Japón, Bowie, Gainsbourg y referentes literarios obscenos son sólo algunas de las influencias de uno de los artistas más interesantes y transgresores de las últimas décadas. Más de treinta discos y unos cuantos libros en tres décadas le avalan para que hayamos decidido dedicar este artículo a Momus, aprovechando que hace veinte años revolucionó el mercado musical.
La mayor parte del arte antiguo siempre ha sido posible bajo el mecenazgo. No en vano, Cayo Cilnio Mecenas ganó tanta fama como protector de las artes que su nombre pasó a designar tal función social. Durante la Edad Media, la Iglesia se encargaría de actuar como mecenas para impulsar carreras y obras artísticas. Salvo excepciones, sería a partir del Renacimiento cuando las familias ricas y personajes influyentes los que se añadirían a lo que se acabaría llamando mecenazgo civil. En dicho punto de inflexión sería más normal que el mecenas se representara en la obra dejando algo más de lado a la representación sacra. Incluso que aparecieran de una manera u otra en la misma, como en la obras de Velázquez. En la actualidad, en la producciones de Kickstarter se suelen insertar el nombre de los mecenas llegando a ser personajes del juego de turno.
Y eso es lo que Nick Currie, AKA Momus tuvo que hacer veinte años atrás para salvar a su discográfica del fregado en el que se había metido. Veinte años de Stars Forever y del disco de las canciones-retrato. Pero este caso ha sido uno de tantos, aunque nos sirva solo de excusa para hacer un repaso a la carrera de este excéntrico escocés.
Pero…¿quién es Momus?
Detrás de la máscara artística que representa Momus se esconde Nick Currie. Ya casi un sesentón que, a finales de los 80, llegó tener cierta fama en el stardom alternativo anglosajón gracias a algunos de sus primeros trabajos (se le llegó a conocer como el Morrissey heterosexual) y también debido a que sus discos se publicaban bajo Creation Records, el mismo sello que Primal Scream o My Bloody Valentine. Inquieto desde siempre debido a que sus padres eran profesores universitarios, y culto (fue premio extraordinario en literatura inglesa en su promoción), emigró a diferentes partes del globo como hizo el personaje mitológico del que está inspirado su nombre artístico. Y es que el seudónimo del artista remite a una deidad griega cuyo cometido era criticar a otros dioses y que le venía como anillo al dedo al personaje creado por Currie.
Pero antes de eso, llegó a tener en el Reino Unido un single de relativo éxito, Hairstyle of the Devil, del que él mismo ha declarado que era la canción que le debería haber hecho una estrella. No pudo ser, como él mismo dice: «Tuve cinco años de buena prensa a finales de los ochenta. Pero hice algo mal y, durante un tiempo, meterse conmigo y con Morrissey fue tendencia. Morrissey volvió por la senda del éxito. Yo no«.
Una gran parte de su vida está unida a Japón. Al igual que otros gaijin culturales como Chris Mosdell, que ha hecho vida en el archipiélago relacionándose con lo que se acabaría llamando la YMO Family por sus colaboraciones con la mítica banda japonesa, Momus abrazó una de tantas subculturas niponas a su llegada a finales de los ochenta. Finalmente se adscribió al Shibuya-kei, produciendo y colaborando con muchos de los rostros de dicho estilo. Él mismo se convirtió en uno de los referentes con The Philosofy of Momus (1995) junto a sus trabajos con Kahimi Karie, sobre todo. La influencia de Momus en el Shibuya-kei es uno de tantos indicativos de la importancia del intercambio cultural entre Oriente y Occidente.

Casi se podría decir que Currie introdujo en ese estilo la fanfarronería de Sergé Gainsbourg y la utilización de contenido sexual explícito que, según el oyente, sería palpable o no. Mientras, Kahimi Karie y Keigo Oyamada (que en aquella época eran pareja) se convertirían uno en una especie de símil del mencionado dandi francés (pero de una manera profesional, más que por forma de ser), y cada una de las otras en su France Gall o Jane Birkin de turno, debido a las letras que escribía el japonés y la voz aguda y maneras infantiles de Karie. Momus hizo que Karie creciera musicalmente en el periodo en el que los dos colaboraron (1994-1999), algo que se nota a partir de I am a kitten (1995) un EP en el que ya a primera vista juega a sexualizar el título de la novela de Natsume Soseki Soy un gato (1905).
Esta época, posiblemente la más lucrativa de Nick Currie, ha sido reconocido por él mismo como la parte femenina de su psique, «un travestismo semántico«. Good Morning World (1995) se convertiría en la canción más exitosa comercialmente escrita por el escocés, en las que se recalca ese apéndice femenino con versos como «it’s so nice to be a beautiful girl» cantado por Karie.
Curiosamente a mediados de los noventa, Momus estaba en una posición similar a la de su admirado Gainsbourg, rodeado de mujeres en París (donde grababa normalmente con Kahimi Karie), a las que le escribía sus canciones con éxito. Pronto aparecerían rivalidades, estrés por la presión y celos que acabarían con el matrimonio de Momus (el real: Currie estaba casado en la época con Shazna Nessa, una mujer inglesa de origen bangladeshí a la que “rescató” de un matrimonio concertado). Como él mismo se autocitaría, «Tuviste lo que querías, perdiste lo que tenías«.
Pero el escocés no dejaba de lado su carrera en solitario. De hecho, posiblemente el mejor trabajo de Momus en esos años fue Ping Pong (1997), un disco inspirado en los videojuegos en el que la portada aparece la añeja portátil MicroVision. Una suerte de continuación de su época Shibuya con su nuevo estilo autodenominado como analógico-barroco, en la que Pingu, Tokio o los Tamagotchi hacen acto de presencia, acompañados de música que remite a los 8 bits.

Ya dejando algo más de lado el Shibuya-kei, del que le dedicó un artículo en el que aseguraba que en 1998 ese estilo estaba acabado (aunque 6 años después se retractó al ver que seguía en boga con cierta salud), Momus se embarcó en varios estilos, desde el su vuelta al folk hasta la electrónica minimalista, pasando por toques cabareteros brechtonianos, aderezado por el protagonismo lírico de sus admirados intérpretes de la chanson.
Más adelante se convertiría en uno de los blogueros referentes desde antes de la llegada de la web 2.0, llegando a escribir para la revista Wired, hasta nuestros días. Para muchos japanófilos, Click Opera (su blog) era una puerta de entrada en la visión de la cultura nipona de un occidental que ha estado en sus entresijos. Una entrada diaria durante siete años donde hablaba sobre la situación de la música japonesa, el narcisismo pre-selfie, tecnología, Kabuki y prácticamente sobre cualquier cosa.
El problema con Wendy Carlos

El año 1997 fue uno de tantos puntos de inflexión para Nick Currie. En uno de sus muchos viajes contrajo queratitis por Acanthamoeba en un ojo, lo que hizo que vaya desde entonces con un parche a pesar de haber recuperado gran parte de la visión que perdió. Meses después se embarcó en una nueva dirección para su carrera, quería sonar mucho más minimalista sin dejar de lado el llamar la atención con su humor negro característico. El resultado fue The Little Red Songbook (1998) el disco que perfeccionaba su sonido analógico-barroco inspirándose en músicos como Wendy Carlos. O lo que es lo mismo, sonido retrofuturista, música de Vivaldi hecha con teclados electrónicos (de dudosa calidad en el caso de Momus) y la introducción de algún detalle que remitiera a aquella época, como el clavicordio, sin olvidar la depravación sexual del artista de sus letras.
Como era obvio, dentro de la mentalidad iconoclasta del artista, Currie dedicó una canción a la mencionada Wendy Carlos en aquel disco, aunque de una manera bastante desafortunada. Básicamente la canción hablaba sobre la compositora de Tron (1982) o La Naranja Mecánica (1971), de la manera satírica que caracteriza al trabajo del escocés. Wendy Carlos viaja al pasado para casarse con ella misma cuando se llamaba Walter. Momus acabó denunciado por la compositora por difamaciones con un reclamo de 22 millones de dólares. Esto significaría su ruina, aunque se retiraron los cargos después de que Currie accediera a eliminar la canción del disco en posteriores reediciones. Pero los gastos del litigio ascendían a 30.000 dólares. Momus ya se había enfrentado a esta tesitura, en el casi soez en cuanto a contenido Hippopotamomus (1991) donde fue demandado por Michelin al utilizar sin permiso el icono de esta, agregándole la cabeza de un hipopótamo en la portada.

Sin embargo, el artista escocés tampoco contaba con ese dinero, por lo que miró hacia la época de Rembrandt o Velázquez, en la que el patronaje estaba en auge. Como no podía ser de otra forma, a Currie se le ocurrió hacerlo de una manera artística. La idea era pedir mil dólares por una canción dedicada para el que estuviese dispuesto a pagar dicha cantidad. Como hizo David Bowie con Andy Warhol en la homónima canción del maravilloso Hunky Dory (1971), Momus estaba dispuesto a crear un álbum doble con esa idea y objetivo.
Retratos musicales
El resultado fue Stars Forever (1999). Con el mencionado estilo barroco-analógico, nos encontrábamos con treinta retratos musicales de lo más variopinto. No voy a engañar a nadie: salvo Kahimi Karie, Keigo Oyamada y el artista Jeff Koons (que es tratado en su canción como una caja de cereales a petición propia), la identidad de los demás se me escapa. El disco, sinceramente, no es fácil de oír debido a que suena algo amateur (aunque sea de una manera intencionada, en principio) junto al tono vodevil de la voz del cantante.
Tampoco es que la mayoría de las personas (y empresas) retratadas fuesen muy interesantes si lo comparamos con el trabajo previo de Momus, donde la sátira al estilo de coetáneos a lo Jarvis Cocker (aunque el estilo del de Sheffield tira hacia modos más comerciales) estaba mucho más presente. En definitiva, era un trabajo de encargo en el que, por educación, el artista estaba cohibido. De hecho en la web en el que se comunicaba este proyecto ya avisaba que «no habrá canciones negativas sobre nadie. Las canciones enfatizarán la creatividad y singularidad de la persona retratada«.
Lo curioso es cómo se adelantó a su tiempo: gracias a internet, el patronaje, veinte años después, está cada vez más en uso para sacar adelante proyectos.
Momus: el literato
Dentro de su locura, Nick Currie ha descubierto una faceta oculta de su creatividad: escritor de novelas. El único que se ha editado en nuestro país ha sido El libro de las bromas (2009) en el que también utilizó la fórmula bidireccional mediante el crowdsourcing al pedir a los seguidores de su blog que escribieran sus bromas preferidas, de donde surgiría el contenido final del libro. Editado en España por Alpha Decay, nos encontramos, como el autor dice, con una serie de canciones dentro de una narrativa continua. O lo que es lo mismo, capítulos cortos de entramados de un tipo de humor blasfemo, incestuoso e irreverente propio de Momus y sus referentes (Rabelais y Apollinaire, sobretodo).

El mismo año había debutado con The Book of Scotlands (2009), en el que Currie se imaginaba de una manera surrealista 156 Escocias diferentes en plena época secesionista. Pequeños ejemplos como una Escocia (numerada como 71), en el que el concepto del dinero es abolido hasta que el euro se adopta u otra Escocia en el que es obligatorio tener más de diez hijos, a ejemplos algo más extensos que ocupan un par de páginas conforman el curioso contenido de esta obra inédita en nuestro país.
Siguiendo con la temática nacional escribió posteriormente The Book of Japans (2011), que trata de cómo un grupo de escoceses afirma que han viajado al futuro, y un comité de expertos investiga la veracidad de sus declaraciones. Esto sirve como excusa para hablar de la forma en que las personas proyectan sus propias ideas preconcebidas sobre un país exótico como Japón (un tema familiar para cualquiera que haya leído el blog de Momus). Esta trilogía pretende, según Momus, crear su propio género: historias especulativas del futuro.

Pero es en su cuarto libro, UnAmerica (2014) donde saca su vena más literaria de una manera narrativa más tradicional, creando una historia satírica y un retrato ácido de la América profunda en la que Dios personificado está en decadencia: sufre de Alzheimer y trabaja de bedel en una cadena de comida rápida en Carolina del Sur.
Recientemente ha publicado, de manera totalmente gratuita, sus diarios en su época universitaria previos a su época en el grupo post-punk The Happy Family. Además de Herr F (2014), en la que hace una reinterpretación del mito de Fausto, en Popppappp (2015) se ha atrevido con la historia de dos diseñadores gráficos británicos que están recluidos en un centro de telecomunicaciones regido por una organización paramilitar religiosa siria, que toman como referencia de sus consignas las letras de un grupo punk. Currie se siente a gusto con la creación literaria. Como él mismo dice, «si llego a saber que escribir fuese tan fácil, hubiese empezado antes«.
El Momus actual
Desde hace unos lustros también dedica parte de su tiempo a subir videos en Youtube, siguiendo, curiosamente, con la tendencia de la población que antes dedicaba más tiempo al blog, siendo básicamente contenido similar a lo que escribía en Click Opera. Musicalmente ha ido a disco por año (debido a que en Japón él mismo se encierra en su vivienda por sentirse un delincuente), a pesar de su poca transcendencia en el mercado. A destacar Turpsycore (2015), un triple álbum en el que uno de los discos son versiones de canciones de David Bowie, anticipándose a los homenajes póstumos meses después del llorado artista y Pillycock (2017), en el que toma como influencia principal la Trilogía de la Vida (1971-1974) de Pier Paolo Pasolini (otro de sus numerosos referentes).
Este 11 de octubre Momus saca su trigésimo primer disco, Akkordion, del que hace ya meses que en su cuenta de Youtube está mostrando algunas canciones. Teniendo en cuenta las visitas de sus videos (en torno a unas mil) es cierto que Momus no ha pasado de ser un artista de culto, con sus más y sus menos. Después de más de tres décadas puede decir que su mayor éxito es simplemente la supervivencia, como él mismo afirma. Por lo pronto, el año que viene va a sacar otro libro, del que todo indica que será una autobiografía, que ya se verá si es ficticia o no. El título escogido es Niche: A memoir in pastiche.
Y es que la frase que dijo en 1991 en la que, imitando a Andy Warhol, se aventuraba a decir que «en el futuro todo el mundo será famoso para 15 personas«. Es obvio, por lo menos en su caso, que no iba mal encaminado.