[Música Canina] Los colores de la orquesta

Guitarra, bajo, batería... y mucho más. Las instrumentaciones suntuosas no son sólo patrimonio de la música clásica, y aquí tenemos ejemplos para demostrarlo, desde el pop más lustroso al Metal más épico.

Algunos dirán que es por la autenticidad del sonido, por la crudeza, por el respeto al espíritu del ruakanrol… y es posible que lo digan sabiendo, en su fuero interno, que eso es mentira podrida: si los instrumentos básicos de la música popular, tal y como la entendemos hoy, son la guitarra eléctrica, el bajo eléctrico y la batería, eso se debe a que son relativamente fáciles de aprender a tocar, baratos (insistimos, «relativamente») y, sobre todo, hacen el ruidaco suficiente como para llenar una sala mientras la gente se va para la barra comentando lo bien que le queda la ropa al cantante. De ahí que, cuando se los pueden permitir, muchos talentos se hayan gastado el presupuesto en violines, violas, trombones, trompas, fliscornios y otros instrumentos reservados, aparentemente, a muermos con chaqué y palco en el Real. Bienvenidos, caninas y caninos, al suntuoso mundo del pop con orquesta.

Y, para demostrar lo que estamos contando, nada mejor que el mejor comienzo de la historia del pop español: nuestra playlist arranca con ese Cómo pudiste hacerme esto a mí que abría el Deseo carnal de Dinarama. A partir de ahí, iremos viendo cómo unos arreglos currados pueden expresar muchas cosas. Desde la locura oculta tras las melodías celestes de The Beach Boys (con ese Brian Wilson al que, en 1966, ya se le empezaba a ir la pinza) y John Cale, a la mala hostia que vincula proyectos tan aparentemente distintos entre sí como Pulp, Extremoduro Los Planetas. Desde la épica de Serj Tankian (el de System Of A Down, efectivamente), Manic Street Preachers y esa Björk primeriza que jugaba a hacerse la muerta, pasando por la melosidad de unos Bee Gees o una Electric Light Orchestra. Y también sirve para hacer profecías, como esos Pulp que plasmaban con The Universal una descripción terrorífica de nuestro mundo hiperconectado… en 1995. Todos están aquí para disfrute de vuestros oídos: apurad sus maravillas, porque sólo os acompañarán hasta la semana que viene.

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