Muere Alan Vega, cantante de Suicide

Alan Vega, un hombre cuyo trabajo fue crucial en la génesis del punk, el tecnopop y la música industrial, ha fallecido a los 78 años. Aquí rendimos homenaje a su legado.

2016 está siendo un año duro, en todos los sentidos. Y entre ellos cuenta el de tener que decir adiós a muchos de los héroes de esta casa, incluso a aquellos que parecían indestructibles de todo punto. Después de David Bowiede Prince y de Bernie Worrell, nos toca despedirnos de otro titán de la música: se trata de Alan Vega, el que fuera vocalista de la banda tecnopunk Suicide, amén de escultor, pintor, performer y autor de memorables álbumes en solitario.

Cuando usamos la palabra compuesta «tecnopunk» al hablar de Vega, estamos remitiéndonos a la verdad más estricta. Porque, cuando Boruch Alan Berkowitz (el nombre con el que Vega nació en Brooklyn, allá por 1938) y su socio Martin Rev (seudónimo de Martin Reverby) comenzaron a experimentar con la aplicación de la tecnología al rock estruendoso, la idea de interpretar música pop usando únicamente instrumentos electrónicos resultaba casi inconcebible, salvo por anomalías como los también neoyorquinos Silver Apples. Corría 1969 y, mientras que Rev era un pianista de jazz en ciernes (había sido alumno, según algunas fuentes, del mítico Lennie Tristano), Vega era un licenciado en Bellas Artes con un currículum medianamente establecido. En el caso de Vega, la epifanía rockera le llegó durante un concierto de The Stooges: la estampa de Iggy Pop automutilándose en escena causó una honda impresión (por decirlo finamente) en un artista cuya especialidad, hasta entonces, habían sido las esculturas realizadas con tubos de neón que estallaban al sobrecargarse.

Gestada en el Mercer Arts Center (un híbrido de galería de arte, espacio creativo y antro de vicio situado en Greenwich Village) y bautizada en honor a Satan Suicide, una aventura del Motorista Fantasma de Marvel, Suicide fue una banda cuyos comienzos dejan chicos la mayoría de esas historias de lucha y autosuperación que, tediosamente, llenan el anecdotario del rock. Su evolución hasta configurarse en dúo fue tortuosa (las primeras formaciones incluyeron guitarristas, instrumentos de viento e incluso a un miembro de los New York Dolls, David Johansen, tocando la armónica ocasionalmente), sus conciertos desembocaban inevitablemente en batallas campales (algo debido en parte a la agresividad de su música, y en parte a la costumbre de Vega de usar una cadena de motocicleta para agredir al público, y a sí mismo) y su postura al margen de todo y de todos llevó a Rev y a Vega a vivir la vida de dos personas sin techo, durmiendo en la calle y buscando comida en la basura..

A finales de los 70, sin embargo, la criatura había tomado forma: mientras que Alan Vega trataba su voz con un efecto barato de delay (eco), Vega empleaba un órgano Farfisa y una caja de ritmos  pasados por pedales de distorsión. Aunque, pocos años más tarde, los dúos formados por un cantante y un teclista-programador se volverían moneda corriente (desde Soft Cell Pet Shop Boys, pasando por Yazoo, los ejemplos son múltiples), dicha formación resultaba totalmente revolucionaria en 1977, cuando el primer disco de Suicide llegó al mercado. Con un sonido extremadamente cutre (algo producto tanto de la parquedad de medios como de la estética confrontacional de la banda), manejando influencias totalmente ajenas al incipiente tecnopop (nada de Kraftwerk, pero sí mucho Elvis y mucho Gene Vincent) y con un énfasis psicótico en la repetición, temas como Ghost Rider, Rocket USA, Cheree y la brutal Frankie Teardrop contenían un potencial transformador que superaba con mucho al de la mayoría de sus coetáneos del punk o la Nueva Ola.

A partir de entonces, Suicide cobraron una relevancia subterránea, pero crucial: algunos admiradores famosos (The Cars, Elvis Costello The Clash) se los llevaban a veces de teloneros en sus giras, provocando enormes pasmos entre el público y, más de una vez, incidentes como el registrado en 23 Minutes Over Brussels (1978), seguramente, el único álbum en directo de la historia en el que uno puede oír cómo le rompen la nariz al cantante. Bien fuese por evitarse trances similares, bien por una natural evolución creativa, los discos posteriores de Suicide (empezando por el extraordinario Alan Vega – Martin Rev, 1980) lucieron desde entonces un sonido mucho más sereno.

Desde el comienzo de los 80, además, tanto el teclista como el cantante se prodigaron en lanzamientos en solitario. La carrera de Alan Vega como solista, iniciada en el disco homónimo de 1980, le procuró algún discreto hit que otro (Jukebox Baby), experimentos tan peculiares como aquellos que le unieron a Alex Chilton Ven Vaughn (Cubist Blues, 1996) y a los ruidistas Pan Sonic (Endless, 1988, lanzado a nombre de Vainio Vaisänen Vega), y también ocasiones de sobra para lucir su temperamento: Paloma Chamorro recordaba cómo, antes de su concierto en el programa televisivo La edad de oro, el neoyorquino la había liado parda exigiendo una generosa (y gratuita) cantidad de cocaína como condición para salir al escenario.

Mientras Vega vivía su sueño de estrella del rock (sin por ello dejar de cultivar las artes plásticas), tanto sus temas en solitario como los lanzados a nombre de Suicide influían a innumerables bandas de todo el mundo. No sólo por su sonido mugriento y futurista, sino también por el hecho de que resultan casi insultantemente fáciles de tocar (de interpretar, es otra historia). Artistas como Spacemen 3, The Gories, Sigue Sigue Sputnik, The Jesus And Mary Chain, los españoles Terry 4 o incluso Bruce Springsteen (quien rindió tributo al sonido de la banda con Nebraska -1982-, seguramente el mejor álbum de su carrera) aprendieron con ellos el hecho de que una canción no necesita tres acordes, ni siquiera dos, para resultar memorable. El álbum American Supreme (2002) y los esporádicos conciertos ofrecidos por el dúo a lo largo de este siglo dejaron claro que los años no habían podido neutralizar su ácido.

La muerte de Alan Vega ha sido anunciada por el también músico Henry Rollins, responsable de una tremenda versión de Ghost Rider, quien anunció la triste noticia en su programa radiofónico.

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