Mucho Nirvana, mucho Blur y muchos Chemical Brothers, pero, ¿recuerdas a Crazy Town? ¿Y a Jon Secada? ¿Y a Ella Baila Sola? Esta semana, CANINO martiriza tus tímpanos recordándote que no toda la música de hace veinte años era orégano...
Echémosle la culpa a la edad, y al paso del tiempo. Y, si nos fiamos de los expertos, a ese intervalo de dos décadas que marca el paso del revival como fenómeno mediático: después de veinte añazos como veinte catedrales, los jóvenes recién llegados a la edad de la razón tienden a mirar con una sonrisa (o con adoración sin reservas) a la música que escucharon de pequeños, mientras que los puretas, librados ya de esa presión grupal que les obliga a distinguir entre lo que mola y lo que no mola, se lanzan a recobrar las canciones de su juventud pensando (angelitos…) que eso va a detener el avance de las arrugas en el espejo. Así pues, ahora que estamos en la segunda década del siglo XXI, la música de 1990 en adelante es la que toca rescatar, desde el shoegaze hasta el eurodance más trotón. Urge, pues, poner un poco de cordura en este asunto. Porque muchos caninos y caninas habíamos cumplido ya cierta edad por entonces, y eso, además de convertirnos en reliquias semifósiles, tiene una ventaja: sabemos de primera mano que la música de por entonces estaba llena, llenísima de truños.
Sin ir más lejos, los noventa son recordados ahora como la época en la que el dance más fino llegó a las masas, y en la que el hip hop cruzó el Atlántico para convertirse en fenómeno mundial. Pero, cuando se recuerda todo ello, pocos reconocen que, lo que de verdad partió la pana fueron las atrocidades rimadas de Vanilla Ice y MC Hammer (rapiñando, con más bien poca gracia, bases de David Bowie y Rick James, respectivamente), cuando no piezas bailongas como las de Eiffel 65 o Lou Bega, desprovistas tanto de la sofisticación de lo experimental como de encanto barriobajero. Asimismo, soportamos los primeros envites de galansotes latinos pintados como puertas (Chayanne) o luciendo bíceps (Jon Secada), mientras que la música ‘de guitarras’ ofrecía una buena ración de abortos: mucho hablar de Nirvana, Pearl Jam y derivados, pero ¿a que nadie tiene ovarios como para rememorar a Bush o a 4 Non Blondes? Y, en España, ¿a que duele acordarse de esos Héroes del Silencio ya a punto de descomponerse por la tensión Valdivia-Bunbury, o a nuestros siempre adorados Dover? Pero, tranquilos, porque en nuestro país íbamos a otras cosas: sin ir más lejos, en 1992, el año en el que los maletines corrían que se las pelaban entre Barcelona y Sevilla, lo que de verdad privaba en estos pagos era… Zapato Veloz. Eso, por no hablar del cantautorismo pocho que nos dio gemas dispuestas a hacer caja rememorando viejas culpas en lo político (Ismael Serrano) o nuevas indeterminaciones en lo sentimental (Ella Baila Sola).
En resumen: un horror. Cuando escuchen esta lista, sufrirán, pero también aprenderán una lección importante: por mucho que la nostalgia nos ciegue los ojos, los tiempos pasados siempre son, por lo general, bastante peores. Piensen en ello hasta el lunes que viene, cuando les ofrezcamos otra selección que, esta sí, será mucho más llevadera.
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