‘Metallica S&M2’: Thrash metal y música sinfónica se vuelven a encontrar 20 años después

Ya han pasado veinte años desde aquel concierto sinfónico que el grupo Metallica y la Orquesta Sinfónica de San Francisco bridaron en el año 1999, y la banda ha querido celebrar este vigésimo aniversario con un nuevo y similar concierto. Repasamos por tanto las claves de aquel momento, lo que supuso este disco para la banda y qué hemos encontrado en esta, por decirlo de alguna manera, secuela del mismo.

Para Metallica, la década de los noventa es muy diferente desde cómo dio comienzo a cómo han avanzado los años, como si de dos caras de un mismo disco se tratase. La década prácticamente comienza con el lanzamiento de Metallica (1991), o The Black Album como es conocido de forma popular. Eso es debido a la estética de su portada, donde sólo podemos ver el logo del grupo en la parte superior izquierda, y casi de manera imperceptible la silueta de una serpiente en la parte inferior derecha. Esto, explicado por el propio James Hetfield, vocalista del grupo, fue una estrategia con la que se buscaba que el público se fijara más en la música que contenía que en la estética del disco en sí. El resultado de este disco fueron canciones absolutamente memorables de la banda a día de hoy, como Sad But True, The Unforgiven, la más que conocida por todos Nothing Else Matters o Enter Sandman, a la que la revista Rolling Stone situó en el año 2004 en el puesto 408 de las 500 mejores canciones de todos los tiempos.

Metallica en la época del Black Album

La otra cara de la moneda, propiciada quizás por el cambio de sello discográfico tras diez años con Elektra Records o bien por el nuevo estilo de rock alternativo que triunfaba más en la segunda mitad de los noventa, nacen los discos Load (1996) y ReLoad (1997). Concebidos en un principio para formar un disco doble, cosa que se puede apreciar por la estética de estos y el estilo que ambos comparten, estos dos discos generaron bastante polémica entre los seguidores, con las clásicas proclamas de que Metallica se habían vuelto comerciales, que habían cambiado y que las letras eran menos contundente y duras. Quizás algo de razón tenían, ya que ese mismo año en los Premios Grammy pasaron de aparecer en la categoría Heavy Metal a la categoría Heavy Rock. 

La polémica está servida y hoy en día se sigue manteniendo, pero lo que es innegable es que supusieron para la banda el acercamiento a una buena cantidad de público nuevo, adolescente en su mayoría, a pesar de las proclamas de traición de los fans clásicos de Metallica. A todo esto se sumó el lanzamiento del disco doble Garage Inc. (1998), que no suponía un avance en la carrera de la banda, sino que fue una recopilación de versiones de temas que influyeron en la trayectoria del grupo en el disco uno, y una vuelta al pasado donde se incluía el Garage Days Re-Visited (1987) íntegro en el disco dos.

Metallica en la era Reload

Llegamos al final de la década de los noventa. Metallica ha pasado de crear uno de sus mejores álbumes a comienzos de esta a cambiar tanto de registro en años posteriores que muchos proclamaban que no era el mismo grupo de antaño. Era hora de dar un golpe sobre la mesa y recordar a todos que Metallica seguía siendo una banda que continuaba bebiendo de sus orígenes. La forma sencilla hubiera sido a partir de un álbum recopilatorio, algo sencillo y sin demasiadas pretensiones. Sin embargo, es aquí donde nace el concierto y disco que nos ocupa: S&M (1999). A pesar de una acogida tibia en su momento, hoy por hoy es un trabajo que, tanto para la banda como incluso para el género, ha quedado marcado en la historia en negrita y subrayado con la importancia que se merece.

Mezclar los géneros de música clásica con rock y metal era algo que en la década de los noventa era un experimento no demasiado sencillo de llevar a cabo. Sí que tenemos precedentes importantes al respecto, como el Concerto For Group And Orchesta (1969) de los grandísimos Deep Purple, acompañados por la Orquesta Filarmónica de Londres en el Royal Albert Hall. De aquí surge la figura de Michael Kamen, compositor estadounidense especializado en bandas sonoras que venía en aquellos años noventa de realizar trabajos tan reseñables como Robin Hood (1991), Los tres mosqueteros (1993), Jack (1996), 101 dálmatas (1996) además de rematar la trilogía original de Jungla de Cristal (1988-1995) o la tetralogía de Arma Letal (1987-1998).

Kamen y Metallica ya eran viejos conocidos gracias a Bob Rock, productor musical que llevó la banda desde el disco Metallica antes mencionado hasta St. Anger (2003), ya que fue este compositor quien realizó los arreglos orquestales que escuchamos de fondo en el tema Nothing Else Matters. Es con esta premisa con la que Michael Kamen comienza a trabajar en el libreto y en todos los arreglos necesarios para adaptar un total de diecinueve temas (veinte si contamos la famosa apertura) de la banda al sonido totalmente diferente de una orquesta sinfónica.

Con estos preparativos es cómo ve la luz S&M aquellos 21 y 22 de abril de 1999 en el Berkeley Community Theater de California. En cierto modo se trata un homenaje de la banda a la figura de Cliff Burton, primer bajista de Metallica, que murió en un trágico accidente de tráfico con el bus de la gira durante el tour europeo de la banda en 1986. Gran amante de la música clásica, había recibido clases desde pequeño, y citando él mismo como parte de sus influencias musicales al propio Johann Sebastian Bach, Burton siempre fue uno de los pilares fundamentales dentro de la composición de los primeros discos de estudio de Metallica, desde Kill ‘Em All (1983) hasta Master of Puppets (1986). Si bien es cierto que los tres primeros trabajos de la banda desprendían energía, rapidez y fuerza, siempre había hueco para partes más rítmicas y orquestales, como se puede ver en temas como Master of Puppets del disco homónimo, o en Call of Ktulu, tema que goza de una verdadera importancia en S&M. Con esto vemos que la figura de Burton no sólo fue importante en la composición musical de los primeros álbumes, sino que también está presente, de alguna forma, en esta composición orquestal.

El S&M original

El primer disco abre, como es costumbre en los conciertos de Metallica desde 1983, con la más que conocida pieza instrumental The Ecstasy of Gold, compuesta por Ennio Morricone para la película El bueno, el feo y el malo (1966), que escuchamos en la escena en la que Tuco corre por el cementerio confederado buscando la tumba que esconde el botín de monedas de oro. Se podría decir que este tema es ya una parte fundamental de la banda, hasta tal punto que el grupo versiona este tema para el disco We All Love Ennio Morricone (2007), lo que supuso para Metallica una nominación en los Premios Grammy de ese mismo año en la categoría de Mejor Canción Instrumental de Rock.

Tras esto, cabría esperar que, como es costumbre, pasaríamos a escuchar la voz de Hetfield. Sin embargo, el tema se hila con Call of Ktulu, pieza instrumental compuesta en su mayor parte por Cliff Burton, y también nombrada por él de esta forma al ser un ferviente admirador de H.P. Lovecraft y en homenaje a su relato La llamada de Cthulhu (1926). Es decir, que para abrir concierto y disco tenemos más de doce minutos instrumentales, donde metal y música sinfónica se aúnan, siendo una de las partes un tema con una gran potencia orquestal. Y se enlaza con el tema Master of Puppets. El tributo a Cliff Burton, sin tener que decirlo expresamente, estaba servido.

El espectáculo avanza y los temas llenos de espectáculo y grandiosidad orquestal se suceden. Es entonces cuando, en el ecuador de esta primera mitad, nos encontramos con dos temas seguidos de sus dos discos más criticados. Fuel y The Memory Remains se entrelazan, y Metallica vuelve a dar un golpe en la mesa, poniendo de manifiesto que incluso aquellos discos que, según algunos seguidores, carecían de calidad y habían traicionado los orígenes de la banda, se convierten en temas para el recuerdo. En The Memory Remains gran parte de la potencia musical es el propio público, que se hace partícipe del evento y ejecuta los famosos coros de la canción. Y sin acabar esta, viene un nuevo golpe en la mesa y escuchamos el primero de los dos únicos temas nuevos que encontramos en este disco, titulado No Leaf Clover, demostrándonos que todo tema nuevo puede ser tan potente y memorable como los clásicos. convirtiéndose en el segundo single del disco que nos ocupa.

La primera parte culmina tras más de una hora de música, y tras el descanso comienza la segunda mitad con Nothing Else Matters, con arreglos de nuevo de la mano de Michael Kamen, pero esta vez para que enlacen a la perfección con el centenar de instrumentos de los que se compone la Orquesta Sinfónica de San Francisco. Y funciona a la perfección, tanto por sí sola como para abrir boca a dos temas más oscuros y potentes que le siguen, como Until It Sleeps y For Whom The Bell Tolls, que dan pie al segundo tema nuevo del disco, titulado Human. Sin embargo, si tuviéramos que rescatar una pieza concreta de esta segunda mitad, sería casi pecado no citar One. Si ya de por sí el tema original irrumpe con oscuridad y fuerza al iniciarse con sonidos de combate, explosiones, disparos y helicópteros, en esta ocasión estos se mezclan de manera magistral con los instrumentos de cuerda, en un in crescendo que lo enmarca para el recuerdo. Y todo culmina, o más bien estalla, en un solo de guitarra de Kirk Hammet y un doble bombo de Lars Ulrich, que da la sensación de que combaten entre ellos y contra todos los instrumentos de la orquesta en un grandioso final.

Tras esto, la segunda y última parte del concierto finaliza tras la potencia de Enter Sandman y Battery, dejándonos con más de dos horas de música, un disco que consigue ser Multi Platino y un evento para el recuerdo de los que allí estuvieron y el pensamiento de “Ojalá haber estado allí” de los que no pudieron asistir.

S&M, veinte años después

Aquí es donde saltamos dos décadas al futuro hacia delante y nos plantamos en 2019. A comienzos de este mismo año la banda californiana, a través de sus redes sociales, anunció de nuevo que se reunía con motivo del vigésimo aniversario del S&M para realizar un nuevo concierto, similar a aquel. El pasado 6 y 8 de septiembre tuvieron lugar los conciertos en el Chase Center de San Francisco, y el 9 de octubre se pudieron ver en el resto del mundo gracias al estreno en cines. Y de nuevo, en este nuevo trabajo llamado S&M 2 (2019) nos volvemos a encontrar con momentos similares al primero, emotivos, dirigidos al fan incondicional y cargados de la misma potencia orquestal que el S&M de veinte años atrás.

Los componentes de Metallica vuelven a compartir escenario con la Orquesta Sinfónica de San Francisco, aunque en esta ocasión en un escenario circular central como nos tienen últimamente acostumbrados, en contraposición al clásico escenario frontal de veinte años atrás, y esta vez bajo la batuta de Michael Tilson Thomas. Quizás la idea principal era no alterar los arreglos originales de Michael Kamen, o al menos no en demasía, ya que en muchos de los temas del setlist que se repiten no se encuentran diferencias significativas con respecto al anterior concierto. Aunque sí se nota una influencia notable de Greg Fidelman, productor de la banda desde el disco Death Magnetic (2008) y técnico de sonido en esta ocasión, que logra una nitidez espectacular sin restar un ápice de la dureza y contundencia de los temas. 

El concierto se abre exactamente de la misma forma, punto por punto, que veinte años atrás. Asistimos como es lógico a la clásica apertura con The Ecstasy of Gold, continuada con Call of Ktulu, sin demasiados cambios al respecto salvo una calidad de sonido que sí nos demuestra un salto palpable. Esto demuestra que, o bien porque quieren jugar con los sentimientos del fan o bien porque quieren que perdure ese tributo a Cliff Burton que ya hemos mencionado, este bloque queda inamovible, y casi nos hace pensar que vamos a asistir al mismo espectáculo, pero veinte años después. Sin embargo, el setlist cambia, y donde antes había una buena cantidad de Load y ReLoad en el apartado dedicado a las canciones más recientes del grupo, en esta ocasión las escogidas son de Death Magnetic y Hardwire… To Self-Destruct (2016), con una pronta aparición de The Day That Never Comes y Confusion de sus respectivos discos.

Y si la primera parte del concierto está dedicada a los temas más recientes, es en la segunda mitad donde se suceden los momentos más interesantes del mismo. En esta ocasión no se abre con Nothing Else Matters, sino que se arranca con dos piezas orquestales consecutivas. Comenzamos con el segundo movimiento de la Scythian Suite (1916) de Serguei Prokófiev donde la participación de Metallica es inexistente. Y acto seguido escuchamos la pieza Iron Foundry (1926) de Alexander Mosolov, donde esta vez si toma partido la banda californiana y produce el mismo efecto que pretendía crear la pieza original del futurismo soviético, donde el caos inicial que genera la disonancia de instrumentos, en este caso orquestales y eléctricos, poco a poco va tomando forma hacia la melodía final.

Es a mitad de esta segunda parte del concierto donde suceden quizás los momentos más destacables. Al primero de ellos llegamos ante la versión del acústico All Within My Hands, canción del disco St. Anger adaptada en su disco benéfico Helping Hands… Live & Acoustic and the Masonic (2019) de comienzos de año, y que también da nombre a la fundación sin ánimo de lucro creada por la misma banda destinada a luchar contra el hambre y problemas sociales, y que destina un porcentaje de las ventas de sus entradas a ONGs y fines benéficos (sin ir más lejos, tras las dos visitas a Madrid y Barcelona durante el año 2019 se donaron 68.000 y 50.000 euros respectivamente a las ONGs y asociaciones Bokatas, Iguales en Acción y Calor en la noche). Y el segundo, y con seguridad más emotivo momento del concierto, fue el homenaje de nuevo a la figura de Cliff Burton.

En cierto momento, uno de los bajistas pertenecientes a la Orquesta Sinfónica de San Francisco, contrabajo eléctrico en mano, recreó el solo de bajo de Burton en (Anesthesia) Pulling Teeth del disco Kill ‘Em All prácticamente en solitario, arrancando incluso alguna lágrima del propio Ulrich. En palabras del propio músico, Scott Pingel, entrevistado tras el concierto, confesó que ingresó en la Orquesta Sinfónica cinco años después del famoso S&M y que Cliff Burton fue para él una de las inspiraciones que le llevó a estudiar música y en concreto ese instrumento, por lo que cuando se dio la oportunidad de que se involucraran más los miembros de la orquesta, comenzó a invertir todo su tiempo en este fragmento. El resultado es uno de los momentos con más alma de todo el concierto, francamente memorable.

Es así como llegamos al fin del espectáculo, de la mano de Master of Puppets, Nothing Else Matters y Enter Sandman para cerrar el círculo, prácticamente sin cambios con respecto al concierto de veinte años atrás. Tal es la intención de captar la esencia del primer evento que, en la segunda canción mencionada, visualmente se intentan repetir los mismos juegos de luces y en la realización se buscan los mismos planos que en el original de 1999. Todo S&M 2 en conjunto no deja de ser un fan service mezclado con una estrategia de marketing aprovechando la excusa del vigésimo aniversario. Eso sí, aunque no pase a la historia tal y como hizo S&M en su momento, sí que es cierto que los fans nos damos más que satisfechos de poder disfrutar de Metallica de nuevo.

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