risas de los punks más estirados por su imagen y sus letras. Cansinos todos. A Venom hay que agradecerles las ramificaciones más gamberras de este árbol de familia, con sus canciones sobre polvo de ángel muy-probablemente-literal, viajes de ida y vuelta al infierno y, er… encuentros sexuales de alumnos con profesoras.

Bathory – Die in Fire (Demo, 1983; Jubileum Volume II, 1993)

La banda del legendario Quorthon abandonaría con el tiempo la imaginería satánica en favor de la vikinga, como forma alternativa de atacar al cristianismo, y haría evolucionar su sonido en la misma dirección (jugando por tanto un papel fundamental en la creación de dos estilos: el black metal y el viking metal). Sus primeras grabaciones sin embargo estaban plenamente asentadas en esta movida que estamos tratando, con GBH y The Exploited como influencias reconocidas por la parte del punk, y la alargada sombra de Black Sabbath añadiendo oscuridad a una mezcla que sabía, mayormente, al Jack Daniel’s con cola de Lemmy.

Hellhammer – The Third of the Storms (Evoked Damnation) (Apocalyptic Raids, 1984)

Otros que como Venom tuvieron que sufrir la inquina de aquellos que valoran la maña por encima de la saña, y que solo con el tiempo verían reconocida su influencia dentro del metal extremo; incluso su fundador Tom G. Warrior solía hablar con cierto desdén de la banda tras rebautizarla como Celtic Frost (y multiplicar por 666 su condición de pioneros en varios estilos de burraqueo). El nombre original del grupo, por cierto, era Hammerhead (sin umlaut).

Bulldozer – Fallen Angel (The Day of Wrath, 1985)

El primer disco de “los Venom italianos”, como fueron conocidos en su época (con todo lo que aquello implicaba por la parte de la crítica…) estuvo a punto de ser producido por King Diamond, pero el vocalista de Mercyful Fate rechazó el trabajo por resultarle “demasiado punk”. Las arengas anti-religiosas de la banda son el resultado de la crisis de fe que sufrió su cantante, Alberto «A.C. Wild» Contini, mientras cursaba estudios en la Universidad Católica de Filosofía y Teología como parte de su preparación para hacerse monje capuchino (!). Contini es también un afamado productor de Eurobeat e Italo-disco (!!).

Impaled Nazarene – Motörpenis (Latex Cult, 1996)

Con la segunda ola del black metal ya plenamente asentada, la banda de Mika Luttinen volvería a reinyectar una buena dosis de punk y petróleo motocabeza desde sus primeros trabajos (escucha por ejemplo Soul Rape, de su Ugra-Karma de 1993), inventando por el camino etiquetas como Nuclear Metal o Industrial Cyber Punk Sado Metal. La veneración por Kilmister y asociados culminaría en este explícito homenaje titulado Motörpenis, que más tarde encabezaría (je) un EP de cinco temas donde también versionaron el Alcohol de Gang Green y a los hardcoretas finlandeses Terveet Kädet.

Gehennah – 666, Drunks and Rock’n’Roll (Decibel Rebel, 1997)

De las tropecientas bandas que utilizan este nombre como sinónimo de “infierno” nos interesa la de estos suecos con hache al final. Siguiendo la senda de las etiquetas locas, han definido su estilo como Blood Metal y Street Metal, y fueron impulsores del proyecto Headbangers Against Disco (sí, nosotros también nos preguntamos si conocerían la faceta discotequera del vocalista de sus adorados Bulldozer).

Abigail – War 666 (Welcome All Hell Fuckers, 2001)

La autodenominada “Banda Más Malvada de Japón” utiliza también la etiqueta de Street Metal, junto a otra mucho más exclusiva, Yakuza Metal, aunque el resultado no deja de ser otra vomitona de metal-punk con un grado extra de acidez. Su líder Yasuyuki Suzuki es también el hombre detrás de Barbatos, un proyecto de sonoridades más variadas que a pesar de tener nombre de demonio deja un poco de lado la trama infernal para centrarse en sus otros temas habituales: guerras, borracheras, y sexo troglodita.

Darkthrone – Too Old, Too Cold (The Cult is Alive, 2006)

Del death de su primer disco al black de la segunda ola, en calidad de banda fundacional, y luego de vuelta al heavy con y sin chorrito de punk, la banda de Nocturno Culto y Fenriz ha tocado más palos que Vlad Tepes. Su viraje hacia el evil rock (¡por supuesto que ellos también chufletearon con las etiquetas!) se concretaría en su disco de 2006, The Cult is Alive, dando lugar en los años sucesivos a himnos como Fuck Off and Die (F.O.A.D., 2007) o Hiking Metal Punks (Dark Thrones and Black Flags, 2008).

Gallhammer – Killed by the Queen (Ill Innocence, 2007)

Para ser un grupo cuyo nombre nació de un chiste (Gallhammer, Hellhammer… sabemos que lo habías pillado), la música de estas japonesas seguramente se encuentre entre la más oscura de la lista, aunque líricamente les vayan más los demonios personales que el Diablo judeocristiano. La agresividad que se les presupone con ese apellido suelen aliñarla con paletadas de doom y unos granos de post-punk, o ni una cosa ni la otra cuando la lideresa Vivian Slaughter expectora cumbias motorizadas como esta.

Baphomet’s Blood – In Satan We Trust (In Satan We Trust, 2016)

A estos tampoco les va el Diablo, qué va. Suya es la imagen que encabeza esta lista (aunque según nuestras últimas informaciones, la bajista Valentina Simonetti, alias Goat Necromancer, ya no está con ellos), y basta ver sus camisetas para entenderlo todo de golpe. Compatriotas también de Bulldozer, su último disco se abre con un sample de The Lords of Salem (2012) que termina de cerrar el círculo alrededor del pentagrama.

Hellripper – Bastard of Hades (Coagulating Darkness, 2017)

Uno de los múltiples proyectos del escocés James McBain, quien se encarga de las voces y todos los instrumentos con una desenvoltura que solo puede ser el resultado de un contrato firmado con sangre. Tras varios epés y discos compartidos (el último de ellos titulado, redoble, Speed Motörized Bastards), el pasado año vio la oscuridad su primer largo con material nuevo, una colección de salivazos flamígeros que lo confirmaron como uno de los no-grupos más alucinantes de este no-movimiento.

Midnight – Penetratal Ecstasy (Sweet Death And Ecstasy, 2017)

La entrada número 12 tenía que ser para Midnight (no confundir con los titanes del synthwave The Midnight), otro ejército de un solo hombre comandado por el misterioso (en realidad no) Athenar. Para sus actuaciones en directo se hace escoltar por un guitarrista y un batería que, como él, siempre cubren sus rostros con capuchas, salvo aquella vez que tocaron en Dubái y tanto el público como los organizadores se pusieron muy nerviosos y llamaron a la policía *cara sonriente con la boca abierta y sudor frío*.

Estos son solo algunos de los grupos más conocidos; si necesitas más material para tu aquelarre de pogos, aquí tienes otros de todo el mundo: Syphilitic Vaginas (Japón… o puede que Suecia), Cruel Force (Alemania), Chapel (Canadá), Omega (Grecia), Bonehunter (Finlandia), Arma (Brasil)… Y no paran de surgir nuevas bandas. Si es verdad que el punk ha muerto, su alma parece estar a buen recaudo en el infierno.

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