Ha pasado el tiempo (veinte años dice el aniversario oficial que llevamos disfrutando del formato de compresión MP3) y, aunque nos sonroja reconocerlo, tenemos que haceros una confesión: cuando Napster dominaba la Tierra, estos fueron los primeros temazos que nos descargamos.
Estimadas caninas y caninos: esta semana, nuestra playlist DUELE. Y no sólo porque en ella estemos confesando acciones de ética dudosa (porque, de santos, los miembros de esta santa casa tenemos lo justo), sino también porque nos toca sacar a la luz más de una miseria. Veamos: ustedes recordarán que, allá por el noventa y muchos, aquello del P2P y de bajarse cosas por internet era todavía algo novedoso, ¿verdad? Y que, por entonces, eso de usar la Red para atentar contra el derecho a la propiedad intelectual era lento y costoso, ¿no? Pues nosotros lo hicimos. Y como nosotros también hemos sido jóvenes en aquellos días en los que usar el difunto Napster (o, en años posteriores, esa coladera de troyanos llamada Kazaa), cuando nos tocó empezar a bajarnos cosas, pues… nos bajamos lo que nos bajamos.
Y, ¿qué nos bajamos? Pues, la primera en la frente: nada menos que aquella Lola que, según los Pastora (¿recuerdan a aquel dúo tan efímero, formado por los hijos del gran Pau Riba?) siempre iba sola por Barcelona buscando follón. También los hubimos que nos tiramos horas esperando a que se descargase una rodaja de rock bufo a cargo de Los Petersellers, que nos lanzamos a por one hit wonders (White Town) o que nos lanzamos a los senderos del Metal, bien en su vertiente chandalera (Limp Bizkit), bien en sus facetas poweretas, con Sonata Arctica ahí, todo poderosos ellos. Pero, si esto les estremece, espérense porque aún queda tela que cortar: aquí también hay quien admite que, de jovencito, ya era lo que hoy las voces más risquées de Twitter llamarían «un pollavieja», tirándose a por George Harrison, a por las insondables melodías de White Star, a por temas raros de The Cure o incluso a por fragmentos primerizos de la discografía de Franco Battiato...
Pero basta ya de lamentos a media voz: esto es el pasado, y nuestro presente tiene forma de pajarito azul (ustedes nos entienden). La semana que viene tocará regresar a esta actualidad en la que todos nos enteramos del último lanzamiento de moda a milisegundos de que éste haya ocurrido, y lo tenemos en nuestras manos, o nuestros discos duros, a segundos de su llegada al mercado. Un presente infinitamente mejor, qué duda cabe. ¿O no?