Sólo con su trabajo en James Bond contra Goldfinger, este cineasta inglés que ha fallecido hoy en Mallorca definió la saga de 007 para los restos.
Si fuese por el conjunto de su carrera, Guy Hamilton no pasaría a la historia del cine como uno de los más grandes. De pasaporte británico, pero nacido en París, este cineasta inglés que ha fallecido hoy en Mallorca a los 93 años deja las películas esperables en alguien cuya carrera arrancó con la década de los 50: muchísimo cine bélico (The Colditz Story, 1955, La batalla de Inglaterra, 1969, Fuerza 10 de Navarone, 1978), alguna comedia e incursiones en el cine de intriga (El espejo roto, 1980, con Angela Lansbury interpretando a la señorita Marple de Agatha Christie). Así pues, ¿por qué le dedicamos un obituario en CANINO? Porque él fue quien firmó James Bond contra Goldfinger (1964), Diamantes para la eternidad (1971) y El hombre de la pistola de oro (1974), tres filmes que definieron la saga de James Bond para lo bueno y para lo no tan bueno.
Resumir la importancia de Goldfinger para las aventuras de 007, en particular, y para el cine de acción, en general, es dificilísimo. Digamos que la inventiva pop de Hamilton, y sus recursos de profesional bregado, supusieron un paso crucial para el espía aún interpretado por Sean Connery: de una figura medianamente realista, todavía siguiendo la tónica de los best-sellers de Ian Fleming, James Bond pasó a ser ese supermacho envuelto en gadgets inverosímiles, rodeado de féminas despampanantes y letales (como la Pussy Galore de Honor Blackman) y enfrentado a villanos tan llenos de delirio como el interpretado por Gert Fröbe. Irónicamente, tras haber rodado esta consumación del arquetipo, a Hamilton le tocó encargarse de la despedida (casi) definitiva de Connery en Diamantes para la eternidad, y también rodar, con El hombre de la pistola de oro, una de las películas más cuestionadas de la etapa en la que Roger Moore protagonizó la franquicia. Aunque con Christopher Lee como villano, eso sí.
Un dato menos conocido es que, en 1966 (dos años después de James Bond contra Goldfinger), Hamilton dirigió una película que podría ser considerada como el ‘anti-Bond’ por antonomasia. Hablamos de la estupenda Funeral en Berlín, uno de los tres largometrajes en los que Michael Caine interpretó al agente secreto Harry Palmer: también una criatura literaria (nació en las novelas de Len Deighton), el borrachuzo y gafotas Palmer ofrecía una perspectiva del espionaje más afín a la de John Le Carré y su deconstrucción del género que a la aventura encarnada por 007. Nuestro respeto, pues, a alguien que supo retratar las dos caras del arquetipo.